Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ahora mismo tenemos dos noticias muy distintas relacionadas con la enseñanza en nuestro país: a) "El emotivo gesto de un profesor jubilado de Bilbao que da clases a un mendigo para que encuentre trabajo"* (Antena 3), en el que se nos muestra la ayuda que se le da en la misma calle a un joven inmigrante nigeriano para que se pueda sacar su título de Secundaria; y b) la cuestión del estudiante que ha disparado una escopeta de cartuchos contra las instalaciones de la Universidad del País Vasco. ¡Qué historias tan diferentes sobre el universo (es más que un mundo) educativo! Entre ellas hay otras noticias de muy diverso estilo, desde la profesora que descubre asustada a sus alumnos practicando lo aprendido en la serie El juego del calamar y reclama a los padres que actúen como tales a la vuelta a las aulas de los alumnos que han perdido sus escuelas por la lava de La Palma. Lo dicho, ¡un universo!, pero el punto sobre el que gira todo es la educación.
Ayer mirábamos al sistema educativo considerándolo en una crisis o, si se prefiere como parte importante de una crisis que se extiende por todo conjunto social contagiando a unos y a otros. No hay que considerarlo tanto efectos causales, unidireccionales, sino pensarlo en términos de interacciones, de flujos que se transmiten en múltiples direcciones. Los medios nos dan una buena muestra de la simplificación de las causas cuando señalan con su dedo informativo en que cubilete debería estar la piedra, pero casi nunca se encuentra allí cuando el trilero lo levanta.
El tópico del estudiante que estalla contra escuelas o universidades es el del mal estudiante. Sin embargo, todos los medios se han sorprendido porque no sea este el caso. Todos apuntan, por el contrario, que tiene un buen expediente, "brillante" dicen algunos medios. Las explicaciones convencionales fallan.
En RTVE leemos:
El universitario detenido por supuestamente
atacar el miércoles con una escopeta de caza la Facultad de Ciencias y
Tecnología del campus de Leioa (Bizkaia) de la Universidad del País Vasco
(UPV/EHU), compró el arma 'online' por la mañana y practicó con ella antes de
disparar contra sus instalaciones.
Así lo ha dado a conocer este jueves el
consejero vasco de Seguridad y vicelehendakari primero, Josu Erkoreka, que ha
agregado que aún no se conocen los motivos que han llevado a este alumno, con
un buen expediente académico, a disparar contra las dependencias
universitarias.**
La descripción
de este tipo de acontecimientos tiene mucho de "género" narrativo. Se
repiten los tonos y se siembran las expectativas de repeticiones según lo
ocurrido en casos anteriores. Pero por mucho que lo reduzcamos, este caso no
tiene trazas de ser un caso como "los anteriores", cuyos modelos
suelen estar en Estados Unidos y sus constantes incidentes de este tipo en
escuelas, institutos y campus. En estos casos, el deseo es hacer el mayor daño
posible y suele ser en muchas ocasiones una forma de suicidio dañino. No es
este el caso. Hace unos años tratamos aquí un caso de un incidente en una
escuela, creo que en Cataluña, en la que se dio un caso de retención de alumnos
en un aula. Los medios se empeñaron en describirlo en términos de "matanza
de escuela", pero todo se acabó viniendo abajo ante su propia
singularidad. Era otra la lectura de la situación, lo que llevo al desinterés
mediático.
Ayer tratamos el caso y lo vinculábamos con ese estrés detectado por los profesionales de la Psiquiatría dentro del sistema educativo, de un extremo a otro. Desconocemos las causas del incidente, por lo que no haremos ningún tipo de especulación sobre ellas. Más bien lo entendemos como una llamada de atención, de un aviso de los problemas —sea del tipo que sean— sobre un sistema que forma a las personas en un momento importante individual y socialmente. Los años dentro del sistema educativo son esenciales para la formación de la persona y, por extensión, su socialización dentro de un marco, de un sistema de valores y unas formas de comportamiento.
