sábado, 28 de septiembre de 2019

La amenaza del lenguaje amenazante

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tienes muchos parlamentos en los que ver malos ejemplos. Parece como si el descongelamiento de los glaciares estuviera liberando el virus de los malos modos a la atmósfera y produciendo su propio cambio climático político. Demasiadas malas formas a la atmósfera y esto se hace ya irrespirable.
Creo que se han invertido las formas. Ahora los dictadores tratan de ser exquisitos y gastan mucho en asesores de comunicación y campañas de promoción presentando sus países como espacios idílicos. Por el contrario, los sistemas parlamentarios, que deberían conservar las formas, invierten en mala educación y tratan de mostrar su agresividad mientras convierten a los electores en parte de un circo romano que se pasa el día con el pulgar para abajo pidiendo cada vez más sangre. Hemos perdido la brújula. Parece que países democráticos han elegido las malas maneras como forma de expresar sus deseos. Las estrategias pasan por radicalizar a las personas mediante una constante escenificación de la violencia verbal, que se traslada de los parlamentos a la calle, que debe estar siempre en estado de hipersensibilidad, dispuesta a reaccionar a las más mínimas indicaciones. Los mecanismos de encuestas hacen el resto indicando a los partidos y líderes lo que funciona mejor o peor.


Esto convierte las democracias en sistemas retroalimentados, en constante funcionamiento, donde se han disuelto las campañas electorales marcadas, antes bien definidas, por una campaña única que no se cierra. Lo que antes eran las peticiones de voto durante las campañas hoy se ha extendido a toda la legislatura, que se convierte en campaña constante, con subidas y bajadas constantes según las acciones de unos y otros que no pueden limitarse al parlamento, que acaba convirtiéndose en un espacio de escenificación para modificar la opinión.
Estamos pensando mal nuestras repeticiones electorales. Ocurre con más frecuencia de la debida y son cada vez más eso que algunos han llamado "democracias de opinión", que se alejan del parlamentarismo y cuya base es la hibridación de la calle y las redes sociales excitadas por líderes populistas, agresivos y manipuladores. Cada vez vamos a un mayor fraccionamiento, por un lado, y a una elevación agresiva del tono, por otro. Ambos son consecuencias de esta nueva forma de lucha por la opinión y la movilización constante. Para ello hay que estar recurriendo a la estigmatización y a la demonización del otro constantemente, como vemos en muchos países. De eso se quejan los laboristas y liberales británicos frente a Johnson.
Los partidos se fragmentan no ya por ideologías sino para captar sectores del mercado político, como en cualquier otro sector. Se buscan las "oportunidades" donde otros fallan. Se crean los partidos desde el descontento, para recoger lo que se les escapa a otros.

La consecuencia de esta hiperactividad que disuelve los límites es la llegada de estos líderes populistas —Trump, Bolsonaro, Johnson, Orbán...— en constante contacto desafiante con la calle y en un mayor desafío y desprecio. Su estrategia es lanzar contra sus adversarios, dentro y fuera, furiosas diatribas, insultos, desprestigio, etc.
El parlamento británico ha tenido esta semana un momento de enorme patetismo cuando se le ha pedido a Boris Johnson, el bien educado primer ministro, que deje de usar el lenguaje insultante y amenazante empleado desde su llegada al cargo. Johnson no ha cambiado su estilo anterior, más bien lo ha reforzado.
Algunos de los miembros del parlamento tienen serios motivos para exigirle que abandone esas prácticas de cara a la galería, pues pueden tener consecuencias dolorosas. La editora de política de la BBC, Laura Kuenssberg, ha titulado su artículo con rotundidad, "Parliament a place of fear and loathing after debate", refiriéndose a ese momento. Tras señalar que esta cuestión está más allá de los hechos del referéndum o su resultado, Kuenssberg escribe:

Whatever you think of that interpretation, for most of tonight's debate, this still relatively new prime minister was combatively, precisely on his chosen message.
Accordingly, he decided to stir his benches with rancour rather than make any effort to soothe nerves on all sides, let alone show remorse for his defeat.
Yet, even for a politician whose tactics include provocation, it is worth asking if he went too far.
Outrage is a common currency these days, but MPs' jaws dropped as he ramped up the rhetoric in responses to questions - suggesting first that it was "humbug" for a Labour MP to demand he temper his language, to try to protect MPs' safety.
Then, he went on to say that the appropriate legacy for the MP who was murdered during the referendum, Jo Cox, was for MPs to complete the Brexit process.
No surprise that Labour MPs howled in protest, some left the Commons in disbelief.
And there may be few Tory MPs willing, as the day goes on, to defend how far he went.
The cabinet minister Nicky Morgan too, who expressed her concern on Twitter, is not the only Tory MP who was unhappy at what happened.*


