Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No hay
que jugar demasiado con la paciencia ajena. Suele ser una buena regla de
actuación. Sin embargo, en Egipto, donde se inventó la eternidad, esta regla no
suele tener medida y se juega con la idea de que se puede tirar de la cuerda de
forma ilimitada sin que esta se rompa. Pero no hay material que resista lo que
el optimismo egipcio requiere.
Se
juega con la paciencia del presidente al-Sisi sobre la reforma del discurso
religioso, cuestión de la que nos ocupamos periódicamente para constatar que el
presidente está enfadado y las autoridades religiosas siguen sordas a cualquier
planteamiento y se manifiestan en sentido opuesto o sencillamente mantienen un
silencio muy egipcio. La idea de fondo es que el islam y sus instituciones han
durado más que los presidentes egipcios, por más que algunos se hayan
eternizado en el cargo con todo tipo de artes.
Ahram Online
recoge un duro artículo, firmado por Gamal Essam El-Din, con el titular "Reform
of religious discourse: Much talk, no action". En él se critica
abiertamente la sordera religiosa sobre este punto de la reforma que el
presidente ha hecho suyo y la historia muestra no como un hecho sino como una frustración.
A un presidente que presume de eficacia ejecutiva, le debe ser frustrante ver
cómo pasa el tiempo y que sus palabras sobre el cambio en el discurso religioso
son contestadas —sirvan los dos últimos pronunciamientos religiosos en estos
días— para negar el derecho a la igualdad en la herencia entre hombres y
mujeres y a afirmar que comer perros y gatos es "halal" si se
sacrifican adecuadamente, es decir, conforme a las normas islámicas.
La
queja del articulista va directamente contra la Universidad de Al-Azhar:
In a celebration to mark the birth of Prophet
Mohamed (Moulid Al-Nabi) on 19 November, President Abdel-Fattah Al-Sisi
lamented that so little has been done to turn his repeated calls for the reform
of religious discourse into reality.
“It is
really sorrowful that some still insist on giving perverted readings of Islam.
Everyone must play their role in correcting these misguided readings of Islam,
and stand up to those who hijack its teachings and distort them,” said Al-Sisi.
“Who is doing harm to Islam?” wondered Al-Sisi.
“Those who follow the teachings of the Quran, or those who spread extremist
ideologies?”
“I hope one day Egypt will be able to play an
effective role in standing up to those who have hijacked Islam to impose their
extremist thoughts. Devout religious clerics are the ones that spread a message
of tolerance and moderation, who have a cosmopolitan mentality, and who discuss
the issues of the age as thinkers and not just as a clerics.”
Ahmed Al-Tayeb, the grand Imam of Al-Azhar,
criticised those “who only want to depend on the Quran and abandon the
traditions of Prophet Mohamed in their understanding of Islam”.
In his speech Al-Tayeb, who did not mention the
reform of religious discourse, opposed those who want to abandon “jihad, opting
instead to follow the culture of the West and colonialists”.
In contrast, the Minister of Religious
Endowments Mohamed Mokhtar Gomaa heaped praise on President Al-Sisi’s repeated
calls for religious discourse to be reformed.
“Your courageous call to reform religious
discourse should be taken as a duty by all clerics and intellectuals,” said
Gomaa. “Reforming religious discourse should be a dynamic process which never
stops.”
MPs and thinkers almost all agree clerics,
particularly from Al-Azhar, have not paid heed to Al-Sisi’s calls for religious
reform.*
La lucha entre poder político y religioso es una tradición
en el islam. El poder religioso tiene finalmente el control del gobernante y su
criterio son las leyes religiosas. Esto quiere decir que un buen gobernante,
desde este criterio, es el que sigue y hace cumplir las normas islámicas. De
ahí que el papel de los clérigos, en todos los niveles, sea esencial pues
pueden crear un clima contra los gobernantes que no lo siguen o hacen seguir.
Las disputas islámicas son siempre sobre la pureza,
es decir, sobre quién se ajusta mejor a las normas incuestionables del Corán y
la tradición. Por ello, la peor acusación es alejarse de la doctrina,
tergiversarla o ignorarla. Hasta Nasser le atacaron por esta vía.
