jueves, 8 de octubre de 2020

La culpa china y la agenda norteamericana

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La Vanguardia publica un artículo, firmado por Félix Flores, con el siguiente titular "La imagen de China en el mundo cae como consecuencia de la Covid-19". La titulación no deja de ser sorprendente porque más adelante se nos propone en un destacado "Italia y España son los dos países occidentales en los que los niveles de aprobación hacia el país asiático son superiores".

La explicación —o quizá explicaciones— del fenómeno y de la extraña percepción que lleva a esa titulación, en la que evidentemente se prioriza un punto de vista exterior frente al propio, al nuestro, frente a China. Claramente existe una guerra exterior comercial, con fricciones puntuales en determinados lugares, a la que se nos trata de arrastrar y cuyo frente de batalla es el comercio con China. Unas veces se refugian en la ideología (¿a quién la importaba que China fuera "comunista" antes de la guerra comercial?) y otras en el proteccionismo económico, pero la causa es siempre la misma: la pérdida de poder de los Estados Unidos en todos los terrenos. El mismo artículo al realizar su análisis señala que solo hay un país con una pérdida de imagen peor en la pandemia, Estados Unidos: "Solo Estados Unidos es visto como el peor gestor de la pandemia, con una apreciación negativa del 84% frente a un 15% positiva"*, se señala.

En cuanto a la valoración del presidente chino, Xi, se produce un fenómeno similar. Se nos dice que se produce una caída de su imagen, pero se señala más adelante: "[...] la desconfianza hacia el presidente chino ha aumentado notablemente. Sin embargo, es interesante observar cómo en Alemania obtiene una valoración negativa de un 78% mientras que la de Donald Trump es aún peor, de un 86%." ¿Hay algún país en el que haya mejorado la imagen de Trump o, incluso, la de los Estados Unidos?

Sin embargo, el titular nos lleva a China de forma continuada y siempre en aspectos negativos, con lo que se nos traslada la visión propia de los Estados Unidos, en donde China se ha convertido en una obsesión y, más allá, en una especie de "insulto" en la que los republicanos acusan a los demócratas de ser "pro China" y de querer, dicen, que los niños aprendan chino en las escuelas. Si Biden gana, señalan, China será la ganadora.

Observemos estos dos titulares de una misma noticia en la norteamericana CNN en español: "En el caos del debate Trump-Biden, China es el ganador" y "ANÁLISIS: en el caos del debate Trump-Biden, China y otros opositores a la democracia son los grandes ganadores". Se corresponde el primero con el de la edición en inglés. ¿Por qué es China el "ganador" en el desastre, universalmente observado, del debate presidencial? ¿No es algo obsesivo? El segundo titular es el que se corresponde con el anterior en la noticia y es digno heredero de la guerra fría; ese "China y otros opositores a la democracia" deja abierto un mundo en peligro, amenazante en el que los norteamericanos deben percibir su elección presidencial como la elección del candidato que les proteja frente a China, un salvador ante una especie de invasión que se avecina.

Se trata de crear un ambiente de rechazo suficientemente intenso como para arrastrar a la rivalidad en los ataques contra China, en asegurar firmeza contra el país y así lograr convencer a sus electores de que son el remedio necesario. Este es un camino peligroso, no solo por la xenofobia, de la que hemos tenido abundantes muestras durante la pandemia, sino por una peligrosísima escalada que puede volverse violenta en cualquier momento si se dan las condiciones de "tormenta perfecta". No hay que jugar con fuego y China se ha convertido en un arma arrojadiza entre unos y otros.

Los titulares del debate entre Kamala Harris y Mike Pence nos dejan el mismo tono: "Pence y Harris hacen de China el caballo de batalla económica en un tenso debate" (Expansión). Ya anteriormente, Trump había intentado vender su derrota electoral como una maniobra de los chinos. Si pierde, decía, los chinos son los responsables: "Trump asegura que China "hará todo lo que pueda" para hacerle perder las elecciones presidenciales" (RTVE 30/04/2020). De nuevo la misma práctica de responsabilizar por lo que se considera un gran desastre y un ataque a los Estados Unidos, que Trump no gane las elecciones, algo que considera lógico, justo e inevitable. Para Trump, perder es solo posible con la ayuda de China, que ocupa el papel simétrico al de Rusia en las anteriores elecciones.

El titular actual de CNN hace que China y Trump desplacen el protagonismo de los vicepresidentes en el debate: "Trump threatens China with big price 'for what they've done to the world' as campaign looks to shift blame". El nivel de amenaza vuelve a ser un aliciente para el voto, algo, insistimos, muy peligroso y que nos desplaza en la historia a momentos de enormes crisis internacionales. Trump y su equipo anti china (o anti Europa o anti Latinoamérica o anti...) han conseguido crearse una imagen agresiva en el mundo que está siendo aprovechada para responsabilizar a China de cualquier problema, especialmente de los producidos por la inoperancia de los propios dirigentes, que consiguen desviar la atención hacia un punto exterior sobre el cualquier cosa puede ser dicha. Y, lo que es peor, aceptada como una verdad que no es necesario demostrar. Así ha sido desde las acusaciones sobre Huawei, el 5G o el coronavirus. Todo lo que se afirme sobre China es cierto "por defecto". La carga de la prueba corresponde a China; es ella la que debe demostrar que es inocente.

