Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Son
muchas las formas en que se puede enfocar la pandemia como fenómeno complejo
que es. Nos afecta en todos los aspectos de la vida y poco a poco comenzamos a
darnos cuenta de los cambios cuando nos
vemos obligados a modificar las acciones o situaciones más sencillas. Todo ha
cambiado. Lo que parece sencillo de realizar —no se nos piden grandes cosas— se
convierte en un obstáculo, en una barrera de enormes dimensiones. Y esto ocurre
normalmente en los aspectos más sencillos y habituales, aquellos que realizamos
de forma casi mecánica y que, según parece, para muchos se convierte en un
auténtico drama.
La
Vanguardia le dedica un interesante artículo, firmado por Mayte Rius, a los
aspectos psicológicos y a cómo afecta a aquellas personas que, a diferencia de
otros, cumplen con las instrucciones que han sido dadas a todos. El titular es "Cómo
no sentirse frustrado o ‘bicho raro’ por cumplir las normas de distancia
social" y señala:
La “nueva
normalidad”, la aplicación de restricciones
y normas de distancia social en nuestras relaciones y en nuestras rutinas
diarias, comienza a pasar factura a muchas personas. En especial a los “cumplidores”, a aquellos que han
aceptado que para frenar la pandemia del coronavirus hay que ponerse la mascarilla
si se está cerca, guardar metro y medio o dos metros de distancia al hablar con
otras personas, evitar los encuentros multitudinarios, los lugares muy
frecuentados o incluso los desplazamientos innecesarios.
Muchas de estas personas llevan semanas viendo
como conocidos, amigos y familiares están disfrutando de un verano “normal”,
abrazándose, comiendo sin distancia, compartiendo copas y tapas... O asisten a encuentros familiares o reuniones con
amigos donde se sienten “bichos raros” o son tildados de “extremistas” o de “paranoicos” porque conservan puesta
su mascarilla o recuerdan a otros la necesidad de “no pegarse tanto”.*
¿Es
posible que los cumplidores sean atacados,
marginados, etc. por parte de los que
no lo hacen? Indudablemente, forman parte de la propia dinámica de los grupos
estas luchas o presiones sobre los miembros de tal manera que se produzca una
alineación en un sentido u otro. Cuanto más dependen del propio grupo es más
fácil que esta situación de presión se produzca. Cuanto más regulada
exteriormente esté el comportamiento, los conflictos serán menores, pero allí
donde exista una regulación que dependa el comportamiento individual y del
pacto, el más fácil que sean presionados para no ser discordantes. Esto ocurre
en las reuniones informales, a diferencia de aquellos entornos en los que
podemos ser recriminados exteriormente.
El
aspecto que se señala en el segundo párrafo citado es importante porque el
nivel de cumplimiento o, si se prefiere, de sanción al que no cumple es
determinante. ¿Cómo se siente el que cumple —es lo que señala el artículo—
cuando ve que los que incumplen no obtienen ningún tipo de sanción? O si la tienen, ya se encargan de no cumplirla.
Uno de
los factores determinantes de los rebrotes, en mi opinión, ha sido el
convencimiento de que las multas que se pusieron inicialmente no se iban a
cobrar nunca. Poner un tipo de sanción y luego no ejecutarla es el peor ejemplo
que se puede dar a los que cumplen. En una sociedad como la nuestra,
rápidamente habrá quien te llame tonto por seguir unas normas que "nadie
sigue". El argumento del que cumple se desmorona frente al ridículo con
que se le sanciona por parte de los incumplidores. Es un aspecto elemental del
comportamiento social. Es algo que queda claro en cualquier sociedad: si no
cumples con la amenaza, se vuelve contra ti. Y es lo que ha ocurrido. Las
amenazas de sanciones se han convertido en motivo de burla al no cumplirse.
En los
Estados Unidos —un ejemplo de lo que no hay que hacer— las personas que
llevaban mascarillas eran miradas como traidores, como antiamericanos, etc. por
aquellos que había construido el argumento contrario: no llevar mascarilla es
signo de libertad y patriotismo, la mayor perversión creada por Trump y los
suyos. No se trataba solo de no ponerse la mascarilla, sino de atemorizar,
ridiculizar, estigmatizar a quien la llevara. De nuevo la presión de grupo. La
peculiar mentalidad norteamericana ha dividido al país por la cuestión de la
mascarilla.
Podemos
pensar en los grupos sociales como fuerzas que tiran en direcciones contrarias
tratando de llevarse a su terreno a los otros. Gran parte de los
incumplimientos de las normas dentro de grupos se dan por temor a quedar
excluidos o ser señalados. Se asume el riesgo del contagio antes que el de la
exclusión del grupo.
El
artículo de Mayte Rius constata una situación preocupante: la batalla social
está haciendo mella en los "cumplidores". Esa presión que señalamos está
en equilibrio precario y puede decantarse hacia cada uno de los lados, el del
cumplimiento de las normas de seguridad o el del incumplimiento.
