Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Es
difícil seguir sosteniendo que el universo se equivoca cuando todas las
evidencias apuntan en la dirección contraria a la que el gobierno egipcio sigue
sosteniendo. No sé cuánto tiempo se pueden seguir sosteniendo teorías
conspiratorias, de falta de comprensión, etc. Nos preguntábamos estos días
pasados, en "La entrevista portuguesa", en qué mundo vivía el
presidente Abdel Fattah al-Sisi. Se lo están preguntando en muchos lugares.
Los
medios progubernamentales siguen empeñados en repetir que los propios medios
informan mal, dándose la paradoja de que solo se deben leer los medios que
digan que no hay que leerlos. Pero así es el absurdo.
Conforme
la situación egipcia empeora, las voces advirtiendo sobre lo que puede ocurrir se
hacen cada vez más angustiosas y críticas. Egipto es el puente entre el
desastre del Este y el desastre del Oeste. Un caos en Egipto es malo, primero, para los egipcios, después para la zona y finalmente para el mundo. Pero el jugar con la importancia geoestratégica, como hace también Turquía, tiene un límite. Los abusos, sin resultados, se acaban pagando.
Con el
titular "International media reports criticise Al-Sisi, Egypt’s economy
amid negligence by the state", Daily News Egypt se hace eco de cómo ven los medios internacionales la
situación egipcia, de cómo es percibida la crisis y, sobre todo, de las responsabilidades
de la presidencia en ella ante la ausencia de medidas eficaces, muchas de ellas desastrosas:
International media outlets have put President
Abdel Fattah Al-Sisi under fire for failing to achieve significant economic
growth since he took office in 2014, besides the state’s severe crackdown on
dissidents.
The recent reports that accused Egypt and
Al-Sisi of failure and violations of human rights have been silently received
by Egypt with no response.
American newspaper The Washington Post published a report on Thursday saying that the
International Monetary Fund (IMF) and the United States’ gamble on Al-Sisi’s
capability of economic reform in Egypt is not likely to pay off.
It added that Al-Sisi wasted tens of millions
of US dollars on unneeded mega projects, including the new Suez Canal. It also
said the president used to turn a blind eye to western counsellors regarding
economic reforms, besides his “brutal repression” not only of Islamists, but
also of secular liberals, civil society activists, and journalists.
El diario se hace eco inicialmente del durísimo editorial
publicado el 24 de octubre por The Washington Post en donde se deja ya de hablar
de "Egipto" y se centra en la figura de la presidencia,
responsabilizando a Abdel Fattah Al-Sisi del desastre que vive Egipto y las posibles consecuencias. El titular
del editorial del periódico norteamericano era bastante explícito, "A bad
bet on Egypt’s strongman". Y carente de sutilezas.
Las posibilidades de Al-Sisi de ser aceptado internacionalmente
como dirigente democrático del país pasaban por su capacidad para dos cosas: a)
arreglar el desastre económico; y 2) cumplir la hoja de ruta hacia la
democracia. Si Al-Sisi hubiera cumplido al menos una de las dos, la comunidad
internacional habría sido más "sensible" a la situación egipcia. Lo
que ocurre es que Al-Sisi ha fracasado en ambos empeños. No ha arreglado la
economía, que ha ido al desastre actual, ni ha creado una democracia digna de ser
llamada por ese nombre.
El Post ha tenido el detalle de llamarlo
"strongman", que es más suave de lo que suele ser la expresión
habitual en los medios internacionales. Las esperanzas de que cumpliera sus promesas
económicas y políticas se desvanecieron pronto, casi en horas. Egipto no iba a avanzar en ningún terreno sin soltar el lastre.
Al-Sisi ha hecho lo único que como militar sabe:
propaganda y fuerza de represión. Es lo que ha aprendido de sus mayores. La unidad política que tuvo tras
el "no-coup" duró minutos tras las matanzas en las que trataba de
demostrar que nadie se opone a los militares egipcios sin consecuencias. Ya
entonces el sistema nació viciado. Las personas que podían haber sido útiles
para la creación de una estabilidad política y económica, que podrían haber
aportado ideas nuevas para emprender el camino, salieron huyendo espantadas
ante tal demostración de brutalidad y sobre todo de ineficacia política.
El Ejército egipcio es el dueño del país en diferentes sentidos. Lo ha sido desde el
principio. No hay sitio más que para los grupos que sirvan de apoyo a los
candidatos que ellos llevan a la presidencia. Con Morsi les fallaron los
cálculos pues a los islamistas se les sumaron los votos de muchas personas que
no querían seguir bajo una presidencia militar y confiaron en las promesas
de los islamistas de gobernar para todos.
Pero desvelaron su juego autoritario demasiado pronto. Lo que era una petición
de salida de Morsi y unas nuevas elecciones se convirtió en un golpe con
respaldo popular y una posterior masacre que aseguraba que se habían quemado
los puentes. Desde ese momento, la situación egipcia solo podía seguir el
camino de la represión constante. Pero debía hacerse figurando que se estaba
construyendo una democracia amenazada.
