Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En
estos días se pueden ver algunos artículos señalando cómo está década que ahora
termina cambió los modos de ver (incluso hacer) la Televisión. Pero no veo lo
mismo en la Prensa, sujeta a cambios tan grandes o mayores, incluso
catastróficos en comparación.
La
crisis de la Prensa es una crisis profunda pues afecta a la crisis de la realidad misma. Se han hundido nuestros
fundamentos de lo real ante tanta manipulación. Hay que dar la razón a Jean
Baudrillard y a su teoría del "simulacro", lo que antecede a la
realidad que no es ya sino su reflejo. ¿Qué otra cosa son las "fake
news" que nos rodean por todos lados, las campañas de desinformación, de
manipulación para alterar la realidad misma? Ser es aparecer.
Los grande
desafíos de la Sociedad de la Información, la sociedad mediática que se ha
tragado a la "sociedad del átomo", no han sido establecidos sino
parcialmente, desde perspectivas distintas, pero sin poder dar cuenta de su expansión
devorándolo todo. No es casual que detectemos una especie de barrera histórica
que convierte en nieblas lo anterior a los años ochenta, que se percibe como un
mundo muy diferente, con principios y valores diferentes. Es una frontera
cultural que afecta al mundo desarrollado en el que las clases han sido
sustituidas por las cada vez más apretadas generaciones. Cada vez compartimos
menos recuerdos en el desolador avance de una sociedad que nos lleva hacia
adelante a un ritmo frenético. Estímulos constantes frente a recuerdos; reducción de la memoria.
En
1977, en Cultura y simulacro,
Baudrillard advertía desde su inicio:
Hoy en día, la abstracción ya no es la del
mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación no
corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la
generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal.
El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa
el que preceda al territorio —PRECESIÓN DE LOS SIMULACROS— y el que lo
engendre, y si fuera preciso retomar la fábula, hoy serían los jirones del
territorio los que se pudrirían lentamente sobre la superficie del mapa. Son
los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos
por unos desiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestro desierto. El
propio desierto de lo real.
De hecho, incluso invertida, la metáfora es
inutilizable. Lo único que quizá subsiste es el concepto de Imperio, pues los
actuales simulacros, con el mismo imperialismo de aquellos cartógrafos,
intentan hacer coincidir lo real, todo lo real, con sus modelos de simulación.
Pero no se trata ya ni de mapa ni de territorio. Ha cambiado algo más: se
esfumó la diferencia soberana entre uno y otro que producía el encanto de la
abstracción [...]
Lo que
parecía entonces a muchos un mero juego de palabras muy a la francesa, adquiere hoy la vigencia de lo cotidiano. Primero,
el simulacro; luego la realidad lo imita.
¿Cómo
no va a estar en crisis la Prensa, cuya función es mostrarnos una realidad,
pero condenada a darle forma a través de los simulacros? Hoy la lucha es por el
simulacro, por la apariencia de las cosas que muchas veces no existen. Ser es percibir. Percibir es imaginar, un
ejercicio dirigido de sugestión. No hace falta mucho más.
Por eso
estamos sometidos a manipulaciones permanentes que nos hacen dirigirnos hacia
falsas lunas construidas por la función deíctica del dedo, que ya no apunta,
sino crea lo que hay que ver. Es la era de los prestidigitadores. El anuncio
del conejo es anterior a mostrarnos la chistera.
La
crisis de la información coincide —no casualmente— con la proliferación
mediática, con el aumento de las fuentes de información que crean lo hiperreal por
sobreabundancia de información.
En un
mundo de pantallas, ¿podemos distinguir lo verdadero de lo falso? En un mundo
en donde las violaciones, el sexo casero mismo, se practica con un teléfono
grabando en una mano, ¿qué sentido tiene lo real sino servir de plató? En un
mundo donde se mata y tortura (Estado Islámico) para grabar los vídeos de las decapitaciones
o donde toda la acción se coreografía para ser mostrada a través de los canales
globales, ¿qué es lo real?
La
Prensa ha vivido bajo el supuesto de lo "real". Hoy las cosas
acontecen para ser convertidas en información y esa crisis no es fácil de
solucionar. La inflación informativa ha devorado la noticia al producirla como
materia prima de la atención.
La
manipulación adquiere un sentido distinto en este tipo de escenario. Lo que se
ve, lo que pensamos, lo que creemos, etc. son el resultado del tratamiento de las
nuevas materias primas de la Información.
Nos sorprendemos
cuando vemos en las pantallas réplicas exactas de políticos lanzando discursos
que nunca han pronunciado, cuando vemos como jóvenes a actores septuagenarios o
volvemos a ver actuar a actores y actrices ya fallecidos. La mayor parte de lo
que vemos procede de pantallas. Y lo que queda fuera, nos empeñamos en que pase
por ellas para poder competir en nuestro campo de atención.
Pero
sin "realidad", sin capacidad de ser realmente nosotros en lugar de
vivir nuestras fantasías, difícilmente podremos avanzar en un camino claro, ya
sea en la política (democracia sin posibilidad de elegir entre verdades), en lo económico (no destruir
un mundo que ya no sabemos cómo es realmente) o en lo social (encerrados en los
límites de nuestro narcisismo).
¿Hay "realidad" tras lo que vemos o se nos muestra? Eso es lo que nos toca preguntarnos cada día cuando apuntamos nuestros mandos hacia las pantallas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.