domingo, 13 de septiembre de 2020

El impresentable lector molesto

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Acababa de mandar a mi doctoranda Ebbaba un artículo publicado en La Vanguardia esta misma mañana con el titular "Francia prohibirá los certificados de virginidad para las musulmanas". Me contestó por el Messenger con un sencillo "¡Por fin!". Eusebio Val, el corresponsal del diario en París, nos informa de la medida tomada por el gobierno de Emmanuel Macron para evitar lo que han calificado como una especie de "secesionismo", un movimiento envolvente para saltarse la leyes igualitarias de la República y crear nichos de control islámico en el que, mediante vigilancia y fuerza, se pueda mantener la presión especialmente sobre las mujeres, auténtica batalla para no perder el poder intercambiable del patriarca y la religión, ya que el uno se basa en la otra para asegurarse la superioridad y la sumisión femenina mediante el socorrido truco del "¡Dios lo quiere!".

El artículo explica el sentido de los certificados de virginidad dentro de la sociedad y, especialmente, lo que supone de refuerzo de la autoridad. Escribe Eusebio Val: "El rigorismo islamista forma un ecosistema, un mundo aparte. Nace de las mezquitas, de asociaciones culturales, de gimnasios, de cafeterías donde se fuma la cachimba o pipa de agua."* Es cierto y aquí lo hemos descrito en distintos momentos en estos años. Conforme se produce una mayor salida de sus países ya sea por inseguridad física o porque el clima se hace irrespirable por la presión de los islamistas en cualquiera de sus variantes, las poblaciones que se forman pasan a recibir a los grupos vigilantes, los que evitan que puedan "liberalizarse" al vivir lejos de los centros propios. El emigrante se les escapa y hay que mantener la cadena alargándola para que no se crean libres para marcar su destino, que claro está, se encuentra en manos de Dios y ellos han de vigilarlo.


La cuestión se agrava en la segunda generación, en los hijos de la emigración, ya que reciben educación en las escuelas con otros valores, algo muy importante dentro de la cultura republicana francesa que ha hecho de la escuela su forma de normalización nacional. Por eso se presiona sobre esta segunda generación, con un efecto desigual. Algunos se alejan, mientras que se radicalizan otros. En este segundo caso, la actitud de aceptación o rechazo de la sociedad es determinante. Es el racismo el principal radicalizador de los futuros terroristas, que repasan una vida de rechazos en sus poblaciones, de discriminaciones y desprecios. Son mucho más proclives a aceptar el discurso antioccidental del terrorismo, pues estos "seductores" islámicos saben aprovechar bien los fallos y debilidades, los miedos y los odios acumulados. Recordemos el caso de los atentados en Barcelona con los jóvenes formados por el tristemente famoso imán de Badalona que los acogió y los fue llevando hasta el punto suficiente para convertirlos en terroristas. Recuerdo los titulares y las entrevistas con sus profesoras, incapaces de creer que aquellos niños que habían tenido en clase se hubieran convertido en despiadados asesinos, con su odio canalizado hacia lo que les rodeaba.

En el caso de las mujeres suele ser bastante distinto. Hay una mayor rebeldía porque es mayor el contraste entre la sociedad en que viven, con un mayor grado de libertad, respecto al que sus propias familias les suelen permitir. Las hijas son vistas muchas veces como la forma de mantener los lazos con el país mediante el matrimonio, muchas veces acordado por las familias.

Es ahí donde entra la cuestión de los "certificados de virginidad" solicitados.

Los certificados de virginidad son hoy algo bastante infrecuente en Francia, pero continúa habiendo peticiones y médicos que se prestan a ello, a pesar de que los colegios profesionales se oponen de manera taxativa desde hace años y de que la seguridad social no cubre el servicio. Suele tratarse de mujeres jóvenes que van a casarse, casi siempre fuera de Francia, en sus países de origen. Para evitar suspicacias de la familia del novio, o para tranquilizar al propio padre –cuando es muy conservador–, prefieren que un ginecólogo confirme por escrito que su himen está intacto.*

 

El certificado, se nos dice también en el artículo, puede ser falsificado para proteger a la joven, que puede sufrir las consecuencias. Lo malo es que no se contendrán con la prohibición y buscarán otras formas de "garantías", incluso forzando viajes de regreso al país de origen para que algún médico "piadoso" realice la esencial revisión y emita el certificado.

Recordemos el papel de los certificados de virginidad que los médicos militares egipcios practicaban a las manifestantes de la cairota Plaza de Tahrir, que fueron justificados por el entonces responsable, el ahora presidente al-Sisi. Se trataba, decía, de evitar que se considerara a los militares como responsables de la pérdida de la virginidad tras las detenciones y de "tranquilizar" a los padres sobre el estado de sus hijas. El método fue considerado una forma de represión especializada para las mujeres y evitar que tuvieran un papel activo en las manifestaciones de la Primavera Árabe.


