Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Un gran
titular se despliega en la primera plana de ABC: "Los otros perdedores de
la sequía: «Nuestro negocio se cuela por el desagüe»". Hace alusión, claro
está, a toda la serie de negocios montados en España para recibir al turismo
bajo el supuesto del "España va bien" en lo climático y lo económico.
El
negocio de España, aquel por el que hemos cerrados muchas vías de posibles es
el turismo en sus diversas variantes. Lo demás es para disimular. Incluso el
"diseñado en España" se fabrica fuera porque nos hemos dedicado al
saludable negocio de la cervecita, el cafelito y el chapuzón. Los del turismo
de interior tiran de los monumentos de la España que fue, pero no tanto de la
que es: un gigantesco solárium con
huecos también damnificados, los de la agricultura (que debe competir con el
norte de África) y la ganadería. Ambas están heridas de muerte por este calor
que esperamos que pase y no pasa, por esta lluvia que tampoco llega.
España
ha quedado como el paraíso del emprendedor, es decir, mayoritariamente aquellos a los que
nadie contrata y se tienen que buscar la vida. De nuevo, las etiquetas son
importantes. Tenemos unas cifras de paro enquistadas, un bar por cada 170
habitantes. Medimos la vida por "temporadas" y los
"puentes" (estamos en otro) arrasan con las jornadas laborales de
unos mientras que otros tratan de trabajar. Ocio y negocio alternando, lo que
ganas lo gastas después en viajes, puentes, fiestas, etc., en todo lo que
producimos, para que la economía siga en marcha.
La
falta de agua, esta maldita sequía, pone en vilo todo el modelo. La entradilla
de ABC señala "En la ribera de ríos y embalses empresas de aventura,
camping, chiringuitos de interior y clubes náuticos temen que la falta de agua
espante a los turistas"*. Se quedan cortos. Más que temor, es certeza.
¿Hacer piragüismo en un lecho seco? ¿Hacer camping sin poder ducharte? Las
primeras frases del artículo de ABC son claras en este sentido: "Nadie
quiere ir a un chiringuito en mitad del desierto un 15 de agosto a casi 40
grados. O remar en una piragua que se encalla en barro."* Pero ese escenario está cada vez más cerca.
Claramente,
tenemos un serio problema por delante. Nuestros sólidos cimientos se tambalean
ante la perspectiva de un verano de sequía (otro más), con altas temperaturas y ausencia de
turistas.
Ya el
año pasado intentamos trucar la cuenta de las olas de calor y no contabilizar
la que hubo en mayo. Este año la primera ola de calor nos ha pillado un mes
antes y no cae una gota. Y veremos lo que tenemos por delante. A esos
"casi 40 grados" de los que habla ABC, les sobra el "casi".
No por rebajar el pronóstico vamos a rebajar la realidad.
Se
dieron avisos el año pasado: ¿para qué iban a venir los británicos a España si
ya hacía calor en sus tierras? Sus dosis de rayos de sol las tienen ya en sus
resecos parques.
Aquí
hemos mirado demasiado al cielo, dependemos demasiado de él... y de los turistas. El agua es un
elemento básico, por lo que montar nuestros negocios sobre ella tiene un riesgo
enorme si se convierte en un bien escaso. Son los conflictos del reparto, la llamada
"guerra del agua", los que se avecinan en una España bronca,
discutidora y electoralista, como estamos comprobando con el choque por las
aguas de Doñana. La Junta andaluza siente la presión de sus agricultores y
ganaderos en la nuca electoral. Pero estos son solo una parte del problema de
la falta de agua.
Si el turismo no llega tras los episodios de la pandemia, se van a venir abajo muchos negocios. No solo la hostelería en sus diversas modalidades, sino el amplio tejido de pequeños negocios que eran alternativos a la falta de empleo en otros sectores. Bosques, ríos, lagos, etc. se han montado alrededor de la presencia del turismo, interior y exterior. Nos avisan ya que se han consumido los ahorros, que se ha disparado la inflación con el deseo de "recuperar" lo "no ganado".