En los
primeros días del confinamiento nos llegaban noticias sobre recriminaciones a
personas que estaban fuera sin motivo justificado. Eran apelados desde los
balcones y tenían que crear señas de identificación (el color azul para salir a
la calle con niños autistas, por ejemplo) para no ser incluidos en el grupo de
los incumplidores. Digamos que la imposibilidad de salir daba la mayoría a los
que estaban en casa, conducta que se loaba.
Pero
cuando se empezaron a relajar las medidas, algo tan simple como sacar a pasear
a los animales y después a los niños, trajo la segmentación en grupos, los que
cumplían y los que buscaban excusas para el incumplimiento aprovechando los
agujeros del sistema, las interpretaciones laxas, la casuística infinita, etc.
Pronto aparecieron los que sacaban cada media hora al perro o lo pedían prestado.
Con los niños ocurrió igual, con la excusa de su salud mental, se daban
reuniones masivas de adultos. Niños y perros estuvieron más tiempo en la calle
que en cualquier otra época de su vida. Las noticias sobre las adopciones de
perros en las perreras y refugios saltaron a las noticias. La Vanguardia
recogía ya en marzo la elevación de la demanda de adopciones de perros, según
señalaba una asociación de protección de León:
Arancha de Hoyos, responsable en APAP de un
equipo de voluntariado integrado por unas 25 personas, ha señalado a Efe un
"notable incremento" de las peticiones asociadas al obligado
confinamiento y lo ha ligado en parte a que pasear al perro es una de las
excepciones a las restricciones a la movilidad del estado de alarma decretado
por la pandemia.
"Si antes ya filtrábamos, ahora mucho
más", ha aseverado ante una ola de solidaridad que, si bien es necesaria,
debe representar "un compromiso serio", sobre el que esta
organización busca casas para alguno de los 120 perros y diez gatos que aloja.**
Cada
medida que se tomaba era seguida de miles de cuestiones de detalles absurdos
sobre las circunstancias, lo que creaba de nuevo la sensación de que quien
cumplía era porque quería, sacando esa actitud tan española de reírse del que
cumple y hacer demostración del incumplimiento. Estamos en el país del ¿para
qué se hace si no se puede contar? Es la superioridad del que incumple la ley y
sale indemne.
La
Vanguardia ahonda en el problema psicológico del "cumplidor". Pero
este problema, ver a otros hacer lo que tú no haces porque se ha dicho que no
se haga, es muy español y forma parte
de nuestra cultura del incumplimiento, de buscar la excusa para no hacer y
lograr así admiración social.
El
psicólogo Rafael Penadés, se nos dice, en el artículo establece tres grupos
según sus razones para el incumplimiento:
El psicólogo del Clínic apunta que el hecho
de que muchas personas, conociendo las medidas de prevención, no las adopten,
ya ha sido objeto de estudio en el caso del Sida y de otras enfermedades, y las
investigaciones concluyen que hay tres razones fundamentales para ello. “La
primera y más importante es la negación,
que actúa como mecanismo de defensa. Si tomo en cuenta las medidas y no sé bien
cuando aplicarlas, me preocupo; pero si las niego, eso me da sensación de control”, explica Penadés.
Y continúa: “Una segunda razón es el elitismo o el narcisismo; gente a la
que le gusta sentirse diferente y marcarse como diferente, no formar parte del
grupo. Y la tercera es el conformismo
social, gente que no resiste la presión, que por no decir que no al grupo,
si no los demás no guardan las distancias o no se ponen la mascarilla, ellos
tampoco”.
Subraya que también hay algunos otros
perfiles de personas antisociales,
que ven en ello un acto de venganza o de rebelión, que quizá lo han pasado mal
con el confinamiento y piensan que ahora han de resarcirse.*
Sin
embargo, las formas de contagio y situación del SIDA son muy distintas a las
que tenemos ahora. No hubo entonces situación de confinamiento ni normas
generales de cumplimiento por parte de todos.
Los
narcisistas existen antes y después del coronavirus; la diferencia es la
ocasión para demostrarlo, como ocurre con Donald Trump, cuyo narcisismo
negacionista, le ha llevado a no llevar mascarilla porque le parece una
debilidad. Pero aquí lo importante es cómo alguien, por los motivos que sea,
logra que los que le rodean dejan de cumplir las normas de protección que
deberían cumplir.
Los dos
primeros casos señalados por Penadés afectan al que incumple; el tercero, el
del conformismo, a aquellos se ven "obligados" a someterse al
narcisista o el que necesita de que otros le sigan para sentir ese control o poder señalado. Es en este
grupo donde se debe dar el refuerzo institucional, es decir, los argumentos y
apoyo claros para que no tiren de ellos hacia el incumplimiento o la relajación
de las medidas.
