Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Una de
las personalidades mal conocidas en España es Lewis Mumford cuya obra, más allá
del urbanismo, está siendo recuperada gracias a la editorial riojana Pepitas de
Calabaza. Nos felicitamos todos y especialmente a ellos, porque Mumford es una
lectura viva, sugerente, enriquecedora y de gran actualidad. Después de muchos años de sequía, fue una agradable sorpresa encontrar en una Feria del Libro, hace unos años, las nuevas ediciones
disponibles en nuestra lengua. Son ediciones que reflejan todas ellas cariño por el autor, algo que es ya poco frecuente y muy necesario. Mumford lo merece.
Lewis Mumford
es uno de esos intelectuales que dio el siglo XX, inclasificables por su
capacidad enciclopédica en un mundo en el que los especialistas se hacían con
la voz y los filósofos derivaban al espectáculo.
Es
extraña la progresiva tendencia a dejar de pensar que se ha ido haciendo con el
mundo, que lo considera como una virtud y encumbra al icono del no pensamiento
a la presidencia de los Estados Unidos, por citar un ejemplo cercano. El mundo
no se recuperará de este trauma durante siglos. El encumbramiento del hombre
resolutivo, del gestor, del ejecutivo, con la riqueza como atributo, ha
supuesto el golpe de gracia al pensamiento, a la figura del intelectual. Trump
y sus tuits febriles sustituyen al ensayo, al tratado erudito, a la oratoria
clara. Es el signo de la confusión y de los tiempos confusos, de las personas
confundidas y embrutecidas, de la seducción de lo trivial y la vulgar
exhibición de la riqueza.
Por
eso, poder refugiarse en los libros de Mumford —el arte, el pensamiento, la
literatura auténtica son el único refugio seguro en estos tiempos de
precariedad de la inteligencia y exceso de zafiedad— es un auténtico placer que
disfrutable en momentos en los que podemos usar el interruptor que nos
desconecta.
Sobre
su destino en España, escribía José Ignacio Homobono Martínez en un artículo
dedicado a dar cuenta de su bibliografía:
Si bien es cierto que las ediciones
argentinas, con un Mumford en el cenit de su actividad y prestigio intelectual,
comprenden el grueso de la obra de nuestro autor; las españolas coinciden con
el periodo crepuscular y póstumo de éste y, salvo las sucesivas de Técnica y civilización, se limitan a
extractos en antologías de urbanismo y otros temas, o bien a artículos de
enciclopedia o en publicaciones periódicas. Aunque hay que reconocer a este
corto elenco la virtualidad de actuar como una presentación panorámica de su
pensamiento e invitación a una
lectura directa del corpus nuclear
de su obra.
Convertido ya en
referente inexcusable en la España del tardofranquismo y de la
transición, apenas por dos títulos –el ya citado y La ciudad en la historia–,
el pensamiento polifacético de Lewis Mumford permanece en buena medida inédito
y constituye un inagotable filón para quien lo descubra o reinterprete a la luz
de nuestras actuales preocupaciones.*
En 2013
se recuperó aquí su Historia de las
Utopías, un libro temprano —aparecido en 1922, pero elaborado en la década
anterior. Surgido alrededor de la I Guerra Mundial, no es casual que Mumford le
dedicara tiempo a la revisión del pensamiento humano imaginando espacios inexistentes
que reflejaran los anhelos y deseos, también las carencias, como son las
"utopías".
En un
mundo en conflicto, con una guerra desolando Europa y el fin de una época, con
los grandes imperios deshaciéndose, es necesario pensar la utopía, al menos dar
cuenta de ellas. Ahora el sueño se ha desplazado a la realidad. Los
"órdenes nuevos" soñados por los políticos se convertirán en espacios
macabros en el tiempo de entreguerras llevando al desastre de la II Guerra
Mundial.
Lewis Mumford escribió en el inicio de la obra:
Si el mundo en el que viven los hombres fuese
el mundo que describen los geógrafos físicos, la vida sería no sería demasiado
complicada. Podríamos seguir el consejo de Whitman y vivir como los animales, y
dejar definitivamente de lamentarnos por nuestros pecados e imperfecciones.
Lo que convierte la historia humana en un
relato tan incierto y fascinante es que el hombre vive en dos mundos —el mundo
de dentro y el de fuera—, y que el mundo mental de los hombres ha experimentado
transformaciones que han desintegrado las cosas materiales con el poder y la
rapidez del radio. Me tomaré la libertad de llamar a ese mundo interior nuestro
idolum o mundo de las ideas. La
palabra «ideas» no se emplea aquí exactamente en su sentido ordinario. La
utilizo más bien para significar lo que los filósofos llamarían el mundo
subjetivo y lo que los teólogos llamarían tal vez el mundo espiritual. Me propongo,
pues, incluir en ella todas las filosofías, fantasías, racionalizaciones,
proyecciones, imágenes y opiniones conforme a las cuales la gente modela su
comportamiento. Dicho mundo de las ideas en ocasiones guarda un parecido
aproximado con lo que la gente llama el mundo —como es el caso de las verdades
científicas—, pero es importante señalar que posee unos contornos propios que
son perfectamente independientes del entorno material. (25-26)**
En esta
percepción de los dos mundos, Mumford introdujo la noción de modelado, una noción fecunda pues somos
efectivamente el resultado de todas esas ideas que configuran nuestra visión
del mundo y nos impulsan a la acción en él. La relación entre el mundo (físico)
y el de las ideas es una interacción constante. La propia Ciencia ha asumido
que su visión del mundo no está al margen de sus ideas sobre el "mundo".
