Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Confieso
que me quedé casi paralizado al leer el siguiente titular en la BBC: "Popper
vs Wittgenstein: los 10 minutos de la explosiva confrontación entre dos
gigantes de la filosofía que marcó un hito". Después de haber navegado
sobre el mundo hispánico con titulares sobre si Koldo habla o no, sobre si hace
falta más nacionalismo después de las
elecciones vascas, sobre si Illa compró mascarillas o sobre "goles
fantasma" y la necesidad de un VAR específico que lo determine, sobre lo
que giran las noticias hispanas, la aparición del titular elevaba mis expectativas
sobre la BBC, bastante de capa caída a tono con otras webs informativas.
Con
ilusión, incluso con esperanza, me lance a la lectura del texto. Pero pronto
todo se fue aclarando... y diluyendo. Esos diez minutos de "explosiva
confrontación" que "marcaron un hito" no era una metáfora sobre
ningún encuentro filosófica, sin la leyenda urbana filosófica sobre la amenaza
con un atizador de Wittgenstein a Popper. Aquellos dos gigantes de la filosofía
del siglo XX (con un tercero, Bertrand Russell allí mismo) habían tenido una
trifulca.
Así pues los dos filósofos regresaban a las páginas de la BBC por un gesto que, según se nos dice, es más creación de Popper en sus recuerdos que otra cosa. En el inicio del texto de la BBC nos explica:
Si lo ocurrido en la noche del viernes 25 de octubre de 1946 hubiera sucedido en esta época, y las celebridades de la filosofía atrajeran la misma atención que las de otros ámbitos, las redes sociales habrían estallado.
Los protagonistas del enfrentamiento que tuvo lugar en un salón de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, difícilmente podían haber sido más sobresalientes.
En una esquina estaba Ludwig Wittgenstein, considerado por muchos el filósofo más brillante de la era moderna, al que, entonces como ahora, se le describe muy a menudo con el adjetivo "genial".
En la otra, Karl Popper, uno de los filósofos de la ciencia más importantes del siglo XX, quien más tarde confesaría: ''Admito que fui a Cambridge con la esperanza de provocar a Wittgenstein".*
La negrita del inicio nos lo dice ya casi todo, no sobre los dos "contendientes" en sí sino lo que hubiera supuesto en un mundo de "redes sociales". Estas habrían "estallado", se nos dice en un intento de situarnos en lo que parece ser un mundo diferente. No se trataba de acercarnos a un mundo en el que era posible que tres filósofos se reunieran a discutir, si no que, por el contrario, se trata de reducir a esos tres grandes filósofos al nivel de la actualidad, es decir, de sensacionalismo barriobajero, algo que nos habría hecho bramar de emoción.
El hecho que se nos trae y "replanta" en la fértil
actualidad es el presunto gesto de Wittgenstein, con un atizador de chimenea en
la mano hacia Popper por una respuesta inadecuada en la reunión del "Cambridge University Moral Sciences Club
(Club de Ciencias Morales de la Universidad de Cambridge)", donde
filósofos y estudiantes de filosofía debatían entonces.
Si uno compara lo
que pudieran ser y representar aquellos debates con lo que el artículo propone
sobre su éxito en las actuales redes sociales que "habrían
estallado", según se dice, no podemos dejar de ver la caída cultural en
picado que padecemos. No habríamos "estallado" con ninguno de sus
problemas, de sus propuestas; solo una pelea a atizadores habría llamado
nuestra atención.
En el texto leemos:
Según contó Popper, el único de los dos filósofos que escribió sobre los hechos: "tras un tiempo sorprendentemente corto, recibí una carta de Nueva Zelanda preguntándome si era cierto que Wittgenstein y yo nos habíamos agarrado a golpes, ambos armados con atizadores".
Por llamativa que haya sido, esa versión temprana fue desestimada: nunca hubo dos atizadores.
Pero uno bastó para hacer del episodio uno tan memorable.
No obstante, hasta el día de hoy, nadie sabe con certitud qué pasó y cómo, a pesar de que hubo varios testigos del incidente, como relatan en su libro "El atizador de Wittgenstein" John Eidinow y David Edmonds.*
No sé si estas expresiones —como la de "memorable"— son las más adecuadas o si solo forman parte de este embalaje promocional con el que hemos de revestir cualquier cosa para hacer llegar a estos públicos, dignos de un circo romano, que se están construyendo. El problema es que este público es la sociedad, una sociedad a la que se está dando continua forma en estos elementos triviales, sensacionalista.
Mi esperanza inicial de que la cultura tuviera un lugar en la página de la BBC, que se huyera durante unos minutos de este mundo glorioso que se nos describe y construye cada día a golpe de fruslerías, trivialidades y maldades, todo por la causa de las audiencias. Esto, evidentemente es un círculo vicioso: la brutalidad embrutece, la trivialidad nos hace ligeros, ignorantes. "De lo que se come se cría", dice el refrán y en nada es más cierto que en el consumo de información.
El presunto incidente que da lugar a esa entrada se nos relata así:
Recordemos que la ponencia de Popper era "¿existen problemas filosóficos?", y él argumentó que sí, pero para Wittgenstein lo que existía eran enigmas lingüísticos.
Según afirmó Popper, en sus memorias "Búsqueda sin termino: una biografía intelectual", publicada en 1974, más de dos décadas después de la muerte de Wittgenstein, le dio "una lista que había preparado de problemas filosóficos, tales como: ¿Conocemos las cosas a través de nuestros sentidos?, ¿Obtenemos nuestro conocimiento por inducción?".
"Wittgenstein los descartó por considerarlos más lógicos que filosóficos".
En su versión de lo ocurrido, "Wittgenstein, que estaba sentado cerca del fuego y había estado jugando nerviosamente con el atizador, que a veces usaba como bastón de director para enfatizar sus afirmaciones".
Y, cuando surgió una pregunta sobre el estatus de la ética, lo retó:
"'¡Dame un ejemplo de regla moral!'.
"Respondí: 'No amenazar a los profesores visitantes con atizadores'.
"Entonces Wittgenstein, furioso, arrojó el atizador y se fue iracundo, azotando la puerta al salir”.
Y ese recuento de esos 10 minutos de 1946 todavía provoca amargos desacuerdos, confirmaron Eidinow y Edmonds, particularmente la acalorada disputa de si Popper mintió al relatar los que ocurrió en la reunión.*
La diferencia aquí no como del vaso, medio vacío o medio lleno. Es quedarse en lo trivial, en lo circunstancial de que Wittgenstein tuviera un atizador en la mano y lo de menos la naturaleza de la discusión. Hoy nos quedamos sobre lo trivial porque no consideramos que le importe a nadie el problema planteado. ¿A quién le importa si existen "reglas morales" o no? La simple mirada al resto de los titulares basta para convencernos de que es poco probable que existan y que si existen no le importa a nadie.
Desde que los medios decidieron que lo suyo era generar audiencias y no educarlas, el embrutecimiento es la vía más rápida para hacerlo. Podremos argumentar que eso forma parte del "tratamiento necesario" para poder introducir alguna pincelada filosófica, un breve esbozo de quiénes eran. Pero deja de ser triste y revelador que ese sea el método ante el desconocimiento de todo lo que no sea inmediato y vendible.
Para ser justos, La Vanguardia, demostrando que los métodos funcionan, nos dio el 1 de febrero de 2021 el siguiente titular:
*
"Popper vs Wittgenstein: los 10 minutos de la explosiva confrontación
entre dos gigantes de la filosofía que marcó un hito" 20/04/2024
https://www.bbc.com/mundo/articles/cn04w4zn2qwo
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