Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Es un
temor que viene de lejos. Lo expresamos aquí en varias ocasiones a lo largo de
los años y ahora toma cuerpo. El día llegó. Las mujeres afganas temen estar
sobre el tapete como objeto de intercambio en las negociaciones de paz entre el
gobierno, los talibanes y los Estados Unidos. ¡Qué terrible paradoja!, que se
pueda llamar "paz" a algo que solo traerá violencia. No es la
violencia guerrera por la que te dan medallas y te rinden honores, no, esa es la violencia de los héroes. Porque los hombres han llamado "guerra" a la
violencia que ejercen unos contra otros, mientras que llaman "normalidad",
"honestidad", "virtud", "piedad" a la que ejercen
sobre las mujeres en muchas partes del mundo.
En
ningún sitio se hace tan evidente la histórica paradoja como en un Afganistán
en el que las mujeres fueron saliendo a la luz después de décadas de oscuridad
talibán y poder hacer cosas tan peligrosas como montar en bicicleta o estudiar,
como reír por las calles camino a esas escuelas ahora en juego.
Durante
años han avisado. Llegaría un día en el que bajarían de las montañas y saldrían
de los ministerios para encontrarse entre ellos y llamar "paz" a
encerrarlas. No hay que engañarse, el verdadero objetivo de sus talibanes, su
visión del poder pasa por la sumisión de la mujer. Ella, la gran rebelde.
En
estos años, los medios nos han contado historias de las mujeres afganas, de su
valentía realizando tareas, ocupando oficios, consiguiendo cosas, que ellos,
los hombres del libro único, de la barba orgullosa, nunca conseguirían ni por
asomo. Las mujeres afganas han conseguido mucho pero su horizonte de futuro
siempre estaba marcado por una pregunta: ¿cuánto nos va a durar la alegría?
sabedoras de que el momento en que serían intercambiadas llegaría. Pero ahora
ellas reclaman participar en las conversaciones de paz para evitar que sean
convertidas en moneda de cambio entre unos y otros.
Egypt
Independent (con texto de la AFP) nos da cuenta de una campaña organizada por las mujeres de
Afganistán, con ayuda de Naciones Unidas, para difundir lo que cada uno
considere sus "líneas rojas", es decir, aquellos puntos que no podrán
ser "negociados" por el gobierno con los talibanes. De esta forma
expresan a lo que no están dispuestos a renunciar hombres y mujeres. En el caso de las mujeres, la vuelta a la vida con los talibanes, al pasado, se contemplan como un horror al que no están dispuestas a volver. Quieren la paz, pero no a cualquier precio.
El diario egipcio nos
informa de esas líneas de cada uno que se manifiestan con el hashtag #MyRedLine:
Kobra Samim, who rides for Afghanistan’s
national cycling team, wrote on Facebook that women’s participation in sport is
her “red line” as the US tries to forge a peace deal with the Taliban.
Former politician Farkhunda Zahra Naderi
tweeted that the protection of female leadership roles should be
non-negotiable. And activist Samira Hamidi is demanding that women be included
in the peace talks.
Across Afghanistan, women have taken to social
media to join a campaign dubbed #MyRedLine that aims to pressure the
government, the Taliban and the United States into ensuring women’s hard-won
advancements are not tossed aside in a rush for a peace accord.
“If the Taliban come back, we won’t have the
right to education, sports, and we will even be banned from coming out of
houses,” Samim, 23, told AFP as she adjusted the saddle on her mountain bike
before setting off along a run-down Kabul street.
“We want peace, but also we want to continue
our sports and cycling.”
Farahnaz Forotan, a journalist and activist who
started the #MyRedLine campaign with support from UN Women Afghanistan, said
her own red line was “my pen and my freedom of expression.”
“If peace doesn’t bring social justice to all
victims of war in every corner of the country, then it won’t be a stable
peace,” Forotan told AFP.*
Cada una de esas líneas rojas es el temor por aquello que
pueden perder. ¿Qué entienden por paz estos energúmenos si no es el poder de
dominación sobre las mujeres? Es difícil negociar nada con quienes se
consideran mano de Dios y depositarios de su justicia. Todo es importante y
negociar cualquier cosa que ellos consideren verdadera sería como una
blasfemia. Los hombres no negocian los mandatos de Dios. Esa la premisa por la
que todo lo que acepten hoy no será más que el primer paso para dirigirse hacia
el control total. Hacen bien en temer las mujeres. Las mujeres exigen estar
presentes en las negociaciones. No se fían de lo que se pueda resolver en su
ausencia.
De nuevo aquí, como con el estado Islámico, la negociación
es un absurdo. Es lo que tiene tratar con hombres tan temerosos de Dios y tan
seguros de él. No tienen plazo y no les importa ni el coste ni la vida, la
propia o la ajena. Las mujeres son, para ellos, un desafío, una aberración que
se rebela frente al Dios que les dicta dónde está el bien y cómo llegar al
paraíso.
Como ya ha ocurrido anteriormente, puede que se produzca un
éxodo masivo si no se fían Ya ocurrió con los afganos que habían sido
traductores del ejército norteamericano y que cuando este se retiró solicitaron
asilo en los Estados Unidos, algo que no habían contemplado los militares ni el
gobierno. Si se quedaban, poco valían sus vidas.
Se corre el riesgo de que las mujeres más señaladas, las que
más se han destacado, deportistas, profesionales, pilotos, profesoras, etc.
tengan que salir del país ante la llegada de los talibanes.
* "Afghan women go online to set #myredline for peace" Egypt Independent 21/04/2019 https://www.egyptindependent.com/afghan-women-go-online-to-set-myredline-for-peace/
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