Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
titular es claro: "Uno de cada cinco universitarios ha tenido ideas
suicidas y, casi la mitad, síntomas depresión o ansiedad". La forma de
etiquetar —"universitarios"— nos distancia del problema, de la misma manera
que cuando se centra en los "niños" o "jóvenes" o cualquier
otra etiqueta que queramos crear. Dicho así, parece distante, pero es la realidad
que tenemos en casa o en las aulas. No es más que una forma que tiene esta
cultura técnica de fragmentar los problemas y redefinirlos.
Hace
tiempo que estamos tratando aquí la cuestión de la "salud mental".
Los datos, en diferentes sectores, siempre nos sitúan como observadores, no
como partícipes de esta realidad cotidiana. Son titulares que hay que combinar
con otros: los que nos hablan del desinterés creciente por la información,
especialmente por la información "negativa", la que nos estresa, lo
que nos angustia.
El
artículo da cuenta de la aparición del enésimo estudio que nos advierte de lo
que ocurre sin que hagamos demasiado caso. El estudio lleva por título "La
salud mental en el estudiantado de las universidades españolas" y ha sido
realizado entre noviembre y diciembre de 2022 -con 59.605 respuestas- y de
abril a mayo de 2023 (24.148 respuestas), según se nos informa en el texto.
Allí se
sintetizan los resultados:
En relación con la salud mental, explica la investigación, uno de cada dos estudiantes universitarios que contestaron la encuesta presentaba síntomas depresivos y de ansiedad moderada o grave en las últimas dos semanas.
En las dos fases del estudio, las mujeres presentaron de forma significativa un mayor porcentaje de síntomas depresivos, ansiedad e insomnio clínico o grave y un porcentaje menor de consumo de riesgo de alcohol, comparadas con sus compañeros varones.
Según el trabajo de investigación de Universidades en colaboración con el Ministerio de Sanidad, la prevalencia de síntomas depresivos es de aproximadamente uno de cada dos estudiantes (49,4% y 46,9%) que completaron la encuesta y los pensamientos suicidas se sitúa en uno de cada cinco (22,5% y 21,4%).
El insomnio clínico o grave afecta a uno de cada cinco; la ansiedad moderada o grave a uno de cada dos y la prevalencia de consumo de riesgo de alcohol es de uno de cada siete estudiantes (13,7% y 12,7%) que respondieron a la encuesta, realizada por el Centro de Investigación Biomédica en Red-Salud Mental (CIBERSAM).
En cuanto a los antecedentes de salud mental, destaca que el 17% de los jóvenes declaró que algún profesional médico le había prescrito tranquilizantes, ansiolíticos, antidepresivos o hipnóticos.*
Aquí
estamos tocando periódicamente los resultados de estos análisis sobre la salud
en el ámbito universitario, en el escolar y de forma general. La cuestión no es
trivial y mucho menos para bromas, como lo que ocurrió en el Congreso de los
Diputados.
El
sistema universitario se está convirtiendo en un generador de estrés, de
angustia específica. Lo que debería ser un ambiente proclive al intercambio de
experiencia, al aprendizaje, etc. se ha convertido en un sistema burocrático,
rígido y que se maneja por criterios poco favorecedores del conocimiento o del
aprendizaje. Esto afecta por igual al profesorado que se ve sometido a una
carga de estrés sin límite por una seria confusión sobre lo que es la
eficiencia, que ha renunciado a cualquier tipo de crítica a lo que no afecte a
su currículum académico y a sus méritos. Y es este ambiente el que se ha
trasladado a las aulas y los alumnos reproducen.
Los
viejos planes de cinco años se redujeron y concentraron; los cursos anuales se
dividieron, reduciendo la extensión de las asignaturas y aumentando el estrés
por la cantidad de información sin asimilar que se iba amontonando. Todo esto
no ha sido gratuito; tiene un fundamento y un fin. Se nos ha vendido una forma
de hacer la universidad muy poco centrada en el aprendizaje real, en la
formación de las personas y se le han dado todas las bendiciones desde las
distintas esferas políticas, educativas y administrativas.
