Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo de
Doñana es una metedura política de pata. La política se ha convertido es un
ejercicio continuo de sumas y restas, de divisiones y multiplicaciones, según
los casos. Lo de Doñana es, por parte de las autoridades andaluzas una enorme
metedura, una resta que saca votos y, sobre todo, que les pone en el punto de
mira europeo contra el que hay poco que hacer. Doñana es lo suficientemente
importante como para que se detengan todos y te señalen con el dedo acusador. En
este tiempo precampaña es el caso perfecto (e indefendible) para que te rasquen
votos por todas partes.
Eso se
nota ya en la rectificación, matización o como lo queramos llamar que Juan
Manuel Moreno ha hecho antes de ir a Bruselas. En RTVE.es nos explican:
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha anunciado este viernes que la próxima semana se reunirá con el comisario europeo de Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, para estudiar la situación de Doñana y pedir que les traslade "exactamente aquello con lo que no está de acuerdo" para poder "modificarlo".
Moreno lo ha indicado en Alcorcón, donde ha apoyado la campaña del PP de Madrid, después de que este jueves la Comisión Europea haya reiterado por escrito que el proyecto de ley presentado por la Junta de Andalucía sobre el regadío en Doñana "podría contravenir la legislación medioambiental comunitaria".
A la reunión en Bruselas asistirá el consejero de Medio Ambiente, Ramón Fernández-Pacheco, quien pedirá a Sinkevicius "que nos traslade de los 25 folios de este proyecto de ley, que está ahora mismo en el Parlamento de Andalucía, exactamente aquello con lo que no está de acuerdo, para estudiarlo y modificarlo", ha asegurado Moreno.
El presidente andaluz ha insistido en que se trata de "un proyecto de ley" y que, "por tanto, es susceptible de modificaciones y cambios" y ha recalcado además que son "un gobierno de diálogo", que han sido capaces de pactar "en numerosas ocasiones con sindicatos, con entidades sociales, colectivos, ayuntamientos".*
La
estrategia, tras la visita —en la que tendrán que aceptar lo que les digan y
rectificar después— parece clara: ellos no cambian porque lo diga el gobierno,
si no porque lo dice Europa.
De lo
que se trata ahora, por todos los medios, de que se crea que se rectifica por
orden del gobierno de Sánchez, lo que se vería como una debilidad del PP y, lo
que es peor, darle al presidente la posibilidad de sacar pecho, declararse
europeísta y ecologista, dejando al PP andaluz y, tomando la parte por el todo,
en evidencia ante los electores próximos. Moreno tiene que salvar la cara y los
votos dejando ver que el PP es fuerte, que el PSOE es débil y que ellos son más
europeos.
Es una
pena que no haya un sentido mejor de la política española que esto. Esto no da
mucho más de sí y los sondeos (los denostados sondeos) son aceptados o no,
incluyendo las amenazas de investigación sobre el CIS por considerarse mera propaganda
con la intención de estimular el voto en determinadas direcciones para que
salgan las futuras alianzas como se desea en cada caso.
Entre
incendios (igualmente al amparo de la desidia y la planificación encubierta
para conseguir pastos) y sequías, una perversa combinación, el futuro es oscuro
si no se abordan políticas realmente nacionales y racionales, es decir, por
encima de intereses y cálculos electoralistas. Hace mucho que no se escucha la
expresión "reinos de taifas", pero es cada vez más evidente.
Los políticos están demasiado encima de sus propios cargos y supervivencia y la España autonómica ha levantado demasiadas barreras para que existan las suficientes posibilidades de acuerdos como para arreglar algo. Sin acuerdos, solo tendremos la España discutidora y ruidosa, a la que tirarán de las orejas las instituciones europeas cuando la pela de gayos sea demasiado virulenta.
El tema
del agua, a la sombra del cambio climático acelerado, no puede ser algo a
decidir en una sesión del partido en un despacho ni una ocasión para seguir
enfrentándose. Es una cuestión vital y nacional, de todos. Va en ello mucho y
negarlo aumentará los efectos de algo imparable. Hacen falta más bosques y
menos páramos; hay que conservar y distribuir racionalmente el agua. No se
trata ya de comodidad, sino de supervivencia. Corremos el riesgo de
convertirnos en un páramo.
Si
ahora en primavera tenemos ya temperaturas veraniegas, cuando llegue el verano,
como ocurrió en el anterior, se multiplicarán las olas de calor. Este se
presenta bastante peor. Los que protestarán entonces son los que no puedan llenar piscinas
quejándose de que el turismo no les llega, los que quieran las fuentes todo el
día lanzando agua para que se pueda caminar por las calles. Habrá que tener los
greens en perfecto estado para que
los golfistas no se queden en sus países o elijan otros. Nuestro mundo es el de
las comodidades y atracciones del turismo, una combinación de calor y posibilidades
de refresco. Calor solo no es un paraíso, sino un infierno.
El famoso "sol español" va a convertir España en un horno. Es el resultado de esta apuesta nacional desde hace décadas; de no haber conseguido hacer un país con un reparto más ajustado y justo de los recursos hídricos. Es resultado de haber ignorado los avisos de los científicos, auténticamente domados por los políticos a base de subvenciones, patrocinios y demás formas de cortar los deseos de decir la verdad de lo que ocurriría. Es el resultado de esta España fe festejos continuos que necesita vivir con los españoles como figurantes del plató al que vienen cada año 90 millones de turistas si hay suerte.
Un
reportaje de RTVE.es nos contaba ayer sobre las pérdidas del agua que se
transporta por canales y acequias debido al mal estado de tuberías y demás
conductos. Nadie los ha arreglado durante años, de la misma manera que no se
limpian los bosques u otras formas de mantenimiento. Perdiendo el agua en esos
porcentajes, ¿qué falta nos hace que llueva, si luego lo perdemos? Merece la
pena leer el reportaje de o ver el programa en el que se da cuenta de eso. El
reportaje comienza con un simple ejemplo:
España pierde cada año más de 700 hectómetros
cúbicos de agua a causa, principalmente, de fugas y averías. Estos 700.000
millones de litros equivalen al consumo doméstico anual de casi 14 millones de
personas. Un ejemplo es la fuga de Badalona, que lleva más de 17 años perdiendo
dos litros de agua por segundo.
Esta pérdida alimenta el cauce de la riera de
El Canyet, una de las siete rieras que tiene Badalona. El agua que se pierde
proviene de una de las dos macrotuberías que abastece agua de boca a Barcelona
y parte de su área metropolitana.
Vecinos de Badalona que pasean a diario por
la zona no dan crédito: "Con la escasez de agua que hay hoy en día pues me
parece fatal. Por lo menos aprovecharla, pero según dicen el aljibe que hay es
mínimo, que con un día que se recoge el agua se llena, todo el resto de los días
del año el agua se está tirando…".**
La España del agua es la del despilfarro del agua y la guerra por su posesión al volverse un recurso escaso. Los políticos hablan ahora de ella porque así dan la impresión de eficiencia, pero el despilfarro, la mala administración, etc. es su responsabilidad. La situación actual es en gran parte producida por su falta de previsión o por no querer enfrentarse a los intereses de sus votantes o financiadores de campañas. Durante años lo han ignorado, más pendientes de otras guerras. Ya no se puede mirar hacia otro lado y hay que arreglar el desastre si es que es todavía posible.
** Anna
Grimau "Agua a la fuga: España pierde agua por un tubo" RTVE.es
23/04/2023
https://www.rtve.es/noticias/20230223/agua-fuga-espana-pierde-agua/2419120.shtml
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