Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario Ahram Online se hace una pregunta desde el espacio preferente de la
atención periodística: "¿Por qué están tristes los egipcios?" Es una
buena pregunta que parte de una constatación, la realizada Naciones Unidas, que
ha situado —en caída libre— a Egipto en el puesto 130 de una lista de 156, lo
cual es mucha tristeza acumulada.
El diario
hace un repaso de algunos hechos que han debido contribuir a ese acusado
descenso en la felicidad camino del abatimiento. No sé si es fácil medir la "tristeza".
Para hacerlo antes hay que "descomponerla" en unos
"indicadores" que después se suman para "recomponerla".
Demasiada comillas para una idea tan filosófica. Creo que al final se acaba
teniendo una idea pobre de la "tristeza", convertida en "descontento"
o "insatisfacción".
Hace
unos años se me pidió que participara en una mesa redonda cuyo título era
"Los jóvenes y la felicidad". Se trataba —algo que yo ignoraba— de
dar salida a una obra de ese título resultado de los estudios sociológicos que
se habían realizado entre nuestra juventud de entonces, probablemente, hoy
infelices maduros. Me di cuenta entonces de que la "felicidad" para algunos sociólogos —según ellos mismos explicaron— era algo que se deducía de
preguntas como "cuánto tiempo pasas con los amigos" o "qué hace
los fines de semana", en suma, que para ellos la felicidad era sinónimo de
"entretenimiento" y reflejaba el grado de "satisfacción" con
lo que tenían a su disposición. Los resultados del estudio, increíblemente, indicaban que los jóvenes estaba bastante satisfechos con lo que tenían.
Curiosamente,
frente a los datos que nos llegaban de otros tipos de análisis o, sin necesidad
de ir más lejos en este viaje, lo que podíamos comprobar con el contacto diario
con los jóvenes en aulas y familias, su forma de responder a la preguntas diciendo
que "eran bastante felices" —como concluía el informe— no era más que
un mecanismo psíquico de defensa, de negación de la angustia y la ansiedad que
padecían. Tenía bastante de "autoengaño". A las personas no nos gusta reconocernos tristes porque eso nos causa
más tristeza y tratamos de evitarlo mediante malabarismos psicológicos. Es algo
que cualquier psicólogo ve cada día, pero que un sociólogo —por distorsión de
sus herramientas— puede dejar fuera de su trabajo. No es cuestión de sinceridad,
sino de supervivencia.
El
diario no habla de "tristeza", como nos temíamos, sino de algo que es
mucho más esotérico pero cuantificable, la denominada "happiness
rate", que encaja con lo que yo deduje de mi encuentro con los dos
sociólogos participantes en la mesa redonda, el autor del informe y un colega
invitado. Mientras ellos hablaban de los resultados de las preguntas que habían
hecho a la gente, yo traté de centrarme en las preguntas que la gente se hace
pero no se atreve a responder, precisamente por ese aumento de la
"infelicidad" que supone reconocerse "infeliz". Como
aquello me llevó a algunas reflexiones sobre lo mal encaminados que estamos
sobre esto de la felicidad, lo plasmé en un artículo cuyo título fue "La
felicidad vacía" —se puede localizar por la red, si a alguien le interesa—
y trataba de entender ese mecanismo perverso que se aplica a la felicidad.
El artículo
del Ahram Online nos permite darnos cuenta que no se ha modificado la idea
sociológica de la "felicidad", que todo lo más se ha perfeccionado en
su orientación mediante preguntas más precisas en ese sentido distorsionado
cuya base es de naturaleza esencialmente económica. Señala el diario:
The World Happiness Report evaluates a
population's happiness based on a numerous factors, including life expectancy,
GDP per capita, corruption levels, citizens’ perceived freedom, and
"social support." However, as Dr. El-Kot notes, this understanding of happiness is
relative, and its meaning differs depending on which factors are highlighted.*
Evidentemente,
los egipcios no tienen demasiados motivos para ascender en la "escala mundial
de la felicidad". Y es significativo que el diario haya titulado "Why
are Egyptians sad?" y no se haya preguntado, en cambio, "¿por
qué los egipcios no son felices o no están satisfechos?". Aunque parezca
una sutileza, no lo es. Es un indicador realmente de otro orden, más allá de lo
que las encuestas pueden recoger. El artículo recoge las opiniones —muchas de
ellas correctivas— de psicólogos y sociólogos de distinta orientación que
tratan de matizar tanto los resultados como su orientación específica de la
"felicidad":
“Economic and political instability leading to
psychological ambiguity,” explains Dr. Nabil El-Kot, a psychiatrist and
practicing psychotherapist, were among the leading causes behind the discontent
many Egyptians face. Political sociologist Dr. Said Sadek agrees that
economic and political stability are key factors in a population's happiness.
This, he says, is why affluent countries like Denmark have higher levels of
happiness.