El
sistema educativo puede hacer dos cosas: corregir las desviaciones sociales,
tratando de ofrecer valores más positivos o, por el contrario, empezar a
regirse por los mismos valores insolidarios que existen en el exterior del
sistema. La educación que, como en el caso de Buda, trata de convertirse en una
burbuja frente al mundo exterior acaba fracasando. Tampoco se trata, como
quieren algunos, de preparar para la "guerra futura". El proyecto
"ilustrado" —y la educación como sistema nace de ese proyecto de
mejora social y personal— aspira a personas mejores en una sociedad mejor, más
justa y educada o, si se prefiere, educada en la justicia. Sin valores comunes,
difícilmente la educación puede ser lo que debe. Puede transformase, como en el
modelo de ciertos países, en un filtro de
élite mediante el cual unos reciben un forma
de vida a través de la educación que les hace distanciarse del resto de la
sociedad manteniendo sus privilegios de clase. La educación sirve, en estos
casos, para mantener elevadas las barreras que separan a las castas favorecidas
frente a los que quedan reducidos a políticas educativas de mínimos. Si la
educación precisamente era una forma de eliminar barreras, en estos caso, por
el contrario ha servido y sirve para crearlas, para marcar a sus estudiantes
como miembros de una élite cerrada que se perpetúa.
El
ejemplo del profesor jubilado que da clases en plena calle a un inmigrante
nigeriano para que alcance un título de Secundaria que le permita salir de la
situación en que se ve es una muestra de ese valor estimulante de la educación.
Y lo es doblemente.
La
noticia merece la pena leerse íntegramente:
Este llamativo gesto ocurre a diario en una
calle de Bilbao. Puedes ir paseando y ver a un profesor dar clases a un mendigo
a diario. Los protagonistas de esta emotiva historia son César, profesor
universitario jubilado, y Evans, un joven nigeriano que no tiene trabajo ni
dónde vivir.
Para intentar que esta situación cambie,
profesor y alumno no fallan a su cita diaria. César le enseña matemáticas y
otras asignaturas para que consiga sacarse el graduado escolar para después
encontrar un empleo.
Constancia y
apoyo, la motivación diaria de Evans
Evans llegó a Bilbao hace ya cinco años para
buscar trabajo, algo que por desgracia no consiguió. Y César se topó por el
camino un día con este joven nigeriano. El profesor le preguntaba a diario que
qué quería hacer para mejorar su situación, a lo que Evans le respondió que lo
que quería era "estudiar para sacarse la E.S.O".
Al saberlo, César no dudó un segundo en cómo
podía ayudarle: matemáticas, lenguaje, Historia… sobre un taburete que él mismo
lleva cada día y en plena calle, César resuelve las dudas del nigeriano de 34
años.
El profesor insiste en que "no basta con
saber hacer problemas matemáticos, sino que tiene que saber comunicarse con los
compañeros". Motivado por su profesor particular, Evans se apuntó a clases
para sacarse el graduado escolar. No falta ni un día aunque las matemáticas se
lo pongan difícil. "A veces me vuelvo loco", confiesa. Pero no se da
por vencido porque tiene muy claro su objetivo.
En el barrio todos se han hecho eco de este
emotivo gesto y aplauden la ayuda del profesor, pero también la constancia de
Evans. "Paso todos los días por aquí y siempre le veo estudiando",
asegura una vecina. "Me parece un chico majísimo y además es buen
amigo".
Con el apoyo de los vecinos, la ayuda de
César y las ganas que le echa Evans, no pierde ni un minuto porque el examen es
en mayo y está en juego salir de la calle.*
No
trato de contraponer un "caso bueno" a un "caso malo"; son
casos que coexisten, no se anulan, dentro del sistema. El hecho de que sea un profesor jubilado y
que tengan que estar en plena calle ya nos dice algo. De lo que sí estoy seguro
es que el ex profesor universitario no ha dejado nunca de serlo y que,
probablemente, se sienta muy feliz y lleno de sentido al hacer lo que hace. Pocas profesiones requieren de una vocación que es una forma de
ser, como la enseñanza. Comunicación y afecto son sus bases; enseñas porque te
importan los que están al otro lado. Cuando no te importan los que tienes
enfrente, la profesión pasa a ser otra cosa. Pero no todo el mundo lo ve así. Podría relatar muchos casos de sufrimiento extremo dentro del sistema educativo, en ambos lados, alumnos y profesores. Se mira hacia otro lado hasta que salta el caso.
No es fácil encontrar el sentido a lo que hacemos en el sistema educativo. Hay mucha inercia, falta de interés o desentendimiento rutinario en nuestros centros; hay mucho desvío de lo formativo hacia lo competitivo, demasiado enfoque hacia lo laboral y demasiada frustración por ello (¿se puede ser vocacional hoy?). Hay mucho docente sin vocación y mucho alumno sin más metas que el empleo, a veces ni eso. Hay mucho desprecio social hacia la enseñanza misma. Los países que saben valorar su educación tienen un enorme terreno ganado; lo que consideran que su misión es formar a las personas para tener una sociedad mejor, más culta, más dialogante, más abierta tienen realmente un futuro mejor.
