Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay
coches que no necesitan conductor y pronto los habrá que no necesiten pasajero,
que se vayan ellos solo a darse una vuelta sin contar con sus dueños. ¿No es aquel mi coche?,
dirán algunos al verlo pasar tan campante por avenidas y rotondas. Pues sí, es el suyo. Milagros tecnológicos.
Estamos
seducidos por la tecnología. El secreto de esta seducción inmersiva es habernos dado las
herramientas para que jugáramos y nos creyéramos dioses. El debate se suscitó
ya en los 90 cuando las empresas descubrieron que no había que fabricar todo
siempre, que a veces era mejor dejar que la gente se fabricara sus juguetes dándoles
las herramientas y los espacios para hacerlos.
Se
rompieron los monopolios de la fabricación abriendo las apetencias de la gente
y con ella, sus sueños creativos y de éxito. Se podía intentar venderles noticias, por
ejemplo, a la manera clásica, pero podía ser más rentable darles las
herramientas para que fabricaran sus propios sitios de noticias. Y la gente
empezó a fabricar de todo: sus propios periódicos, sus canales de televisión, sus
videojuegos, aplicaciones, etc. Para bien y para mal, cada persona disponía de
todo un arsenal tecnológico cuyo uso puede estar en manos responsables, en
hackers rusos o en yihadistas dispuestos a la promoción de su crueldad a través
de las redes sociales.
Las
redes y sus herramientas se usan para informar, para jugar, para aprender, para
acosar, para difamar... para todo lo que se nos pueda ocurrir a los seres humanos hacer
aunque no estemos preparados para ello. Da igual, lo virtual tiene algo de sueño.
Una de
las grandes tonterías promocionales es la idea de los "nativos digitales",
pues nos da impresión de que los niños y niñas vienen al mundo con un
microprocesador debajo del brazo. Nadie viene al mundo sabiendo y es un
tremendo error solo pensarlo porque hace descuidar los mecanismos de defensa y
prevención. Analfabetos digitales, en cambio, hay muchos, que son los que se
emocionan en demasía con lo que no entienden. Ya no se filtra la estupidez como antes.
Cualquier
dispositivo con el que nos podamos conectar a algún sitio es una herramienta de
destrucción masiva, de gasto masivo, etc. si no se sabe lo que se hace. Pero
nos empujan desde la escuela misma a usar sin saber, que es lo peor. Muchos,
sin pensarlo, están dando katanas
digitales a sus hijos con las que cortar cabezas. Ahora, un escalofrío habrá
recorrido sus espinas dorsales al ver la deuda con la que se pueden encontrar
mientras piensan que sus hijos hacen los deberes. No se enseña lo que supone
este mundo digital tan maravilloso como peligroso si no se tiene cuidado, pero
así ha sido desde el principio.
La
historia no servirá de nada, pero tiene ese aire de fábula que le da tono de
aviso. El diario El Mundo nos contaba el gesto generoso de Google —pagad con
creces como buena imagen pública de la empresa— al perdonar el gasto ocasionado
por un equívoco en la comprensión de lo que hacían:
Google ha anunciado que va a proceder a
cancelar el saldo pendiente de AdWords -el servicio que ofrece Google para
promocionar y posicional los contenidos web- del niño de 12 años que se gastó
cerca de 100.000 euros porque quería convertirse en 'youtuber'. "Hemos
analizado este caso y no hemos recibido dinero por parte de este usuario",
han explicado este martes 4 de octubre desde la compañía, en alusión al menor
que, junto a un amigo de 15 años, que abrió una cuenta en AdWords y empezó a
gastar dinero hasta alcanzar casi 100.000 euros. Fuentes de la compañía han
explicado a Europa Press que "juntos cometieron el error" ya que
querían cobrar por los anuncios que aparecían asociados a sus videos de
YouTube. "Creían que estaban cobrando, pero eran órdenes de inserción de
publicidad en estos vídeos que les estaba costando dinero ya que lo hacían a
través de AdWords", han relatado. Según la versión del menor, su intención
era conseguir dinero para comprar instrumentos para su banda de música 'Los
salerosos de 'Torrevieja', Alicante.*
La
verdad es que no me interesa nada la cuestión digital, sino la concepción
genérica de un niño que, como millones en todo el mundo, ya no sueña con ser
biólogo —¡qué asco!—, sino en ser "youtuber". Hemos metido mucha
presión a los niños, cada vez menores, para que se conviertan en autosuficientes
a través de los negocios digitales. Las redes sociales son el universo que hay
que conquistar y allí se sienten más sueltos, disponiendo de todas las herramientas
para dar ese salto a la fama, ese golpe definitivo al destino que les saque del
observar al ser observado, distinción que ha pasado ser crucial y que ya no
tiene nada que ver con la filosofía sino con algo tan práctico como buscar
legiones de seguidores. Hasta los sociópatas criminales de películas como Scream 4, del maestro Wes Craven,
proclama que ya no necesitan "friends" sino "fans".
