Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
He
pasado varios días, en la revisión diaria de las noticias, por encima de un
titular "No existe la felicidad, sino ser feliz cada día", salido de
la boca del escritor Albert Espinosa en su charla para la serie Aprendemos
juntos, reproducida en el diario El País. Las malas noticias siempre parecen
necesitar más atención —debe ser un mecanismo evolutivo de supervivencia—, pero
finalmente me decidí a ver y escuchar. Quizá porque ayer escuché unas cuantas
desgracias, algunas de ellas solo en apariencia. Nuestro concepto de desgracia
es demasiado abierto y hay cosas que hoy duelen pero es mejor que ocurran hoy
que mañana. Muchas veces somos desgraciados porque perdemos cosas que es mejor
que perdamos, pero dentro de nuestro dolor el pensamiento se ofusca. Es lógico
que nos pase, pero lo malo es cuando nos escondemos bajo un dolor del que no
queremos salir.
La
felicidad es también un concepto peligroso, sobre todo cuando se idealiza y se
percibe como algo a lo que uno llega, algo que nos está esperando tras una
esquina. ¡Cuántas personas han sido desgraciadas por perseguir la felicidad o
más exactamente su fantasía! Lo peor: por buscarla han dejado de ver las
posibilidades que tenían delante para ser felices. Supongo que hay muchas
formas de ser feliz (¿no sería mejor decir "estar feliz"?). La
felicidad, en el fondo es nuestra reacción ante una situación dada. Si es una
respuesta, la verdadera educación para ser felices debería ser educar (y
educarnos) para obtener esa felicidad por medios a nuestro alcance. La
felicidad imposible es solo una forma de frustración. Es lo que padecen
millones de personas a la que se ha educado de forma absurda para lo irreal.
Como
personas, necesitamos ser felices, estar felices. Nuestro cuerpo y nuestra
mente nos lo piden; necesitamos un equilibrio que las tensiones de la vida van
convirtiendo en más problemático cada día. Lo contrario de la felicidad es la
amargura, algo que se está convirtiendo en un estado dominante debido a las
tensiones exteriores en las que vivimos en un mundo cada vez con más
incertidumbre.
La
"felicidad" es un concepto. Quizá lo que necesitamos son esos estados
de satisfacción diarios, como reclama, Espinosa. Esos estados se producen por
nuestras acciones, podemos hacer algo que nos sirva a través de los demás.
Quizá sea esa forma distinta de percibirnos y de percibir lo que nos desbloquee
y nos permita esos estados satisfactorios.
Las
palabras que Espinosa les dirige a sus oyentes son sabias porque parten del
principio de que el mundo es el que es y que lo importante es cómo lo vemos. No
es solo una cuestión de sugestión, por supuesto, sino de que ese cambio nos
permite actuar de otra manera, realizar acciones o abrirnos a ellas que cambian
nuestros estados.
A mí me gustaría contaros algo que me pasó de
pequeño. Yo, como muchos sabéis, tuve cáncer de los 14 a los 24 y perdí una
pierna, un pulmón y un trozo de hígado, pero fui feliz. Y, en aquellos años, yo
recuerdo que dejé el colegio con 14 años. Y tuve la gran suerte de estar
educado con mi madre hospitalaria, que era una mujer de 92 años increíble, de
Zaragoza. Y nos cogió a todos los chavales que teníamos cáncer. A todos nos
faltaba una pierna. Nos enseñó un grito de guerra muy bonito: «No somos cojos
somos cojonudos», que nos encantó. Y lo gritábamos siempre. En aquella época en
el hospital, no teníamos moto, pero teníamos silla de ruedas. No podíamos ir a
discotecas, pero teníamos ocho plantas. Y fue una época increíble de educarse
con chicos con cáncer y con esa madre hospitalaria que podíamos ir a ver cada
noche. Yo tenía a mis padres que venían por la mañana y por la tarde. Pero las
noches en los hospitales, cuando tienes 14 años y nunca has salido de casa, era
extraño. Mi primer hogar fuera de casa fue aquel hospital con aquellos siete
chavales con cáncer. Y aquella mujer se convirtió para mí en mi maestra. Fue
una mujer que nunca olvidaré la fuerza. Ella siempre decía que nos educaba a
ser valientes en la vida, en el amor, en el sexo… Y aquella mujer nos contaba
historias maravillosas. Ella decía que, sobre todo, había que aprender a decir
«no». En aquella época, yo no pensaba que pudiera decir no a nada. Pero, poco a
poco, con los años, entendí a lo que se refería. Aquella mujer siempre decía:
«Cuando crees que conoces todas las respuestas, llega el universo y te cambia
todas las preguntas». Y ella decía que el universo nos quería mucho, porque, en
aquella época, nos estaba haciendo cambiar nuestras respuestas para encontrar
nuevas preguntas. Yo me eduqué junto a ella, y ella me enseñó a perder para
ganar. Ella me dijo que cualquier pérdida es una ganancia, con lo cual me dijo:
«Tú no has perdido una pierna, sino que has ganado un muñón. Tú no has perdido
un pulmón, sino que has aprendido a saber que con la mitad de lo que tienes
puedes vivir».*
Las
experiencia de Albert Espinosa le han ayudado a configurar su visión del mundo
y de esta ha resultado esa felicidad que a muchos resultará incomprensible.
Vivimos en una sociedad que se dice abierta y libre, pero en la que las
barreras se camuflan de metas, de retos y desafíos. Muchos buscan la felicidad
allí donde les han dicho que se encuentra para descubrir que solo era un mcguffin, un reclamo de caza y que la
presa éramos nosotros.