La
situación de la valoración de la enseñanza en España no es la mejor, desde
luego. Estamos rodeados de un entorno culturalmente trivial, con una fuerte
agresividad política constante que busca que el ciudadano se sume polarizándose,
con un entorno laboral precario y mal pagado, con ofertas de baja calidad por
nuestro sistema económico fuertemente determinado (como vemos) por sectores
como el ocio, el turismo, la hostelería, etc. No hay muchas esperanzas en la
educación, produciéndose unas enormes cifras de abandono y fracaso escolar. Despreciadas
sus instituciones que acaban convertidas en espacios de botellones, como ha
ocurrido en mi universidad y en otras de igual manera.
Por eso
el ejemplo del profesor jubilado, dando clase en plena calle, ayudando a un
joven inmigrante a sacar su título de Secundaria, a ayudarle a entrar en una
sociedad distinta a la suya, es un ejemplo puro de lo que supone la educación
por ambas partes, un ejemplo desnudo de cualquier otra circunstancia más allá
de su finalidad esencial. La respuesta social de quienes ven a esas dos personas
ayudándose, trabajando juntas para conseguir un objetivo más allá de unas notas,
es emocionada.
Es un
ejemplo de lo que ayer reclamábamos desde aquí, de la rehumanización de la
enseñanza. Estoy seguro que pese a los múltiples años de docencia, ese profesor
sentando en la calle con ese alumno improvisado, deseoso de aprender, es una de
sus más vívidas y gratificantes experiencias de la vida.
Todos los movimientos que se van realizando en el mundo educativo acaban siendo distanciadores, deshumanizantes, convirtiendo la educación en lo que no debería ser: una maquinaría sin crítica de reproducción social. Hemos renunciado a un modelo de sociedad mejor y se nos han escapado sus verdaderos valores tras etiquetas falsas, que nos dan unidades de medición, pero que dejan fuera de la medida todo lo humano, lo que ha ido reorientando el sistema hacia un conjunto de intereses enfrentados.
La
enseñanza debería ser justo lo contrario, un modelo de convivencia y
confluencia, de confianza institucional y personal. Pero se ha ido en la
dirección contraria, lo que provoca, como veíamos ayer —ira, aburrimiento,
frustración, desinterés, abandono, conflictos, acosos, desprecio...— cuando debería ser todo lo contrario. Pero
confluyen en ella demasiadas cosas, hay demasiadas cuestiones críticas en su
interior.
España
debería repensar la educación, más allá de demagogias o intereses políticos y
sectoriales. Necesita pararse y ver hacia dónde va, cuál es el modelo que
quiere seguir, qué puede ofrecer a la sociedad. Decir "España" es
decir mucho y nada. Pero hay que ir más allá de lo que hay, más allá de esta
tecnocracia educativa, volver a la sencillez de un profesor, un alumno y una
ilusión por aprender que se nos mata cada día por las distracciones productivas
y rentables, pero malsanas, por las presiones constantes que nos alejan de lo
esencial, por el aumento de la burocracia y el control malentendidos como
búsqueda de "excelencia", obsesionada con rankings que llamen la
atención, etc. Hay que ir a las raíces de la educación. Pensemos en lo que
representan esos dos ejemplos que hemos visto, el de la enseñanza gozosa en
plena calle y el de los dispararon contra la fachada de una Facultad.
En el acto del profesor los medios hablan de "emotivo gesto"; es algo más. En el caso del tiroteo de la facultad, los medios se preguntan por la forma en que la compró, sacó la licencia, practicó, etc. sin entender su motivación al tener un "buen expediente"; será más, algo invisible para todos menos para él.
El sistema educativo tiene sus problemas en cada nivel y son el reflejo de nuestra propia sociedad; hacia él convergen los malos hábitos, las tendencias negativas. Si no lo usamos como corrector, será solo un reproductor de los problemas que vivimos en su propia clave.
* "El detenido por el tiroteo en Leioa compró el arma 'online' y practicó antes" RTVE.es 14/10/2021 https://www.rtve.es/noticias/20211014/detenido-tiroteo-leioa-compro-arma-online-practico-antes/2191120.shtml
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