Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Finalmente,
apenas hay otra cosa: la vuelta a la escuela. La agenda mediática está ocupada
con este imperativo, una vez terminado el tema del turismo o, si se prefiere,
de su ausencia. Si revisamos los medios de hace tres semanas, el regreso a las
aulas apenas aparece. Ahora no hay otra cosa. La historia de la España desde
marzo es la historia de las lamentaciones. Uno tras otro, los temas aparecen
cuando no ya no hay más remedio, repitiendo el mismo esquema. Ahora le toca la
escuela... y a los prostíbulos, un extraño maridaje temático.
La
sucesión de los temas no es trivial. Revela algo sobre nuestras prioridades y
en nuestra forma de trabajar sucesiva. Cada tema arrastra a sus damnificados,
responsables y expertos que rápidamente saturan el medio con sus discursos.
La
sucesión es lo contrario de la previsión. El titular suele empezar por
"preocupación" y termina con "indignación", como ocurre
ahora con la educación y ha ocurrido antes con otros sectores, como la
hostelería o el ocio nocturno. Empiezan preocupados y acaban indignados. Se
empieza pidiendo ayudas y se termina
pidiendo compensaciones.
Como en
cualquier sector, unos y otros ponen sobre la mesa ventajas e inconvenientes,
carencias y necesidades. En el caso educativo, las carencias se acumulan. Son
el resultado de una falta de previsión notable. No se va a improvisar en unos
días lo que hace falta, que es mantener las medidas generales de protección e
invertir en lo que hace falta, medios, espacios y personal. Y eso es lo que no
se ha dado.
De
nuevo vuelven a clamar por unidad y por no afrontar cada uno la implantación de
medidas. El fin de esto lo hemos vivido con el turismo, solo que aquí no hay
ganancia ni patronal, sino padres, que aunque la raíz sea la misma,
tienen un talante distinto porque lo que se juegan es muy diferente.
De
nuevo, el conflicto se traslada de lo público a lo privado. Las escuelas
públicas obedecen lo que les dicen... o se declaran en huelga. En la privada
este es el único lujo que no se pueden permitir y ven en ello una forma de
competencia. La seguridad para quien la financia. Un entorno más seguro, como
el que se paga la seguridad en casa contratando un sistema antirrobo, es para
quien invierte en ello. Otro motivo de enfrentamiento.
No
hemos sido capaces de asegurar la seguridad de las residencias, otra vez con
brotes, ingresos en UCI y muertes ¿y vamos a asegurar las escuelas? Los niños
entran y salen cada día de la escuela. Lo único que se puede es tratar de
asegurar algo en lo que muy pocos creen: la ausencia de contacto, el
mantenimiento de las distancias. Lo más sencillo, dentro de lo que cabe, la
higiene, con mucho lavado de manos.
Las
residencias pueden ser cerradas con los ancianos confinados y prohibición de
visitas, ¿pero las escuelas? ¿Las cerramos con los niños dentro? Parece poco
probable. No sé cómo estarán, pero seguro que hay cola en los viejos
internados, que se cierren a cal y canto, un entorno controlado al alcance de
pocos. Es la auténtica burbuja si se cierra bien, ¡pero es tan difícil estar
aislado! Recordemos los misteriosos contagios de tripulaciones que llevaban
meses en alta mar.
Pero el
problema será lo que ocurre en las casas. La seguridad que se pueda mantener
fuera se rompe dentro. Un solo miembro de la familia puede contagiar dentro al
resto. Ese concepto de "convivencia" que están usando para sentarse
en una cafetería es más teórico que práctico porque nadie vive realmente de esa
manera. Cada día nos relacionamos con gente distinta, más allá del entorno
estable. Vuelvo al ejemplo de error cometido por Japón con el barco con
contagiados al inicio de la pandemia: acabaron contagiándose unos a otros en
uno de los casos de mayor estupidez estratégica vistos.
Parece
que han pasado años, pero ha sido hace apenas unos meses. El efecto del COVID19
sobre la percepción del tiempo es grande. El pasado se hunde a enorme velocidad
separándose de nosotros. Puede que sea el deseo que tenemos de perder de vista
esta situación tan compleja. Pero no es bueno olvidar.
Nuestras
autoridades tratan de tranquilizarnos diciendo que por muy mal que estén las
cosas, "esto no es marzo", frase que debería quedar para los anales
de la Historia. Refleja el punto al que se llegó... y al que se puede llegar.
De nuevo, el criterio es el de la saturación de UCI y hospitales, del
agotamiento del personal sanitario. Los contagios son muchos, creciendo cada
día, y las muertes, nos aseguran, son menos porque baja la media de edad. Es un
pobre consuelo, desde luego. Se trata finalmente de ir tirando hasta que llegue
es anhelada vacuna (no fiarse de rusos ni
chinos es la consigna), maná del cielo, tranquilidad de gobernantes y que
asegure la llegada a una "novísima normalidad" y salir de esto.
