Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Son
tres las leyes egipcias con las que se pretenden controlar al país. Son la ley
antiprotestas, la ley que regula a las ONG y la ley de Medios. Con la primera se controla la calle, con la
segunda que no llegue la financiación a grupos molestos al gobierno, y la
tercera controla la expresión del descontento o las críticas. Casi toda la
producción de leyes ha creado problemas, pero estas tres tienen una función
clara de articular los tres frentes garantizando el poder del gobierno sobre
calles, acciones y expresiones. Las tres leyes en su conjunto suponen una forma
de control sobre la discrepancia y representan la peculiar forma que el
gobierno tiene de entender la democracia.
La
primera, la llamada "ley anti-protestas", lleva tiempo en marcha; inauguró
el régimen del 30 de junio y ha regido la vida de todos los egipcios desde
entonces con interpretaciones muchas veces brutales. Bajo su imperio hay miles
de egipcios encarcelados y su aplicación cotidiana. La desproporción en el uso
de la fuerza ha hecho que una manifestación pacífica, si no le han sido
concedidos los permisos correspondientes por la autoridad conforme está expresado
por la ley, se pueda convertir en una violenta batalla, con muertos inclusive.
Los detenidos son innumerables y la detención garantizada con la aplicación de
esta ley que deja en manos de la Policía la resolución final. Es una ley que
sirve, además de para prohibir lo que no interesa, aplicar con contundencia en
las calles la violencia.
La ley
ha sido denunciada en muchos de sus artículos desde el principio por
encontrarse en contradicción por los principios expresados por la Constitución.
Mada Masr informa de que ahora los
jueces del Tribunal Constitucional acaban de declarar inconstitucional su
artículo décimo pero ha dejado intacto el resto de la ley, sin atender los artículos
que se pedían fueran derogados:
The court based its decision to nullify Article
10 on the idea that “the Constitution was careful to impose sufficient
restrictions on the legislative and executive authorities to protect public
rights and liberties, principal of which is the right to assembly and peaceful
protest, so that neither would invade that space protected by rights and
freedom and prevent these rights from being exercised in an effective manner.”
The court further ruled that notification is
the only acceptable method by which petitioners can be required to secure the
right to demonstrate, striking down other requirements, such as official
permission or license.
However, the court rejected the challenges to
Article 8, which provides further clarity as to what constitutes notification.
Article 8 stipulates that individuals or groups planning to organize a
demonstration, a public assembly or a precession must notify the police station
in the neighborhood where the protest is to be held, either in person or
through an individual authorized to act as a notary. This notification must
include a wide range of details regarding the planned demonstration, including
its date, time and duration, in addition to slogans that will be used, the
reason for assembly and the names, addresses, employment and means of contact
for all the petitioners.
In its decision to uphold Article 8, the court
wrote, “This article regulates the procedures for notification in a way that is
judged best to achieve the interest of the group wishing to organize the
protest.”
The court also upheld Article 7, which
criminalizes a number of protest acts regardless of whether the demonstration
has been approved. These include obstructing or advocating for the obstruction
of production, disabling public utilities, disrupting the public interests,
causing citizens harm or exposing them to danger, preventing others from
exercising their rights or from working, impeding the course of justice,
occupying roads, blocking traffic and damaging public or private property.
Anyone who commits one of the acts listed under
Article 7 would face a mandatory minimum prison term of two years that can
extend to a maximum of five years, in addition to a fine of LE50,000-100,000,
per Article 17, which the Supreme Constitutional Court also upheld.*
El margen de interpretación que se deja en las leyes tiende
a ser amplio, de tal manera que según interese puede ser entendido de una forma
u otra. Por ejemplo, que se coree un eslogan que no haya sido inscrito, puede
acabar mal, siendo motivo para disolverla o para detener a sus organizadores
con consecuencias posteriores. Una protesta sobre algo que el "guión"
no contemple puede ser igualmente usada como excusa para disolver según
interese en cada momento. Por eso, la derogación del artículo 10º no es más que
una pequeña concesión que no afecta prácticamente en nada a la ley y a sus
aplicaciones.
