Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
globalización de los efectos del terrorismo, es decir, su deslocalización y
reparto como amenaza a la totalidad del mundo —con la excepción del espacio controlado
por el Estado Islámico— ha hecho que se aceleren los intentos de comprensión de
los mecanismos de la radicalización. Ya no son solo los distintos caminos para
la acción, las rutas de los desplazamientos. A las rutas físicas (si vienen por
Turquía o salen de Bruselas), le sigue ahora el interés por las rutas mentales, los caminos hasta los
núcleos en los que se toma la decisión de matar.
Este
proceso es complejo y diverso, como se puede comprobar en cada nuevo caso. Ahram Online publica un artículo,
titulado "Profiles of radicals reveal numerous paths to extremism",
en el que se señala:
For some, the turn to Islamic extremism begins
with a Google search, for others a stint in prison. Most of those who embrace
such beliefs are young men, but not all. Many are loners or outcasts, while
others leave behind family and friends who are shocked by their transformation.
The attacks in Paris and California have many
wondering how seemingly ordinary people, many from prosperous Western
countries, become radicalized. While certain patterns exist, there are enough
outliers to confound law enforcement and make it impossible to anticipate every
attack.*
A continuación, el periódico realiza un recorrido por ocho
casos de extremistas, casos de Alemania a Jordania, de Siria a los Estados
Unidos, en los que los casos no constituyen un patrón, sino que muestran
caminos diversos.
Lo primero que comprendemos es que está es la
primera guerra de la Sociedad Digital de la Información. Al igual que hubo
diferencias enormes entre lo que fueron las dos guerra mundiales, dominadas por
prensa y radio, mientras que el proceso que va de Vietnam a la Guerra del Golfo
estuvo dominada por la televisión esencialmente, la nueva situación está
dominada por los efectos de la emergente sociedad de la Información, definida
por la digitalización y las redes. La digitalización implica la conversión de
los lenguajes a uno, el binario, capaz de circular a través de los bits de
información por lo que constituye el vehículo de distribución, las redes. Estas
últimas son redes de transmisión que crean las redes sociales. De las primeras
se ocupan ingenieros e informáticos; de las segundas, sociólogos, antropólogos,
mediólogos, polítologos, psicólogos sociales, etc. De la conjunción de ambas
surge nuestro escenario cultural global.
Y en él surge una nueva forma de guerra y de terrorismo.
Ambos fenómenos se conjuntan con la globalización, como formas de violencia
localizadas —las guerras— y dispersas —los ataques terroristas— y globales —la
violencia informativa de la propaganda y demás formas de agresión simbólica—.
En este contexto, el perfil del yihadista combatiente en el
frente de Siria, por ejemplo, puede ser muy diferente que el del terrorista
suicida que atenta en un maratón en Boston o en una playa de Túnez ametrallando
a sangre fría a los turistas. Es diferente también el perfil del que actúa solo
o el del que actúa en grupo; el del que actúa con su hermano, como los de Boston,
o el del matrimonio de San Bernardino. Es diferente el del que dispara en la
nuca del que se hace estallar.
Los que pueden ser similares son los fundamentos ideológicos
de los que parten, su visión del mundo. Es de ahí de donde salen los
fundamentos sobre los que se toman posiciones en el mundo. Y esas raíces creo
que son conocidas desde hace mucho. No se combaten; solo sus consecuencias: la violencia.
El tratar de separar estos procesos violentos de una forma
perversa de entender la religión es un error grave ante el que muchos se están
empezando a rebelar. No sirve de nada negar el fundamento religioso de unas raíces
puristas, salafistas, wahabíes o de otra modalidad. Condenan el mundo "moderno"
después de escuchar un fondo de coros persistente durante muchos años, de
llamadas al alejamiento de la modernidad, negándola y convirtiéndola en el
enemigo.
