lunes, 24 de junio de 2019

El camino mediático

Joaquín Mª Aguirre Romero (UCM)
El cine se ha ocupado varias veces de esta cuestión mostrando cómo se pervierte la función de los medios. Se deja de recoger lo que ocurre para crear lo que debe ser visto, que pasa a ser un objeto de consumo, una forma de alimentar a unas masas sedientas de información morbosa, de adictos al drama.
La tentación de fabricar la realidad, de provocarla para recogerla después ha pasado por muchas mentes. En ocasiones hay recursos como para satisfacer este tipo de demandas sin caer en lo delictivo. Son las vidas inventadas para el consumo ajeno, las vidas convertidas en farsas como comida basura mediática. Es como poner relleno a los muñecos para darles apariencia de realidad. Discuten, se pelean para nosotros. Muestran interioridades de diseño hechas para satisfacer la vaciedad vital en la que viven. Son pobres sustitutos de la realidad que sirve de estímulo a personas que se han vuelto adictas a este mundo, un mundo que llena de miles de horas de programación durante décadas, decenas de miles de páginas en las que disputan, lloran, se reconcilian, se vuelven a odiar en ciclos sin fin.
El diario El País nos trae información de la conversión en serie televisiva de algo peor que todo esto:

Era el rey de las audiencias de televisión en una de las ciudades más peligrosas de Brasil. El público adoraba aquel programa, un cóctel de sucesos en su versión más sensacionalista -entrevistas con supuestos criminales, cadáveres acribillados, persecuciones policiales, toma de rehenes…- con humor de lo más burdo y actos de beneficencia. El periodista Wallace Souza sabía bien cómo atraer público con casquería televisiva. La audiencia se disparó tanto que le catapultó a la política, algo nada infrecuente en este país. Compatibilizó la tele con el escaño. Souza solía llegar al lugar del crimen el primero, antes que la policía. Su arresto en 2009 sorprendió a la ciudad de Manaos, en plena selva amazónica. Pero eso no fue nada. Para conmoción la que hubo al conocerse la acusación policial: ordenar crímenes para cubrirlos luego en su programa y aumentar la audiencia. Una historia surrealista que protagoniza la docuserie La muerte vende (Bandidos na TV en su título original) de Netflix.*



El caso tiene mucho de modelo del intercambio entre el crimen, los medios y la política allí donde se deja crecer el cáncer de este mundo que se retroalimenta. Conocemos casos de conexiones entre el crimen y la política, forman parte de las tramas de corrupción y del asalto al poder. Igualmente casos de conexión entre el mundo criminal y los medios, menos frecuente y con función distinta. Pero el caso que se nos cuenta tiene la redondez del acabado perfecto para el asalto desde los medios al poder político.
Se habló de los medios como del "cuarto poder" dentro de un sistema de equilibrio de fuerzas y con un sentido de vigilancia de los otros poderes en nombre de la opinión pública. Hemos pasado del modelo en el que los medios dejan al descubierto los vicios del poder al modelo del poder mediático vicioso. Es lo que ocurre cuando se usan los medios para dar el salto a los otros poderes, especialmente al político que es natural en estos casos. Cada vez es más frecuente dar el salto de la popularidad mediática a los centros del poder. Muchos no llegan a dar el salto, sino que quedan en un espacio intermedio, un espacio que permite convertir a la gente en una mezcla de "público votante". Son dos categorías distintas que se pueden convertir en una. Es la tentación del político de apoyarse en el espectáculo mediático y la tentación del informador de convertirse en político. En ambos casos, el nivel de integración puede tener muchos grados. Es el fenómeno de la mediatización de la política y el aumento de la politización de los medios.


Pero el caso de Wallace Souza tiene un escalón intermedio, el crimen, que fue su forma de aumentar las audiencias que le hicieron finalmente dar el salto a la política y afianzarse en todos los terrenos: el político, el criminal y el mediático. No informa Naiara Galarraga en El País:

Souza era un hábil orador envuelto en un discurso de matón que sus vecinos, hartos de la violencia de las bandas que se disputan el narcotráfico en la región amazónica, respaldaban con entusiasmo. “Las familias honestas de nuestra ciudad necesitan paz”, proclamaba en un programa, mientras en otro ofrecía su solución para acabar con el problema: “Para los traficantes solo hay una solución: bala y tumba. Punto”.
El programa empezó con medios precarios pero la audiencia respondió bien desde el principio. Aquello atrajo a patrocinadores, contrataron periodistas… el fenómeno Souza crecía. El presentador acabó convertido en un auténtico héroe para los vecinos de Manaos, la capital del estado de Amazonas, ahora la undécima ciudad brasileña con más asesinatos. Se presentaba como un gran azote del crimen. Alguien que combatía a unos delincuentes a los que el Estado, impotente o incapaz, no perseguía. Dos veces fue reelegido como diputado en la Cámara estatal. Y desde esa tribuna lanzó su defensa al ser arrestado: “Tal vez sufro la mayor persecución política que ha habido en este estado”, proclamó.*


No hace mucho tiempo contamos aquí el caso de la presentadora de televisión egipcia acusada de organizar secuestros infantiles para luego usarlos en su programa. Wallace Souza fue más allá, pero el principio es el mismo: forzar la realidad para convertirla en producto mediático manipulable. En el caso brasileño, el entorno le ha permitido organizar esa corriente en su favor para conseguir ser elegido y reelegido. Una vez comprendido el mecanismo este no se puede desperdiciar. La inversión en su propia imagen es un seguro.
Wallace Souza es un ejemplo de una sociedad que ha pervertido los fines de las instituciones. Ha convertido en criminal la política y los medios. La situación brasileña es la de un escándalo tras otros, encerrar a los que encierran a los encerrados. Las sospechas se extienden a los otros poderes como en el caso del fiscal que llevó el caso contra Lula da Silva. Nada queda a salvo de la perversión. Lo que se produce entonces es una especie de jungla disfrazada de civilización, una guerra disfrazada de convivencia institucional.


Lo malo es que ese juego ha pervertido a las propias masas, que se entregan a otro personaje, a un Bolsonaro, otro producto de los medios, la política y el añadido religioso, que es utilizado como garantía. Lo que un sistema sucio produce difícilmente puede ser limpio; solo lo aparenta. No hay regeneración, solo lucha por el poder a través de esa carretera de dos carriles, el mediático y el político, junto con uno que es el que sirve para iniciar el camino (la religión, el deporte, la judicatura...). Nadie salta al mundo público sin prueba de cámara.
El hecho de que Souza matara para conseguir "exclusivas" es una explicación demasiado sencilla para un fenómeno mucho más complejos. Así queda reducido a una especie de práctica desleal y criminal. Pero el fenómeno es mucho más amplio y envuelve nuestro sentido de los medios, de la política y de la propia sociedad que se ve transformada (¿o es quien transforma?) por la interacción y por sus propias elecciones manipuladas. ¿Qué lleva a convertir a un fenómeno como Souza en un héroe mediático y político? Esa es la pregunta que necesita ser respondida.
Ahora se completa el ciclo: la serie televisiva de Netflix. Es la conclusión lógica en la que la ficción que se ha consumido como verdad se consume ahora como serie documental. Es la materia común con la que se hacen sueños y realidades. La realidad ya no es evidente por sí misma. Necesita ser explicada en segunda instancia. O quizá solo se trate de una ampliación del negocio.



* Naiara Galarraga "El periodista que siempre llegaba primero a la escena del crimen" El País 24/06/2019 https://elpais.com/cultura/2019/06/22/television/1561221489_634629.html

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