En los tiempos actuales y en los que se avecinan, las
protestas pueden aumentar si no mejora la situación económica del país. Creo
que se temen más las protestas por la situación de la vida que por motivos
políticos. El peligro es el uso que los Hermanos Musulmanes puedan hacer de
estas protestas llamando a la gente y después apuntándose la convocatoria. La
prueba de fuego, desde luego, será el próximo 25 de enero, aniversario de la
denostada revolución que se produjo en 2011, con la Primavera Árabe.
Conmemoraciones pacíficas anteriores se saldaron con muertes como la de Shaimaa
al-Sabbagh, fruto de los disparos a bocajarro de un oficial de Policía. La
impunidad con la que se realizan estas acciones hace que no haya muchas
esperanzas de que la situación mejore.
En aplicación de esta ley anti-manifestación se ha detenido,
por ejemplo, a un adolescente que llevaba una camiseta con la inscripción
"Por un país sin torturas". El caso es célebre y muestra la forma arbitraria
de aplicar la ley. Mubarak gobernó durante 30 años el país con una "ley de
excepción"; al-Sisi tiene también la suya, como Morsi disfrutó de la
propia. Parece que los gobernantes egipcios, lleguen por la vía que lleguen,
heredan el desprecio por las calles y lo que pueda ocurrir en ellas.
La segunda ley controvertida está destinada a impedir que
aquellas ONG que sirven de plataforma para el activismo político o social reciban
financiación desde el exterior. El argumento que se expone es que se trata de
evitar que los terroristas islamistas (Hermanos Musulmanes y demás) puedan
recibir fondos desde otros países. Sin embargo, quienes lo están padeciendo son
todos aquellos que están realizando labores de apoyo para la defensa de los
derechos de la mujer, defensores de los derechos humanos, asociaciones anti-tortura,
etc.
La existencia de una administración inoperante ha llevado a
que existan miles de ONG en Egipto que intentan cubrir las deficiencias del
sistema en casi todos los terrenos: educativos, sanitarios, defensa de
derechos, etc. En un país en el que los partidos eran durante muchos años una
mera falacia, las ONG proliferaron para tratar de sobrevivir ante la desidia.
Hay ONG para ofrecer servicios sociales básicos, información, asesoría, etc.,
algo que el estado no realiza por falta de sensibilidad, fondos o interés.
Muchas de esas ONG son extensiones o colaboran con las de otros países,
recibiendo fondos para poder realizar su labor. La manera que el gobierno tiene
de controlarlas cuando le interesa es congelar sus cuentas alegando que es
dinero que puede financiar el terrorismo o que procede de potencias extranjeras
y pueden atentar contra la seguridad nacional. En muchas ocasiones, son las
encargadas de intentar concienciar de problemas cotidianos que el gobierno no
quiere que se aireen, como es el caso de los llamados "niños de la
calle", estimados en millones en Egipto y que el gobierno se niega a
reconocer pese a los informes de UNICEF y agencias internacionales de
protección a la infancia; lo mismo ocurre con las que atienden a las mujeres y
tratan de concienciar a la sociedad sobre temas como la edad de los matrimonios
o la mutilación genital, por ejemplo.
En la época de Hosni Mubarak, los Hermanos Musulmanes eran
una ONG; así se inscribieron. Era la forma en que realizaban sus actividades de proselitismo a
través del ejercicio de la sanidad o de la caridad allí donde el gobierno no
podía o quería actuar. Es la base del recelo contra las ONG a las que se
considera como desestabilizadoras del sistema, por más que el propio sistema
sea más bien poco estable por sus deficiencias.