En la medida en que es pensado, es ya
modelado, entrevisto a través del "bosque de símbolos" y teorías que
nos caracterizan culturalmente. Mumford se anticipó en este sentido a Lotman y
la Semiótica de la Cultura, de la Escuela de Tartu. Vivimos inmersos en una
"semiosfera", espacio dinámico de la cultura.
Hoy
hablamos de "culturas", entendidas como ese mundo que definía Mumford.
Vivimos inmersos en ellas y nuestro cerebro recibe la información que procesa
de su entorno, que a su vez es mediado socialmente. Conocemos y creamos las
estructuras del conocimiento conforme a las posibilidades que se nos ofrecen
para modelar la experiencia.
Mumford
todavía pertenecía a un mundo en el que apenas había barreras para el
pensamiento; todavía era posible pensar
dejándose llevar por las ideas. El nuestro ha sido limitado por las especializaciones y sobre todo por la
creación de una sociedad de consumo que presenta las ideas también como objetos
desechables, algo que ha sido trasladado después a los propios individuos.
Consumir y ser consumido.
Una de
las experiencias más traumáticas que se viven hoy en la enseñanza es la pérdida
de ilusión por conocer, el desprecio
hacia la reflexión, la falta de
necesidad de amueblar el espacio interior. El mundo que comenzó en los ochenta
desplazó el pensamiento a la periferia, centrado la acción. Desplazó todo
aquello que no pudiera ser consumido, es decir, agotado en el mismo proceso de apropiación.
El
aumento del dogmatismo en todo el mundo, la admiración por la violencia —de
palabra y obra—, la simpleza, etc. son un síntoma del deterioro de ese mundo
interior.
Escribe
Lewis Mumford hacia el final de su Historia de las Utopías:
En el fondo, todo se reduce a esto: nuestros
planes para un nuevo orden social se han revelado más insustanciales que un pan
sin sal, en primer lugar, por ser abstractos y toscos y no tener en cuenta la
inmensa diversidad y complejidad del entorno humano; y en segundo lugar, por no
haber creado ningún patrón vigoroso que impulsara a los hombres a hacer grandes
cosas. (278)
Casi
cien años después el diagnóstico no deja de ser parecido a este. Hemos
construido un mundo auto referencial, desligado de pasado y futuro. El
dogmatismo creciente es el del nadador que ha llegado al final de su calle y
regresa al punto de partida. Las utopías se han convertido en "edades de
oro" imaginarias. ¿Qué otra cosa es el salafismo y el Estados Islámico,
los fundamentalismos en general, sino un regreso a un pasado imaginario y
perfecto que se quiere traer de nuevo a la tierra? ¿No es la negación del
progreso, de la Ciencia, a lo que se ha llegado con el creacionismo o con
negar, como se hace hoy, el cambio climático?
El
fracaso del progreso para salir de su mentalidad fabril y su contrapartida, el
consumo, presiden el movimiento de "revival" que ha abierto las
puertas a los viejos dogmas a los que las personas se aferran como alternativa
a la oscuridad que tienen por delante. No solo no aprendemos, sino que
olvidamos, desaprendemos el conocimiento que hemos adquirido. Solo así son
explicables algunos fenómenos políticos y sociales que se manifiestan hoy en
día.
El
párrafo final de la obra de Mumford es muy claro:
En este momento, nuestra principal tarea es
construir castillos en el aire. No debemos temer, como nos recuerda Thoreau,
que se pierda el trabajo. Si nuestras eutopías surgen de las realidades de
nuestro entorno, será bastante fácil asentarlas sobre cimientos firmes. Sin un
designio común, sin un gran designio, tanto da que nuestros pequeños ladrillos
para la reconstrucción se queden en la fábrica; pues la discordia entre los
hombres presagia, al final, el rápido deterioro de todo lo que pudiera haberse
construido. Pongamos el punto final aconsejando la perfección. Cuando lo perfecto
llegue, lo imperfecto se desvanecerá. (288)
La
utopía surge de la imperfección del presente, pero este solo se transforma por
efecto de esos sueños, de esas ideas, que luchan por salir adelante y nos
involucran a todos. Puede que no leguemos a encontrar esa perfección, pero no debemos dejar de soñar. El mayor peligros es detenerse, la complacencia.
Necesitamos
ideas, superar la imperfección del presente auto satisfecho. Si no se producen
utopías, una mirada hacia adelante; se producen "edades de oro",
mitificaciones del pasado hacia el que se pretende volver arrastrando a las
personas, arrancándolas del presente en
oscuro viaje. La negación de la ciencia, la destrucción del arte,
etc. que vemos hoy no son exclusivos de unos bárbaros violentos. La estamos
viendo en los países más avanzados. También se niega el conocimiento y se olvida lo mejor que hemos hecho en nuestra carrera por la Historia.
No hay
edades de oro a las que regresar, solo mitificaciones que se imponen por la
violencia o la seducción. Hay que volver a la lucidez de la razón, humanizarla. Los dogmas regresan con el atractivo de la seguridad
en mundos de incertidumbre extrema. Y eso solo es posible cuando ignoramos nuestra
propia naturaleza abierta al mundo y a nosotros mismos, cuando ignoramos el
poder de construir castillos en el aire. Las ideas transforman el mundo. Como señalaba Mumford, crean nuestro mundo interior a través del que vemos a los otros y a nosotros mismos, a nuestro entorno.
* Homobono
Martínez, José Ignacio: Guía bibliográfica del pensamiento de Lewis Mumford. Zainak. 23, 2003, 273-285
** Mumford,
Lewis (2013). Historia de las utopías
[1922]. 2ª ed. 2015. Trad. Diego Luis Sanromán. Pepitas de calabaza editorial,
La Rioja.
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