Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
enorme paradoja a la que asistimos es que el aumento exponencial de la
información diaria no trae más luz sino más dudas y oscuridades. En gran parte
es debido a la propia acción humana, algo que hemos llamado
"desinformación" y que se relaciona con toda una serie de términos
que van de la mentira al bulo, pasando por toda una serie de variantes cuyo
efecto es el mismo, sumirte en un estado de duda y confusión o directamente el
engaño, con estafas de diverso tipo. Con mentiras de venden hoy productos y se
eligen presidentes; con mentiras se ganan elecciones y se arrastra a la guerra contra
un país. La mentira y sus variantes son unas armas enormemente poderosas y los
son cada día más precisamente porque aumenta su poder y eficacia precisamente conforme
los medios son más poderosos. Del rumor entre vecinos de un pueblo al global que
afecte a medio planeta solo media el alcance de las tecnologías comunicativa,
del boca a boca al tuit a tuit.
Antes
había mentirosos compulsivos, ahora los sigue habiendo, pero existen ya las
mentiras organizadas, ya sea en grupos o incluso en empresas en las que el
beneficio empresarial es el objetivo. Hay quien se hace rico especulando en
bolsa con información falsa que despista a los inversores; hay quien se hace
rico diseñando campañas de difamación para terceros, como el caso del Barça, en
donde el presidente anterior utilizó a profesionales para destruir la imagen
pública de sus propios jugadores. Invertir en desprestigiar es hoy un "honrado"
negocio con lujosas oficinas, empleados y becarios.
Este hecho
implica que la mentira llega allí hasta donde pueda llegar en función de la
tecnología empleada para difundirla, un principio general y no por ello menos
cierto. Antes se utilizaba mucho el término "cortar" para referirse a
las mentiras. Ahora es bastante complicado "cortar" cualquier
mentira, bulo, difamación, etc. porque la metáfora del "hilo" ha
dejado de funcionar para representar la expansión. Las tecnologías actuales son
explosivas, se expanden, como un estallido en todas direcciones. Se cuenta con
ello, desde luego. Quien lanza hoy una mentira lo hace a sabiendas que será
imposible cortarla, como se comprueba cada día. La mentira hoy requiere de una
intensa —y generalmente poco eficaz— contra campaña. Los mecanismos de
repetición son imparables y sus vías infinitas. La cantidad de personas a las
que podemos explicar que algo es mentira en ínfima en comparación con las que
han creído la primera versión, la falsa. Es muy difícil desalojar una mentira
de la mente de una persona, sobre todo porque se agarra a ella por algo, por
una voluntad de creer que será casi imposible erradicar. Es tan difícil anular
una mentira como introducir una verdad. Esto es cada vez más claro desde las
propias ciencias que se ocupan de nuestro comportamiento, dejando la
racionalidad como un mito ocurrente, un exceso de autoestima.
La verdad es que somos manipulables en exceso y los somos por dos cosas: somos muy ignorantes y además invierten mucho en conocernos, que quiere decir comprender mejor nuestros puntos débiles, las puertas más accesibles para la mentira. Hemos sustituido la "crítica", un intento racional de comprender las cosas que nos rodean, incluso a nosotros mismos, por la "queja", un elemento sentimental producido por la frustración de nuestros deseos. Eso nos hace muy vulnerables y, sobre todo, dependientes. La crítica se hace contra lo establecido; la queja, en cambio, se hace para que el poder solucione aquello que no hacemos nosotros.
El aumento de la capacidad de obtener datos, juntarlos, procesarlos y
obtener información, nos ha vuelto más vulnerables. Las nuevas herramientas
hacen prácticamente imposible mantenerse al margen y no suministrar datos que
permitan "conocernos" y manejarnos con diversos fines, de los
comerciales a los políticos. La pronta llegada de la "internet de las
cosas", de la que ya tenemos muchos anticipos, nos hará más vulnerables a
las mentiras y desinformaciones, más manipulables, aunque se nos repita insistentemente que se nos quiere conocer
mejor para hacerlo todo más fácil, en nuestro propio beneficio.
Un fiel retrato digital surge de nuestras acciones, de todas y cada una, que quedan
registradas. Ellas dicen más que nuestras palabras, revelan incluso aquello que
no conocemos o no queremos reconocer.
La
posibilidad de manejar los datos que producimos hace más fácil diseñar mentiras
a medida, tal como se nos puede confeccionar un traje. Son tan buenas, tan bien
construidas, que nos parecerán una segunda piel, una idea que ha salido de
nosotros.
En un mundo en el que todo es medio, una forma de llegar a nosotros, los medios tradicionales tienen que subsistir mostrando que las demás fuentes son poco fiables y pasan a cumplir una nueva función, la de filtro de lo que nos llega. Son ellos los encargados de certificar la veracidad de lo que nos hacen llegar. El valor mayor es siempre el de lo escaso, en este caso, la verdad.
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