Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
En
general, el término precisión se suele utilizar de forma positiva. Cuando se
dice que algo es preciso, se entiende que es un valor. A una persona
"precisa" se le entiende con más claridad que a una
"imprecisa"; un reloj preciso es más valorado que uno que no lo es;
en una ley, en un contrato, etc. valoramos la precisión para evitar problemas.
La precisión se valora como una característica del lenguaje científico, del
administrativo, del jurídico. Un reloj suficientemente preciso puede distinguir
entre el paso del tiempo medido en la superficie de una mesa y en el suelo,
según nos asegura el físico Carlo Rovelli en su "El orden del
tiempo". La precisión es un objetivo científico, sí.
No deja
de sorprenderme, en cambio, el argumento sobre la precisión dado por el
gobierno español para justificar la venta de bombas "precisas" a
Arabia Saudí. El diario El Mundo titulaba hace unos días: "El Gobierno:
las bombas vendidas a Arabia Saudí "son de alta precisión y no se van a
equivocar matando a yemeníes"". Estas era la información recogida en
el diario:
La ministra portavoz del Gobierno, Isabel
Celaá, ha afirmado este viernes que las bombas que se han vendido a Arabia
Saudí "son láser de alta precisión y si son de alta precisión no se van a
equivocar matando a yemeníes". Así se ha pronunciado en la rueda de prensa
posterior al Consejo de Ministros cuando se le ha preguntado si el Gobierno
puede garantizar que esas bombas no se usarán para matar civiles en Yemen y qué
sucedería si se demostrase que ese ha sido el caso.
Sin embargo, también ha afirmado que en el
contrato de venta "no hay especificación, naturalmente" sobre si se
utilizarán en Yemen. "Pero por las características de los misiles láser no
parece que vayan orientados a ese fin, eso es lo que considera el
Gobierno", ha zanjado. No obstante, en los informes anuales sobre
autorización de operaciones de venta de armas siempre figura, en lo relativo a
Arabia Saudí, que "todas las licencias relativas a munición fueron
acompañadas de certificados de último destino con estrictas cláusulas de no
reexportación y uso fuera del territorio del país". Así figura también en
el informe de autorizaciones de 2015, año en que se acordó esta venta, aunque
esta operación no aparece desglosada. En la rueda de prensa, Celaá ha abundado
el argumento de la "precisión" de las 400 bombas, como ya hizo este
jueves el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, que confirmó que
España, finalmente, venderá esas bombas a Arabia Saudí pese a que Defensa
confirmó hace días su intención de no ejecutar esa venta.*
El
problema parece darse en la contradicción existente entre las bombas precisas y
los contratos imprecisos. En los western, en las películas bélicas sobre todo,
aparece de vez en cuando ese personaje fatalista que suele decir que hay una bala que lleva su nombre. Este
argumento suele usarse por el personaje para señalar que las otras balas, en
cambio, llevarán escrito el de otras personas, lo que le da cierta tranquilidad
a la hora de ser osado.
El
hecho de que una bala lleve tu nombre tiende a ser un agente provocador del
destino y el personaje en cuestión suele acabar con un agujero en zona mortal,
abatido por esa bala que presuntamente lleva
su nombre. Nadie espera ese tipo de precisión, de altísima precisión,
cuando vende balas o bombas, pero sí unas ciertas garantías sobre cómo o contra
quien se pueden utilizar, una argumento que no busca la precisión sino que actúa
como tapadera moral de las vergüenzas que implican la venta de armas a otros.
Es
llamativa la frase "certificados de último destino con estrictas cláusulas
de no reexportación y uso fuera del territorio del país" ya que no son más
que un subterfugio. Lo del "certificado de último destino" suena
absurdo, mientras que "las cláusulas de no reexportación y uso fuera del
territorio del país" suena francamente hipócrita. Y situar las ventas de
bombas precisas entre el absurdo y la hipocresía es lo suficientemente preciso
como para entender que el argumento determinante es el dinero, aunque para
evitar tanta precisión, se disfrace con el argumento de los puestos de trabajo.
Que los
trabajadores de unos astilleros se manifiesten a favor de la venta de bombas
precisas a un país cuyo régimen no solo es retrógrado, sino deleznable por el
uso altamente preciso de su visión wahabí del Corán, a la hora de cortar manos,
lapidar, decapitar, ahorcar, etc. o de reprimir cualquier manifestación
ligeramente desviada respecto a su visión del mundo, nos muestra también con
precisión la evolución de nuestra forma de estar en el mundo.
Mientras
que hay sectores a los que se les ha sometido a reconversión, como la minería,
o se les considera insalubres y se desmontan, mientras se dejan de fabricar
cosas porque son nocivas para la salud, algo que va de los motores diesel a los
azucarados yogures, por citar solo casos últimos, a las bombas solo se les pide
"alta precisión".