Al-Sisi —lo hemos dicho— ha jugado a tener el carisma de
Nasser (la sisimanía) la piedad de Sadat y la mano de hierro de Mubarak. Pero
es solo una defectuosa copia de los tres. Es el candidato que el Ejército puso
para poder derrocar al inepto presidente Morsi, que engañó a los egipcios y se abalanzó con los Hermanos al asalto de la
administración. Muy mala suerte tiene Egipto con sus gobernantes. Y la tiene no
por casualidad sino porque cualquiera que pueda hacer sombra o criticar al
gobernante acaba en la cárcel o en el exilio. Nunca ha habido democracia en
Egipto. Los parlamentos han sido meros asientos de notables, favorables al
poder y algunos discrepantes para hacer creer que existía oposición. El
desprecio por el pueblo ha sido notable y más todavía por algo que pudiera
llamarse voluntad popular.
El duro editorial de The Washington Post al que se refería
Daily News Egypt señalaba:
EVER SINCE Egypt’s Abdel Fatah al-Sissi led a
military coup against a democratically elected Islamist government three years
ago, his apologists in the West, led by Secretary of State John F. Kerry, have
hoped that he would launch economic reforms to revive the economy. The thinking
is that more free-market policies, new flows of foreign investment and,
eventually, growing prosperity would help stabilize Egypt after years of
turmoil. In the meantime, Mr. Sissi’s brutal repression of domestic dissent
could be overlooked.
For three years the former general ignored the
entreaties of Mr. Kerry and other Western counselors. He squandered tens of
billions of dollars provided by Saudi Arabia and other Persian Gulf allies on
wasteful mega-projects, such as a new channel for the Suez Canal, and on
propping up Egypt’s currency. Meanwhile, he conducted the most sweeping and
violent campaign against dissent in the country’s modern history, jailing not
just Islamists but secular liberals, journalists and civil society activists,
including American Aya Hijazi.**
Las simpatías del Al-Sisi con Donald Trump tampoco ayudan
demasiado a dar una visión más optimista del dirigente. Ha sido, una vez más, poco inteligente. Poner en él las esperanzas es una muestra más de poco sentido de la realidad. También tiene sus consecuencias en término incluso de opinión y valoración. Moverse con "amistades" como Putin o Trump no es un buen indicador para muchos.
Pasado el tiempo, los créditos político y financiero han
sido dilapidados porque las reformas que se tenían que haber realizado no se
hicieron. Al-Sisi no ha desmontado el sistema corrupto egipcio, el que todo lo
devora y dilapida, porque fue la persona elegida para sustituir a la cabeza. La
retórica de la reforma no era más que una maniobra para evitar el descontento
de los egipcios. Pasado el tiempo, los egipcios añoran el régimen de Mubarak
ignorando que es allí de donde nacen sus desgracias. Es el mismo sistema, el
mismo Ejército, los mismos jueces, la misma Policía, la misma administración
contra la que se levantaron la que tienen delante.
Egipto ha estado viviendo de prestado, de los millones y
millones que costaba un sistema corrupto en el que nada se arreglaba porque era
del negocio de las subvenciones del que vivían muchos. Se ha podido comprobar
con el escándalo del trigo y de los fraudes de harinas y panes con las mismas
tarjetas que debían evitar el engaño.
¿Cómo pretende Egipto cambiar algo si no cambia nada? Esa es la pregunta que muchos se hacen fuera y dentro. Ahora
la paciencia de muchos se ha agotado. Se ha enemistado con muchos países de las
formas más estúpidas. Y siguen pensando que todo son conspiraciones
internacionales contra ellos. Los indicadores de todas las instituciones
internacionales han caído, sean los que sean, de la educación al maltrato de
género. Muestran el deterioro del sistema, pero nadie hace caso.
La sonrisa de Al-Sisi no es la de la Gioconda. No tiene
misterio alguno. Es la de quien intenta convencernos de que lo malo no es
culpa suya y que lo bueno está al llegar. Pero es demasiado tiempo, demasiado
dinero, demasiada represión, demasiadas sonrisas, demasiadas excusas.
Los intentos de descalificar a los medios extranjeros, cuyo
interés se nos dice una y otra vez desde los diarios estatales, es hundir a Egipto son ridículos pero
gustan al protagonismo de los egipcios, a los que sus autoridades les repiten sin
cesar que son la "madre del mundo", que son envidiados por tener el
presidente que tienen.
Daily New
Egypt recoge otros casos más allá del editorial de The Washington Post:
Meanwhile, Egyptian Minister of International
Cooperation Sahar Nasr wrote an article for the Wall Street Journal that directly accused the Muslim Brotherhood’s
one-year administration for the deterioration of the economy. Nasr said that
the main challenge of Al-Sisi’s government is to bring back economic stability.
Nasr added that the latest economic decisions
in Egypt are deemed a major step towards reform and growth in the Egyptian
economy.
