Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo de
Rusia no ha terminado. Lo malo es que Putin quiera hacer creer que sí lo ha
hecho. La forma de demostrarlo sería endureciendo sus ataques contra Ucrania.
Putin necesita urgentemente un aumento en la percepción de su liderazgo.
Lo más
preocupante de esta situación para él ha sido las personas que se han sacado
selfies con los mercenarios en los espacios ocupados, los que han aplaudido a
su paso por las calles cuando las recorrían en blindados y camiones camino de
Moscú.
Los
ciudadanos han visto las medidas de seguridad en la capital, de la que han
quedado a doscientos kilómetros de distancia, nos dicen. Las excavadoras
cubrían rápidamente los surcos abiertos en las carreteras para dificultar el
avance mercenario. Eso lo ha visto el mundo, incluidos los rusos.
Lo que era una "acción especial" para "liberar" Ucrania de gais y lesbianas, de liberales vendidos a Occidente para destruir la madre y santa Rusia, de ateos y demás se está convirtiendo en un chicle pegado a la suela de Putin que no hay forma de soltar. Cada día que dura la guerra, Putin pierde un poco o un mucho según se dé.
Los
jóvenes rusos salieron corriendo al extranjero para evitar ser reclutado en una
guerra que ni les va ni les viene. Los que fueron reclutados forzosos mueren en
el anonimato sin que las familias sepan dónde están porque no se reconocen las
bajas para evitar que cunda el descontento entre la población. Ya ocurrió
cuando la "no invasión" de Crimea, a la que los soldados iban sin
identificaciones, como sombras salidas de la nada. Cuando moría, las familias
reclamaban pensiones y entonces se complicaba todo.
¿Y
ahora qué? ¿Fingir que no ha pasado nada? No es posible. ¿Un mero alto el fuego
para "negociar"? No se sabe muy bien qué deben negociar. ¿Las cabezas
de los militares responsables de esta guerra desastrosa?
Lo malo
de los dictadores es que nadie les dice la verdad; cuando más poderosos son,
más miedo infunden y la verdad se esconde debajo de las camas. ¿Nadie le dijo a
Putin que esto era un desastre? ¿Nadie le avisó de lo que podría pasar? ¿En qué
papel ha quedado un ejército, el ruso, cuyas misiones son realizadas por
mercenarios mejor pagados que los soldados movilizados forzosos?
Lo que
algunos han llamado una posible "guerra civil" no sería tal si en un
lado está el Ejército y en el otro están los mercenarios Wagner. Sería otra
cosa, una lucha por el poder; una lucha por más medios o dinero; una guerra
contra los "burócratas" por parte de un hijo del Kremlin, el llamado
"chef de Putin", una de las grandes fortunas rusas bajo Putin. Es lo
que es porque Putin se lo dijo. Ni más ni menos.
Es cómico el intercambio de palabras entre ellos reclamando el término "patriotas". ¿"Patriota" un ejército de mercenarios? ¿"Patriota" el que los ha creado para sembrar el terror por el mundo sin responsabilidad nacional? Putin ha jugado con el patriotismo, con el sentimentalismo cultivado cuidadosamente de la historia rusa, sobre su "papel histórico" y "grandeza". Todo eso para quedarse en el poder de forma mesiánica. Nada nuevo; un dictador más.
Sí, irónicamente esta parece haber sido la "guerra relámpago" de los "patriotas" de Rusia. Cuando las cosas no terminan cuando deben, lo que queda es el desorden. No hay final escrito a la vista. Solo ese chicle en el zapato de Putin. En realidad, solo hay una forma de acabar con el problema: acabar con el que lo creó. Pero eso es ya otra película, no esta.
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