jueves, 31 de octubre de 2013

Obama, luces y sombras

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuando Barack Obama salga de la Casa Blanca podrá tomarse un merecido descanso. Las crisis se le acumulan con los amigos y enemigos. Quizá sean sus enemigos los que mejor le estén tratando, si entendemos por favores los que le brindaron aquellos que evitaron que estuviéramos ahora mismo en mitad de una imprevisible guerra. Casi olvidamos que el mundo estuvo a punto de otro desastre hace apenas unas semanas. Pero los escándalos combinados de las dobles escuchas (es importante no juntar las masivas y la selectivas) y el malestar causado por los errores y principios del denominado "Obamacare", estrictamente interno, alejan la crisis siria a la velocidad de la luz en el hiperespacio histórico.
Cuando al comienzo de la crisis "americana" con Siria —el intento de liderar una acción militar internacional— comenté que Barack Obama podía considerarse un cadáver político al que le quedaría por recorrer un calvario hasta llegar al fin de su segundo mandato, no pensé que su travesía pudiera llegar al extremo que ha llegado y a lo que probablemente le quede por pasar.

Obama recibió en plena cara el rechazo del Parlamento británico —los más fieles aliados hasta el momento— a sus planes militares en Siria, las acusaciones de los países árabes de estar apoyando a los grupos islamistas e imponiéndolos tras las revoluciones —como en Egipto, con el rechazo popular e institucional a la embajadora Patterson—, el golpe contra la embajada norteamericana en Libia —con la muerte del embajador en el asalto—, tiene abierto un debate agrio nacional y mediático sobre el sistema de seguro médico obligatorio (el Obamacare), cuya puesta en marcha evidencia múltiples fallos, ha visto cerrarse la administración federal por la lucha con los republicanos, ha despertado los recelos de Israel por su apertura de diálogo con Irán, y finalmente —por no añadir más— tiene abierto un contencioso múltiple internacional con los líderes de los principales países aliados por las escuchas telefónicas, intervenciones de los correos, etc., junto con el malestar del resto del planeta por el espionaje masivo de sus comunicaciones, con o sin ayuda de los demás. Afortunadamente, el Vaticano ha dicho que no le preocupa haber sido espiado y Dios no necesita usar móvil.
Es difícil tener tanto frentes abiertos, dentro y fuera, simultáneamente.


No sé cómo juzgará la Historia —nosotros mismos dentro de unos años— la figura de Barack Obama. Él ya tiene su sitio asegurado como el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos. Es una etiqueta que tiene garantizada. Pero a continuación del titular, el texto deberá explicarnos muchas cosas que ahora percibimos con la distorsión que el presente nos produce. Es la paradoja de la Historia, que no es "presente". En el presente actuamos, en el futuro explicamos y entendemos. Y quizá el presente actual nos cueste más entenderlo porque está lleno de una oscuridad especial respecto a otras oscuridades anteriores.
Quizá solo sea un efecto propio de todo presente, pero el aumento de la complejidad que se da hoy, un tiempo que algunos consideran de transición, con la emergencia de nuevas figuras en la escena internacional y las enormes cantidades de información de que disponemos respecto a momentos anteriores de la Historia, hace que se haya abierto un tiempo necesitado de explicaciones que completen el efecto del exceso de información.

Me imagino que tras la salida del presidente se acumularán los libros de biógrafos que tratarán de trazar el perfil sosegado de una figura que el movimiento actual hace borrosa. Las fotos de Obama están "movidas"; necesita de retratistas que den cierta estabilidad, que nos muestren las aristas de un personaje que se formó en la mente de sus electores, reales y simbólicos (los del resto del planeta, que participamos en las elecciones USA porque siempre nos afectan) y que poco a poco cumple o incumple las expectativas creadas. Del Obama ideal al que percibimos va un largo trecho, un camino que muchos recorren entre lo que esperaban y lo que finalmente ha podido o sabido hacer. Lo que tiene asegurada Barack Obama es la controversia. Lo que a nadie le escandalizaba de George W. Bush, a todos sorprende en Barack Obama.
De no ser porque revelaría alianzas imposibles (lo imposible también tiene su sitio en la Historia), parece que al igual que se reúnen personas bajo el rótulo, de "Amigos de Siria", en algún lugar se reunieran semanalmente los "Enemigos de Obama" para decidir cuál es el próximo conflicto en que le meten. Para muchos, es él su propio enemigo con las decisiones erróneas que toma, probablemente también por el abandono de los "amigos" que se han sentido defraudados por sus acciones o falta de ellas anteriores.


Cuando muestras debilidades, los enemigos aprovechan para atacar y se multiplican los frentes. Obama tiene frentes abiertos dentro y fuera, con la acusación de falta de liderazgo internacional y de liderazgo erróneo nacional. Aunque la opinión pública juzgue duramente a los republicanos por sus bloqueos presupuestarios y demás formas de obstrucción, el gran perdedor es un presidente que no logra aunar en los principales temas al país, que es lo que más valoran los pueblos en el liderazgo. Puede que muchos republicanos se quemen en la batalla, pero el objetivo final es romper el ciclo demócrata dejando ver que ha sido desastroso y allanar el regreso. Cuantos más conflictos dejen abiertos, más puntos de apoyo tendrán en las próximas elecciones, algo que tienen en mente los que le critican desde fuera y los que no le apoyan desde dentro del partido demócrata porque no quieren "quemarse" con él y perder sus propias posibilidades en la carrera presidencial.


Hasta el momento, los enemigos de Obama han sacado buen provecho de los errores cometidos en el desarrollo del Obamacare y de las consecuencias no previstas, como las cancelaciones de millones de pólizas que están recibiendo los norteamericanos por parte de las aseguradoras. Una de las promesas esenciales para vencer las resistencias fue que los ya asegurados podrían mantener sus pólizas, algo que no ha ocurrido por la acción de la administración sino de las compañías de seguros, que han mandado los avisos de cancelación para cubrir los servicios que no ofrecían y subir los precios de las pólizas al contratar nuevos seguros. Eso desde la perspectiva norteamericana es algo más que un "incumplimiento" y se está interpretando como una "socialización radical" del país, obligando a la gente a contratar algo que no desean. Los republicanos lo explican con alegría; sus avisos se cumple, dicen.

La vida política, al igual que la personal, está llena de giros inesperados y en cualquier momento puede ocurrir algo que haga cambiar a la opinión pública y llevarla por otros derroteros, pero eso es pensar en lo que puede ocurrir y lo inesperado es lo que llega sin aviso. La Historia no es lo que ocurre sino lo que queremos recordar de lo que ha ocurrido. Es un acto de contar en el que en ese "queremos" se encierran complejas operaciones mentales, racionales y emocionales, que acaban fijando la figura de los personajes en la sucesión del tiempo. El tiempo dirá cómo queremos recordar a Barack Obama. 
Quizá el acontecimiento histórico que significaba su elección haya hecho que su figura sembrara expectativas que no se habían planteado anteriormente y se juzgue desde esa perspectiva. Quizá parte del error sea considerar la misma elección de Barack Obama como signo de que algo había cambiado en el país, algo que muchos de los hechos posteriores han mostrado que no era necesariamente así. O al menos que él no supo o no pudo completar el cambio.







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