The Economist published a report on Friday in
which it said that the $25bn were given to Egypt by Saudi Arabia after 2013,
but that did not secure Egypt’s loyalty. It added that the Saudi money saved
Egypt from an economic collapse, describing Egypt as Saudi Arabia’s “needy
neighbour”.
According to the report, the main problem
between Egypt and Saudi Arabia is the turmoil in Syria, as Saudi Arabia and
Sunnis are backing opposition and rebel groups in Syria, while Russia, Iran,
and Shi’as are backing Syrian president Bashar Al-Assad.
Egypt has shown little devotion to Saudi Arabia
in its stance towards the turmoil in Syria, even though it’s a Sunni country,
the report read.
These were not the first reports to criticise
Egypt’s policies and accuse Al-Sisi of failing Egypt. The Economist and Bloomberg
previously published media reports that directly accused Al-Sisi of failure.
However, Egypt’s Foreign Affairs Ministry used to respond to such reports.*
Los saudíes les han cortado el petróleo que les daban
después de lo ocurrido con la votación a favor de la propuesta rusa por parte
de Egipto. Ya no saben cómo decirlo y se han hartado. Habían advertido
anteriormente que el dinero dejaría de darse gratis. Y lo están cumpliendo.
La falta de compromiso de Egipto con la cuestión siria no es nueva. Egipto usó como excusa su propio terrorismo para no
participar. Un análisis más detallado podría dar con el miedo de Al-Sisi a
acabar con un fracaso militar, como Nasser, que le debilitara a los ojos de un
pueblo que sigue convencido de que vendrá un gran soldado que les liderará
hacia una victoria no se sabe dónde.
Lo que parece ya evidente es que a Al-Sisi se le ha acabado
el crédito internacional. Las reformas van a ser dolorosas sobre un pueblo al
que se le ha mantenido en la debilidad, al que no llega la educación ni los
avances. Solo es 15%, que va menguando por su clase media, disfruta de los beneficios.
Mientras tanto, la prensa egipcia recoge que el país ha
crecido en un millón de personas en apenas seis meses. La sanidad, la educación, todas las
infraestructuras se resienten. Pero las principales preocupaciones son que Qatar
va a emitir un documental hoy domingo (ayer) sobre el Ejército egipcio y el
servicio militar obligatorio, por un lado, y el que los países occidentales se
crean lo que dicen los Hermanos Musulmanes, que según los parlamentarios, crean
muchos equívocos. Esto lo dice un país que acusa a Occidente de ser el creador
del Estado Islámico para difamar al Islam.
Los islamistas de la Hermandad son un mal, sin duda. Pero
eso no convierte en buenos a muchos de los que están sentados en el parlamento,
cuyo comportamiento es deprimente en ocasiones y al que el propio pueblo
egipcio no presta demasiada atención. Tampoco convierte en buenos a jueces,
policías, funcionarios... que han hecho durante décadas lo que han querido con
total impunidad. No se justifican así los encierros, juicios, prohibiciones de
viajar, desapariciones de personas. Para eso no hay justificación y menos la de
construir una democracia, como se pretende.
Las crecientes dificultades han hecho que la represión fuera
creciendo. No se acepta la crítica porque la única cosa en la que creen es en
la popularidad presidencial, que es la que mide la proximidad de un estallido
social, como dice bien The Washington Post en su editorial criticando la falta
de capacidad de Al-Sisi.
Ante la perspectiva de un nuevo mandato al que parece
dirigirse, el desastre de la economía y de la política ya no admite más
silencios. Lo que los medios, instituciones y gobiernos le están diciendo es algo obvio hace
mucho tiempo: el 30 de junio representa un fracaso, no un momento de gloria
nacional. Un fracaso del viejo modelo egipcio de islamistas y ejército
enfrentados, como venía ocurriendo desde los tiempos de Nasser, al que
intentaron matar. La culpa de esa brecha no la tiene nadie: es egipcia.
La sisimanía no admite términos medios. Con dos millones de
nuevas bocas cada año, si se sigue este crecimiento, el colapso está cercano.
Los conflictos por el azúcar, la leche, la harina, los medicamentos, etc. solo
han comenzado. Los recortes de las subvenciones crearán más descontento y más desesperación.
El ahora presidente consiguió el apoyo con la promesa de que
no sería otro presidente militar. Lo es. Hoy la presencia militar se ha multiplicado
para controlar al país. No se ha solucionado ningún problema y sí se han
agravado muchos.
Que se diga, irrita mucho. Pero es la triste realidad que los
egipcios viven cada día. Los medios se limitan a recogerla.
*
"International media reports criticise Al-Sisi, Egypt’s economy amid
negligence by the state" Daily News Egypt 27/11/2106
http://www.dailynewsegypt.com/2016/11/27/601545/
** The
Posst's View "A bad bet on Egypt’s strongman" The Washington Post
24/11/2016
https://www.washingtonpost.com/opinions/global-opinions/a-bad-bet-on-egypts-strongman/2016/11/24/a79f4b56-ad09-11e6-8b45-f8e493f06fcd_story.html?utm_term=.17aa8a84f8a3
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