Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En 20
Minutos se nos muestran y explican unas fotos sobre el no arresto de Donald Trump, que él mismo había previsto para este
martes y que llevó a algunos de sus seguidores a rodear su casa en Mar-A-Lago,
por si acaso. De esta forma, la "profecía" de Trump se cumple en un
espacio irreal, el que acoge a esas fotos en su seno. Es un mundo que cada vez
es más distante de una sosa, triste, mediocre, dificultosa, realidad. Nosotros somos ya los
virtuales. Lo interesante es cosa de lo que se vive online, lo que se
experimenta como avatar, la foto trucada, el vídeo que se graba para que los
demás sepan lo que hacemos, que de otra forma se perdería en la nada temporal
que todo lo devora.
Las falsas
fotos de Trump son fotos. El estatus de verdaderas o falsas se lo concedemos
nosotros con nuestra credulidad, con nuestra aceptación. Para ello aprovechamos
el prestigio realista de la fotografía, algo surgido en un mundo en donde se
convertían en prueba irrefutable, incluso como testimonio en los juicios:
"¡Este es usted, no lo niegue!" podrían decir exhibiendo ante ti y el
jurado ese papel rectangular en donde se contemplaba el acto inmortalizado por
la cámara y transferido al documento. Sí, eras tú. Y lo que se veía era lo que
tú habías hecho, donde tú estabas, en el momento en que el obturador se abrió y
cerró un instante dejando pasar la luz que impresionaba la superficie de la
película fotográfica.
La
fotografía revolucionó el estatus de las artes cambiando su jerarquía. Lo hizo
cuando estaba de moda el realismo en las artes, cuando la pintura aspiraba a
reflejar el mundo, cuando la palabra trataba de ser precisa para acercarse a la
realidad descrita. Al arte pictórico le queda la salida de la abstracción y a
la palabra los juegos surrealistas. La cámara —de fotografía, de cine después—
sustituía al ojo y el "ver para creer" adquiría un nuevo sentido. La
cámara iba a las guerras, a los eventos deportivos, a la calle... y recogía
fielmente lo que había ante ella. Ya no había que engañar al ojo; había que
engañar a las cámaras.
Hoy
estamos en el mundo de las cámaras. Todos nuestros dispositivos de
comunicaciones las tienen ya: de los teléfonos a los ordenadores, de los drones
a los satélites que nos sobrevuelan, cámaras diminutas que se cuelan en los
nidos, hormigueros e incluso nos ofrecen imágenes de nuestro interior
introduciéndose por cualquiera de nuestros orificios. Cada paso que damos está
vigilado por decenas de ojos de cámaras situados en farolas, fachadas o en cualquier
lugar con buena perspectiva.
En este
mundo de imágenes, fotográfico, el gran objetivo pasa a ser la imagen trucada.
Si el lenguaje crea la mentira, el lenguaje de la imagen crea la falsa
realidad, la imagen trucada, ya sea en el proceso de elaboración o ya sea
trucando la realidad misma, representando ante ella como ante el "gran
plató del mundo". Dejamos de ser existentes y pasamos a ser actores en un
mundo en el que sabemos que nos observan. Matamos, violamos, saltamos semáforos
por el placer de grabarlo y distribuirlo a un mundo aburrido y ávido de
sensaciones.
Esta
sociedad es peligrosa porque el falsificador va por delante de la realidad.
Sabe lo que deseamos y nos lo da, nos lo ofrece en el formato más adecuado.
En 20 minutos nos explican el origen de las fotos de la falsa detención de Trump:
Aunque puedan
parecerlo, las fotos de Donald Trump siendo arrestado por la policía no son
reales. Son imágenes creadas con inteligencia artificial, coincidiendo
con la investigación de un presunto pago de dinero a la actriz porno Stormy
Daniels a cambio de su silencio durante la campaña de las elecciones
de 2016 que llevaron a Trump a la Casa Blanca. Pese a que podría ser imputado
por la fiscalía, las imágenes del expresidente de EEUU tratando de zafarse de
la policía no son reales. El propio Trump dijo que sería arrestado "el
martes" y es un contenido por el que habéis preguntado a través del
chatbot de Maldita.es (+34 644 22 93 19).
En
concreto, las fotos han sido publicadas por Eliot Higgins, responsable
del medio de investigación Bellingcat. "Creando fotos de Trump
siendo detenido mientras espero a que arresten a Trump", dijo en su cuenta
de Twitter.
