Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ya
anticipábamos el otro día que nos íbamos a quedar si cartelera por las
presiones, censuras y malos modos mundiales. La confirmación ayer de que Sony
renunciaba al estreno de la comedia en la que se gastan bromas y se parodia al
líder sexy de Corea del Norte confirma que además de ser líderes tienen malas
pulgas. Recordarán que lo del "líder sexy" del señorito dictador viene
de otra broma. Alguien publicó una lista en la que se le coronaba, con toda la
ironía del mundo, como el "líder más sexy" y los coreanos del norte,
acostumbrados a aceptar con normalidad que su líder es tocinito de cielo, lo
dieron por serio. ¡Cómo no iba a reconocer el mundo la belleza que les
hipnotiza! El aparato de propaganda se puso en marcha y Corea del Norte se
alegró de que ¡por fin! el imperfecto resto del mundo se rindiera a la
extraordinaria belleza de su líder. ¡Con mi líder no se juega!
Pues ahora
el líder —o sus fans— se han enfadado y le han metido el miedo en el cuerpo a la
poderosa Sony y, sobre todo, a los exhibidores de la película que, ante el
temor de ser alcanzados por las iras norcoreanas, han decidido ver otra cosa, es decir, mirar para otro lado. Los ataques
informáticos contra Sony han sido una especie de "desembarco de Normandía",
pero en ciberataque. Los piratas les han vaciado las arcas más profundas
esparciendo indiscretamente por el mundo sus correos íntimos, sus cuentas y
pagos y todo lo que han podido sacar a la luz. Las amenazas a los que exhibieran la película tenía tono apocalíptico, evocando el 11 de septiembre, por lo que el pánico cundió. En Hollywood se han enfado mucho por el camino que se abre. Se ven abocados a poner siempre "malos" extraterrestres en sus películas por si les amenazan. ¡Y a rezar porque no haya vida más allá del sistema solar!
Lo
preocupante, además de lo que de censura a la brava que tiene el asunto, es que
se está imponiendo el modelo de líder malhumorado. Sabemos que en Corea del
Norte han perdido, por falta de uso, el sentido del humor que está vinculado
con el sentido de la realidad. El aislamiento hacer perder el humor por falta
de perspectiva, que es lo que le pasa a los norcoreanos. Su líder sonríe un
montón, pero que no se ría nadie de él. Los rumores que llegan de Corea cuando
alguien desaparece de la vista una temporada es que a Kim Jong Un se le ha
cruzado algún cable.
Erdogan
es otro que está también liderando la historia hacia el enfado. Le ha cogido el
tonillo furibundo al asunto y sus mítines se cuentan como enfados. Se calienta,
llega a casa y se pone a dar instrucciones para acabar con todos los que le
critican, que —según él— son conspiradores. También Erdogan ha perdido el
sentido de la realidad, del mundo que le rodea. Es otro líder enfadado que no
pierde ocasión de demostrarlo. Hasta su primer ministro, que antes era un señor
sonriente, salía el otro día enfadadísimo para justificar por qué en Turquía es
absolutamente necesario acabar con la libertad de expresión. Ya Erdogan se
enfadaba por cosas como la falta de realismo en la representación de los
harenes turcos en las series televisivas de los vecinos griegos. Le parecía —y
a portaba pruebas fotográficas— que tanto escote no era acorde con la historia
ni con su concepción de ella. Parte del problema mundial con los líderes es que
quieren ser estrellas en todo, incluida la crítica de cine, la literaria o la
histórica.
Otro
que está siempre está enfadado es Nicolás Maduro. Tengo la duda de si solo está
enfadado con España o si es que nuestros medios solo le sacan sus enfados
cuando lo hace con alguien del PP. Creo que Maduro es generoso y se enfada con
todo el mundo y no hace discriminaciones, como hombre abierto que es. También,
como Erdogan, tiene un profundo sentido de la historia y de lo que haga falta.
Lo de enfadarse con España siempre es muy socorrido desde 1492 y ayuda también
para lo de la vertiente historiadora. Desde que Erdogan ha confirmado que fueron
los musulmanes los de que descubrieron América y la colonizaron cientos de años
antes de que los europeos llegaran a apropiarse de tierras y récords llenándola
de mezquitas que deben estar por algún lado, me queda la duda de si Nicolás Maduro
—¡el Gran Nicolás!— se tendría que enfadar con ellos también por colonizadores.