Boris Johnson es un político que sabe perfectamente el alcance de sus palabras, hacia dónde las dirige y en qué sentido están dichas. Sabe perfectamente las maldades que dice y las mentiras que cuenta, pues a eso ha debido su ascenso, a soltar todo tipo de maldades para alentar a unos e irritar a otros. Sabe que hay que sacudir lo peor de cada uno para obtener la aceptación suficiente.
Es ese calentamiento lo que causó la muerte de la diputada Jo Cox a una semana del referéndum del Brexit. Cox, una encendida defensora de mantener la unión con Europa y defensora del papel de la inmigración, fue disparada y apuñalada quince veces el 16 de junio de 2016 por un fanático de la extrema derecha que había creído realmente lo que había escuchado repetir una y otra vez a gentes como Johnson o Farage: que los partidarios de seguir en la Unión Europea eran "traidores" a la patria. Armado con una escopeta modificada y un arma blanca, acabó con la vida de una de esas "traidoras" a las que los políticos partidarios del Brexit habían apuntado. Y la asesinó.


Se comprende que el hecho de mantener ese lenguaje haya hecho que se le avise de su peligro. Diversos políticos partidarios de seguir en la Unión o de salidas con acuerdo han manifestado su miedo por haber recibido amenazas. Las palabras directas de Johnson y otros les ponen el blanco en la espalda.
En La Vanguardia se dice respecto al incidente:

Algunos diputados laboristas han criticado el lenguaje usado por el primer ministro durante sus comparecencias, calificándolo de “ofensivo, peligroso e incendiario”. Durante las réplicas laboristas, la bancada le ha llegado a pedir cautela, recordando el asesinato en 2016, una semana antes del referéndum del Brexit, de la diputada laborista Joe Cox.
“No había oído tantas tonterías en toda mi vida”, ha replicado Johnson en su turno de palabra dirigiéndose al presidente de la cámara, John Bercow. “Lo que diré es que la mejor manera de honrar la memoria de Jo Cox y la mejor manera de volver a unir a nuestro país es, en mi opinión, llevar a cabo el Brexit”, ha concluido.
El líder laborista, Jeremy Corbyn, ha criticado las palabras a través de su cuenta de Twitter, calificando sus palabras de “chocantes”. “Está alentando la división con un lenguaje que no se puede distinguir de la extrema derecha”, ha lamentado.
El marido de la diputada fallecida también ha salido al paso en su perfil en la red social, afirmando sentirse “enfermo de que se use el nombre de Jo de esta forma”. “La mejor manera de honrar a Jo es para todos nosotros (sin importar nuestros puntos de vista) defender lo que creemos, con pasión y determinación. Pero nunca demonizar al otro lado y siempre aferrarnos a lo que tenemos en común”, ha señalado.
Brendan Cox, sin embargo, también ha guardado palabras para criticar la actitud parlamentaria de los laboristas: “Así como rendición y la traición son un lenguaje incendiario, también lo son golpe y fascismo. Hagamos todo lo posible para evitarlo”.**


A la indignación y temor por el lenguaje empleado por Johnson se suma la vergüenza extrema provocada por el uso del nombre de la diputada laborista asesinada por defender la permanencia en la Unión Europea. La violencia es un peligro cada vez mayor en los sistemas parlamentarios. La democracia o es pacífica, sujeta a las leyes, o no es democracia. Hoy se disputa por el poder, no por el pueblo, por su convivencia y prosperidad. Bajo cualquier retórica es el mismo proceso. No hay fines que justifiquen la violencia. Los diputados británicos han recordado hasta dónde llevaron las palabras.
No podemos hablar de lo ocurrido en Westminster sin que nos vengan a la memoria las imágenes recientes de otros parlamentos con palabras excesivas y exceso de palabras. Y esos nos quedan más cerca.  
La diputada Jo Swinson cuenta en el parlamento  las amenazas contra su hijo

* Laura Kuenssberg "Parliament a place of fear and loathing after debate" BBC 26/09/2019 https://www.bbc.com/news/uk-politics-49834726


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