Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Tienes
muchos parlamentos en los que ver malos ejemplos. Parece como si el
descongelamiento de los glaciares estuviera liberando el virus de los malos
modos a la atmósfera y produciendo su propio cambio climático político.
Demasiadas malas formas a la atmósfera y esto se hace ya irrespirable.
Creo
que se han invertido las formas. Ahora los dictadores tratan de ser exquisitos
y gastan mucho en asesores de comunicación y campañas de promoción presentando
sus países como espacios idílicos. Por el contrario, los sistemas
parlamentarios, que deberían conservar las formas, invierten en mala educación
y tratan de mostrar su agresividad mientras convierten a los electores en parte
de un circo romano que se pasa el día con el pulgar para abajo pidiendo cada
vez más sangre. Hemos perdido la brújula. Parece que países democráticos han
elegido las malas maneras como forma de expresar sus deseos. Las estrategias
pasan por radicalizar a las personas mediante una constante escenificación de
la violencia verbal, que se traslada de los parlamentos a la calle, que debe
estar siempre en estado de hipersensibilidad, dispuesta a reaccionar a las más
mínimas indicaciones. Los mecanismos de encuestas hacen el resto indicando a
los partidos y líderes lo que funciona mejor o peor.
Esto
convierte las democracias en sistemas retroalimentados, en constante
funcionamiento, donde se han disuelto las campañas electorales marcadas, antes bien
definidas, por una campaña única que no se cierra. Lo que antes eran las peticiones de voto durante las campañas hoy se ha extendido a toda la legislatura, que se convierte en campaña constante, con subidas y bajadas constantes según las acciones de unos y otros que no pueden limitarse al parlamento, que acaba convirtiéndose en un espacio de escenificación para modificar la opinión.
Estamos pensando mal nuestras repeticiones electorales. Ocurre con más frecuencia de la debida y son
cada vez más eso que algunos han llamado "democracias de opinión", que se
alejan del parlamentarismo y cuya base es la hibridación de la calle y las redes
sociales excitadas por líderes populistas, agresivos y manipuladores. Cada vez vamos a un mayor fraccionamiento, por un lado, y a una elevación agresiva del tono, por otro. Ambos son consecuencias de esta nueva forma de lucha por la opinión y la movilización constante. Para ello hay que estar recurriendo a la estigmatización y a la demonización del otro constantemente, como vemos en muchos países. De eso se quejan los laboristas y liberales británicos frente a Johnson.
Los partidos se fragmentan no ya por ideologías sino para captar
sectores del mercado político, como en cualquier otro sector. Se buscan las
"oportunidades" donde otros fallan. Se crean los partidos desde el descontento, para recoger lo que se les escapa a otros.
La
consecuencia de esta hiperactividad que disuelve los límites es la llegada de
estos líderes populistas —Trump, Bolsonaro, Johnson, Orbán...— en constante contacto
desafiante con la calle y en un mayor desafío y desprecio. Su estrategia es
lanzar contra sus adversarios, dentro y fuera, furiosas diatribas, insultos,
desprestigio, etc.
El
parlamento británico ha tenido esta semana un momento de enorme patetismo
cuando se le ha pedido a Boris Johnson, el bien educado primer ministro, que
deje de usar el lenguaje insultante y amenazante empleado desde su llegada al
cargo. Johnson no ha cambiado su estilo anterior, más bien lo ha reforzado.
Algunos
de los miembros del parlamento tienen serios motivos para exigirle que abandone
esas prácticas de cara a la galería, pues pueden tener consecuencias dolorosas.
La editora de política de la BBC, Laura Kuenssberg, ha titulado su artículo con
rotundidad, "Parliament a place of fear and loathing after
debate", refiriéndose a ese momento. Tras señalar que esta cuestión está
más allá de los hechos del referéndum o su resultado, Kuenssberg escribe:
Whatever you think of that interpretation, for
most of tonight's debate, this still relatively new prime minister was
combatively, precisely on his chosen message.
Accordingly, he decided to stir his benches
with rancour rather than make any effort to soothe nerves on all sides, let
alone show remorse for his defeat.
Yet, even for a politician whose tactics
include provocation, it is worth asking if he went too far.
Outrage is a common currency these days, but
MPs' jaws dropped as he ramped up the rhetoric in responses to questions -
suggesting first that it was "humbug" for a Labour MP to demand he
temper his language, to try to protect MPs' safety.