La
pérdida del valor del aprendizaje es notoria. Frente a esta "nueva
eficacia" tecnocrática hay poco que hacer. Se ha convertido en un flujo
turbulento que nos arrastra y al que se sobrevive de mala manera. Todo esto es
políticamente incorrecto. El profesor, como el burro, debe mirar al frente y no
apartar la vista de su zanahoria curricular, cada vez más estrecha.
El
negocio del "currículum" hace que se compren y vendan revistas, que
se privaticen, aprovechando la necesidad del profesorado de publicar en
determinadas publicaciones. Hoy sale muy cara la promoción. Dinero y tiempo es
lo que se pide, sin olvidar las buenas relaciones, que dan acceso a los
méritos.
Todo
este estrés se traslada al alumno. Se hace por la propia angustia que muchos
viven, pero también por el fomento de sistemas de evaluación que generen poco
trabajo, que se ha dedicado a la creciente burocracia, que consume una parte
importante de su tiempo. Debe satisfacerse a la creciente burocracia que exige
una y otra vez requisitos que deben ser una y otra vez evaluados conforme a
criterios indirectos y muchas veces absurdos, pero ¿quién lo dice?
En un reciente libro del profesor alemán Rainer Mausfeld (2022), se incluye una entrevista que le realizaron sobre su ascenso inesperado al publicar una conferencia que dio en el clavo, teniendo una enorme respuesta. Cuando se refiere a lo que la "reforma de Bolonia", la que ahora vivimos, Mausfeld explica:
[...] A raíz de la
"revolución desde arriba" neoliberal, todo el sistema educativo
también fue sometido a categorías económicas. La tarea de la universidad es
ahora la producción de "capital humano" conforme al mercado. En este
sentido, la tarea de los estudiantes consiste en optimizar su "competencia
de utilización externa" para poder ser utilizados de forma flexible en el
mercado laboral. La interiorización de dicha actitud y la sumisión a la misma
se denominan entonces "autorrealización". Semejante perversión de la
idea de desarrollar las propias inclinaciones y capacidades conduce de manera
inevitable a la fragmentación intelectual y psicológica de los alumnos y
también a grandes temores sobre el futuro. Por razones obvias, ambos perjudican
la posibilidad y la voluntad de cuestionar las cosas y conducen a la
despolitización, incluso al letargo político. (113). **
Los
problemas de salud mental no son casuales, ni una moda. Las risas en el
Congreso cuando se planteó dan la razón sobre la indiferencia del
"establishment" (el término que utiliza Mausfeld). Lo consideran un
"signo de debilidad".
Es necesario
cambiar el sistema educativo por diferentes motivos. El primero y más evidente
es que no funciona. No se centra en las personas, sino en la "fuerza de
trabajo". Nos hemos acostumbrado a escuchar eso de que hay que formar para
atender las necesidades de las empresas,
cuando la única necesidad de la empresa es ganar dinero. Las personas solo son
el medio para conseguirlo. Recordemos algunos post anteriores sobre la
necesidad de "camareros" y la amenaza de "importarlos". Los
mejores profesionales se nos van lejos, allí donde se valora su trabajo y se
les paga justamente por ello.
La
universidad no es un centro de valores, sino un centro de formación ajustado a
esas necesidades. Hay que dar lo justo para cubrir esas necesidades. Se ha
desmontado al profesorado, cuya única preocupación ha pasado a ser los
obstáculos a su promoción. Este es el verdadero sentido auto reflexivo del
trabajo. Hay otro aspecto importante: son la forma de captación de recursos y
capital para las propias universidades. La finalidad de los proyectos no suele
otra. A poca gente le importa qué ocurre con ellos cuando finalizan. Se trata
de tener uno en marcha, da igual para qué sirva. Son ingresos.
