Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
The New York Times
recoge en su sección de artículos de opinión uno de la escritora y directora de
publicidad de la editorial Random House, Sloane Crosley, con el sugerente título
"Why Women Apologize and Should Stop". Crosley ha tenido éxito con
dos libros de ensayos anteriormente, "I Was Told There'd Be Cake" y
"How Did You Get This Number?", y se anuncia una novela "The Clasp".
Creo que la pregunta con la que titula su artículo es
pertinente y que va más allá del tópico. Es cierto que se puede decir "lo
siento" en muchos tonos y con muchas intenciones. Es cierto también que son
diferentes "lo siento" o "perdona" en cada lengua, que
tienen matices sutiles. Pero también es cierto que revelan una situación en
muchas mujeres de inseguridad, más allá de la cortesía verbal, que es donde se
debería incidir.
Señala Sloane Crosley en su artículo:
For so many women, myself included, apologies
are inexorably linked with our conception of politeness. Somehow, as we grew
into adults, “sorry” became an entry point to basic affirmative sentences.
True, this affliction is not exclusive to our
gender. It can be found among men — in particular, British men — but it is far
more stereotypical of women. So, in the words of a popular 2014 Pantene ad, why
are women always apologizing?
One commonly posited theory, which informs
everything from shampoo commercials to doctoral dissertations, is that being
perceived as rude is so abhorrent to women that we need to make ourselves less
obtrusive before we speak up. According to a 2010 study in the journal Psychological
Science, “women have a lower threshold for what constitutes offensive
behavior,” so are more likely to see a need for an apology in everyday
situations. We are even apt to shoehorn apologies into instances where being
direct is vital — such as when demanding a raise.
I’m dubious about this catchall explanation.
The bend-over-backward compulsion to avoid giving offense might account for
plenty of unnecessary “pleases” or “excuse me’s,” but it doesn’t sufficiently
account for the intensity of a “sorry.”
Here’s the paradox: Every day, we see more
unapologetically self-assured female role models, yet women’s extreme
prostration seems only to have increased.*
Hay un "lo siento" o "perdone" de la
cortesía verbal y de ese miedo a parecer excesivamente directos, sí. Pero al
igual que cuando preguntamos una dirección callejera comenzamos con una
disculpa por interrumpir o detener a quien preguntamos, también hay otro que
revela una inseguridad profunda, que surge de forma automática en situaciones
en las que no tendría por qué aparecer.
Lo apuntado por Crosley, la existencia de "un umbral
más bajo de lo ofensivo" implica distintas cosas, puesto que lo ofensivo es solo una parte. La
importante es el miedo a ofender por
miedo a la respuesta consiguiente. Si
nos quedamos solo en el miedo a ofender, queda como una especie de patología
propia. Si lo comprendemos, en cambio, como un miedo a la respuesta agresiva,
nos encontramos con una inseguridad inducida, es decir, una respuesta o condicionamiento
ante unas experiencias negativas. Es decir, revela otro tipo de situaciones en
las que se ha fomentado en el tiempo la inseguridad. No es la disculpa cortés, sino la del
miedo, la de la angustia.
La paradoja señalada por Crosley es que cuanto más crece la
presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad, más crecen las disculpas
—ese "sorry"— en sus expresiones. ¿Es la punta del iceberg de una
posible angustia crónica de género? Desde su puesto, Crosley detecta en su lenguaje ese "sorry" que se le escapa y analiza. Pero no todas están en su puesto, es decir, es un " siento" sin paradoja, un "lo siento" angustiado.
La situación de las mujeres en las distintas sociedades no
es la misma: incluso dentro de las mismas sociedades existen abismales diferencias.
Estas formas de disculpas automáticas y constantes pueden ser indicadoras de
muchas cosas. La autora —mujer de éxito y responsable ejecutiva— se refiere especialmente
a aquellas situaciones en las que pedir disculpas debería llegar desde la otra.
Crosley pone como ejemplo la persona que pide perdón al vecino por decirle que
la música está muy alta en la noche o pedir perdón al que se está comiendo tu
espacio en el metro. Señala la
autora:
I think it’s because we haven’t addressed the
deeper meaning of these “sorrys.” To me, they sound like tiny acts of revolt,
expressions of frustration or anger at having to ask for what should be
automatic. They are employed when a situation is so clearly not our fault that
we think the apology will serve as a prompt for the person who should be
apologizing.
It’s a Trojan horse for genuine annoyance, a
tactic left over from centuries of having to couch basic demands in palatable
packages in order to get what we want. All that exhausting maneuvering is the
etiquette equivalent of a vestigial tail.*
No sé si realmente esas disculpas
se pueden considerar como restos lingüísticos arqueológicos de tiempos pasados
o son, como decíamos la punta del iceberg de la angustia, que revelan una
deformación en la inseguridad que hace que se haya convertido en un rasgo de
género.
En mi experiencia como profesor me encuentro cada día con
muchas mujeres inseguras, compañeras y alumnas. He comprobado que en muchos
casos no solo se disculpan por hacer algo mal, sino por hacer algo bien, algo que
me llamaba la atención. Compruebas que ese éxito en algo les provoca
inicialmente inseguridad, incluso un cierto temor. Nuestra sociedad fomenta en
gran parte ese sentimiento de inseguridad y descubres en muchos casos que no se
les ha valorado en su medida, no se les ha estimulado por lo que dudan de sí
mismas y temen destacar por ese miedo a ser atacadas.
No todo el mundo reacciona de la misma forma, pero sí hay
mucha gente que necesita disculparse más allá de la cortesía como una respuesta
automatizada ante el temor a la respuesta agresiva, que puede ir de la
violencia a la burla, según los casos.
Sloane Crosley tiene el oído sensible de la escritora para
detectar en el lenguaje los elementos que subyacen en las mentes. Aunque puedan
sonar igual, las disculpas corteses pueden ocultar mucha angustia e
inseguridad, negativos excesos de responsabilidad, etc. Desgraciadamente, esas
respuestas se siguen identificando hoy mayoritariamente con las mujeres, señal
de que se siguen dando muchos de los errores en la formación, tanto en la
educación como en las familias, creando condicionamientos de los que es difícil
prescindir. La mayor manipulación posible a una persona sea probablemente
minarle la autoestima.
Una de las grandes canciones de Elton John se titulaba "Sorry seems to be the hardest word". Desgraciadamente eso no excluye que para las mujeres sea de las más habituales.
* Sloane
Crosley "Why Women Apologize and Should Stop" The New York Times
23/06/2015
http://www.nytimes.com/2015/06/23/opinion/when-an-apology-is-anything-but.html
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