Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Un estado que ejecuta a alguien por brujería cree en la
brujería. Este principio es de una evidencia palmaria. Arabia Saudí, el país
más retrógrado de la Tierra, cree fervientemente en la brujería. Tanto cree en
ella, que decapita mujeres a las que acusa de practicarla*. Las prácticas
saudíes son un ejercicio constante de la evidencia de su propia incongruencia. En
Arabia Saudí se ejecuta a las brujas porque su mundo es un mundo de brujos,
oscuro.
Arabia Saudí no es un país milenario; es una mentalidad
milenaria. Se fundó en tiempos tan remotos —remotísimos—
como 1932, después de algunos intentos de unificaciones tribales, en los que la
familia Saud se inventó como monarquía y, ya puestos, como monarquía absoluta,
aunque esto es un insulto a otras monarquías absolutas. Se inventó además como
país —algo que no fue— y decidió que ejercería las leyes férreas, crueles e
injustas que disfraza como voluntad divina para eliminar a cualquiera que le
apetezca sin miramientos.
Arabia Saudí tiene dos cosas importantes ante las que todas
las demás naciones se pliegan: tiene las segundas mayores reservar petrolíferas
del mundo y tiene los dos grandes lugares del Islam, La Meca y Medina. El
dinero de la primera le sirve para afianzar su influencia en la segunda. El
dinero saudí está siendo el mayor veneno que circula por el islam, junto con Al
Qaeda. Algunos tienen serias dudas sobre si existe diferencia. Porque el dinero
que nace del petróleo existente en el fondo de la península arábiga es el que
sirve para asegurarse que a muchos, en otros países, les parezca bien que se
decapite a la gente, se les dé latigazos, se amputen miembros o cualquier otra
norma con 1.400 años de antigüedad. A algunos, el estar de acuerdo con esto, les sale
rentable económicamente.
El presidente USA F.D. Roosevelt con el rey Saud en 1945 |
Cuando la barbarie y la crueldad son respetadas o silenciadas porque tienen mucho dinero, pierdes tu dignidad. Cuando a los tiranos se les estrecha mucho las manos, llegan a creer que las tienen limpias.
La decapitación de una mujer acusada de brujería es un escándalo —como bien señala Amnistía
Internacional— que solo los millones de barriles diarios que salen de sus pozos
y los millones de dólares que salen de sus bancos para financiar integrismo
pueden tapar. Es el escándalo que hace resquebrajarse las paredes de sus
lujosos palacios y levantar el vuelo espantados a sus bien adiestrados halcones
de cetrería. Es barbarie de Estado.
Durante años, los absolutistas monarcas y allegados a la
familia Saud —es el único país con el nombre de la familia propietaria— han
controlado con su dinero las mentes de millones de personas financiando las más
rancias, crueles y retrógradas formas de ver la vida. Los primeros que las
padecen son sus pueblos y los pueblos de los que se declaran seguidores de su
crueldad disfrazada de ortodoxia. Dentro de ellos, especialmente sus mujeres. El
cinturón de pobreza les sirve para construir el de la ignorancia que evite que
se levanten contra ellos y su dominio absoluto.
Los aspirantes a controladores sociales de distintos países reciben el
apoyo saudí y se aseguran su predominio feudal dentro y fuera de la península. Saben
que hay que frenar las olas de libertad que surgen por todo el mundo árabe
musulmán porque les va su cómoda y dictatorial monarquía en ello**. Así, la
monarquía saudí ha aumentado su represión para garantizar que la primavera árabe no prenda en el árido
desierto geográfico y mental en el que viven. No hay primavera en el desierto;
solo aridez.
Arabia Saudí es el único país en el que una mujer no puede entrar si no es acompañada de
un pariente masculino. Los sabios saudíes, a sueldo de su majestad, que dirigen
la vida y conciencia de todos realizaron un informe en el que decían que si las
mujeres aprendían a conducir llegarían todas las plagas juntas: prostitución,
pérdida de virginidad, drogadicción... La única realidad es que se aseguran de
que ellas no sepan conducir para evitar que se alejen de sus anacrónicos
hogares prisión y sus dominantes propietarios. Cuando muchos de los ricos saudíes salen de su país, son
conocidas las libertades que se toman y el poco respeto que tienen hacia los
preceptos que exigen con mano militar a los demás.
La decapitación de esa mujer, oficialmente bruja, la segunda
en lo que va de año, no es más que la constatación de que ese mundo en el que
viven —y pretenden exportar a medio mundo— es el anacrónico ejercicio de la
crueldad más abyecta, de la mayor falta de respeto hacia la dignidad humana y
que su interpretación de las leyes no es más que el disfraz bajo el que el
despotismo se ha escondido en todas las épocas y lugares. Son, simplemente,
crueles y despóticos.
No son más que la constatación de que el mal y la ignorancia
son capaces de disfrazarse con los más diversos ropajes; la verificación de que
la brutalidad anhela los refinamientos de la falsa piedad. No hay más tradición
en ellos que el manejo de la crueldad y la barbarie. Todos los que no piensan desde su radicalismo son sospechosos de brujería y deberían ser castigados. Es la sequedad del desierto. Es la sequedad del alma.
* “Arabia Saudí: escandalosa decapitación por ‘brujería’” Amnistía Internacional 13/12/2011 http://amnistiainternacional.periodismohumano.com/2011/12/13/arabia-saudiescandalosa-decapitacion-por-brujeria/
** “Amnistía Internacional acusa a Arabia Saudita de
represión” BBC Mundo 30/11/2011 http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2011/11/111130_ultnot_arabia_saudita_ao.shtml
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