Debería hacerlo, pero lo mismo le regala un Sable del Libertador a Recept
Tayyip Erdogan como su antecesor en el cargo lo hizo con ese otro líder
enfadado que fue el iluminado Muamar el Gadafi.
Los
enfados de Maduro son enfados con público. Si Erdogan se calienta en los
mítines, Maduro les da un tono solemne sentando a todo en el mundo alrededor de
una gran mesa mientras su voz profunda y vibrante asciende hasta llegar a las
cotas celestiales del enfado. La voz de Maduro enfado es la opuesta a la del
castrato al que de pequeñito privaban de sus partes para tener una voz fina y
delicada ante la que cerrar los ojos. Aquí queda constancia clara de que las
partes están en su sitio y ejerciendo su liderazgo sobre mente y cuerpo. Desde
allí se esparcen sobre el mundo a través de las ondas.
Cada
vez hay más líderes enfadaos por el mundo. Esto no es bueno para nadie, ni tan
siquiera para sus fans, que sufren empáticamente sus excesos nerviosos y subidas
de bilirrubina. Además los líderes de hoy no se contentan con lo que tienen y
cada vez quieren más. Erdogan aspira a liderar el mundo musulmán, por eso está
tan enfadado con los egipcios que piensa que su imperio fue primero aunque
luego les dominaran los otomanos hasta hace nada, como quien dice. Erdogan se
ve de líder de otro nuevo imperio otomano, como Putin se ve líder de todas las Rusias,
llamando "Rusia" a lo que más le apetece.
Putin
también es otro líder malhumorado, aunque él trate de aparentar que no. Pero su
sonrisa no es limpia; es más bien tirando a retorcida, a un "te vas a
enterar" que queda en el aire hasta que le llega el momento del descenso.
Es otro modelo de enfado, el del que las mata callando.
Al
igual que Erdogan con el mundo islámico o Putin con todas las Rusias, Maduro
también es aspirante a liderar más allá de sus fronteras; quiere ser faro
iluminado de América y que todos vean lo enfadado que está. Me imagino que le
habrá sentado fatal que estando tan enfadado y sacándole tanto rendimiento a su
enfado, el presidente Obama —que siempre rema contracorriente— haya decidido
desenfadarse con Cuba, con quien llevaba años sin hablarse, por decirlo así. El editorial de The New York Time de
hoy cita las palabras de Raúl Castro: «We must learn the art of coexisting with our
differences in a civilized manner»*. Eso deja a Nicolás Maduro con el título oficial de persona más
enfadada de América, al que seguro que le saca buen provecho en adelante.
Tendrá que reorganizar un poco las citas de sus discursos enfadados, pero
ligeros retoques. Los norteamericanos, que son pragmáticos, no han terminado de leer la noticia y ya están especulando sobre cómo captar a las estrellas cubanas del baseball. Cada uno a lo suyo.
El caso de España es sintomático porque tenemos un montón de
líderes y todos muy enfadados. Las palabras de Raúl Castro son impensables en
nuestros embargos mentales políticos. Aquí el más modesto alcalde aspira a enfadado,
que le parece que le dará cache dentro de los suyos. Si te enfadas bien,
comunicativamente hablando, prosperas y llegas a puestos en los que se puede
uno enfadar más y mejor. Los líderes además tienen que estar enfadadísimos para
que se les note, porque la gente está muy enfadada en general y con ellos en
particular. Eso lleva a la espiral del enfado. El mundo está muy preocupado con
nosotros porque en España se llega muy arriba solo con muestras de enfado.
Creo
que él único líder mundial que, a pesar de lo que tiene encima, no está nunca
enfadado es el Dalai Lama, que siempre tiene una sonrisa, a pesar de que no le han dejado país que liderar. A lo mejor es por eso.
* "Mr.
Obama’s Historic Move on Cuba" The New York Times 17/12/2014
http://www.nytimes.com/2014/12/18/opinion/a-new-beginning-with-cuba.html
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