Then, he went on to say that the appropriate
legacy for the MP who was murdered during the referendum, Jo Cox, was for MPs
to complete the Brexit process.
No surprise that Labour MPs howled in protest,
some left the Commons in disbelief.
And there may be few Tory MPs willing, as the
day goes on, to defend how far he went.
The cabinet minister Nicky Morgan too, who
expressed her concern on Twitter, is not the only Tory MP who was unhappy at
what happened.*
Boris Johnson es un político que sabe perfectamente el
alcance de sus palabras, hacia dónde las dirige y en qué sentido están dichas. Sabe
perfectamente las maldades que dice y las mentiras que cuenta, pues a eso ha
debido su ascenso, a soltar todo tipo de maldades para alentar a unos e irritar
a otros. Sabe que hay que sacudir lo peor de cada uno para obtener la
aceptación suficiente.
Es ese calentamiento lo que causó la muerte de la diputada
Jo Cox a una semana del referéndum del Brexit. Cox, una encendida defensora de
mantener la unión con Europa y defensora del papel de la inmigración, fue
disparada y apuñalada quince veces el 16 de junio de 2016 por un fanático de la
extrema derecha que había creído realmente lo que había escuchado repetir una y
otra vez a gentes como Johnson o Farage: que los partidarios de seguir en la
Unión Europea eran "traidores" a la patria. Armado con una escopeta
modificada y un arma blanca, acabó con la vida de una de esas "traidoras"
a las que los políticos partidarios del Brexit habían apuntado. Y la asesinó.
Se comprende que el hecho de mantener ese lenguaje haya
hecho que se le avise de su peligro. Diversos políticos partidarios de seguir
en la Unión o de salidas con acuerdo han manifestado su miedo por haber
recibido amenazas. Las palabras directas de Johnson y otros les ponen el blanco
en la espalda.
En La Vanguardia se dice respecto al incidente:
Algunos diputados laboristas han
criticado el lenguaje usado por el primer ministro durante sus comparecencias,
calificándolo de “ofensivo, peligroso e incendiario”. Durante las réplicas
laboristas, la bancada le ha llegado a pedir cautela, recordando el asesinato
en 2016, una semana antes del referéndum del Brexit, de la diputada laborista
Joe Cox.
“No había oído tantas tonterías
en toda mi vida”, ha replicado Johnson en su turno de palabra dirigiéndose al
presidente de la cámara, John Bercow. “Lo que diré es que la mejor manera de
honrar la memoria de Jo Cox y la mejor manera de volver a unir a nuestro país
es, en mi opinión, llevar a cabo el Brexit”, ha concluido.
El líder laborista, Jeremy
Corbyn, ha criticado las palabras a través de su cuenta de Twitter, calificando
sus palabras de “chocantes”. “Está alentando la división con un lenguaje que no
se puede distinguir de la extrema derecha”, ha lamentado.
El marido de la diputada
fallecida también ha salido al paso en su perfil en la red social, afirmando sentirse
“enfermo de que se use el nombre de Jo de esta forma”. “La mejor manera de
honrar a Jo es para todos nosotros (sin importar nuestros puntos de vista)
defender lo que creemos, con pasión y determinación. Pero nunca demonizar al
otro lado y siempre aferrarnos a lo que tenemos en común”, ha señalado.
Brendan Cox, sin embargo, también
ha guardado palabras para criticar la actitud parlamentaria de los laboristas:
“Así como rendición y la traición son un lenguaje incendiario, también lo son
golpe y fascismo. Hagamos todo lo posible para evitarlo”.**
A la indignación y temor por el lenguaje empleado por
Johnson se suma la vergüenza extrema provocada por el uso del nombre de la
diputada laborista asesinada por defender la permanencia en la Unión Europea.
La violencia es un peligro cada vez mayor en los sistemas parlamentarios. La
democracia o es pacífica, sujeta a las leyes, o no es democracia. Hoy se
disputa por el poder, no por el pueblo, por su convivencia y prosperidad. Bajo cualquier retórica es el mismo
proceso. No hay fines que justifiquen la violencia. Los diputados británicos
han recordado hasta dónde llevaron las palabras.
No podemos hablar de lo ocurrido en Westminster sin que nos
vengan a la memoria las imágenes recientes de otros parlamentos con palabras
excesivas y exceso de palabras. Y esos nos quedan más cerca.
* Laura
Kuenssberg "Parliament a place of fear and loathing after debate" BBC
26/09/2019 https://www.bbc.com/news/uk-politics-49834726
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.