Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
artículo de Laura Gallup en elDiario.es, con el titular "Autocensura entre
el profesorado para afrontar la ola reaccionaria en las aulas: “Se respira
cierto clima de miedo”", pone algunas cuestiones importantes para la vida
escolar sobre la mesa. La primera y más evidente es la conversión del espacio
escolar en un nuevo campo de batalla en el que manifestar la polarización que
se está convirtiendo ya en su serio problema por las consecuencias. Exportar a
todos los terrenos de la vida la lucha política es grave cuando la vida
política afecta, además, a campos cada vez más amplios. Es como ir rociando con
gasolina nuestro día a día mientras vemos cómo van saltando chispas en cada
paso.
Lo que
nos muestra el artículo son varias cosas. La primera es la organización de la
ultraderecha para frenar lo que no le guste en las escuelas e institutos gracias
a la capacidad organizativa que se le ofrece a través de distintas
herramientas. La segunda es la reacción del profesorado ante estas presiones,
que llevan el conflicto a las aulas estableciendo un clima bélico con el que
han de lidiar. La tercera es que esto tiene consecuencias en la radicalización
de los alumnos, que son piezas con las que las propias familias juegan para
presionar a la institución y al profesorado. La cuarta es la inhibición, para
evitar conflictos, por parte de los profesores, que acaban arrinconados y
desentendiéndose de la situación.
El
artículo plantea, en especial, los problemas referidos a los dos programas que
la ultraderecha ha hecho suyos, el feminismo y la diversidad de género. La
palabra reaccionaria usada no deja de ser una ironía,
"adoctrinamiento". Hablar de los derechos de la mujer es
"adoctrinamiento"; defender los derechos de las personas sobre su
sexualidad es también "adoctrinamiento". Cuando estos temas son
tratados en las aulas, la avalancha de protestas familiares se organiza a la
perfección y la respuesta de sectores de alumnos se manifiesta en las clases de
forma agresiva.
La sensación de autocensura entre
el profesorado no ha aterrizado en las aulas únicamente por la influencia que
Vox pueda tener en gobiernos autonómicos. Los docentes consultados explican que
lleva ya varios años presente, coincidiendo con la irrupción de un discurso
reaccionario entre un sector minoritario de los alumnos, pero que suele tener
voz e influencia en las clases. “Se respira cierto clima de miedo por la
reacción de las familias a ciertas actividades”, reconoce Alicia, orientadora
de un instituto público de la zona sur de la Comunidad de Madrid. Entre sus
compañeros, dice, constata algo de temor a que clases sobre sexualidad y
diversidad LGTBI se perciban entre los padres “como un adoctrinamiento o una
cuestión ideológica” y no como asuntos de Derechos Humanos. *
Vincular
con Vox esta situación es tentador, pero lo cierto es que, como bien se señala,
esta situación es vieja y quizá sería más eficaz invertir la relación. Tendemos
a dar protagonismo a los partidos, pero podría ser justo al contrario, que sea
la ola reaccionaria la que está formalizándose finalmente en votos.
Eso ha
sido lo que les dio buen juego a los republicanos norteamericanos para llevar a
la Casa Blanca a Donald Trump. Fueron los grupos de base, de los religiosos
bíblicos a los económicos y racistas los que tomaron fuerza canalizando el
voto. Hemos tratado aquí ayer el "furor" de la censura de libros en
los colegios estadounidenses. El mecanismo es el mismo. Los partidos no son los
que lo promueven directamente, sino que la acción social se manifiesta a través
de, como en este caso, las escuelas. La prohibición de libros afecta a lo mismo
que estamos viendo en España: feminismo y diversidad sexual. ¿Casualidad? Más
bien el aprendizaje de un modus operandi eficaz. Para ganar en las urnas se
necesitan muchos votos, pero para hacerse con el control de un colegio, un bien
administrado grupo de WhatsApp puede ser suficiente. Para controlar una clase,
basta con ejercer con violencia el acoso, el bullying sobre las personas
adecuadas.
Los
suicidios en España de dos parejas de gemelas, una de origen argentino y otra
de origen ruso, por acoso dejaba al descubierto que la tercera pata de la
presión escolar son la xenofobia y el racismo. Una de las gemelas argentinas pretendía
un cambio sexual, lo que la convertía en doble víctima.
En el
artículo se recogen las experiencias y valoraciones de aquellos que van a los
colegios e institutos a impartir talleres de educación:
Otra investigación académica, acotada a los institutos de Secundaria de la provincia de Valencia, concluye que “la mayor parte del alumnado (79,28%) manifiesta una actitud positiva ante la orientación sexual y no se consideran personas homófobas”. Sin embargo, en el día a día las conductas amparadas por LGTBIfobia tienen más presencia en las aulas. “Cuatro de cada diez alumnos han sido testigos de alguna o muchas discriminaciones hacia alumnado homosexual en su instituto”, según el análisis publicado en 2022 en la Revista de Estudios Socioeducativos, editada por la Universidad de Cádiz.
