Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Cuando
se leen los comentarios en los diarios El Mundo y el País (no he seguido) sobre
los atentados ocurridos ayer en Sri Lanka, como 290 muertos y más de 500
heridos no puede uno dejar de preocuparse. El tono del radicalismo que llega es
realmente motivo de preocupación dado el nivel de intransigencia y beligerancia
que se demuestra en ellos.
Los
cantos felices de Donald Trump por haber acabado la guerra de Siria presentando
la "victoria" como el fin de algo, se muestra como una ingenuidad
digna de un ignorante deseoso de autopromoción. La llamada "guerra de
Siria" no hacía referencia a un "problema local" más que en lo
que afectaba al poder de al-Assad en la zona. La verdadera guerra es la del "califato"
que solo era relativamente local.
Eso nos
aboca a una guerra deslocalizada y abierta, extendida por todo el mundo y que
vuelve al modelo de Al-Qaeda, el terrorismo. Rotas las expectativas del
territorio, quedan la movilidad y la disgregación sangrienta, es decir,
expandir el terror.
El
problema que se plantea ahora de Inteligencia, Seguridad e intercambio de
información a sabiendas que los objetivos se reparten potencialmente por todo
el planeta.
Leyendo
a los comentaristas de los artículos publicado sobre Sri Lanka la preocupación
crece porque el odio aumenta haciendo responsables a todos de lo que hagan unos
pocos. En plena campaña electoral, los temas del terrorismo internacional
sirven de refuerzo a las tesis de los grupos más radicales en sus
planteamientos anti inmigratorios. Este
tipo de noticias se usan para transmitir el sentimiento de rechazo y odio. Ya
no se trata de un grupo terrorista,
sino de la totalidad. El mensaje convierte en terroristas potenciales a todos
los que profesan una religión o pertenecen a unos países determinados. A la
islamofobia se le añade la xenofobia y el racismo. Esto puede ocurrir por un atentado, por unos teléfonos o por cualquier otra cosa que produzca miedo, irritación, etc.
De los
comentarios —muchos de ellos profesionalizados,
por decirlo así— se traduce un mensaje: "la izquierda apoya al
islam", que es lo que se puede leer en alguno de ellos de forma expresa y
en otros de forma implícita. Es una forma de traducción de lo exterior, Sri
Lanka, en clave interior, de procesamiento y reciclado de los acontecimientos
ajenos para convertirlos en propios, introduciéndolos en la campaña. Que se
esté usando en la campaña electoral el terrorismo, la religión, la xenofobia,
etc. nos muestra una vez más que en lo que estamos convirtiendo las democracias,
la pérdida de valores o el deterioro de los que nos quedan.
La
noticia actúa como un pedazo de pan lanzado al estanque de las carpas, que se
abalanzan sobre él procedentes de todos los rincones del estanque. Su voracidad
es enorme, pues comienza el proceso del reciclado.
Las
noticias reflejan hechos que ocurren en el mundo, más cerca o más lejos, que
nos afectan más o menos. Pero esa información que contienen puede ser interpretada
de muchas maneras, moviendo hacia ideas,
provocando acciones o combinaciones de ambas. Lo que estamos viendo es un
proceso alquímico de transformación de lo que ocurre, en este caso, en Sri
Lanka para depositarlo en nuestras
urnas. Es un proceso de transformación discursivo que transforma una acción, la
terrorista, en una acción/reacción, votar a los que defienden esa misma
interpretación de rechazo.
El
peligro que tiene jugar con esto es obvio: la acción no se queda en las urnas,
sigue su proceso creando un fondo de intransigencia que se acaba traduciendo en
xenofobia, racismo o responsabilidad añadida a los que no tienen culpa alguna.
Es una generación de odio y rechazo hacia los más próximos, que pagan culpas
ajenas y lejanas.