Que no sea lo que muchos millones de musulmanes en el mundo creen, no
significa que no forme parte de ese camino al que llegan unos llegan a través
de procesos guiados en los que creen encontrar la esencia del mensaje
verdadero y, como contrapartida, la falsedad y el error en el que los demás
viven. Muchos musulmanes defiende su visión del islam como religión de paz; pero eso solo no frena a los que la ven de otras maneras que están ahí desde hace mucho tiempo.
Como todo fanatismo, se llega a él a través de un proceso de
eliminación de posibilidades ante la vida, a un punto en el que la verdad se
hace evidente y única al que la contempla. Los demás, lo sepan o no, son
víctimas o agentes de la mentira y el mal. Contra ellos dirigen su ira.
¿Qué combaten realmente? Es la pregunta que se enmascara
constantemente. No se combate a los Estados Unidos o a Occidente, a Francia o a
Inglaterra, los que se sabe que no se puede vencer o conquistar en un sentido
convencional. Contra lo que realmente se está combatiendo es la posibilidad del
acceso a la modernidad en el mundo árabe y otros países de corte islámico. Se
combate por el poder, por la voluntad de
verdad. Es la coacción del discurso; la palabra que tapa otras palabras,
reduciendo la libertad de los demás. Para los fanáticos, no hay libertad de
pensar de otra forma. Y no la hay porque la libertad no existe, solo la
voluntad de Dios, que es la ellos siguen.
Por eso, negar el carácter religioso, incluso teológico, del
extremismo de los terroristas es un error muy grave. Que se incurra en visiones
nefastas e infames (como la de Trump) o errores de percepción políticamente incorrectos,
que hay que corregir, no es óbice para que se analice esta raíz teológica
excluyente que está en la base de la acción. Cuando has llegado a la "verdad",
ni tú ni los otros importan, ni amigos ni enemigos.
Hay algo obvio: solo se llega a matar o al autoritarismo a
través de un proceso, que puede ser positivo o negativo, de carácter religioso.
Se llega a él por la profundización errónea en el mensaje, por su falta de
actualidad o sentido, etc., también por la vía de la negación, que es el
rechazo a todos aquellos a los que se les niega su existencia si no comulgan
con las mismas verdades.
A diferencia de muchos que iban a luchar "por sus
países" y solo tenían como enemigos a los enemigos de sus países, esta
guerra es contra los que no piensan de la misma manera y no viven de la misma
manera. Ese es el patrón que todos ellos tienen por más que hayan llegado por
vías muy diferentes. Es una combinación de adhesión y rechazo. Ya se haya
llegado por la inmersión personal o por la captación, la influencia familiar o
social, los medios (hay canales islamistas de televisión bombardean a las
audiencias de Oriente medio desde hace décadas desde países que han mirado para
otro lado y son "amigos"), etc. esto se combina por el rechazo, el
odio dirigido hacia el otro diferente. Y eso lo hace alguien, un director
espiritual, un enrutador del sentimiento de agravio, las frustraciones, de
todos los sentimientos negativos que en cada sujeto se pueda manipular para
conseguir los objetivos. Los islamistas han sido maestros en este arte de la
seducción y han desarrollado esos modelos de captación diciendo a la gente lo
que quiere escuchar, redirigiendo sus limitaciones y fracasos hacia el exterior,
hacia los que es fácil responsabilizar. Y ese sentimiento es muy intenso: la
culpa de todo la tienen los otros.
Los "otros" son los responsables
de la decadencia, de la mentira imperante en el mundo, de la injusticia... Todo
eso que se ve no es responsabilidad de la desidia, de la corrupción de
gobiernos, del despotismo, etc. La culpa la tienen los "otros", los
que piensan de otra manera. Cuando se tiene un mal gobernante, este es un títere
de los otros. Cuando se tiene un buen gobernante, los aviones se caen solos y no
se puede cuestionar.
