Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
hashtag "#QuedateEnCasa" está siendo difundido a través de las
televisiones. Los presentadores de los noticiarios de la mañana lo publicitan
en sus programas y lo hacen circular con un lenguaje distinto al que hemos
visto hasta el momento. La concienciación ha avanzado un paso. De debatir sobre
la situación se ha pasado a ser agentes activos al comprender que esto va con
todos. Los mediadores informativos, como ha sido el caso de Ana Rosa Quintana
hace unos minutos, han asumido que ellos también forman parte de la cadena
humana de transmisión. Ha enseñado el cartel con el hashtag y ha avisado que,
tras su programa, se quedará en casa.
Es la
fase que reclamábamos ayer, la de tú a tú, diferenciando cada segmento de
población y ajustando la comunicación a sus características.
Igualmente,
vídeos elaborados por los propios miembros del personal sanitario han sido
difundidos. Tratan de que se entienda bien que ellos están allí, pero que
muchos otros deben estar en sus casas para evitar que esto se extienda y cortar
la tendencia, reducir el número de casos para ajustarlos a las propias
posibilidades de absorción del sistema sanitario.
Todo
tiene un tamaño ajustado a las previsiones, a la demanda estimada. Pero esto
está desbordándolo todo, incluida la capacidad de comprensión del fenómeno y lo
que supone. La importancia del personal sanitario es determinante. Por eso
deben recibir apoyo institucional en forma de recursos, pero también ayuda por
parte de la ciudadanía ajustándose a las medidas adecuadas. No debemos ser una
carga cuando sus fuerzas y recursos son necesarios. Es una vergüenza que no
puedan contar con los instrumentos necesarios para su propia defensa y poder
atendernos en condiciones. Si se sienten, además de agotados, indefensos
difícilmente podrán mantener la energía y voluntad necesarias.
Hay
otro personal que, al margen del sanitario, también se está esforzando y se
expone a riesgo alto: las personas que atienden al público en artículos de
primera necesidad, como alimentos o medicina. Supermercados y farmacias son un
elemento esencial en el control de la psicosis social. El miedo al desabastecimiento
está colapsando los supermercados, a los que se ver ir las personas con
auténtica ansiedad. Las farmacias, igualmente son esenciales para no agravar la
situación. Comida y medicamentos están garantizados, pero la psicosis puede
acabar con cualquier estimación razonable de las necesidades.
No hace
falta ser sociólogo ni filósofo para entender que las situaciones de crisis
pueden derivar en el refuerzo de los lazos (como ha ocurrido en China) o, por
el contrario, desatar el egoísmo. Los primeros son los que ganarán el futuro;
los segundos perecerán con el propio sistema, al que arrastrarán al caos. No
hace falta pánico irracional, sino
responsabilidad e inteligencia social. El problema es que se requieren cursos
acelerados de responsabilidad en una sociedad que confunde independencia con
indiferencia en muchos casos.
Es la
hora de cada uno y cada uno es responsable ante uno mismo y ante los demás. La
información se está haciendo más próxima, más focalizada en las personas, en un
mirar a la cara para asegurarse que lo has entendido, que no eres solo tú, sino
que lo que tú haces afecta a los demás. Esperemos que, entre otros, aquellos
antivacunas que especulaban con la salud de los demás en nombre de no se sabe
muy bien qué ahora lo entiendan.
En la
parte positiva —hay que ver algo— ser conscientes de nuestras debilidades y de
lo banal de nuestras seguridades dadas por descontado en las sociedades
acomodadas. Entre el miedo y la indiferencia hay un punto medio, el de la
sensatez consciente de lo que puede llegar.
Esta es
una crisis moderna, actual, provocada por lo mismo que nos vanagloria. No
existe en la naturaleza un punto de debilidad. Esto no es una guerra contra la
Naturaleza, sino contra nosotros mismos, es una crisis contextual, posible en
estos tiempos de instantaneidad.
Hemos creado
un mundo interconectado, de flujos rápidos y constantes que cubren el globo. El
turismo, los negocios, las empresas, los estudios, etc. todo se ha globalizado
y eso es positivo, pero tiene una contrapartida: los males corren a nuestra
misma velocidad. Lo importante es que entendamos que no son los coronavirus los
que viajan, sino nosotros los que los llevamos. Si nosotros nos paramos, ellos
se paran; si avanzamos, ellos avanzan.
El conflicto
se está dando entre el nivel micro de la biología y el nivel macro de la
sociedad, de la cultura, de los hábitos, de la propia estructura social. Pero
el conflicto, el más complejo, es el que se da en la sociedad, el que afecta a
las formas de transmisión, que son sociales.
Un apretón de manos, un beso, un
funeral, una manifestación, etc. son formas culturales, pero no dejan de tener
relación con lo que ocurre en el nivel micro, el biológico, en donde
favorecemos o perjudicamos la expansión. Los virus no tienen ideología,
nacionalidad o cualquier otra categoría humana que les queramos aplicar como
metáfora para dar forma a lo que no vemos ni realmente entendemos más que
superficialmente. Pero sí sabemos las consecuencias, un saber pragmático y
preventivo basado en la supervivencia. Tenemos el nivel suficiente de
consciencia e información como para saber lo que podemos hacer. Hagámoslo.
Antes los "apestados" eran los ciudadanos chinos, luego pasaron a serlo los italianos; ahora lo somos los españoles hacia el exterior y los madrileños hacia el interior. El mal es siempre relativo y hay que fijarlo en alguien.
La noticia de que algunos madrileños están saliendo hacia las segundas residencias en las playas va a crear nuevos conflictos porque da movilidad al contagio y desborda servicios sanitarios pensados para cierto número de casos. Es un ejemplo de cómo actúa el miedo, tanto huyendo como recibiendo.
Va a
ser el primer fin de semana en muchos años que no vaya al cine. Echare de menos a
Lola, a Laura... a todos los que trabajan en el cine y me preguntan qué tal la
película al salir. Me quedaré en casa y saldré lo imprescindible, evitando
concentraciones y contactos y manteniendo algo tan social y afectivo como la
solidaridad de la distancia, algo que también demuestra el afecto hacia los otros.
Si no lo estamos ya, dentro muy poco pasaremos al "estado de alarma", al que si se llega es para evitar males mayores. El peor mal está, una vez más, en nuestras cabezas.
#QuedateEnCasa... por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.