Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
* "Egypt Restricts the Sale of Yellow Vests Suspecting that Egyptians Might Copy the French" Egyptian Street 11/12/2018 https://egyptianstreets.com/2018/12/11/egypt-bans-the-sales-of-yellow-vests-suspecting-that-egyptians-might-copy-the-french/
Cerrábamos
el texto de ayer con la noticia de que el gobierno egipcio estaba poniendo
dificultades para la adquisición de los chalecos amarillos reflectantes que se
han convertido en símbolo de las protestas en Francia. Las noticias acababan de
salir cuando las recogimos y hoy ya es posible encontrar en la prensa egipcia
reacciones a algo que se da como un hecho.
Recordemos
algo obvio: los chalecos amarillos son los que obligatoriamente deben llevar
los conductores en su equipamiento para poder ser vistos si deben parar sus
coches por algún problema. En la página de la Dirección General de Tráfico,
dependiente del Ministerio del Interior, en la sección "Equipamiento obligatorio
en el vehículo", leemos: « El uso de un chaleco reflectante de alta visibilidad es obligatorio
cuando se salga del vehículo y se ocupe la calzada o el arcén de las vías
interurbanas.» El chaleco, pues, no es un elemento extraordinario sino, por el
contrario, algo que todo conductor debe llevar para el caso de que las
circunstancias lo requieran.
Una parte importante de las acciones del movimiento
de protesta se han dado en las carreteras, con cortes, y calles, por lo que el
uso del chaleco debió ser una medida de seguridad para ser vistos en la
distancia. Desconozco que fue antes si el huevo o la gallina, pero me parece
más lógico que alguien, viendo tanto chaleco, lo convirtiera en "uniforme"
estableciendo una asociación entre protesta y uniformidad de los protestantes. Una
vez establecida esta conexión, el resto se da solo.
El movimiento queda etiquetado —el de los
"chalecos amarillos"— y pasa a convertirse en un símbolo de la lucha. El
"problema" es que el proceso de crecimiento simbólico no se limita a
un tipo de actos, sino que el símbolo puede ser ascendido en el plano abstracto
al de la "protesta" y trascender las fronteras francesas. Allí donde
haya chalecos amarillos se entiende que se está protestando contra algo, de
forma especial contra lo que se considera una injusticia, abandono de los
gobiernos, empobrecimiento, etc.
El
chaleco amarillo, en su inicio, es conceptualmente lo contrario del "camuflaje",
que ordinariamente se usa para los uniformes de combate, en donde no ser visto
es importante. Por el contrario, en la protesta urbana se trata de ser visto lo
más posible, pues la protesta conlleva la búsqueda del contagio, la extensión
como una forma de acción, ya que es transformada en "mensaje" que
acabará circulando en busca de apoyos. Este efecto se amplifica inmediatamente
a través del fenómeno de las redes sociales. Hoy la "acción" implica
la "actuación"; se hace/acción y se representa/actuación. Hay que
darle la razón a Jean Baudrillard.
Desde
esta perspectiva, la lógica de que no se vendan chalecos o se teman las
consecuencias de hacerlo en Egipto es comprensible desde el propio gobierno.
Los franceses han dado el símbolo, el chaleco, y después cada uno lo llena de
contenido local. El chaleco es "glocal"; significa global, actúa
local. Es el signo de los tiempos mediáticos.
El
gobierno egipcio, como comentábamos ayer, ha usado los disturbios franceses
para convencer a los egipcios que los Hermanos Musulmanes estaban detrás de
ellos. Probablemente es absurdo, pero—con la lógica de Baudrillard sobre la precedencia
del simulacro—, los Hermanos lo han negado, pero ha dicho apoyar al movimiento
de protesta. Indudablemente les importa un bledo lo que ocurra en Francia, pero
no ocurre lo mismo con lo que pueda ocurrir en Egipto, que les permitirá
apuntarse un tanto si las protestas se producen con los chalecos.
Los
egipcios, que ven acercarse la fecha del aniversario de la revolución, pueden
salir a la calle con los chalecos a protestar por las subidas de la energía y
de prácticamente todo, pues no creo que haya quedado nada sin ser arrastrado
por la inflación galopante.
Egyptian
Streets recoge los problemas de encontrar (y de tener) chalecos amarillos, algo
que te puede traer un serio disgusto, pues convierte en sospechosa la posesión
de algo que todo conductor debe tener en su coche, lo que no deja de ser una
paradoja absurda.
Los
intentos de hacerse con un chaleco son contados por los periodistas:
The AP journalist tried to buy the yellow vests
from 12 different safety equipment stores in Downtown Cairo. However, six said
that they no longer sell the vests, two refused to sell the available product
for no reason and four said that they were told not to sell the vests by
authorities.