Uno de
los autores que mejor expresó esa búsqueda de falsas felicidades fue Stendhal.
Sus personajes buscan una felicidad que se les desvanece cuando las alcanzan. La
felicidad no era eso. En la vida se dejan pasar muchas oportunidades para esos
momentos de felicidad por estar obsesionados con su llegada.
Quizá
por eso muchos han existido que es más fácil alcanzar la felicidad cuando la
puedes hacer llegar a otros. El egocentrismo es el peor enemigo de la
felicidad. Es mejor y más fácil provocar en otros lo que no conseguimos
encontrar en nosotros. Cuando estamos dispuestos, cuando nuestro estado de
ánimo es el adecuado, podemos percibirlo como satisfacción que nos lleva a ese
estado. Quizá la felicidad se esconde cuando más la buscamos y nos llega cuando
trabajamos en ella.
No es
fácil ver felicidad. La experiencia que Albert Espinos cuenta y las enseñanzas
de la que llama su "madre hospitalaria" son una experiencia
extraordinaria, un ejemplo de cómo se puede alcanzar un estado de felicidad con
lo que se tiene, por poco que sea. Hay que cambiar la mirada y lo mirado acaba
cambiando. Ese es el principal mensaje. Sin cambiar nosotros no podemos estar
felices.
El
mundo que nos rodea no ayuda mucho. La frase "No existe la felicidad, sino
ser feliz cada día" está rodeada por noticias que nos dan cuenta de los
difícil que es ser feliz. Quizá porque pensamos que en esas condiciones no es
posible ser feliz. La idea de Espinosa es que no, que cualquier situación, por
mala que sea, puede ser percibida de forma diferente. No se trata de que por
percibirlo de otra manera todo cambie, pero la actitud es esencial. Creo, más
bien, que hay un principio general que es la alegría de vivir que no nos debe
ser arrebatado y que nos ayuda a ese estado de ánimo, de superación de la resistencia
del mundo. Podemos sufrir choques, pero tenemos la capacidad de sobreponernos y
encontrar motivos de felicidad cada día en pequeñas cosas. La vida son pequeñas
cosas; los grandes principios y palabras son para los libros.
La idea
de felicidad (suponiendo que no haya muchas cosas diferentes dentro) ha estado
presente en los dos o tres últimos siglos en Occidente. En el budismo, por
ejemplo, más que la "felicidad" se parte del principio del dolor del
mundo, un dolor del que liberarse no implica la felicidad, algo de lo que
también habría que librarse, pues crea angustia no alcanzarla. La voluntad
occidental, liberada aparentemente de sus cadenas, se lanza a su búsqueda y la
promete en todo momento. Con ello nos ha debilitado causando la frustración de
descubrir, como el príncipe iluminado, el Buda, que en el mundo existe la
muerte, el envejecimiento y la enfermedad como realidades incontestables. Sin
embargo, vivimos muchas veces como si no existieran o fueran ajenas a la vida.
Son parte de su realidad.
Podemos
vencer a algunas, como los cánceres de Albert Espinosa, pero las heridas
quedan. Lo que aprendió Espinosa es que se puede ser feliz con ellas porque se
sigue vivo. Y esa vida después de la batalla se puede vivir con la amargura de
lo perdido o con la alegría de lo mantenido. "Diez años", nos dice,
en los que fue "feliz cada día", encontró en cada uno de ellos algo
que le hizo valorar positivamente su vida.
La vida
y la madre hospitalaria le enseñaron que poder contarlo ya es algo. Quizá por
eso se hizo escritor, para no olvidar que había sido feliz día a día.
Ella siempre me decía que había
libros curativos, libros que te curaban, libros que te podían ayudar a entender
la pérdida de un padre, de una madre, de un amor. Siempre hablaba de Oscar
Wilde, ‘De profundis’. Me decía que era un libro que servía para todo, porque
podías encontrar allí, en esas páginas, el dolor máximo. Yo creo que ella me
enseñó a amar la forma con la que me iba a construir mi cuerpo. Tuve suerte de
estar junto a ella cuando me cortaron la pierna. Me dijo que realmente el
médico podía construir el muñón como quisiera. Y fue bellísimo, porque
realmente lo dibujé.
Se puede ser feliz a través del dolor, porque forma parte de
la vida. Me imagino que hay otros tipos de dolores que nacen de otras fuentes
que causan indignación, que es otro tipo de reacción ante otro tipo de sucesos.
La aceptación de la vida es la comprensión de que no es como se nos describe
externamente, sino algo único, un camino personal compartido en el que no
siempre pasa lo que queremos ni llegamos a comprender su sentido si es que lo
tiene. Algunos lo aprenden y lo transmiten para que cada uno lo recoja y adapte
a su propia forma y circunstancia. Es lo que trata de hacer Espinosa con sus
historias.
A veces senbtimos lástima de los demás cuando deberíamos sentir lástima por nosotros mismos. Felicidades pequeñas, próximas, cotidianas, posibles. Debería ser nuestra dosis diaria.
A veces senbtimos lástima de los demás cuando deberíamos sentir lástima por nosotros mismos. Felicidades pequeñas, próximas, cotidianas, posibles. Debería ser nuestra dosis diaria.
* "Albert espinosa “No existe la felicidad, sino ser
feliz cada día” Aprendemos juntos / El país
https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/no-existe-la-felicidad-sino-ser-feliz-cada-dia-albert-espinosa/
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