Los salafistas y grupos islamistas, hasta llegar al Estado
Islámico no son más que variantes del mismo problema que reside en cómo aplicar
la ley a aquellos que la ignoran y desprecian.
El presidente al-Sisi accedió al poder tras el "no-coup"
disolviendo un parlamento electo con dos tercios de votos a los Hermanos
Musulmanes y a los salafistas. Se plantó ante la sociedad egipcia teniendo junto
a él a los diversos grupos políticos y religiosos, incluidos los salafistas,
frente a los Hermanos Musulmanes, que era de hecho los que habían mostrado sus
afiladas garras, sus mentiras de participación y apertura de toda la sociedad
egipcia, y su voracidad política para hacerse con el estado como paso previo a
lo que se llamó la "hermanización" de Egipto.
Por muchas antipatías, odio incluso, que hayan despertado
los Hermanos, el hecho claro es que una mayoría egipcia tienen un sentido de la
religión tradicionalista y conservador. La cuestión no es tanto lo que ellos
crean, sino cómo se lo aplican a los demás, a los que no creen o no piensan que
la religión deba ser un rasgo del estado. Pero en una cultura que no diferencia
"poder" de "poder religioso· porque el uno, al menos en
apariencia, se debe basar en el otro, es difícil intentar reformar el discurso.
Porque en última instancia ¿qué significa "reformar" el discurso?
Al-Sisi quiere nadar y guardar la ropa. Si espera que sea
Al-Azhar quien "reforme", puede esperar sentado porque no van a
reformar. Sería una señal de su propio error, algo que no hará jamás una
institución que se proclama "faro" del islam, un centro teológico
para el mundo musulmán.
Pero el presidente, consciente del poder de la institución,
sabe que las únicas reformas tendrían que venir del estado y en la línea de debilitar el discurso, no reformarlo,
algo que no logrará. Tengo mis dudas de que un pragmático como es al-Sisi no
sea consciente de que nada va a llegar de Al-Azhar. Ese es el gran conflicto de
la fusión religiosa plantea en el pensamiento islámico desde el interior. Por
ello, cerrada por decreto la posibilidad de nuevas interpretaciones del
mensaje, solo cabe cumplirlo.
Esto se percibe claramente en el discurso citado de Al-Tayed
cuando habla de los que abandonan la "yihad" y " opting instead
to follow the culture of the West and colonialists”. La posición está clara:
los que se opongan a la versión institucional de la Universidad de Al-Azhar son
parte del enemigo, "Occidente" y el "colonialismo". Tanto
hablar de conspiraciones y enemigos ocultos tiene estas consecuencias, te lo
acaban aplicando a ti. Al-Sisi corre el mismo riesgo que Nasser cuando se
enfrentó a los islamistas y al poder de los clérigos; ser acusado de impiedad o
de ser un agente occidental que quiere destruir el islam, es decir, de lo mismo
que han estado acusando a los demócratas que salieron en la Primavera Árabe a
jugarse la vida por los derechos de todos.
Como hemos señalado en muchas ocasiones —cuando se empiezan
a producir las tensiones en este punto esencial—, la decisión afecta a la
sociedad en la medida en que se plantea como una polarización en la que no hay
término medio. Presionados por las fuerzas más radicales de salafistas y los
que toman las armas, los que hablan de "moderación" no se refieren al
discursos sino a las medidas. Las negativas a una condena doctrinal al Estado Islámico
dejaron en evidencia que no se discuten los discursos sino las formas.
"Moderado", en este contexto, significa que no te cortará la cabeza,
no que piense que está mal el motivo para hacerlo. Al no hacerlo, será acusado
de traidor a los que "lee" radicalmente el mensaje y consideran que
hay que ejecutarlo directamente, pues de no hacerlo se incumple la "ley de
Dios", su mandato, que los hombres no deben cuestionar, solo obedecer.
El articulista recoge una serie de opiniones que confirman
esta idea que hemos expresado:
Al-Ahram analyst Nabil Abdel-Fattah agrees that
religious institutions, particularly Al-Azhar, have not shown much interest in
religious reform.
“Many clerics feel threatened by extremist
movements which describe them as regime loyalists,” said Abdel-Fattah.
Abdel-Fattah accuses clerics of “rigidity”.