Como
sociedad debemos estar preparados para lo previsible, que es lo que ocurrirá con
las escuelas al igual que ha ocurrido con otros sectores. No iba a ser algo
distinto.
Lo que hay que tener es protocolos claros y asequibles a los medios
disponibles, que es lo que hay que incrementar. Desgraciadamente, con el tiempo que hay, el tipo de reformas del
espacio necesarias no van a ir más allá de marcar algunas mesas como no utilizables
allí donde sea posible. Tampoco da para mucho resolver las necesidades de
personal, lo que llevará a otra disputa con los sindicatos en el momento que se
presenten "voluntarios" de apoyo, como ya ha ocurrido con los
"rastreadores voluntarios".
No se
ha avanzado nada en los caminos que se debía haber recorrido. Es mejor la queja
que el arrimar el hombro todos juntos. Nos siguen minando nuestros propios
defectos, nuestros vicios irrenunciables, los que nos hace preferir la gresca
al acuerdo. Son ya años de selección de dirigentes por su capacidad de morder
al contrario antes que por su capacidad de acuerdo. Y esto se paga.
¡Lo que
costó decretar un estado de alarma necesario, como se ve perfectamente hoy! ¡Y
lo pronto que se vieron de nuevo las disputas cuando cada uno quería gestionar
su "propio éxito local"! De nuevo, ante el desastre, salen las voces
de la unidad necesaria. Nadie quiere excederse en medidas y ser señalado por el
dedo comparativo acusador. De nuevo se pide Fuenteovejuna, todos a una, pero el
espíritu tras la mano tendida es el mismo, el de la tregua mientras pasa el
chaparrón.
A estas
alturas, se han desaprovechado las televisiones autonómicas para crear calanes
educativos, seleccionar materiales adecuados de apoyo, producirlos si es
necesario. Se ha preferido seguir con las infumables programaciones, concursos
y turismo, vídeos de las redes, películas y videoclips. La televisión es un
medio que llegar por todas las vías, barato. Los intentos de hacer programas
para el curso anterior se saldaron con críticas brutales, porque aquí se
defiende el barco propio, aunque esté ya en el fondo del océano.
Igualmente
solo se han desarrollado programas educativos por algunas empresas que han
visto, con razón, la necesidad de elaborar materiales complementarios. Tampoco
materiales impresos, libros de textos aplicados a las materias que sirvan de
apoyo específico. Todo va a esa esperada reunión de la "última semana de
agosto", en una angustiosa cuenta atrás en la que comprendemos lo suicida
del vuelo.
La
maquinaria del estado es demasiado pesada, demasiado lenta y contradictoria
para actuar con agilidad y consenso. Los titulares hablan de angustia, enfado,
desesperación, incertidumbre, etc. respecto a la lo que llegará en unos días.
No se podía esperar mucho más a la vista de lo ocurrido en esta etapa de la "desescalada",
que no lo era tanto.
Lo
prioritario era el turismo, contentar a las patronales de los sectores. No ha
servido de mucho a la vista de los resultados. Ahora le toca al mucho más débil
sector educativo que se las tendrá que ver con lo que llegue sin demasiadas
esperanzas o ayudas.
Seguimos
queriendo fraccionar la realidad para manejarla. No hay sector
"seguro" si las medidas no se toman adecuadamente y, lo que es más
importante, con fianza y buena voluntad, ayudando todos porque la enseñanza
afecta a la totalidad de la sociedad.
Nos falta la mentalidad de conjunto,
seguimos con el sectarismo y la queja en vez de poniendo soluciones y esfuerzo conjunto encima de
la mesa.
La
enseñanza pública, como la sanidad pública, lleva décadas reduciéndose,
cerrando colegios y con pocas plazas y mucho interino.
Ahora pagamos esos
recortes sectoriales Hoy nos damos cuenta de sus efectos con todo su dramatismo. El sector público ha ido perdiendo eficacia, recortado, mutilado. Residencias, hospitales, escuelas, universidades, transportes públicos... todo llevado al límite de la subsistencia y la buena voluntad. Tenían razón los sanitarios y ahora los maestros y profesores. No hace falta tanto aplauso, sino valorar estos sectores y a a quienes están en ellos en función de su enorme importancia social. Ahora tenemos el drama, ya llega septiembre, aquel mes tan lejano, el que sigue al verano sin turismo.
Los problemas del regreso a la escuela están por todas partes y muchos serán inevitables. Pero es la sensación de improvisación, de falta de coordinación lo que irrita e inquieta. Hay muchas decisiones pendientes de las indicaciones, de un poco de luz.
La
educación se nos cae encima, como se nos cayó encima la sanidad. Ahora es el "cole"; en unas semanas será la "uni". Vuelta a empezar, cambio de
titulares, nuevas polémicas... lo de siempre.
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