Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
Barack Obama salga de la Casa Blanca podrá tomarse un merecido descanso. Las
crisis se le acumulan con los amigos y enemigos. Quizá sean sus enemigos los
que mejor le estén tratando, si entendemos por favores los que le brindaron
aquellos que evitaron que estuviéramos ahora mismo en mitad de una imprevisible
guerra. Casi olvidamos que el mundo estuvo a punto de otro desastre hace apenas
unas semanas. Pero los escándalos combinados de las dobles escuchas (es
importante no juntar las masivas y la selectivas) y el malestar causado por los
errores y principios del denominado "Obamacare", estrictamente interno,
alejan la crisis siria a la velocidad de la luz en el hiperespacio histórico.
Cuando
al comienzo de la crisis "americana" con Siria —el intento de liderar
una acción militar internacional— comenté que Barack Obama podía considerarse
un cadáver político al que le
quedaría por recorrer un calvario hasta llegar al fin de su segundo mandato, no
pensé que su travesía pudiera llegar al extremo que ha llegado y a lo que
probablemente le quede por pasar.
Obama recibió
en plena cara el rechazo del Parlamento británico —los más fieles aliados hasta
el momento— a sus planes militares en Siria, las acusaciones de los países
árabes de estar apoyando a los grupos islamistas e imponiéndolos tras las
revoluciones —como en Egipto, con el rechazo popular e institucional a la
embajadora Patterson—, el golpe contra la embajada norteamericana en Libia —con
la muerte del embajador en el asalto—, tiene abierto un debate agrio nacional y
mediático sobre el sistema de seguro médico obligatorio (el Obamacare), cuya
puesta en marcha evidencia múltiples fallos, ha visto cerrarse la
administración federal por la lucha con los republicanos, ha despertado los recelos de Israel por su apertura de diálogo con Irán, y finalmente —por no añadir más— tiene
abierto un contencioso múltiple internacional con los líderes de los
principales países aliados por las escuchas telefónicas, intervenciones de los
correos, etc., junto con el malestar del resto del planeta por el espionaje
masivo de sus comunicaciones, con o sin ayuda de los demás. Afortunadamente, el
Vaticano ha dicho que no le preocupa haber sido espiado y Dios no necesita usar
móvil.
Es
difícil tener tanto frentes abiertos, dentro y fuera, simultáneamente.
No sé
cómo juzgará la Historia —nosotros mismos dentro de unos años— la figura de
Barack Obama. Él ya tiene su sitio asegurado como el primer presidente afroamericano
de los Estados Unidos. Es una etiqueta que tiene garantizada. Pero a continuación
del titular, el texto deberá explicarnos muchas cosas que ahora percibimos con
la distorsión que el presente nos produce. Es la paradoja de la Historia, que
no es "presente". En el presente actuamos, en el futuro explicamos y entendemos.
Y quizá el presente actual nos cueste más entenderlo porque está lleno de una
oscuridad especial respecto a otras oscuridades anteriores.
Quizá
solo sea un efecto propio de todo presente, pero el aumento de la complejidad
que se da hoy, un tiempo que algunos consideran de transición, con la
emergencia de nuevas figuras en la escena internacional y las enormes
cantidades de información de que disponemos respecto a momentos anteriores de
la Historia, hace que se haya abierto un tiempo necesitado de explicaciones que
completen el efecto del exceso de información.
Me
imagino que tras la salida del presidente se acumularán los libros de biógrafos
que tratarán de trazar el perfil sosegado de una figura que el movimiento
actual hace borrosa. Las fotos de Obama están "movidas"; necesita de
retratistas que den cierta estabilidad, que nos muestren las aristas de un
personaje que se formó en la mente de sus electores, reales y simbólicos (los
del resto del planeta, que participamos en las elecciones USA porque siempre
nos afectan) y que poco a poco cumple o incumple las expectativas creadas. Del
Obama ideal al que percibimos va un largo trecho, un camino que muchos recorren
entre lo que esperaban y lo que finalmente ha podido o sabido hacer. Lo que
tiene asegurada Barack Obama es la controversia. Lo que a nadie le
escandalizaba de George W. Bush, a todos sorprende en Barack Obama.
De no
ser porque revelaría alianzas imposibles (lo imposible también tiene su sitio
en la Historia), parece que al igual que se reúnen personas bajo el rótulo, de
"Amigos de Siria", en algún lugar se reunieran semanalmente los "Enemigos
de Obama" para decidir cuál es el próximo conflicto en que le meten. Para
muchos, es él su propio enemigo con las decisiones erróneas que toma,
probablemente también por el abandono de los "amigos" que se han
sentido defraudados por sus acciones o falta de ellas anteriores.
Cuando
muestras debilidades, los enemigos aprovechan para atacar y se multiplican los
frentes. Obama tiene frentes abiertos dentro y fuera, con la acusación de falta
de liderazgo internacional y de liderazgo erróneo nacional. Aunque la opinión
pública juzgue duramente a los republicanos por sus bloqueos presupuestarios y
demás formas de obstrucción, el gran perdedor es un presidente que no logra
aunar en los principales temas al país, que es lo que más valoran los pueblos
en el liderazgo. Puede que muchos republicanos se quemen en la batalla, pero el
objetivo final es romper el ciclo demócrata dejando ver que ha sido desastroso
y allanar el regreso. Cuantos más conflictos dejen abiertos, más puntos de
apoyo tendrán en las próximas elecciones, algo que tienen en mente los que le
critican desde fuera y los que no le apoyan desde dentro del partido demócrata
porque no quieren "quemarse" con él y perder sus propias
posibilidades en la carrera presidencial.
Hasta
el momento, los enemigos de Obama han sacado buen provecho de los errores
cometidos en el desarrollo del Obamacare y de las consecuencias no previstas,
como las cancelaciones de millones de pólizas que están recibiendo los
norteamericanos por parte de las aseguradoras. Una de las promesas esenciales
para vencer las resistencias fue que los ya asegurados podrían mantener sus
pólizas, algo que no ha ocurrido por la acción de la administración sino de las
compañías de seguros, que han mandado los avisos de cancelación para cubrir los
servicios que no ofrecían y subir los precios de las pólizas al contratar
nuevos seguros. Eso desde la perspectiva norteamericana es algo más que un "incumplimiento"
y se está interpretando como una "socialización radical" del país,
obligando a la gente a contratar algo que no desean. Los republicanos lo
explican con alegría; sus avisos se cumple, dicen.
La vida
política, al igual que la personal, está llena de giros inesperados y en cualquier
momento puede ocurrir algo que haga cambiar a la opinión pública y llevarla por
otros derroteros, pero eso es pensar en lo
que puede ocurrir y lo inesperado es lo que llega sin aviso. La
Historia no es lo que ocurre sino lo que queremos recordar de lo que ha
ocurrido. Es un acto de contar en el que en ese "queremos" se
encierran complejas operaciones mentales, racionales y emocionales, que acaban
fijando la figura de los personajes en la sucesión del tiempo. El tiempo dirá
cómo queremos recordar a Barack Obama.
Quizá
el acontecimiento histórico que significaba su elección haya hecho que su
figura sembrara expectativas que no se habían planteado anteriormente y se
juzgue desde esa perspectiva. Quizá parte del error sea considerar la misma
elección de Barack Obama como signo de que algo había cambiado en el país, algo
que muchos de los hechos posteriores han mostrado que no era necesariamente
así. O al menos que él no supo o no pudo completar el cambio.
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