Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Desde
hace unos meses son frecuentes en los medios las noticias sobre formas de
apocalipsis parciales o totales, locales o en cadena. Estas noticias nos muestran
algo que nos falta o nos va a faltar. Creo que el comienzo fueron aquellos
acopios de papel higiénico que marcaron el inicio de la pandemia. No sé si la
conciencia de su falta fue un fenómeno freudiano individual o fruto de una
manifestación colectiva del inconsciente junguiano, pero lo cierto es que
aquella imagen cargando todo lo que podía de papel generó su propio
"estado de alarma papelera".
Creo que la pandemia ha afectado a nuestra salud, pero también a nuestra forma de ver el mundo. No ha creado un cierto sentido de aislamiento, una distancia y sobre todo el miedo a las carencias, a quedarnos sin algo o sin mucho, que es lo que lleva es estado de ansiedad que empieza a pasar factura.
Indudablemente,
algo pasa en el mundo. Pero también pasa algo en los medios y en nosotros. Las
noticias pesimistas y especialmente aquellas que afectan a las carencias tiene
la fascinación del miedo, crean esa ansiedad que nos hace buscar qué nos puede faltar
para tratar de anticiparnos.
Habrán
escuchado sobre la carencia de juguetes para navidades, habrán leído sobre la
falta de componentes para fabricar microchips porque faltan "tierras
raras" llegadas de países donde pasan cosas como en Afganistán, que se ha
llenado de talibanes; sin esos microchips no hay coches. Habrán escuchado que
faltan camioneros y que no nos llega el whisky o la Ginebra porque desde el
Brexit se han quedado sin transportes por tierra; como los contenedores no
salen tampoco desde los puertos, estos se bloquean y provocan carencias de
muchas otras cosas que no nos llegan tampoco. Ahora nos quedamos asustados con
el aviso de que podemos quedarnos sin el 20% del gas que llega desde Argelia.
No hablemos de la luz, donde no nos falta electricidad pero sí dinero para
poder pagarla, lo que lleva a otra serie de carencias porque la industria no
puede afrontar este gasto excesivo, lo que lleva a más carencias al dejarse de
fabricar... ¿Se siente agobiado? Pues no es para menos este panorama
apocalíptico en el que cada día se nos habla de algo que no vamos a tener. En
unos casos se entiende, pero en otros las causas iniciales se nos pierden en
aspectos muy generales o muy lejanos.
Todo
ello nos presiona y angustia. ¿De qué hago acopio? Las cosas se me agolpan en
la mete y mi casa acabará convertida en una especie de refugio nuclear
dispuesto para afrontar una nueva glaciación a la vez que un nuevo cambio
climático.
La información constante sobre el deterioro climático está haciendo surgir una generación más responsable, pero también más angustiada. ¿Podemos ser responsables sin recurrir a este miedo constante que se lleva nuestras energías mentales, que nos desgasta y reconcome? ¿Podremos superar tantos miedos a que nos falte no algo, sino todo?
No
sabemos muy bien si los miedos se suman o se multiplican. Es una extraña
aritmética, pero creo que es más lo segundo que lo primero. Hay algo de
fascinación en el miedo, que como la serpiente nos hipnotiza. Algo así están
haciendo los medios. Saben que las carencias nos afectan a todos de una u otra
manera. Yo, aunque no tenga coche, me siento engullido por las noticias de
fábricas paradas, esperando que les lleguen los microchips necesarios desde no
se sabe dónde.
Desde
hace un par de años, desde que comenzó
este sentido carencial, escuchamos voces inteligentes que dicen ¿por qué no lo
fabricamos nosotros? Pero parece que es demasiado trabajo, que no es rentable
y, sobre todo, porque algunas carencias son muy rentables pues elevan los
precios por el aumento de la demanda. No sé si aquella señora de la foto hizo
subir el precio del papel higiénico, pero seguro que algo hizo en este sentido.
Le dirán que, como apenas hay de algo, tienen que traerlo de más lejos, que
cuesta más producirlo y que el precio de la electricidad se ha disparado. Todo
es cierto, desde luego, lo que lo hace mucho más sospechoso.
Nosotros
ya estamos, en apenas unos meses, con una inflación del 5% si no ha ido a más.
Lo escaso es más caro que lo fácilmente asequible. Nuestros noticiarios y
periódicos están llenos de esas quejas sectoriales de que les falta algo, lo
que obliga a vaciar los estantes. Veo personas salir cargadas de juguetes de mi
hipermercado. ¿Psicosis colectiva? Pues algo así se irá generando, día a día,
si las noticias nos hablan de este tipo de carencias. Ayer nos hablaban de la
carencia del vidrio y de cómo va a afectar a la demanda en las fiestas
navideñas. La uva no se recolectaba ante la carencia de temporeros por la
pandemia; si se recolecta no se puede envasar por la falta de vidrio y si se logra
envasar no hay camioneros para trasportarla. ¿Solución? Dejar vacíos los
estantes ahora. Multiplique estos efectos y verá un apocalipsis de estantes vacíos, de bolsillos vacíos por
tanto acaparar.
La
pregunta sale sola: ¿qué ha cambiado en el mundo en este poquito tiempo para
que nos falte de todo, real o
imaginariamente? ¿Qué colapsa fábricas, puertos carreteras? ¿Es el mundo tan
diferente? ¿Por qué vemos el vaso medio vacío? Esta confluencia de factores
económicos, políticos y psicosociales no hace percibir el mundo de forma
distinta, más angustiada, sometida al miedo de cada día.
Otra pregunta que nos llega a la mente, la realmente importante: ¿este desastre es natural o bélico? ¿Es todo esto una suma de factores que llevan aleatoriamente al desastre, trazando conexiones ocultas o, por el contrario, forma parte de un maquiavélico plano de la guerra económica mundial que se inicio hace cuatro o cinco años atrás? La respuesta no es sencilla. Hay muchos efectos colaterales y en cadena para poder resolver hasta qué punto la "mano invisible" de Smith tiene hilos que la sostienen y dirigen.
Los medios acumulan las noticias; al menos no falta información. Sentimos que vamos bien informados en dirección a un apocalipsis en el que el vacío nos engulle. ¿Hasta qué punto es real? No sabemos cuánto le duró el miedo a la persona que se llevó todos aquellos rollos de papel. Probablemente todavía le quede algunos. No está mal ser precavido, pero no se puede acumular todo lo que necesitamos cuando nos dicen que todo irá desapareciendo o se quedará al otro lado de alguna frontera, de algún canal o bajo tierra.
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