Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Probablemente
nunca lo han pasado tan mal los políticos. Por mucho que se mande, una parte de
la sociedad va sola, tiene su propia capacidad de movimiento. Lo mejor que se
ha inventado hasta el momento es el aislamiento y eso implica mucha
responsabilidad social. Hay un aislamiento impuesto por la evidencia del
contagio; pero está el otro, el propio, el que mantiene las distancias, el que
surge de la responsabilidad y del sentido común. Este es más complicado porque
necesita de la cooperación de todos.
A los
políticos les toca la responsabilidad de tener que desconvocar partidos,
carreras de coches y motos, carnavales, congresos, escuelas, etc., es decir,
desmontar la vida diaria. Para poder hacer esto, que tiene enormes riesgos,
necesitan perder su propio miedo y hacer aquello para lo que en última
instancia han sido elegidos o nombrados: proteger a la gente, asegurarse de su
bienestar.
Tomar
decisiones en estos momentos es difícil porque afecta al otro miedo, al miedo
político a cargar con responsabilidades. Pero la política necesita asumir
responsabilidades y es algo más que el arte de insultarse unos a otros. En
algún momento tendrán que tomarse medidas que gusten a pocos, ya sea de tipo
general o en ámbitos restringidos. Llegados a ese punto, es esencial el
respaldo y la responsabilidad de todos, no convertir las medidas sanitarias en
debate electoralista, dejando que el desgaste que conllevan se concentre en
quien tiene la responsabilidad. Más allá de las urnas, está la responsabilidad
histórica de tomar decisiones que afectan a la totalidad.
Se
corre el riesgo que por un lado vayan las líneas oficiales sobre el COVID-19 y
sus efectos y por otro vayan las líneas sociales. Es importante mantener ambas
en paralelo porque como comiencen a divergir, los efectos no serán buenos.
El caso
empieza a preocupar socialmente y los discursos necesitan de acciones
convincentes que aseguren cuáles son las prioridades claras. Todos deben
percibir que la salud general es la primera.
En el
diario El Mundo se recogen algunas de las críticas a la gestión Italiana:
Aumentan las críticas a Italia por su
actuación frente a la epidemia de coronavirus. El país, que acumula un saldo de
casi 1.600 casos (con 34 fallecidos) y el domingo registró más de 500 nuevos
contagios, está en el punto de mira de todo el planeta, después de haberse
convertido en uno de los principales focos de infección del patógeno.
Aunque las autoridades sanitarias italianas
han tomado medidas para tratar de controlar la expansión del brote, varios
expertos señalan que ha existido cierta descoordinación y empleo de medidas
contradictorias en el manejo de la crisis a la que se enfrenta. Así lo sugirió
el domingo Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y
Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, quien calificó de «extraño»
el hecho de que Italia no permita celebrar eventos masivos en el interior de
sus fronteras y, sin embargo, haya permitido que ciudadanos italianos salieran
del país para asistir a encuentros deportivos sin ningún tipo de medida de
control.*
Es un
ejemplo sencillo, claro y contundente. La política frente al COVID-19 no puede
ser tomar una medida y la contraria por temor al rechazo social. Las medidas
deberán ser tomadas en una sola dirección y sin pensar más que en el objetivo
final. Todas deben estar encaminadas al mismo fin. De la misma manera, más de
3.000 aficionados de la Juventus fueron a Lyon recientemente, a pesar de las
quejas de la alcaldía francesa que no entendía muy bien que le llegaran
aficionados de la zona más peligrosa de Italia.
Criticar
es fácil, pero el caso de los infectados valencianos por su viaje a otro
encuentro en el norte de Italia, muestra que no se ha asimilado la cuestión
central del problema. Una cosa es la vida cotidiana que hay que tratar de
preservar y reorganizar para mantenerse estables y otros los movimientos al
centro del conflicto sin necesidad y por puro placer.
Las
especulaciones sobre la celebración de los Juegos Olímpicos, por ejemplo, son
de una enorme temeridad porque tienen un efecto sobre otros muchos eventos que
una vez que se acerque su fecha se presionará para que se celebren o se tenderá
a ver el vaso medio lleno. Es ingenuo pensar que el coronavirus habrá desaparecido en unos meses.
La esperanza en una vacuna tampoco es realista a efectos de planificación.
Puede encontrarse, pero eso no significa que desaparezca, simplemente que el
temor del contagio se reducirá, por lo que aumentarán los casos.
La función de los políticos no es solo tranquilizarnos, sino tomar decisiones que nos tranquilicen. Para eso tienen a los expertos en el área a los que deberían hacer caso. La respuesta valenciana de "somos sanitarios y no tenemos porqué saber que hay un partido en Italia" no es la más adecuada, como señalamos. Por más que sea poco política, hay que avisar del grado de riesgo de las zonas para que todos lo sepan y, si es necesario, hablar con clubes y peñas para evitar los traslados advirtiendo del riego. Ahí se ve el detalle y la firmeza para combatir al COVID-19.
Las
normas básicas de higiene y evitar grandes concentraciones siguen siendo las
mejores bazas de que disponemos. Por supuesto, evitar ir a las zonas de riesgo y controlar a los que viene de ellas para asegurar la situación. Se evitarán muchos males si esas
concentraciones se posponen al momento en que haya garantías. Cuidemos la vida
cotidiana, pero evitemos lo innecesario por más que haya sectores de la
economía implicados. Lo primero es lo primero.
Los verdaderos políticos son los capaces de enfrentarse a crisis verdaderas.
*
"Críticas a Italia por la gestión de la epidemia de coronavirus" El
Mundo 2/02/2020
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2020/03/02/5e5c0bb0fc6c838e278b4683.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.