Los choques entre la primera generación y la segunda pueden llegar a ser trágicos entre padres e hijas. Hace un par de semanas, la prensa egipcia y norteamericana se hacían eco de la detención en un pueblo de Texas, tras doce años en paradero desconocido, de Yaser Abdel Said, uno de los criminales más buscados por el FBI tras el asesinato de sus dos hijas, de 17 y 18 años, en el mismo estado norteamericano. A principios de agosto se había lanzado una campaña en redes tratando de encontrar al asesino. En Egyptian Streets leemos sobre esta campaña:

Merhan Keller, a women’s rights activist who started the recent social media campaign in Egypt ‘Amina and Sarah’ (أمينة وسارة), said the support shown by people made her believe he would one day be caught, whether it was in Egypt or the United States of America.

“I can’t be happier and I knew in my heart that he would be caught if people came together in solidarity and that’s exactly what happened,” said Keller.**


El brutal crimen lleva el sello del patriarca, del dueño de la vida de las mujeres bajo su mandato, de cuya vida dispone, ya sea para casarlas o para matarlas. La violencia contra las mujeres  aumenta conforme el  patriarcado se da cuenta que la actitud ya no es la sumisión, sino la rebeldía, la exigencia de los derechos propios y la autonomía. Es el efecto de la Primavera y también su causa. La presencia de las mujeres reivindicándose y reclamando su espacio y capacidad de decisión es el mayor desafío en unas sociedades en donde el mayor paria reclama su derecho "divino" a controlar la vida y destino de las mujeres.

El movimiento reaccionario surgido tras los intentos fallidos de la Primavera árabe, salvo en Túnez, se han saldado con un nuevo machismo tradicionalista, apoyado y fomentado, como ocurre en Egipto, desde el poder mismo. La reclamación de derechos de las mujeres es contagiosa; la igualdad que se exige va más allá de las matemáticas. En realidad se reclama algo más profundo que subvierte el sistema y asusta al poder. La construcción del Estado mismo sobre el modelo de una familia autoritaria, con un foco monolítico en el varón, conectado con una divinidad sancionadora de la que el poder terrenal es representante, ha hecho retroceder a la sociedad hacia un tradicionalismo conservador, autoritario, fundamentado intensamente en la religión, percibida como el justificante de la situación. No es casual que "feminista" sea un término sinónimo de delito contra el islam, contra su sentido de la familia y subversor del orden social y contra la autoridad que lo mantiene.


Lo que me ha decidido a escribir todo esto es un simple comentario de un lector al final de un artículo titulado "Documenting Egyptian Girlhood Through the Art of Fashion Photography", firmado por Mirna Abdulaal, aparecido ayer en Egyptian Streets. La periodista nos ofrece su planteamiento desde el inicio:

 

“Fashion photographers are the new painters,” renowned fashion photographer Peter Lindbergh once said. But in other societies, they aren’t just painters; they’re also storytellers, activists, academics, and historians. They look at fashion more as an art form, exploring multiple socio-political issues such as feminism, identity, and resistance.

In Egypt, fashion photography has been rising over the recent years against dramatic social and political shifts that have radically altered the social fabric. From the 2011 revolution to the rise and fall of ex-president Morsi, and now with the current status quo, questions of identity came to very much take hold among the youth, with some starting to define their own independent identity that is quite detached from the social and political context.

We see this most evidently on social media, particularly on visual social platforms such as Instagram or TikTok, as it allows young girls and boys to be more exposed to various identities, as well as express their own. Yet there is also a new generation of fashion photographers that are presenting new ways of documenting contemporary reality, and more importantly the identities of young women. Creating an aesthetic out of the lives of Egyptian youth and the way they dress, and unveil the many different identities that have come to develop over the years.***

 


Es claro y sencillo: la moda es una forma de expresarse los jóvenes y los fotógrafos de moda documentan esas formas de identidad. Cerradas otras vías de expresión, la moda se convierte en discurso personal y social.

Al del artículo y del reportaje fotográfico que lo ilustra ha aparecido un comentario: "Feminist articles only." El comentario va tanto contra el artículo (y la autora) como contra la publicación. La palabra "feminista" se ha convertido en algo más que en un insulto; es una descalificación y, peor, indicador de un delito contra el orden. El sentido de su publicación es claro: descalificar el contenido y alejar a los posibles lectores reduciendo su efecto. Para un varón egipcio como el firmante, es solo un cúmulo de tonterías; algo que le aburre y que solo sirve para llenar la cabeza de las mujeres de tonterías que siempre acaban mal. El "solo" descalifica además a la publicación en su conjunto, tratando de alejar a los lectores advirtiéndoles de la pérdida de tiempo... y del peligro. No entra en ideas, solo descalifica, marca como negativo.