El
racismo y la xenofobia están creciendo en nuestra sociedad. Los comentarios en
los foros no son la "sociedad", pero sí forman parte de la corriente
que trata de configurar la opinión pública, el foro común en el que se vuelcan
las ideas, que son confirmadas o rechazadas. Crean un clima de rechazo, una
incomodidad. Se acaba transmitiendo en conversaciones, en actitudes, en
desprecios a personas que no se lo explican, pero que a ojos de los xenófobos
está claro: son culpables porque vienen de fuera,
porque son distintos en algún aspecto. No hace falta ir muy lejos para
confirmarlo. Basta con escuchar con atención en las conversaciones de los
cafés, del trabajo, de las sobremesas, etc. para ver cómo circulan estos
mensajes, libres de oposición la mayoría de los casos.
La
forma en que los medios usan la información es también importante para la
creación de este clima. Lo que estamos viendo por todo el mundo lo confirma.
Muchos medios han reaccionado ante el uso que se da a sus informaciones por
parte de los que las canalizan. Antes se hablaba del "agenda setting"
de los medios, dando por descontando que ellos eran los que estaban en contacto
con la opinión pública y le daban forma. Sin embargo, esto ha cambiado. Entre
los medios y los receptores se ha construido un nuevo cerco mediático, las
redes sociales y los medios surgidos en ellas.
Esto
hace que el panorama cambie bruscamente ya que la mayor o menor profesionalidad
que podían tener los medios queda fulminada por la tendenciosidad con la que
nacen los medios sociales. El anonimato, la falta de responsabilidad legal,
etc. hace que todos los excesos sean posibles, como ya se ha denunciado. La
guerra entre ambos tipos de medios está servida. El principio de a mayor radicalismo, mayor participación en
redes es un hecho que estamos comprobando. Y funciona. Al no haber límites
ni principios más que la destrucción del adversario y la consecución del poder,
la desestabilización permanente —que permita la penetración desde el miedo y el
descontento— se practica ya con un manual estandarizado, de Trump a Bolsonaro
pasando por Vox, el UKIP o LePen.
El
diario El País titula "Vox declara la guerra a la libertad de prensa"
y da cuenta de esta guerra entre aquellos que manejan las redes, medio barato e
instantáneo, contra los medios convencionales.
La guerra a los medios de comunicación con el
objetivo de sustituirlos por las redes sociales, donde se pueden lanzar
mensajes breves e impactantes, sin necesidad de intermediarios ni de tener que
responder preguntas incómodas, ya la practicó a fondo el actual inquilino de la
Casa Blanca, Donald Trump, con quien Vox comparte asesor, Steve Bannon.
"Nos da igual no salir en los medios.
¿Para qué, si ya estamos en las redes sociales? El consumo de información por
las redes sociales por primera vez ha superado al de las televisiones y ese
cruce va a seguir acentuándose. Para nosotros no son un instrumento, son el
instrumento", afirmaba Abascal en el libro La España viva.
Los hechos parecen darle la razón. Vox es el
partido con más seguidores en Instagram (248.000), la red preferida por los
jóvenes, y está bien posicionado en Twitter (233.000) y Facebook (más de
100.000). Sin embargo, alguien tiene que producir los contenidos que se
difunden por las redes sociales, además del propio aparato de propaganda del
partido.
Por eso, Vox recurre a los "medios de comunicación
alternativos que actúan con libertad", en palabras de Abascal, o a los
medios "afines", según el manual de comunicación del partido.*
Se
aprovecha así la crisis de los medios convencionales (provocada por el sistema
de redes y por el dejarse arrastrar de los propios medios, incapaces de
encontrar su modelo). La idea de red, que se lleva años estudiando en su
naturaleza y efectos, ha sido bien aprovechada por los que menos tienen
inicialmente. El distanciamiento de la información objetiva en favor de la
parcial está conectado con muchos otros fenómenos socio culturales, como el
llamado "storytelling", adaptación al marketing del "giro narrativo",
que se centraba en factores de identificación emocionales en detrimento de los
racionales.
Se basa
en los avances en neurociencias y ciencias cognitivas, que han estado
suministrando informaciones sobre la forma de actuar del cerebro, el proceso de
la toma de decisiones, etc. Todo un mundo surgido y financiado de la
interacción entre las universidades y centros de investigación y el mundo de
las empresas, que necesitan esta información para actuar sobre los consumidores
en una sociedad mediática.