Recordemos que el argumento de la precisión
adquiere una formulación paralela a la de las bombas inteligentes, las que
mandó lanzar Trump, regocijándose por lo "listas" que eran. El tuit de Trump, recogido por Vox, explicaba
“Get ready Russia, because they will be coming, nice and new and ‘smart!’ You
shouldn’t be partners with a Gas Killing Animal who kills his people and enjoys
it!”** El otras veces ambiguo presidente de los Estados Unidos
contraponía esas bombas "bonitas, nuevas y listas" (la versión
militar de las "tres b", bueno,
bonito y barato) a ese gas letal que mata de forma imprecisa a los niños, que fue la excusa utilizada.
La cuestión de la precisión no es más que otra excusa de un
gobierno que se ve enfrentado a algo que todos los gobiernos anteriores (y de
muchos otros países) han tenido que costear:
vender armas al diablo. El verbo "costear" tiene dos sentidos; uno
viene de costes, el otro de costas. El primero implica asumir los
costes de algo; el segundo, eludir una situación, no ir de frente. Los dos
sentidos son aplicables al caso y los dos pasarán factura.
El titular de El Confidencial "Andalucía se levanta en
armas para defender la venta de corbetas a Arabia Saudí" me produce una
cierta náusea sarteana, por usar un término fino:
El Gobierno andaluz montó en
cólera días atrás cuando oyó que la ministra de Defensa, Margarita Robles,
paraba la venta de 400 bombas de precisión a Arabia Saudí. Nadie les había
informado previamente de esa decisión. También cundió el pánico en la plantilla
de Navantia San Fernando, que, tras años muy negros en los astilleros
gaditanos, recibió a principios de julio como una tabla de salvación la
confirmación del contrato de cinco corbetas para la armada de Arabia Saudí.
El departamento de Margarita
Robles confirmó punto por punto la información adelantada por la SER, el pasado
lunes, sobre la paralización de la venta de 400 bombas de precisión para
bombardear Yemen. Defensa anunció que devolvería los 9,2 millones de euros abonados
por este material.***
Muy mal debe estar el mundo para salir de un pozo negro
vendiendo bombas a un régimen como el saudí. Ha sido táctica de todos los
dictadores, como Sadam o Gadafi, establecer sólidos lazos económicos con los
países occidentales para acallar críticas y enterrar los principios mientras se
firman contratos. Es una estrategia vieja: son los afectados, en este caso los
de los astilleros, el gobierno andaluz, etc. los que se convierten en
fervientes defensores indirectos de un régimen deleznable. Al fin y al cabo,
defiende a quien les alimenta. Y al Reino le sobra el dinero para comprar
voluntades.
Hace unos días dedicamos dos artículos elogiando la actitud
canadiense de defender los derechos humanos enfrentándose a los casos de las
activistas saudíes. La reacción fulminante del Reino, como les gusta ser
considerados, les llevó a cerrar negocios y hasta sacar del país a estudiantes
y enfermos hospitalizados. El gobierno canadiense señaló que si era un coste
que debían pagar, lo pagarían porque no iban a renunciar a los principios.
Podemos reciclar una empresa, podemos buscar nuevos
mercados..., pero no podemos devolver la vida a los muertos, a las víctimas de
las bombas precisas. España le vendió bombas de racimo aceleradamente a Gadafi
porque se cerraba el plazo acordado internacionalmente para prohibir su venta.
Nada más impreciso que ese tipo de bombas. Pero Gadafi era lo suficientemente preciso para usarlas.
Que en Andalucía o en donde sea se manifiesten sin pudor en las
calles o despachos en favor de la venta de bombas a Arabia Saudí por temor a que se arruinen otros negocios me parece un
deterioro moral que me permite entender muchas de las cosas inexplicables que
nos pasan. Es algo que se llama metafóricamente, el "clima",
aludiendo a las condiciones generales para que se produzcan ciertas cosas.
Explica que es el interés, el beneficio, la insolidaridad, etc. lo que nos
mueve. Implica que nos duele el cuello de tanto mirar para otro lado, pero no
nos duele el alma, perdida en algún momento preciso.
No sé si los saudíes se van a equivocar matando yemeníes, pero sí sé que el gobierno español se equivoca vendiéndoles bombas a los saudíes. El argumento de la "precisión" es tan insostenible como el otro también usado, que si no se las vendemos nosotros otros lo harán.
Cuando lleguen los muertos por las precisas bombas españolas hablaremos.
* "El Gobierno: las bombas vendidas a Arabia Saudí
"son de alta precisión y no se van a equivocar matando a yemeníes" El
Mundo 14/09/2018 http://www.elmundo.es/espana/2018/09/14/5b9baf3b268e3e0d6c8b4575.html
**
"Trump just tweeted that a strike on Syria is imminent" Vox
11/04/2018
https://www.vox.com/world/2018/4/11/17223606/syria-gas-attack-donald-trump-twitter
** "Andalucía se levanta en armas para defender la
venta de corbetas a Arabia Saudí" El Confidencial 7/09/2018
https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2018-09-07/andalucia-choque-gobierno-defender-venta-fragatas-arabia-saudi_1612558/
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