Higgins,
que dice haber utilizado la herramienta de generación de imágenes con
inteligencia artificial Midjourney v5 (última versión lanzada en marzo de
2023), ha publicado otras imágenes de Trump esposado, llorando durante una
vista o incluso enfundado en un traje naranja de prisionero.
En declaraciones a AP, Eliot Higgins ha afirmado que asumió que la gente sabría identificar que las imágenes son falsas por algunos de sus detalles, y que el hecho de que "algunas personas hayan pensado que son genuinas resalta la falta de pensamiento crítico en nuestro sistema educativo".*
Las falsas fotos de Trump pasan a tener un valor casi mágico, anticipan —nos dice el autor— su deseo de ver a Trump encarcelado. La imaginación no es suficiente para cumplir el deseo; la falsa fotografía debe producirle un perverso placer. Lo que antes se imaginaba, ahora se ve.
Esto debilita la credibilidad de la propia fotografía, su estatus de verdad. ¿Cómo saber ahora si lo que vemos es real o fruto del deseo, como en este caso, o del deseo de manipularnos? Lo que Trump ha hecho con la palabra anticipando su (posible) detención para que sus seguidores reaccionara como si fuera un hecho (injusto), el autor de las fotos lo hecho mediante el trucaje. Las ha lanzado al mundo y pide a los que las vean se fijen en "algunos detalles". Los que no lo han hecho y han dado por verdaderas, por reales, las fotografías carecen de eso que llama "pensamiento crítico" responsabilizando al "sistema educativo".
Mientras la Ciencia avanza tratando de acercarse a la realidad, de darnos una imagen realística del funcionamiento del universo, una parte de la tecnología camina en dirección contraria, sepultando la realidad y ofreciendo la posibilidad de falsearlo. El gran negocio del futuro es la mentira. Nos ofrece la posibilidad de mentir al mundo y de mentirnos a nosotros mismos.
Los que vean las imágenes de Trump detenido sentirán ira o placer. Pero lanzar este tipo de imágenes tiene sus riesgos. El primero y evidente es hacernos dudar. La duda está muy bien si no afecta a todo y en todo momento. Necesitamos referencias fiables y los medios de dejan tentar cada vez más por lo que gusta en vez de lo que interesa. Lo que interesa, a su vez, se va degradando en favor de lo que entretiene. Somos una extraña mezcla de aburrimiento e interés parcial. Se ha desplazado el interés por lo que ocurra en el mundo por un aburrimiento narcisista en el que el papel de los medios es entretenerme, compensar mi aburrimiento existencial con emociones, con relaciones, con imágenes impactantes que surgen desde cualquier rincón del planeta, recogidas gracias a ese ojo múltiple universal que son los teléfonos que todo lo ven. Los "15 minutos de gloria" de Warhol se han transformado en "likes" y seguidores. Los influencers sostienen la batuta de la cacofónica orquesta planetaria. Y este mundo es peligroso por manipulable, porque gira sobre sí mismo en un ejercicio constante de auto contemplación falsificada. De la "verdad desnuda" hemos pasado al striptease de la verdad.
Vivimos en dos mundos y la tecnología nos ayuda a fabricar y vivir el menos real. El negocio del deseo siempre ha estado ahí, nos venden la posibilidad de parecer diferentes a lo que somos, de vivir en mundo diferentes, como en la película Ready Player One o en tantas que ahora se mueven por los multiversos. Para algunos, la realidad es ya ofensiva; significa sacarnos del mundo placentero, del video juego existencial en el que se pasa la vida y arrojarnos a un mundo que no nos satisface.
La mentira hoy es realista, instantánea y planetaria. Son tres condiciones que la hacen muy peligrosa. Nos hace más manipulables, menos libres, aunque estemos más satisfechos. Los medios cometen cada vez más el error de amplificar las mentiras viviendo de lo que las redes sociales ofrecen, que es barato o gratuito. Una parte del esfuerzo de algunos se centra ya en tratar de denunciar los "fake" y bulos que circulan cada vez más. Eso genera en algunos buena conciencia. La trivialidad se fabrica al mismo ritmo que las falsificaciones. Pronto dejará de importar si es real o no; solo que nos entretenga o nos aburra.
Tenía razón Welles, de Ciudadano Kane a Fake, se empieza con el sensacionalismo y se acaba en el engaño. Seguro que Trump lo ha disfrutado indignándose por su propio arresto.
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