Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
celebración del referéndum (o de algo que se le parece, por lo que vemos en
algunas fotografías) en algunas zonas del este de Ucrania, de filiación
prorrusa, en tierra de nadie. El resultado de esa consulta no tiene validez
para la Unión Europea, para la propia Ucrania y, lo que es más revelador
probablemente, para la propia Rusia, que se verá obligada a hablar ahora o a
callar para siempre. ¿Qué hará Rusia?, se preguntan todos.
A todo
el mundo le ha sentado muy mal que Putin haya ido a Crimea a celebrar el día de
la Victoria con gran solemnidad militar. Creo que el gesto es doble.
Independientemente de lo mal que ha sentado a todos, Putin no ha hecho ninguna
mención a los territorios del referéndum. Después de su petición de que se
parara la consulta y dar importancia a las elecciones generales ucranianas,
habrá que ver qué le queda por hacer, que movimientos quedan disponibles en el
tablero, aunque conforme la partida avanza, van quedando menos. Lo más
previsible es el silencio o algunas de esas frases con el gesto torcido y
mirando para bajo, a regañadientes, como las del otro día desaconsejando el referéndum y apoyando las elecciones.
En unas
horas, el mundo se dedicará a interpretar el referéndum desde alguna clave
peculiar o simplemente a descalificarlo como si hubiera sido un entretenimiento
de política dominguera. Las regiones secesionistas van a quedar en tierra de
nadie, entre la condena de la falta de reconocimiento y el silencio de Rusia. Los
insistentes mensajes de Putin parecen no hacer mella en ellos: quieren ser
independientes e ingresar en Rusia. Pero para eso tienen que ser "invitados",
algo que no han sido hasta el momento.
Si
Rusia da por bueno el referéndum, habrá labrado su aislamiento definitivo del
resto de la comunidad internacional, además de abrir un conflicto permanente
puesto que es difícil que Ucrania acepte perder un metro cuadrado más de su
tierra. El diario El País nos daba anoche
esta información:
La participación, mayor de la esperada por
las autoridades prorrusas, envalentonó a Denis Pushilin, uno de los colíderes
de la autoproclamada República de Donetsk, que en declaraciones a EL PAÍS ante
la sede ocupada de la Administración Provincial bosquejó la agenda del Donbas
independiente: “Mañana empieza una nueva vida. Cuando termine el recuento,
decidiremos los siguientes pasos, pero no entra en nuestros planes convocar una
nueva consulta sobre una hipotética incorporación a Rusia, como habían
especulado algunas fuentes. Lo prioritario es abordar los problemas más
acuciantes, como la economía y la defensa”. En declaraciones a la agencia
Interfax, el dirigente rebelde anunció que, una vez declarada la independencia,
“las fuerzas armadas ucranias serán consideradas fuerzas de ocupación”. La
nueva entidad se dotará inmediatamente de los correspondientes órganos de
gobierno, civiles y militares, subrayó Pushilin.*
Los
argumentos han cambiado, presuntamente por los cambios de actitud de Rusia,
desmarcándose de sus ovejas perdidas. Esta vez el argumento es la incapacidad
de vivir bajo las mismas banderas, himnos y demás simbología nacional. Es,
curiosamente, el argumento esgrimido por personas entrevistadas en distintos
medios de comunicación. El argumento pasa por la incompatibilidad simbólica e
histórica, una alergia desatada por la salida del poder de Yanukóvich, bajo
cuyo liderazgo no les parecía tan malo su país:
“Venimos a votar sí porque nos resulta
imposible vivir bajo el Gobierno de Kiev. No compartimos sus políticas ni su
ideología; su historia y sus héroes no son los nuestros”, explicaba Mijail
Dvizhkov, autónomo de 55 años, ante el colegio número 5 de Donetsk.*
En Euronews podemos escuchar ecos
similares, los argumentos de la incompatibilidad:
“Somos autosuficientes”, dice una votante en
Donetsk. “No les necesitamos. Tenemos industria, las minas. Y económicamente
podemos desenvolvernos bastante bien solos”.