Para el resto del mundo es peligroso aceptar la "agenda norteamericana", es decir, hacer nuestra una visión que no se corresponde con la "democracia", por mucho que lo repitan, sino con sus intereses económicos y su pérdida de influencia en el mundo. El mundo destruido tras la II Guerra Mundial no es el de hoy. Trump y sus socios parecen empeñados en reproducir un mundo de posguerra, es decir, de protección militar y de crisis económicas que permitan su desarrollo, como sucedió entonces. No hay otra postura más que el control. Lo que llaman "democracia", en traducción, es "Estados Unidos" y sus intereses mundiales. Todo lo demás son amenazas.

Hoy los intereses norteamericanos no son la democracia ni las libertades. Las amistades de Trump con los mayores dictadores del planeta, sus frecuentes abrazos y piropos, empezando por el mundo árabe, nos muestran claramente que no es la democracia lo que les importa ni las libertades de los pueblos. Por el contrario, con él ha avanzado el racismo, la misoginia y un concepto imperial y pragmático, egocéntrico, que todos los líderes de países temen desafiar. El caso de Jamal Khashoggi ha dejado en evidencia, como reconocen importantes medios norteamericanos, la credibilidad exterior democrática.

No creo que Trump pase a la historia por su apoyo a las libertades de nadie, sino más bien por lo contrario. Pasó de la obsesión por construir muros para que no entrara nadie a construir muros para que los demás no salgan, como está haciendo con China, creando un cerco impuesto a base de sanciones, al igual que hace con todos aquellos que piensan que amenazan su poderío económico y militar.


No creo que la Unión Europea sea precisamente antidemocrática y padece también sus vaivenes proteccionistas o sus iras cuando expresa que debe crear su propio sistema de defensa. La política de aranceles y sanciones a quienes tienen relaciones con quienes no le gustan es un peligroso precedente de lo que debe ser el funcionamiento mundial. Sin embargo, China es la responsable de todos los males del mundo, lo que evidentemente no es cierto por mucho que los norteamericanos candidatos a gobernar la poderosa república se empeñen.

La información de La vanguardia nos explica así, de forma general, los resultados de la encuesta realizada y que da lugar al titular: 

La imagen de China en el mundo se ha deteriorado en lo que va de año, según muestra una amplia encuesta de opinión pública realizada por el Pew Research Center en catorce países y hecha pública ayer. Esa visión negativa del gigante asiático ha alcanzado su punto máximo, dice el instituto, en los más de diez años que lleva practicando este sondeo. Los países objeto de la encuesta son Australia, el Reino Unido, Alemania, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Estados Unidos, Corea del Sur, España, Italia, Francia, Canadá y Japón.

En esta ocasión, el centro de la investigación remite a la gestión de la crisis generada por la Covid-19, no solo en China sino en los catorce países en los que se realizó la encuesta y también por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Unión Europea. A pesar de que en relativamente poco tiempo las autoridades de Pekín lograron poner coto a la epidemia en el país, el 61% de los encuestados juzgaron que la gestión china de la Covid-19 fue mala frente a un 37% que opina que fue buena, lo que remite sin duda a la percepción de cómo China reaccionó ante el resto del mundo.

Esto da como resultado una caída, prácticamente en picado, de la valoración de China en Japón, Australia, Suecia, Canadá, Holanda o el Reino Unido. Por el contrario, en España e Italia –país este último que recibió auxilio de especialistas chinos en el momento de ser el país europeo más afectado por el virus– la valoración es más moderada, con una percepción negativa del 63% y el 62% respectivamente, lo que contrasta con el 81% de Australia o el 86% de Japón.* 

Nuestras valoraciones son, en gran medida, el resultado de las informaciones que recibimos. Estas influirán en nuestra forma de percibir el mundo. Por eso es importante comprender los mecanismos de formación de la opinión y los lazos informativos, económicos y políticos que se crean internacionalmente.

Trump se desvió intensamente hacia China tras el fracaso del enemigo del sur, de la cuestión del muro que había que construir y México debía pagar. Ahora es China su obsesión. Fruto de esa obsesión, conecta todo con ella: los chinos quieren que gane Biden; manipularán las elecciones para lograrlo; el virus chino; la factura a China; el peligro amenazante para la democracia, presiones para que sea sancionada, alianzas con países próximos (como Australia, con fuerte intereses), etc. Toda esta retórica agresiva es muy peligrosa y no conviene dejarse arrastrar por ella.

La guerra de la información es poderosa. Es la guerra por influir en la opinión a través de las agendas mediáticas, que se configuran según determinados intereses. Aquí hemos resaltado en mucha ocasiones curiosas confluencias de medios repartidos por el globo, campañas contra determinado países, alianzas mediáticas.

Pero la agresividad de Trump está llevando todo esto a un nivel peligroso. Esperemos que las condiciones para esa tormenta perfecta no se den. En cualquier momento puede saltar.

La caída más fuerte, según el informe citado, no es la de China, sino la de Estados Unidos; no es la de Xi, sino la de Trump, según se nos dice en el texto. Y los dos países, según el informe y la información, donde menos se ha producido la caída china son España e Italia. ¿Por qué no decirlo? ¿Por qué asumir la agenda norteamericana? 

Como cierre, este interesante titular en la BBC de ¡2016! Parece que el tiempo no pasa por algunos o, si se prefiere, que los intereses son más constantes de lo que pensamos. La obsesión china viene de lejos.

* "La imagen de China en el mundo cae como consecuencia de la Covid-19" La Vanguardia   7/10/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20201007/483902376216/coronavirus-imagen-china-mundo-cae-consecuencia-covid-19.html

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