Bastó
dar el giro hacia la política para que los gurús de la manipulación tuvieran a
su disposición equipos completos de expertos bien pagados para practicar el
arte de la manipulación masiva a través de un nuevo escenario, el de los medios
sociales, de las redes. Era la conjunción de lo dicho por la retórica clásica (convertida
en neo retórica), de lo aprendido por las neurociencias y la lectura atenta de
Marshall McLuhan.
2016 |
Se
trata de invertir la función didáctica
de la política, el ideal ilustrado de la mejora social y la convivencia, para
incidir en el mundo mítico y sentimental de los conflictos, de las guerras y de
los peligros exteriores, de los enemigos que llegan, de las conspiraciones,
etc.
Los
medios sociales son participativos, por lo que llenan las vidas vacías de vínculos
y de objetivos. Esto vale para el Estado Islámico y para los populistas de
ultraderecha. Han aprendido de los viejos grupos radicales, de izquierda y
derecha: hay que crear un sentido de pertenencia al grupo.
La agresividad
que se manifiesta queda reforzada por el anonimato. Ya vemos cómo se traduce en
los actos de intransigencia de los grupos, que acaban trasladando a las calles su propio radicalismo. Atacan y son atacados
por sus réplicas ideológicas especulares.
La
capacidad de convertir en conflicto cualquier cuestión es esencial para el
funcionamiento de este sistema. Con ello aumenta la violencia. Son los mensajes
de odio, de miedo, etc. los que sirven como mantenimiento de esta situación
para tener sensibilizada a la opinión.
Hoy en
día hay nuevas distinciones entre los partidos y grupos. Ya no son solo las
ideologías los que los diferencian, sino las formas de actuación y, especialmente,
el tipo de estado de ánimo, por decirlo así, que transmiten en su camino hacia
el poder. Los que usan estas tácticas cargan el ambiente de violencia, por eso
acaba siendo difícil controlar lo que manejan, que se les va de las manos en
cualquier momento, dado el estado de animosidad. Estamos viviendo un
calentamiento digno del periodo de entreguerras pero con redes sociales. Los
conflictos llevan a la calle (véase Francia, aquí Cataluña) porque es el
espacio del drama, allí la violencia y la sangre, el compromiso se
intensifican. Lo ocurrido en otro día en el Derry, la muerte de la periodista a
manos de dos jóvenes es un ejemplo de lo rápida que llega ya la sangre a las
calles.
La
pregunta sigue siendo ¿cómo ser moderado en un mundo agitado, que camina hacia
los extremos? ¿Cómo se pueden transmitir la razón y el diálogo en un momento de
cacofonía y autoritarismo creciente?
La
única respuesta es local más que global. Tratar de transmitir esos valores de
las formas más eficaces y no darle la espalda a los problemas. Unas sociedades como
las nuestras no se pueden permitir vivir conflictos de xenofobia o racismo, no
se pueden ver arrastradas en el siglo XXI por los integrismos religiosos, por
los negacionismos, por el dogmatismo, la intransigencia..., es decir, por todos
aquellos que —pese a sus quejas— están beneficiándose de las armas globales de
la comunicación. Hay que frenar con argumentos, pero también con leyes a los
que atacan la convivencia, sean quienes sean. No hay que renunciar a la crítica, a los argumentos. Pero lo que vemos es muchas veces interesado e irresponsable. La maquinaria se pone en marcha y se va retroalimentando.
Es doloroso leer las reacciones, los comentarios que cualquier noticia provoca. Duele ver tanta sinrazón disfrazada de dogmatismo se desarrolla en pocos momentos, una larga cadena de odio, que se acabará traduciendo en algún momento en acción, desprecio o insultos contra las personas próximas.
Desde aquí las condolencias a la víctimas de los atentados en Sri Lanka. También a los inocentes que, aquí o allá, van a pagar por pecadores.
*
"Vox declara la guerra a la libertad de prensa" El País 21/04/2019
https://elpais.com/politica/2019/04/21/actualidad/1555861066_784668.html
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