One seller told AP that “they seem not to want
anyone to do what they are doing in France.” Another seller said that
authorities came to the store and forbade them from selling the yellow vests
and when questioned, the policemen said that they were following orders.
These restrictions on the sales of the yellow
vests will remain until the end of January security, officials emphasized. The
police authorities gathered industrial safety product importers and wholesale
retailer earlier this week to brief them on the new guidelines.
BBC Arabic reported that Egyptian activists and
lawyers announced the arrest of Egyptian lawyer Mohammed Ramadan on Monday
after posting on Facebook ridiculing reports that shop owners were barred from
selling yellow vests to citizens.
According to Ramadan’s lawyer Abdul Rahman
Al-Gohari, Ramadan was arrested on a street in the coastal city of Alexandria
and authorities say he was possessed five yellow vests.
Egyptian lawyer Mahienour El-Massry said
“Mohammed Ramadan is in the prosecution and the investigation is yet to start
but it appears to be because of the yellow vest. This is what the police
officer that arrested him said. We are still awaiting to see what the
prosecution will charge him with.”*
Efectivamente, de qué se puede acusar a alguien que mantiene
lo obligatorio. El gobierno egipcio entraría en otro absurdo al detener gente
por "un suponer". Pero no sería la primera vez, ni creo que les
importe mucho. Con ello aumentará el descontento ante la arbitrariedad de sus
métodos y acusaciones.
Todas las campañas de las que hemos estado dando cuenta
estos días sobre los peligros del contagio francés de Egipto, todas las
explicaciones, no han hecho otra cosa que convencer a los egipcios que la
protesta tiene su sentido ante el sinsentido de lo que se ha establecido como
paralelismo. Hay tanto miedo de que ocurra que al final ocurrirá. Cuando ocurra
(no hace falta ser profeta), el gobierno egipcio dirá que ha hecho lo que hacen
gobiernos democráticos para defender la legalidad, solo que las consecuencias
pueden ser trágicas dado el nivel de respuesta de cada país.
El caso de los chalecos amarillos es una demostración de
cómo se produce el tejido simbólico y de cómo las acciones poco inteligentes
acaban creando lo indeseado, provocándolo. Por lo pronto, la represión para
evitar que ocurra traerá más represión y más indignación. Habrán conseguido que
quien tenga un chaleco sea considerado "medio terrorista",
manifestándose la otra mitad el día que se lo pongan.
Muchos egipcios extremarán en este periodo el cuidado de sus
coches para no tener que ponerse el chaleco amarillo, que llevan también muchos
ciclistas de forma obligatoria para ser vistos en la distancia. Pero las
miradas son las que cambian.
Aquí no hay seguridad vial, sino simplemente seguridad pura
y dura. El amarillo, por otro lado, ya tenía las connotaciones que los Hermanos
le daban en sus protestas con los cuatro dedos, signo de la oposición al
derrocamiento de Morsi. Vuelve, por tanto, el amarillo a la escena egipcia.
Esperemos que se calmen las cosas (no es fácil) o que los miedos egipcios no
traigan histeria de seguridad, posibilidad creciente, por lo que el caos puede
estar asegurado.
La lucha se dará entre los que dicen quejarse por la
situación económica y los que dicen que usan la situación económica para
quejarse. Ya ocurrió con la revolución de 2011. Unos movieron el árbol y otros
recogieron las nueces. A veces no se trata de hacer, sino de dejar que el otro
se equivoque en el momento apropiado. Y hay algunos que no dejan pasar la ocasión de
hacerlo. Los Hermanos, si la gente protesta, dirán que ellos están del lado del
que sufre y pide justicia. Lo harán desde casa contemplando las manifestaciones,
como dicen que han hecho apoyando a los que se manifestaban en Francia por la subida del
carburante. Se lo han puesto fácil.
Los egipcios de a pie, en cambio, lo tienen cada día más
difícil. Es el eterno dilema: si protestan, son terroristas; si se aguantan, se
ven como tontos. Hace tiempo que no ven más salidas a esa forma polarizada de ver el
mundo. Unos se aprovechan de sus protestas y otros de su silencio.
Los símbolos no necesitan de un gran aparato, solo una fuerte ligazón emocional. Cada acto que se produce, cada momento de sufrimiento, carga el símbolo dotándolo de más fuerza. Cada persona detenida en Egipto por tener un chaleco amarillo es la confirmación de la arbitrariedad. Cada historia que se cuente de conspiraciones, aumentará la indignación de los que se saben meros sufridores.
Un modesto chaleco amarillo se vuelve cada día más excepcional.
Un modesto chaleco amarillo se vuelve cada día más excepcional.
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