El
cuatro grupo tiene su interés, pero no creo que esa venganza o rebelión tenga
tanto que ver con lo ocurrido durante el confinamiento. Existe también un
sentimiento acumulado de venganza, que podríamos llamar "nihilista",
un abandono ante la falta de expectativas, que podría detectarse entre grupos
de jóvenes cuya inconsciencia tiene mucho de venganza y algo de rebeldía. Con
todo, creo que los dos sentimientos son muy diferentes, ya que provienen de una
situación social distinta. Habrá quienes se rebelen y habrá quienes se venguen
dependiendo de su percepción del mundo. El COVID-19 les da la ocasión de
hacerlo.
Insisto:
sean los motivos que sean, reales o imaginarios, lo que hay que hacer es armar
de argumentos al que se ve arrastrado hacia el incumplimiento ya sea por
venganza o rebeldía, por aburrimiento, por debilidad de la voluntad, temor a
ser rechazado, etc. Es ahí en donde hay que incidir y encaminarlos hacia un
liderazgo positivo, es decir, ofrecerles una referencia clara para la
resistencia y que sean ellos los que puedan atraer a los incumplidores.
Esta
situación es larga y no tiene visos de acabarse pronto, se nos diga lo que se
nos diga y se le llame como se le llame, nueva ola, rebrotes, etc., lo cierto
es que este tipo de conflictos de arrastre de los incumplidores hacia los cumplidores
se van a ir multiplicando.
Lo
estamos viendo en países, de nuevo, como los Estados Unidos en los que se
manifiestan con toda claridad. El tira y afloja social va a ir a más. Se ha
podido ver cómo lo ganado con el sacrificio del confinamiento se ha malgastado
en unas pocas semanas en las que los contagios se han producido de la forma
menos esperada: por hartazgo, por un mal entendido sentido de las prioridades.
Los incumplidores necesitan de cierta cobertura social, algo que les produce
tanto satisfacción personal por la transgresión como el camuflaje dentro del
grupo, por lo que presionan para atraer aquellos que menos se resisten.
Por
ello, los psicólogos entrevistados dan ciertas instrucciones para la defensa
psicológica, para poder resistir la creciente presión social, la tentación del
incumplimiento. No será fácil resistir porque ahora se produce mayoritariamente
en el ámbito familiar y del ocio con los amigos, pero, en unas semanas, las tentaciones
se multiplicaran en el ambiente laboral y en el escolar. Las tácticas de
arrastre serán similares.
Ya se
empiezan a tener llamadas del tipo "¡a ver cuándo nos vemos!" y los
tentadores afinarán sus reclamos porque precisamente es el grupo lo que
necesitan. Las excusas para las mascarillas se multiplicaron o sencillamente se
bajan o se ponen en el codo. Las excepciones se han convertido en reglas y eso
desmoraliza a los que cumplen, plenamente conscientes del incumplimiento. Los
conflictos sociales se van a ir produciendo si no hay un respaldo para quienes
cumplen, que no acaban de entender la actitud de los que no lo hacen.
Es
preocupante que los psicólogos detecten esta sensación de derrota y de agotamiento del
cumplidor. Efectivamente, no es fácil ver que las medidas que tomas para tu
seguridad y la de los demás (no hay que olvidar esto) son motivo de burla o
desprecio por personas de los entornos cercanos. No es fácil quedar como
insociable, miedoso o paranoico cuando los demás se dan una buena vida sin controles. Las campañas deberían empezar a tomarse en
serio esta circunstancia. No solo deben importar los incumplimientos, sino también reforzar
la moral del cumplidor, apoyar al que sigue las normas preventivas. La comunicación debería
dedicar parte de los esfuerzos a este refuerzo positivo. Un énfasis exclusivo en el incumplidor da alas
al narcisista y al rebelde o vengativo para seguir en su actitud envalentonada y fomentando el proselitismo del incumplimiento. Incrementa su sensación de poder al
magnificar su falta. Le convierte en héroe. No lo es.
Si no se toman medidas y aquel que cumple tiene la sensación de que sus esfuerzos son un sacrificio sin sentido, pronto se resquebrajará su moral y caerá en manos de los irresponsables, que necesitan del él como compañeros de juerga o como espectadores de sus valientes desafíos.
Es hora del refuerzo positivo del que cumple y se siente aislado. Quitemos protagonismo al incumplidor y que perciba con claridad los efectos. Hay que ayudarle a resistir los cantos de sirena, darle sentido a su sacrificio.
* Mayte Rius "Cómo no sentirse frustrado
o ‘bicho raro’ por cumplir las normas de distancia social" La Vanguardia
16/08/2020 https://www.lavanguardia.com/vivo/psicologia/20200816/482759937792/coronavirus-distancia-social.html
** "Paran la adopción de animales y 700 aguardan para después de estado de alarma" La Vanguardia 24/03/2020 https://www.lavanguardia.com/politica/20200324/4885775307/paran-la-adopcion-de-animales-y-700-aguardan-para-despues-de-estado-de-alarma.html
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