The Washington Post cierra su artículo sobre los avances en
la investigación de la pareja terrorista de San Bernardino:
The husband-and-wife duo “were radicalized for
quite a long time before their attack,” he added. This follows earlier
statements by investigators that the couple had been adherents of a radical
strain of Islam long before the massacre.
Farook, a 28-year-old county health inspector,
and his Pakistani wife, Malik, 29, had begun communicating online, Comey said.
It was during these communications that they began discussing jihadist
thoughts, long before Malik traveled to the United States and they got married.
“And online . . . as early as the end of 2013,
they were talking to each other about jihad and martyrdom before they became
engaged and then married and lived together in the United States,” Comey said
during his testimony.
This radicalization appears to predate the rise
of the Islamic State, the terrorist group that in 2014 formally declared a
caliphate in parts of Iraq and Syria.
“I think that there is evidence of
radicalization in the case of Farook that went back years. The same may exist for
Malik, so this was something that I believe in both cases may have predated the
rise of ISIS,” Rep. Adam Schiff (D-Calif.), ranking member of the House
Intelligence Committee, said Thursday.**
El Estado Islámico no es el origen sino la consecuencia —no causa,
sino efecto— de la radicalización. Habrá
un enganche de nuevos radicales que sigan al Estado Islámico, como el
matrimonio declarándole su lealtad. Pero lo hacen a aquellos que se ofrecen a
materializar sus ideales y exterminar su fobias.
Lo hemos señalado varias veces: el mundo musulmán está
padeciendo los ataques a aquellos que trataban de modernizar el pensamiento
religioso o vivir al margen. Ha sido a estos a los que se ha perseguido, como Nasr
Hamid Abu Zaid, el intelectual y profesor egipcio que trato de abrir nuevos
caminos interpretativos que introdujeran la modernidad en la lectura de los
textos religiosos. Pero fue al que se persiguió en los tribunales, al que se le
difamó y exilió. Fueron los islamistas los que le persiguieron, pero también la
complicidad de los jueces de Mubarak que jugaron políticamente a dar a las
masas piadosas un enemigo del pueblo y de Dios.
El islam paga haber eliminado a
aquellos que ponían su intelecto frente a los fundamentalistas, frente a los negadores
de la convivencia, la modernidad y la tolerancia. De esa manera, el radicalismo se convertía en
discurso único, hegemónico, el discurso de la intolerancia, el de la radicalidad
excluyente. Los que se oponían fueron sacrificados por los poderosos; los que
se oponían comprendieron que su camino intelectual solo podía esconderse del
acoso de los islamistas y piadosos oficiales, que muestran sus méritos
persiguiendo reformistas acusándolos de apostatas y lanzando fatwas pidiendo a
todo buen musulmán que acabe con
ellos allí donde se encuentren. Hoy se recoge esa cosecha. El cuerpo, sin
defensas, enferma al mínimo contagio; la infección avanza destruyendo todo.
Hoy, los mismos que persiguieron a los liberales y laicos, a los reformistas religiosos, persiguen a los islamistas y se presentan como las vías moderadas, como defensores de una "libertad" y ortodoxia. Son ellos los causantes de este mal que será difícil de erradicar. Lo son por sus oscuros pactos y alianzas, por dejar atacar y eliminar a los que denunciaban a la vez la opresión en sus países y el crecimiento del fundamentalismo. Los radicales les hicieron el trabajo sucio al librarles de los críticos, de los que defendían libertades y convivencia.
Las rutas mentales a la violencia son muchas. Pero si todos los caminos llevan a Roma es porque
todos los caminos salen de Roma.
**
"San Bernardino shooting investigation expanding to larger network of
people" The Washington Post 10/12/2015
https://www.washingtonpost.com/world/national-security/san-bernardino-shooting-investigation-expanding-to-larger-network-of-people/2015/12/10/d3eb6ae4-9f7e-11e5-8728-1af6af208198_story.html?hpid=hp_hp-top-table-main_sanbernardino-750pm%3Ahomepage%2Fstory
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