No es la primera vez que aparecen estos mensajes y comentarios despectivos al final de los artículos de Egyptian Streets, una publicación esencial en el Egipto de hoy ante el hundimiento controlado de la mayor parte de la prensa y el avance del conservadurismo del régimen, apoyado en la religión con la excusa de la moderación. Pero la realidad es que ese control a través de las órdenes (fatwas) de los clérigos tiene un efecto negativo en el conjunto. Controlas que los radicales no estén en las mezquitas, pero a cambio está introduciendo un mensaje tradicionalista que corta la trayectoria de las mujeres y sus demandas de derechos y autonomía.

Las mujeres son siempre la moneda de cambio en las negociaciones, como ocurrió (y ocurrirá) en Afganistán. La obsesión de los radicales con las mujeres no es casual. Ellas pueden causar el deterioro de esa autoridad patriarcal aplicable a las familias; se mantiene, además, una insoportable desigualdad en todos los campos, en los que las condiciones de las mujeres son muy diferentes a las de los hombres. Para aumentar el control y reducir la contestación, por ejemplo, se ha ido rebajando la edad de los matrimonios burlando la legalidad con acuerdos de palabra que solo se cumplen cuando llegan a la edad de matrimonio, caso bastante frecuente en Egipto. Las desigualdades en los divorcios, en las custodias de los hijos, en las pensiones, etc. son cada vez mayores, amparadas por jueces. Los escándalos, tratados estos días, de las violaciones que amparan a los hijos de los ricos, saltan a los medios, como el "Fairmont Case", conocido desde 2014, del que han escapado la mayor parte de los acusados antes de que interviniera la fiscalía general. El escándalo de los llamados "matrimonios de verano" en el que principalmente ricos saudíes se casan con niñas para devolverlas a la familia pasada la estación no se tapó con el infame ministro de Justicia (ya tratamos de esto), presidente del club de jueces, con la exigencia de una "fianza" al pedófilo, que fue la solución, en el caso de que hubiera diferencias superiores a los 20 años entre los contrayentes con el beneplácito de las familias.

Las cifras egipcias de mutilación genital femenina, la ablación, practicada en más del 80% de la población femenina y las de acoso hacen ver que la queja del lector supone algo más que un desprecio hacia el texto y la publicación. Son un intento de "normalización" aberrante y de estigmatización de quienes denuncian la situación de las mujeres no solo en Francia y contra sus valores republicanos. Es un proceso que requiere políticas, de denuncia y de acciones de apoyo decididas tanto de los gobiernos como de las instituciones civiles.


Los certificados de virginidad que ahora quiere abolir son un requisito en muchas partes. No solo es necesario combatir estas prácticas, sino visibilizarlas, que es precisamente lo que tratan de ocultar silenciando a quienes lo denuncias, como ha ocurrido en el "caso Fairmont" en Egipto, donde la denunciante y los que lo publicaban eran amenazados de muerte. Los gobiernos no siguen políticas activas contra estas prácticas porque saben que los islamistas no necesitan el poder si tienen el control social desde la base, es decir, desde el asentamiento de las costumbres. Ese es el terreno que saben les allanará el camino hacia la cumbre política. Por eso la forma de evitarlo es robarles su programa de control de las mujeres.

Es importante dar visibilidad a estos casos porque es la forma de que muchas puedan dejar de soñar con su propio camino y hacerlo una realidad. Hacen falta más fotógrafos que documenten la imagen de las nuevas mujeres, las que quieren encontrar su camino y estar siempre en la senda marcada por el patriarca de turno, su dueño y señor. El hecho de que al lector le molesten las noticias y artículos "feministas", con los problemas existentes, nos muestra que es él, precisamente, el problema, su actitud, desprecio y visión reducida y retorcida del mundo. Los problemas de las mujeres son una pérdida de tiempo y causa de aburrimiento.

Son necesarios algo más que las noticias llamativas. Hay que calar en lo que significa vivir cada día, comprender que son las cosas más sencillas las que marcan las grandes diferencias, como en este caso, tener la libertad de ponerse un jersey o hacerse un peinado o... cualquiera de esas cosas que hacemos ya por rutina, olvidando cuánto costó lograrlas y la necesidad de seguir avanzando.

Hay que apoyar estas iniciativas y no dar la sensación de que no nos importa su destino porque estaríamos siendo, además de crueles e injustos, contrarios a nuestro deseo de libertad, que sería simplemente un lujo que, por ahora, podemos permitirnos.

 


* "Francia prohibirá los certificados de virginidad para las musulmanas" La Vanguardia 13/09/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200913/483443139156/francia-igualdad-musulmanes-certificados-virginidad.html

** "Egyptian-American Who Killed His Daughters Arrested After 12 Years: FBI" Egyptian Streets 27/08/2020 https://egyptianstreets.com/2020/08/27/egyptian-american-who-killed-his-daughters-arrested-after-12-years-fbi/

*** "Documenting Egyptian Girlhood Through the Art of Fashion Photography" Egyptian Streets 12/09/2020 https://egyptianstreets.com/2020/09/12/documenting-egyptian-girlhood-through-the-art-of-fashion-photography-malak-el-sawi/


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