Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
condena a muerte de cinco personas y de otras a cárcel en Arabia Saudí por el
secuestro, tortura y asesinato de Jamal Khashoggi no soluciona el problema
principal: la forma en que la monarquía saudí "define" y "soluciona"
sus problemas. A la sombra de los Estados Unidos, el Reino parece que puede
hacer todo lo que le perezca bien o aunque le parezca mal hacerlo. Todo el
mundo sabe que está mal secuestrar a una persona en un consulado, torturarlo,
asesinarlo y cortarlo en trocitos sin que se vuelva a saber de él. Creo, sí,
que todo el mundo sabe que no está bien.
La
autoría no tiene dudas más que para los saudíes que ahora pretenderán ir por el
mundo diciendo que han hecho justicia, aunque nadie sepa qué es lo que han
hecho más que enterrar a Khashoggi por segunda vez. Primero el cuerpo, luego la
memoria. Pero es más difícil enterrar a la segunda que al primero. Les seguirá
trayendo disgustos.
En The
Washington Post, el periódico para el que escribía Khashoggi, la noticia queda
a falta de que los comentaristas expresen las opiniones y críticas, pero ya
apuntan a la farsa judicial:
The verdicts came after a trial in Riyadh’s criminal
court that lasted nearly a year and was largely shrouded in secrecy, with court
sessions closed to the general public. Human rights groups warned that the lack
of transparency made the proceedings unfair, and increased the likelihood that
senior officials could escape justice.
Diplomats from the United States, Turkey and
several other countries were allowed to attend but told not to reveal details
of the trial. Members of Khashoggi’s family also attended, according to Shalaan
al-Shalaan, a spokesman for the Saudi public prosecutor.
In addition to the five people who received the
death penalty, three more people were sentenced to jail terms totaling 24
years, according to Shalaan, who did not name any of the convicted defendants.
The CIA concluded last year that the crown
prince had ordered Khashoggi’ s assassination, contradicting Saudi Arabia’s
insistence that Mohammed had no knowledge of the plot. However, Saudi
authorities had said they were investigating the roles played by two senior
aides to the crown prince in organizing and dispatching the team of agents who
killed Khashoggi.*
Con las evidencias claras de que Khashoggi fue engañado,
torturado y desmembrado por los miembros del consulado en Turquía y por agentes
de la Seguridad del estado, cuya llegada y salida está perfectamente
sincronizada con el crimen, las únicas dudas por resolver son las de la
implicación directa del príncipe coronado, la pieza de caza mayor, del que
nadie duda que fue quien diera la orden de la ejecución, pero que estos cinco
condenados a muerte van a salvar, al menos en apariencia. Serán oficialmente
los "culpables", los cinco que tomaron la decisión de eliminar al
molesto periodista bien emparentado. Al fin y al cabo, en Arabia Saudí tomo
queda en su amplia familia.
Pero queda, por otro lado, lo segundo más importante: ¿ha
pasado algo? Esta es la gran pregunta que se han de hacer los dirigentes y
responsables de los diferentes países occidentales cuando se tengan que cruzar
con el príncipe coronado, Mohamed Bin Salman.
La capacidad de los saudíes para mirar a otro lado está
marcada por su propia historia. Pero para el mundo exterior la cuestión es distinta.
Como siempre, los países deben elegir entre sus principios y sus intereses.
Desde el punto de vista de los primeros, Arabia Saudí estará gobernada por una
persona cuyo concepto de la política incluye el secuestro, tortura y asesinato
de los opositores. La verdad es que ser opositor en Arabia Saudí es bastante
sencillo porque apenas tienes libertades y si eres mujer, menos.
Para prepararle el trono del Reino, las arcas saudíes
invierten millonarias cifras en convertir al príncipe Bin Salman en una especie
de Che Guevara, por lo que todas las campañas en las que se trataba de reflejar
la modernización se han ido al traste con lo ocurrido a Jamal Khashoggi.
No sabemos muy bien qué es lo que falló o si, por el
contrario, todo funcionó como siempre. Quizá los saudíes calcularon mal el
enfrentamiento con un periodista "adoptado" por la prensa norteamericana
en pleno enfrentamiento de Donald Trump con los medios.
La "credulidad" de Trump ha sido más que engorrosa
incluso para los republicanos (hoy tan cerrando filas). Una y otra vez el
presidente decía cuando era preguntado por la prensa sobre el asesinato que el
príncipe le había dicho que no tenía nada que ver con el asunto. Una y otra vez
lo repitió... hasta que la CIA tuvo que salir a decir que era imposible que el
príncipe no supiera nada del caso y lo consideraban el último responsable sobre
el crimen. ¡Qué triste que hasta tus servicios secretos te dejen en evidencia!
Pero el raro color de Trump no proviene del sonrojo precisamente.
Otra credulidad en cuestión ha sido la egipcia, que ha ido
diciendo que cree firmemente todas y cada una de las contradictorias versiones
que el Reino ha ido dando. Pero, ¿qué no hace por un amigo al que tanto debes?
Después de regalarle dos islas (Tiran y Sanafir) y de hacerlas desaparecer de
los libros de Geografía en las escuelas, esto parece una fruslería. Pese a ello,
no deja de ser inquietante dado las prácticas similares que el gobierno egipcio
mantiene con los que no le gustan. Por mucho menos desapareció Giulio Regeni para regresar ya cadáver torturado.
Más allá de la guerra interna norteamericana, el asesinato de Jamal Khashoggi afecta a la creciente corriente de asesinatos de periodistas. El miedo a Khashoggi era por su potencial mediático y a su empeño de crear nuevos focos de información lejos del control de los poderosos gobiernos de Oriente Medio. Los que han creado sus propias cadenas para influir en Occidente y mejorar de imagen no aceptan que existan medios críticos contra ellos. Eso está medianamente claro y este crimen es la constatación de lo que ocurre a las voces disidentes. Khashoggi llegó más lejos que otros que no pueden elevar la voz, silenciados en sus territorios o en el extranjero cuando intentan contar lo que ocurre o el futuro que desean. Jamal Khashoggi era un "mal" que había que cortar de raíz. Y así lo hicieron. El fallo fue hacerlo en Turquía, un país enfrentado a los saudíes y a sus aliados. No midieron bien el grado de vigilancia a que estaba sometido el consulado saudí.
La noticia de las cinco condenas a muerte de los saudíes en
todos los medios mundiales no resuelve nada. Lo que hace es confirmar la
autoridad suprema de la familia real sobre el destino de unos y otros. Da la
impresión de ser algún tipo de oferta de grandes almacenes, un "5x1"
como si eso fuera a llevarles clientela.
El destino de Arabia Saudí esta sellado por sus compras de
armamento a los Estados Unidos, sus fuertes inversiones en los países que les
interesa mantener de su lado, etc. El problema es que eso es cada vez más
comprometido y difícil de sostener ante la opinión pública, cada día más levantisca en todas partes.
Hacen valer su dinero. Hasta que se acabe el petróleo o
dejemos de necesitarlo. Entonces no será tan fácil mantenerse como ahora. El "5 x 1" no ha resultado rentable, solo otra muestra de poder y desvergüenza.
*
"Saudi Arabia says five sentenced to death in killing of Jamal
Khashoggi" The Washington Post
23/12/2019
https://www.washingtonpost.com/world/middle_east/saudi-arabia-says-five-sentenced-to-death-in-killing-of-jamal-khashoggi/2019/12/23/02fc0ea4-256a-11ea-9cc9-e19cfbc87e51_story.html
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