“Nos hemos encontrado con situaciones un poco violentas”, explica Sara Guilló, técnica de Educación de Cogam. En su labor diaria, los técnicos de esta organización han afrontado dificultades al impartir formaciones sobre diversidad sexual e igualdad. Cuenta cómo se tuvieron que marchar de un centro, sin impartir el taller, debido al “nivel de agresividad con el que reaccionó el alumnado”. *
La batalla de la educación es un hecho. Afecta al espacio, las escuelas e institutos, y a los contenidos. Los objetivos son dobles: unos son programáticos (feminismo, sexualidad, racismo, xenofobia), cuya impartición se dificulta; pero el segundo objetivo es el sembrar el terror en las aulas, perseguir a los que son o piensan de forma diferente. El bullying es la concreción de la segunda etapa; es su parte práctica.
La conversión de las escuelas e institutos en zonas de intransigencia, de intolerancia, se traduce en ese deterioro de la salud mental, ese aumento de tendencias suicidas que nos están señalando cada día entre niños y adolescentes.
Pero el artículo, más allá de los casos, nos ofrece las consecuencias en la inhibición del profesorado y las autoridades educativas. Cada vez que se produce un caso, los centros niegan tener conocimiento. En realidad, ocurre lo contario.
“Siempre hay algún alumno que el 8 de marzo [Día
Internacional de la Mujer] tiene un comportamiento fuera de lugar y está el
miedo a que vengan a decirte que estás adoctrinando. Mucha gente decide que da
su temario y no se mete en esas cosas”, apunta Pedro. En Arriondas (Asturias),
Mercedes también se siente cuestionada por sus alumnos al abordar temas
feministas y defiende que entre sus compañeros hay dos formas de afrontar la
ola reaccionaria que está impulsada por un sector del alumnado, unos “se
comprometen” y otros “esquivan el problema”.
Ante frecuentes mensajes antifeministas, tránsfobos y homófobos, Pedro
reconoce que ha llegado un momento en el que “obvia” algunos de los asuntos que
generan polémica porque no puede “estar” peleándose con “sus alumnos
todos los días”. En el instituto de Javier, en la Comunidad de Madrid, “la
norma no escrita” consiste en “no entrar al trapo” y no afrontar estos debates.
“Estás para enseñar tu materia y no para discutir de política con nadie”,
apunta, aunque reconoce que hay unos límites. “Si hay exaltaciones
filofascistas, les llamo la atención”, apunta el profesor.
“Cosas raras en la cabeza”
Desde algunos sindicatos ratifican la tendencia
advertida por los docentes entrevistados, fuentes de CGT Andalucía sostienen
que los profesores están “desamparados” por el aumento de “comportamientos
racistas, xenófobos, machistas y fascistas”. Esta dinámica, que consideran que
ha despuntado en los últimos dos o tres años, ha provocado “miedo” entre
algunos docentes. Sin embargo, sus compañeros de CSIF en la misma autonomía no
tienen constancia de problemas de este tipo en centros públicos. *
Más allá de la distinta percepción (politizada) de los sindicatos, está la realidad del día a día. Lo que las encuestas y estudios detectan en las aulas no se ve en las actitudes de los directamente implicados, que se resisten a estar enfrentándose cada día con alumnos y familias, ante la indiferencia o impotencia de los responsables de los centros.
El problema es grave. Esa violencia en las aulas sale de allí de dos formas: una como acción, algo que vemos en las series de apuñalamientos, violaciones en grupo de menores, etc. Pero sale también en forma de ideas, de hábitos aprendidos, que se llevarán toda la vida. Tanto los que sienten miedo como los que lo provocan quedan marcados. Todo esto se traduce en esas minorías violentas que mañana nos espantan cuando se manifiestan en un estadio de fútbol, violentas, acosadoras, racistas... ¿De qué nos extrañamos?
Los datos que se nos ofrecen parecen despistarnos y no ayudarnos a comprender que estamos tratando de lo que ocurre frente a nosotros, de lo que nos rodea. No son simples cifras que descomponen la realidad, sino la misma realidad vista desde perspectivas diferentes. Y todas apuntan a lo mismo. Los expertos nos avisan del crecimiento de estas actitudes en los últimos años y los resultados están ahí.
¿Pero cómo frenar algo que comienza en las familias, se manifiesta ya como violencia e intransigencia en las aulas y después sale a la calle aprovechando las ocasiones de manifestarse en fiestas, estadios, calles, etc.? El clima que se está creando no es el mejor para la convivencia social. Una sociedad que ve peligros en la igualdad de las personas, en el respeto a los derechos humanos, no va por el buen camino.
* Laura Gallup "Autocensura entre el profesorado para afrontar la ola reaccionaria en las aulas: “Se respira cierto clima de miedo”" elDiario.es 4/06/2023 https://www.eldiario.es/sociedad/autocensura-profesorado-afrontar-ola-reaccionaria-aulas-respira-clima-miedo_1_10263213.html
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