Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
discusión funciona como una piedra lanzada a un estanque, con un punto de
impacto y una sucesión de ondas que se esparcen por su superficie en todas
direcciones. La piedra se hunde rápidamente, pero las ondas tardan más en
hacerlo. A diferencia de nuestro estanque, que podría llenarse de piedras y
secarse, el estanque mediático es infinito, capaz de acoger todas las disputas.
Sí, el
caso es discutir. Voy de canal en canal tratando de encontrar algún rincón de paz,
algo de sosiego, gente que esté de acuerdo en algo. Pero no es fácil. He
encontrado un rincón de paz, esos sí, en un canal destinado a que los niños se
duerman. No nos cuentan nada, solo son imágenes placenteras que se suceden,
casi hipnóticas, una vuelta a útero catódico materno. Creo que muchos niños ya
no se duermen si no es con el fondo de discusiones que les asegura que el mundo
sigue su camino, discutiendo, discutiendo, discutiendo...
Me
acuerdo muchas veces de aquellas palabras de Manolo Summers en una entrevista
definiéndose como "un español normal, un español cabreado". Lo malo
es que este "cabreo" se ha globalizado en lo que la lingüista
norteamericana llamó la "cultura de la polémica", una estrategia mediática
para convertir el mundo en un circo romano, con sus gladiadores a tiempo
completo, con sus leones siempre hambrientos, con sus víctimas arrojadas desde
las gradas. Sí, la pelea vende, la discusión conecta. Se puede rentabilizar
desde el punto de vista de la economía, de la política. No hay duda, el ejemplo
más claro lo tenemos en el "okupa" de la Casa Blanca, que lo ha
elevado a arte brusco, brutalista, descarnado. ¿Dónde ha quedado la sutileza?
Cosa de débiles, de refinaditos, sin futuro. Por contra lo que tenemos por delante
es la expansión de la discusión, la guerra en la paz. Hasta el pacifismo es
violento. Toda buena causa requiere malas maneras.
Dadme
un micrófono y moveré el mundo, habría dicho hoy el sabio griego. Con un
bolígrafo incendiaré países; con un teléfono, el universo, donde creo que
existe vida inteligente y por eso no vienen. ¿A qué, a discutir? "Si lo sé,
no vengo", dirían los extraterrestres empaquetando de vuelta.
Cualquier
buena noticia se tuerce. ¿Una vacuna a la vista? Pues ya tenemos a medio país
discutiendo con la otra mitad sobre quiénes se la deben poner primero, cada uno
con su lista. O si se la van a poner, que esa es otra. Y así para todo.
Lo
malo, insisto, en que ya no se considera un problema, sino una necesidad
estratégica. Para que alguien te escuche tiene que ser provocando polémica.
Partimos del principio que solo así se consigue algo, al menos lo básico: la atención.
La llamada "economía de la atención" se basa en el principio de que
da igual lo bueno que seas, tengas o vendas si nadie se fija en ti. La forma de
atraer la atención es dando espectáculo, que en español tiene un sentido
generalmente espectáculo, excepto el deporte, donde el que grita, insulta,
polemiza, etc. es al que, incomprensiblemente, llamamos el
"respetable", vieja herencia taurina.
La
atención se consigue elevando el tono, no la calidad de las ideas. Quien grita
más, quien lanza el insulto más ingenioso, gana. Lo vemos en el parlamento.
Pocas ideas y muchas "descalificaciones", un eufemismo para lo que se
llaman en público. De nuevo, "dar el espectáculo" ya no se considera
negativo, sino "dar espectáculo", supresión del artículo que tiene
mucha variación semántica.
Lo
conseguido por Donald Trump insultando a la gente es, desgraciadamente, un
camino con futuro. Los seguidores en diversos países, incluido el nuestro, ya
practican el insulto multimediático, que comienza con un tuit desde la cama,
continúa con una llamada a la FoxNews y acaba en la sala de prensa de la Casa
Blanca o a pie del helicóptero presidencial ante un micrófono. Hay que dominar
todos los medios.
En 2016, se informó de un escándalo en el parlamento canadiense, una diputada conservadora planteó lo siguiente: "“¿Por qué el gobierno trata a Alberta como un pedo en la habitación? Nadie quiere hablar al respecto o reconocerlo?”, dijo por el micrófono." Con dicha expresión trataba de expresar algo que sucede y que todo el mundo aparenta ignorar, que antes era la definición de una persona educada. El revuelo fue enorme, no por lo que ocurriera en Alberta, sino por lo que ocurría en el Parlamento, de aquel "p-e-d-o", como deletreaban los diputados en su discusión evitando repetirlo
Necesitamos
construirnos nuestros Shangrila mentales, remansos de paz por aislamiento. Lo
malo es que ahí surgen las discusiones con uno mismo en cuanto que te descuidas
y la mayoría no está preparada para eso. Mejor discutir fuera. Pero si todo espacio de encuentro se convierte en escenario de peleas, del ágora al ring, las perspectivas no son buenas. Te aburres o te desangras.
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