Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tras su
salida de la Casa Blanca, no hay día en que Donald Trump haya abandonado los
titulares. Es el personaje que encarna una forma de "hacer política".
Más bien diríamos que, contemplado con cierta distancia, Trump es en sí mismo un tipo de política que
desafía una parte importante de los supuestos de lo que debe ser y cómo debe
actuar un mandatario de un estado, en este caso, una superpotencia. No se
escribe sobre Trump; uno se siente obligado a hacerlo no solo por lo políticos
en sí sino por su conversión de cualquier acto en parte de un escenario que él
ha convertido en política. La palabra "escenario" está usada en un
sentido pleno, ya que esto es el eje de su forma de entenderla.
Donald
Trump tiene pocos precedentes y muchos imitadores, aunque ninguno de los
anteriores llegó tan lejos, ni tampoco sus imitadores, que palidecen ante el
modelo. Trump ha inaugurado una forma de hacer o más bien de estar en la política. Criado entre
negocios poco claros, el mundo de espectáculo televisivo y un sentido
narcisista de la vida, Trump es un espectáculo de enormes riesgos porque carece
de lo esencial que se le pide a un político, la capacidad de pensar en los
otros, en el bien común. Trump solo puede pensar en sí mismo y en proyectar una
imagen controlada, actoral con la que
recibir lo que son su fuente de energía, la adulación, el sentimiento de que es
único y que está destinado a culminar la creación. De todo ello ha dado cuenta
en multiplicidad de ocasiones, en gran parte por su incapacidad para contenerse
(recordemos las sesiones junto al Dr. Fauci durante la pandemia), su necesidad
de mostrarse al frente (recordemos sus primeras carreras en los grupos
internacionales para situarse en primera posición, visible para las cámaras),
la desesperación de los expertos ante sus iniciativas (de militares a
sanitarias), etc.
Hoy volvemos a tener a Trump en el centro de las noticias al celebrarse el aniversario del asalto al Capitolio, un 6 de enero negro para la democracia norteamericana y por extensión para todos los países con sistemas democráticos o con aspiraciones a tenerlos. El "modelo americano" se vio hundido por las actuaciones de ese día convertido en lo que ellos, desde su superioridad, habían criticado en otros, una "república bananera".
En
RTVE.es, con el titular "Miles de arrestos, sentencias de prisión y una
investigación en curso: la huella del asalto al Capitolio tres años
después", leemos en la información firmada por Marta Rey:
El 6 de enero de 2021 Estados Unidos vio tambalear su democracia por unas horas. El mismo día en que los parlamentarios estadounidenses debían ratificar la victoria de Joe Biden en las elecciones, el Capitolio fue escenario de un hecho inédito en la historia del país. Alentados por la insistencia de Donald Trump en que los comicios habían sido un fraude, miles de partidarios del exmandatario, que acababa de perder frente al candidato demócrata en las presidenciales, violaron la seguridad e irrumpieron de forma violenta en la sede de las dos cámaras del Parlamento dejando imágenes impactantes para la historia y un balance de cinco víctimas mortales por los disturbios.
Tres años después, las investigaciones sobre lo ocurrido continúan y miles de personas han sido arrestadas (y cientos de ellas condenadas) por delitos relacionados con los hechos de aquel enero...*
Estados Unidos no ha tenido todavía la ocasión de defenderse realmente por lo realizado desde el poder por Trump, ni de las insinuaciones que llevaron a la gente a la calle, armados, a asaltar el Capitolio, a invadir despachos y mofarse de los que los habitaban oficialmente. Los cinco muertos son solo una cantidad, un número simbólico, ante lo que podía haber sido un desastre de enorme proporciones.
Que Donald Trump siga libre, que sea de nuevo un posible aspirante a la Casa Blanca, dice mucho de la debilidad del sistema. La democracia solo se sostiene con un espíritu democrático. Trump, como otras personalidades autoritarias en el mundo, se valen del sistema para subvertirlo.
Una prueba de ello es que el tribunal supremo que él contribuyó a desnivelar hacia los republicanos, puede anular los dictámenes de dos estados que le han imposibilitado el acceder a las elecciones primarias republicanas para la designación como candidato a la presidencia.
Si Donald Trump diera mañana un "golpe de estado" y se proclamara "presidente" de los Estados Unidos no sería tan dañino como lo que supone para el sistema democrático que lo haga con el apoyo de los votos. La responsabilidad pasaría al pueblo norteamericano y se vendría abajo la primera suposición democrática: la idea positiva de la voluntad popular.
Supondría valorar positivamente la violencia, la mentira, el engaño, la manipulación de las instituciones, etc. En fin, de todo aquello que se supone que diferencia la democracia de un sistema autoritario y corrupto.