“Lo que ha ocurrido en Odesa y lo que está
pasando en Mariúpol es terrible”, añade otra mujer. “No podemos seguir así. No
podemos convivir con este gobierno, es imposible. Quizá pasemos algunos apuros
al principio, pero es lo mejor, no podemos vivir con esa gente”.**
Los que
sacaron a pasear los retratos de Lenin y Stalin, con evidentemente poca
información, hacen gala de una ingenuidad solo comprensible desde el
aislamiento y la manipulación masiva de la información, algo que ha sido
denunciado desde fuentes diversas.
La
responsabilidad rusa es manifiestamente clara en todo este proceso de locura.
Duele pensar ahora en que todo esto no es más que el resultado de la negativa
del gobierno derrocado a firmar los acuerdos con la Unión Europea, en los que
muchos ciudadanos habían puesto sus esperanzas de renovación y futuro. Ni a una
cosa ni otra tenían derecho, según parece. A los ciudadanos del este, igualmente,
les parecía correcto y aceptable que se mandara a los francotiradores contra
los manifestantes pacíficos, que se torturara o se dejaran desnudas a las
personas en la nieve, etc., sin declararse incompatibles con ellos. "Con
Rusia en el corazón", proclama el cartel que sostiene una señora en una
fotografía; un hombre mayor enseña orgulloso su viejo pasaporte de la URSS.
Las
heridas ucranianas —tanto para los que se consideren ucranianos como para los
que no— son del género más difícil de curar: las de la guerra sucia, la del
odio entre vecinos, la del exceso local. Ocurra lo que ocurra, se dirija a
donde se dirija, Ucrania está abocada al dolor de décadas, a la división de
corazones por encima de la de territorios. Aunque se desconozca la verdad de lo
ocurrido en cada caso, será más fuerte el deseo de negación que el de
afirmación, el de la acusación que el de la reconciliación. Demasiadas heridas,
demasiada violencia sin dar una oportunidad a la negociación. El
"este" se enrocó. Putin tardó demasiado; jugó con fuego.
Un
referéndum con enmascarados armados a pie de urna no es una
"consulta" ni puede serlo ante la comunidad internacional; menos ante
la nacional. Si nadie excepto Rusia reconoce el de Crimea, menos apoyo van a
tener estos. Parece que el interés no es la solución de este conflicto, sino
enviar zonas de Ucrania a una especie de tierra de nadie, un espacio flotante
entre la ilegalidad interior y la falta de reconocimiento exterior, una extraña
aventura hacia la nada. Ante el recular de Putin, los "prorrusos" se
han quedado solo en meros "anti-ucranianos". Sus sueños de "autosuficiencia" muestran lo ingenuo de los planteamientos, de desconocimiento de cómo funciona el mundo. Empezaron su camino para acabar en Rusia, como copia del modelo de Crimea y ahora, incapaces de frenar, van camino de la nada.
La
solución solo puede ser política, pero los que han tomado el "mando"
no parecen pertenecer al género político sino a otro más peligroso. Tras el
referéndum y lo que suceda en estas próximas horas, está por ver qué ocurrirá
allí durante unas próximas elecciones generales ya convocadas. Si los prorrusos
organizaron su referéndum, arma en mano, ¿quién va a garantizar la realización
de unas elecciones en estas zonas?, ¿quién va a garantizar su libertad y
limpieza? ¿Dejarán que se realicen si quiera?
*
"El este de Ucrania sigue la vía de Crimea" El País 11/05/2014
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/05/10/actualidad/1399756365_060753.html
**
"Referendum sin garantías y salpicado de violencia en el este de
Ucrania" Euronews 11/05/2014 http://es.euronews.com/2014/05/11/referendum-sin-garantias-y-salpicado-de-violencia-en-el-este-de-ucrania/
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