Experts insist, however, that the
definition of happiness is subjective and may vary from culture to culture.*
La "felicidad" como ausencia de preocupaciones
—políticas, económicas...— es también relativa. En el ejemplo de Dinamarca como
modelo de "altos niveles de felicidad", me encuentro con que el país está
en el puesto 26 de cien respecto al número de suicidios, mientras que el "infeliz"
Egipto, en cambio, está en el puesto 96 de cien. Puede que en Dinamarca algunos se suiciden por "aburrimiento", algo no descartable, mientras
que en Egipto la gente no se suicida por "desesperación", aunque motivos no les falten. Puede argüirse, con razón, que los
datos egipcios están probablemente retocados (las familias tenderán a camuflar a los
suicidas y a los gobiernos tampoco les gusta que la gente se suicide). ¿Por qué se suicidan tanto en países tan distintos como Sri Lanka, Finlandia o Bélgica? ¿Por qué en Suiza se suicidan el doble de mujeres que en Suecia?** Felicidad e infelicidad van por barrios, como solemos decir. Los datos económicos, laborales, etc. son importantes, pero solo una parte.
Un factor grande de "insatisfacción" (vamos a
llamarlo así, ya que implica que no se puede satisfacer aquello que sí se desea),
tal como apunta el periódico, tiene que ver con las relaciones sociales. Algo
que muchos egipcios me han señalado en ocasiones es la tristeza por la división
que ha causado —en el trabajo, familias y amistades— la polarización política.
La sociabilidad egipcia es notable y el aumento de la división social repercute
claramente en ella. Señala el
periódico:
Poor education services, high rates of
illiteracy, and deficient health services also contribute to Egyptians' lack of
contentment, particularly since informal social support networks have
deteriorated amidst economic and security concerns. “Egyptians have been forced
to change their social lives. They do not meet family and friends often like
they used to,” explains El-Kot. These changes in social patterns are a result
not only of economic constraints, but also the national curfew that has been in
effect since 14 August, preventing Egyptians from socialising at night. El-Kot
also claims that the psychological trauma of the last three years has caused
many of his patients to withdraw from relationships and social activity and
exhibit disinterest in life. He asserts that such discontent in personal
relationships is reflected in increased divorce rates.*
Que los cambios en la "vida social" puedan pesar
tanto como otros factores, es un elemento importante, porque no todas las
sociedades lo valoran de la misma forma. La noche, pasado el calor diurno, es
el verdadero escenario de la vida social afectiva. Un paseo por los puentes sobre
el Nilo por la noche basta para entenderlo. Puede que el día sirva para
discutir, pero la noche —ahora cerrada por el toque de queda— implica otro tipo
de contactos, probablemente más satisfactorios socialmente.
Los egipcios tienen motivos más que suficientes para estar
intranquilos, insatisfechos, infelices o "tristes", como reclama Ahram Online. Pero también los tenían
antes de que esta crisis política y económica comenzara. No fue una masa de
personas felices las que ocuparon la Plaza Tahrir para mostrar sus sonrisas al
depuesto presidente Mubarak. Una gran parte del pueblo fue "feliz"
durante algún tiempo para volver a la "infelicidad" de la
expectativas incumplidas, un factor que no sé muy bien cómo se mide. Uno no
solo no es infeliz por lo que pierde, sino por no tener lo que esperaba alcanzar.
Entonces se suele manifestar una doble intensidad en la tristeza, el
desencanto. El sino de los egipcios es desencantarse de lo que consiguen, que
se escapa entre sus dedos como fina arena.
Mucho de la tristeza egipcia, más que los indicadores
económicos, tiene que ver con la frustración de la expectativas, con el
incumplimiento de los deseos. Todos parecían desear lo mismo hasta que tuvieron
que llevarlo a la práctica, manifestándose entonces que es más sencillo el
acuerdo en quitar que en poner, más fácil derribar que construir. Ese es su reto ahora, construir un país mejor.
Creo que hay una insatisfacción objetiva en Egipto —¡cómo
podía ser de otra manera!—, pero creo que junto a ella hay una verdadera
"tristeza", una melancolía por la frustración de las ocasiones
perdidas, por un sentimiento de fatalidad que hace temer que lo bueno no les
dure. Quizá hay algo en la mentalidad egipcia que quiere la transformación
rápida de las cosas porque no se fía demasiado de que no sea una ilusión, un
espejismo, un sueño del que se puede despertar bruscamente en cualquier momento.
Puede que sea un sentimiento producido como respuesta a la parálisis
tradicional que ha aquejado al país durante décadas.
Los egipcios —como los demás— necesitan percibir signos de
mejora para poder recuperar, junto a otros indicadores objetivos, la ilusión
que aparte la tristeza. Nada ensombrece más que ver los sueños convertidos en
pesadillas. Y en Egipto el paso de uno a otro se produce demasiado a menudo y rápidamente.
Son tantas cosas las que necesitan ser sacadas adelante que la tristeza es casi un lujo que no se pueden permitir. No es fácil no perder las ilusiones en sus circunstancias, pero sin ellas se vuelve al inmovilismo y, lo que es peor, se pierde la fe en que las cosas pueden cambiar con tu esfuerzo. El derrotismo hace aceptar lo inaceptable. Y esos siempre es peligros, además de terminar de hundir en la tristeza.
* "Why
are Egyptians sad?" Ahram Online 18/10/2013
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/82931/Egypt/Politics-/Why-are-Egyptians-sad.aspx
** "Suicide rates per 100,000 by country,
year and sex (Table) Most recent year
available; as of 2011". World Health Organization http://www.who.int/mental_health/prevention/suicide_rates/en/
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