Si Trump saca las primarias significará que el Partido Republicano está alejado de los principios que se suponen democráticos. Supondrá que se deja llevar por dos cosas, la ambición del poder y la aceptación de las mentiras que han mantenido a Trump fuera de la prisión.
Si en algo se mostró la maestría de Trump no fue precisamente en la limpieza, en la rectitud. Esto es algo que los que salieron de su lado, muchos de los colaboradores, lo que dieron testimonios del Trump del interior frente al escénico, han denunciado sus actuaciones. La barrera de colaboradores que actuaban como muro de contención ha ido cayendo, como el último caso de las condenas millonarias a Rudy Giuliani por sus mentiras sobre los funcionarios encargados del recuento de papeletas electorales.
El asalto al Capitolio se basó en eso, en la llamada a los "patriotas" a que saliera a la calle armados para impedir el nombramiento de Biden en nombre de un supuesto amaño electoral sobre el que Trump sigue realizando insinuaciones. Las denuncias contra los asaltantes, los juicios son muchos y acaban en condenas. En el artículo se pone número a lo que supuso el asalto al Capitolio:
Hasta diciembre de 2023, más de 1.200 personas han sido arrestadas por delitos relacionados con su participación en los disturbios. Algunos de ellos más leves, como allanamiento de morada, y otros muy graves, como el de conspiración sediciosa. La gran mayoría, sin embargo, han pasado desapercibidos.
Hasta 450 casos han acabado en penas de cárcel, aunque las condenas más largas corresponden a los cabecillas de distintos grupos de ultraderecha como los Proud Boys o los Oath Keepers que, o bien participaron en la organización del ataque, o bien irrumpieron en el edificio con armas.
En total, unas 720 personas han recibido sentencia, pero todavía quedan por resolver en torno a 350 casos. *
Que hayan pasado desapercibidas las condenas es un error, pues cada una de ellas era una reafirmación contra lo que ocurrió y, especialmente, para quien lo instigó. Separar los dos casos por las acusaciones a Trump por otros delitos, como los de fraude, los escándalos sexuales de las indemnizaciones, las acusaciones en Nueva York, etc. es un error que simplemente le beneficia. A Trump le ha bastado dar la vuelta a las acusaciones convirtiendo todo en la "mayor persecución del siglo" con el único objetivo de impedir su ascenso olímpico a la Casa Blanca.
Trump ha sabido manipular y controlar las informaciones con un estilo que sus seguidores estaban deseando escuchar. Son millones y han llevado al Partido Republicano a estar entre la espada y la pared. Primero temieron enfrentarse a él porque Trump organizó pronto su frente de batalla. Ahora, en plenas primarias, los candidatos a enfrentarse a él será difícil que puedan contenerle. La forma de acoso contra todo el que se enfrenta a él no permite demasiados errores o ligerezas. Trump manipula y tiene bien constituido un frente amplio en las redes sociales, herencia del apoyo que los grupos ultra y populistas, bien organizados, le brindan. Trump vuelve a apoyarse en ellos y a lanzarlos contra los enemigos. Todos los que se opongan a Trump y participen en las primarias se enfrentan a dos posibilidades: la de enfrentarse a Trump desde una recuperación moderada y democrática del republicanismo, por un lado, y una segunda posibilidad, la de intentar superar su populismo y robarle votos radicales. Es probable que ninguna de las dos líneas consigan robarle protagonismo.
27/03/2023 |
Los que le apoyen deberán seguir sosteniendo que Biden le robó la presidencia, que el asalto al Capitolio estuvo "justificado" y que fueron "patriotas" los que lo protagonizaron. Es la forma de transferir el protagonismo a los radicales que disfrutan así del sentimiento deseado: ellos son la democracia y ellos la salvarán.
La perspectiva de lo que puedan ser unas próximas elecciones con Trump como candidato y la sola idea de que pudiera ganar un nuevo mandato son de efectos incalculables, no solo para los Estados Unidos, sino para la política mundial.
No es solo el ejemplo, sino el apoyo directo a dictadores de todas partes del mundo, como ya hizo anteriormente y que ahora tendría el apoyo teórico del pueblo americano que le habría elegido. Es aquí, en este apoyo que suponen los votos, en este refrendo, donde reside el mayor peligro para la democracia norteamericana, que siempre se sentía ejemplo mundial, frente a las dictaduras que aparecían por el mundo.
Trump. Sí, hay que hablar de Trump principalmente por el peligro que supone para todos, no solo para los Estados Unidos.
* "Miles de arrestos, sentencias de prisión y una investigación en curso: la huella del asalto al Capitolio tres años después" RTVE.es 6/01/2024 https://www.rtve.es/noticias/20240106/tres-anos-asalto-capitolio-eeuu/2470533.shtml
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