Ser
Youtuber no necesita de estudio o profundizar en algo, sino por el contrario
ser pura superficialidad en un sentido epidérmico del término: lo que ves es lo
que hay. Y cuantos más lo vean mejor.
La
historia tiene algo, como decía, de fábula, de cuento de la lechera: querían
ganar dinero para comprarse los instrumentos musicales para dar el salto a la
fama (el gran salto) y arrasar el mundo, la galaxia, las redes sociales con ese
grupo Los salerosos de Torrevieja que probablemente sean contratados de
teloneros para el Festival de Habaneras de este año dada su notoriedad. Esa es
la grandeza de las redes, que un gran fracaso o metedura de pata también
produce legiones de seguidores.
El
diario El País nos da más información sobre esos sueños de preadolescente
levantinos:
Tanto él como otro amigo que le acompañaba en
esta aventura online pensaban que habían contratado otro producto y que iban a
percibir dinero por la publicidad que generaran sus vídeos. Él toca en una
banda de música de Torrevieja llamada Los Salerosos y solía colgar grabaciones
de sus actuaciones en Youtube. "Pensaba que estaba ganando dinero y no al
revés", relata su madre "y quería comprar instrumentos para la banda
y cosas así, aunque a su amigo también le dijo que si se hacían ricos tendría
una mansión".
J**** J**** facilitó un número de cuenta
propio que su familia le había abierto para ahorrar y que se pagara en el
futuro, entre otras cosas, "el carné de conducir".**
Demasiado
futuro al alcance de la mano, demasiado american
dream... ¿Una mansión? ¿Y por qué
no? ¡Como las Kardashian! ¿Por qué aspirar a menos? Muchos niños miran
impacientes el calendario contando los días, meses, años que les faltan para
presentarse a un Gandía Shore o
similar. Hasta que llegue ese momento dorado, se prueba con los que sea y nos
enseñan que está en nuestras mano: youtuber,
videogamer... Todos son la conversión
del placer cotidiano en dinero, lujo y futuro en tus manos.
Dice la
familia en El País:
"Mi hijo no sabía lo que hacía. Ahora se
ha hecho el más famoso del instituto y su madre sale en televisión. Yo le digo
si sabe las consecuencias que puede acarrear lo que ha hecho, pero parece que
no se da cuenta, cree que no va a pasar nada. Nosotros somos más
realistas", apunta Quesada. Los padres del niño habían puesto el caso en
manos de un abogado, aunque la reacción de Google indica que no será necesario.**
La fama
llega por los caminos más inescrutables. Dios escribe sus programas con
renglones torcidos. He omitido el nombre del niño transformándolo en J****
J**** (que no son feas palabras, como alguno habrá pensado) porque creo que ya
tiene bastante gloria para su edad.
Por lo que dice la familia, parece que puede haber entendido la moraleja del cuento al revés. Esperemos que ellos, al menos, si lo hayan entendido.
Por lo que dice la familia, parece que puede haber entendido la moraleja del cuento al revés. Esperemos que ellos, al menos, si lo hayan entendido.
*
"Google cancela la cuenta de 100.000 euros del niño de 12 años que quería
ser 'youtuber'" El Mundo 4/10/2016
http://www.elmundo.es/f5/2016/10/04/57f3cdddca4741c32e8b45ec.html
**
"El niño de 12 años que se gastó 100.000 euros en YouTube" El País
4/10/2016
http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/10/04/actualidad/1475578401_460930.html
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