Congresos
y publicaciones se han convertido en una competencia por atraer dinero hacia
nuevas empresas creadas para este fin. Quién esté detrás de ellas suele ser
difícil (o muy fácil) de determinar. El profesorado necesita algo más que trabajo
para construir su currículum, que le será valorado periódicamente por agencias
creadas al respecto.
Todo
esto es tensión... y dinero. Tiene razón Mausfeld. Es un modelo económico que
le sale muy caro a muchos.
Pero la
parte más importante es el alumnado, que es quien paga en un sentido mucho más allá del económico. Toda la tensión
que se lanza sobre el profesorado acaba recayendo también sobre el alumnado, víctima de
todas estas técnicas salidas de esos centros de diseño pedagógico tan
eficientes. La presión sobre su futuro le dirige a esas carreras con las que se les presiona y se condena a muchos a vivir no una vida de vocación, sino de frustración.
Estudios y artículos como este muestran los intereses reales detrás de empresas y medios que les secundan. ¿Para qué estudiar Arqueología? El banco te dirige sabiamente hacia tu futuro.
No es de extrañar que haya aumentado el fraude (y los negocios fraudulentos), con la compra venta de todo tipo de documentos, ahora agravado por el uso de los chatbots, de inteligencia artificial, que acabarán haciendo lo que los propios alumnos no pueden o no quieren hacer. De todo ello dio cuenta hace unos días el diario ABC, mostrando el enorme negocio que se ha montado con la realización de TFG, TFM, tesis y hasta guiones de cine. Es el golpe de gracia de la codicia a un sistema que, en vez de mejorarse se ha tratado de hacer negocio con sus carencias y problemas. ¿Pero qué otra cosa se podía esperar?
Hay que
recuperar la Universidad; tiene que dejar de ser un lugar de depresiones y
presiones. El sistema agobia y estresa a todos. Los niveles educativos y humanos que produce no son
precisamente los más satisfactorios. Muchas de estas cosas están en manos del
profesorado, en su forma de construir el espacio de convivencia y crecimiento
que es un aula. Pero no todos están dispuestos a hacerlo. Dedicar más tiempo a
enseñar, a convivir, etc. va en contra de este sistema de producción
absolutamente implacable. La palabrería institucional no logra esconder lo que
nos dicen los estudios y la realidad misma que tenemos delante cada día.
No se trata de romantizar o idealizar la Universidad. Se trata de tomarse en serio la sociedad en que vivimos, de la que la Universidad es un pilar esencial y no un mero centro de formación. Convertirnos a una ideología individualista y egocéntrica es lo contrario de lo que debe ser el universitario y la Universidad. Si no lo hace el mundo académico, ¿quién lo va hacer?
Hemos creado un sistema egoísta y nos han vuelto egoístas. La enseñanza es el trabajo más vocacional y generoso. Consiste en aprender para enseñar, para transmitir, no solo conocimientos sino experiencias, vocaciones, ilusiones. Y se hace en nombre de una sociedad mejor, buena para la mayor parte. No es lo que vemos. Desgraciadamente.
Seguiremos tratando esta cuestión. No puede dejarse.
*
"Uno de cada cinco universitarios ha tenido ideas suicidas y, casi la
mitad, síntomas depresión o ansiedad" RTVE.es / Agencias 7/7/2023
https://www.rtve.es/noticias/20230707/universitarios-ideas-suicidas-sintomas-depresion-ansiedad-estudio/2451520.shtml
** Mausfeld, Rainer (2022) ¿Por qué callan los corderos? Ed. Catarata, Madrid
*** Enia Gómez "EL RINCÓN DEL VAGO 2.0: HASTA 1.000 EUROS POR TRABAJOS
FALSOS QUE NO GARANTIZAN APROBAR" ABC 2/07/2023
https://www.abc.es/sociedad/nuevo-rincon-vago-bazar-persa-malos-estudiantes-20230702210621-nt.html
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