“They are fond of following the interpretations
of mediaeval clerics though these are just personal opinions,” says
Abdel-Fattah.
“It is intellectuals who should play the
leading role in religious reform. They are the ones who can make a leap
forward. They should be supported in doing so by the president and state
authorities.”
Abdel-Fattah complains the Supreme Council on
Combating Extremism and Terrorism has proved redundant. “It was formed in 2017
but has not taken any steps in standing up to extremist ideologies.”
Islamic thinker Tharwat Al-Khirbawi says
clerics are acting to disrupt Al-Sisi’s calls for reform.
“Clerics hate the words reform and
enlightenment and love the words imitation and legacy,” says Al-Khirbawi.
“President Al-Sisi’s words on the anniversary
of the prophet’s birthday were an implicit criticism directed at these
clerics.”*
La llamada a los "intelectuales" frente a los clérigos
—"odian" las palabras "reforma" e "ilustración",
nos dice Al-Khirbawi— es un problema que requiere un cuerpo de pensadores que
el propio régimen egipcio se ha encargado de proscribir.
Es aquí donde reside una parte importante del drama egipcio.
No puedes crear un régimen represivo y propagandístico y pretender tener un
cuerpo de intelectuales dispuestos a jugarse la cabeza (literalmente) por
defender esa "reforma" del discurso religioso. Esa reforma solo se
puede hacer desde un sistema de libertades que garantice el debate y no es lo
que existe hoy en Egipto.
Las fuerzas que se movilizaron en 2011 para sacar adelante
una revolución de convivencia, moderación, libertades, democracia y derechos
ciudadanos, fueron desmanteladas por el propio al-Sisi en cuanto que le
criticaron. Lo que le quedó es un ejército de propagandistas dispuestos a
repetir sus palabras y adular al estado y a su cabeza, pero poco inteligentes o
con pocas ganas de hacerlo. La historia del régimen egipcio actual es
represiva. Los clérigos le apoyaron porque recelaban —como se comprueba por la
palabras de Al-Tayed— de una revolución que se presentaba laica.
La única forma de moderar el discurso religioso es la que
nunca se producirá: la apertura religiosa en la que se renuncie al poder. Ese
poder hoy sirve para evitar que la gente pueda elegir dentro de un sistema de
vigilancia social hasta límites de asfixia.
"Elegir" es otra palabra que a los clérigos y
demás formas autoritarias civiles les repugna intelectualmente.
"Obediencia", en cambio, es mucho más de su agrado. Y concuerda con
la doctrina religiosa, militar y civil.
/2707/2015 |
No le va a ser fácil que se muevan los clérigos de Al-Azhar
a los que, además, les están eliminando la competencia en nombre del "radicalismo".
Son ellos mismos los que se han erigido en guardianes de la
"moderación". No hay nada que reformar.
El artículo de Gamal Essam El-Din es un paso más en la
pérdida de la paciencia sobre esta cuestión, pero por el momento no son más que
el recurso a la pataleta. Como bien señalan, la sordera de los clérigos llega
de la seguridad en la necesidad que el régimen tiene de ellos para cubrirles
las espaldas frente a los que les acusen de impiedad.
Un difícil callejón sin salida. Lo que parece claro es que
no se puede tener todo, que tendrá que elegir en algún momento. No se pueden pedir reformas religiosas y luego apoyar sin fisuras a Arabia Saudí, el centro del integrismo religioso; no se pueden pedir reformas mirando hacia otro lado en el asesinato de Jamal Kashoggi y abrazar al que todos señalan como ordenante. No se puede. No se puede pedir intelectuales críticos, cuando la controlada prensa egipcia se ha puesto del lado de los que mataron al periodista Khashoggi, quien pedía libertad de expresión. No, no se puede.
El presidente al-Sisi hace mucho tiempo que trata de hallar la cuadratura del círculo y no es fácil. La reforma religiosa solo es posible en una sociedad reformada y de libertades, no como una concesión de los clérigos, sino como una decisión libre de sus ciudadanos. Lo demás son ganas de enfadarse.
* Gamal
Essam El-Din "Reform of religious discourse: Much talk, no action"
1/12/2018
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/318246/Egypt/Politics-/Reform-of-religious-discourse-Much-talk,-no-action.aspx
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