Hace unos años escribí que un negocio que depende de que a otros les vaya bien es una alternativa en exceso optimista. Para que esos turistas vengan hasta aquí se tienen que dar muchas circunstancias además del "agua" en forma de lluvia. ¡Qué tiempos aquellos en los que era una mala noticia que lloviera en la Semana Santa, por ejemplo! Hoy nos gustaría que lloviera algo, en días laborales, a ser posible. Pero no, no nos llueve.
También
nos hemos convertido en un país caro, el que peores datos de inflación tiene en
la Unión Europea, lo que tampoco nos hace muy apetecible para los sufridos
europeos a los que ya no les va también. Lo de la guerra de Ucrania asusta a
los que están cerca. Nosotros estamos en la otra esquina y nos parece un poco
lejos, que nuestras playas son tranquilas y acogedoras. Por eso el sector no
entendió muy bien los de echar a los oligarcas rusos, que gastaban mucho,
tenían buenos yates en nuestras costas, mansiones en nuestra recogidas
urbanizaciones y dejaban buenas propinas.
Ahora
el panorama no es muy favorable: un país caro, con calor y sin agua. Y con los españoles —la reserva turística si fallan los de fuera— en plena caída del consumo, en parques y fuentes antes que en playitas calurosas y terrazas carísimas. Ya nos han dicho que ha sido la feria de Abril más cara de todas.
Los
hoteles reclamarán sus piscinas; las ciudades, sus fuentes callejeras. Los
restaurantes no querrán que se les restrinjan las horas de luz o la temperatura
de sus aires acondicionados. ¿Qué harán los de las piraguas? ¿Qué harán todos
si no llueve?
Los
bosques arden por falta de cuidados y de oscuros intereses y por toda España,
nos han dicho hace unos días, se pierde muchísima agua porque llevan años sin
repararse los conductos.
Tenemos
por delante un mayo en que debería diluviar para paliar un poco la situación.
Es poco probable que lo haga y más fácil que tengamos una segunda ola de calor
hasta llegar al verano donde esos "casi 40 grados" se verán
sobrepasados. La alternativa de muchos
será instalar más aires acondicionados (más gasto energético). No es un
panorama muy favorable.
¿Va a
poner alguna vez a poner en orden los problemas reales para intentar
solucionarlos inteligentemente? ¿O es que nuestros políticos son incapaces de
hacerlo porque, sencillamente, su mundo es otro? Dicen que las medidas restrictivas son poco populares y es cierto, sobre todo si se han dejado pasar en muchas ocasiones anteriores y desoído los avisos.
Las
soluciones no podrán ser a gusto de todos, obviamente, como vemos en el caso
Doñana, un simple ejemplo. Pero tendrán que ser inteligentes y de futuro, dadas
por expertos que dialoguen entre sí analizando. Inteligencia y previsión deben
ser objetivos de todos. Es algo más que el beneficio de algunos lo que nos
estamos jugando. Es el futuro. Probablemente no podamos cambiar mucho el futuro,
pero sí prepararnos para él, tratando de cubrir lo que no vamos a tener por
mucho que nos empeñemos.
Esto es
cosa de todos. El problema, como siempre, es que nuestro constante
enfrentamiento entre administraciones hace que las energías se escape como lo
hace el agua por las cañerías, porque nadie las arregla. Ya el año pasado se esquivaron muchas medidas restrictivas. Había que recuperarse de la pandemia. Ahora la situación es peor. La España del agua es una utopía que no será fácil administrar; necesitará de mucha inteligencia y hablar realmente sobre el estado en que nos encontramos y buscar salidas. Hace falta un gran pacto del agua, un pacto del futuro que no nos haga depender tanto de factores que condicionan nuestro desarrollo. El modelo es viejo, está gastado y nos merecemos algo más que un destino de chiringuitos y sus variantes.
3/08/2022 |
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