Las quejas nacionales e internacionales contra la ley y su
proceso parlamentario han sido constantes desde que se empezó a debatir. La
prensa ha estado estos meses con titulares sobre esta cuestión ante las
expectativas negativas de las propias ONG. Daily News señalaba la apelación
directa al presidente ante lo que el parlamento está haciendo con la ley:
Twenty-two NGOs, four political parties and 19
public figures advocating freedoms called on President Abdel Fattah Al-Sisi to
hinder the issuance of the new NGO Law by using his constitutional authority,
which allows him to reject parliamentary laws within 30 days.
In a letter published Saturday by the Cairo
Institute for Human Rights (CIHRS), opponents to the law argued that the law in
its current form includes flagrant violations to Egypt’s international
commitments regarding the organisation of civil society work.
“The president has constitutional powers
enabling him to not pass the law, of which he surely has a copy,” commented
CIHRS director Mohamed Zarea. He explained that the letter addressed the
president as one of the “major axes of decision-making in the country”, in
Monday statements to Daily News Egypt.
“The law was passed without proper dialogue,”
read the letter. “It destroys the infrastructure of Egypt’s civil society, a
pillar of any modern state, which contributes to socio-economic development,
currently in crisis. Not only are state policies unable to face crises, but
also incorrect decisions have been made in a way that negatively impacts
citizens, who are already in a struggle to survive.”
On 29 November, the parliament passed an NGO
Law that raised controversy among different political and social groups,
including civil society organisations currently involved in political disputes
with the regime over human rights.
The latter organisations, reporting on topics
such as freedom of expression, torture, enforced disappearances among other
political and civil rights, are believed to have been the target of
restrictions imposed in the new law, especially concerning foreign funding,
against the backdrop of an infamous crackdown on foreign-funded NGOs since
2011.
The “NGOs’ foreign funding case” has put civil
society workers on trial and enforced restrictions such as assets freeze and
travel bans.**
Lo que sorprende es la ingenuidad —o la desesperación— de
pensar que la presidencia va a seguir una línea diferente a la emprendida por
el parlamento. La política, por más que se discuta en el parlamento, está llevada
desde la presidencia. La política de tratar de preservar la imagen del presidente
Sisi no es más que una estrategia para evitar la erosión que se ha ido
produciendo por la crisis general. El deterioro en picado del país tras la
flotación de la libra y sus consecuencias han sido un auténtico golpe para su
imagen. Por eso los estrategas tratan de cubrirle mediante la publicación de
noticias en la que se le presenta como aquel que compensa las decisiones de otros. Titulares como "Sisi orders
imports of 146 unavailable medications subsidized by national company",
del Egypt Independent, de 17/11/2016, sirven para mantener la imagen del
presidente como un repartidor de buenas acciones frente al caótico mundo que
les rodea. La presidencia egipcia se entiende así como una especie de
"santo patrón" del país; hacia él se dirigen las oraciones de todos
cuando truena.
La tercera ley es la que trata de evitar que se deteriore
demasiado la imagen mediante la crítica. Recordemos que en estos momentos, el
gobierno (y el parlamento) están en abierta confrontación con el Sindicato de
los Periodistas, tras la detención y encarcelamiento de tres miembros de su
cúpula directiva. La acusación es ofrecer "refugio" a otros dos
periodistas perseguidos por otro delito "informativo", informar sobre
el caso de las islas regaladas a Arabia Saudí, Tiran y Sanafir, que creó un
gran escándalo y protestas en todo Egipto. Los periodistas fueron pronto acusados
de extender "noticias falsas" o de intentar desestabilizar al gobierno.
Ahram Online, periódico estatal, señala hoy mismo:
Board members of Egypt's Higher Press Council
and the Journalists Syndicate decided Sunday to boycott the Egyptian
parliament's first hearing session on two new media laws.
The session, organised by parliament's culture,
media and antiquities committee, was only attended by MPs and representatives
from some state-owned or national press organisations, such as Ali Hassan,
chief editor of the government-owned Middle East News Agency (MENA), and Abdel
Mohsen Salama, deputy chief editor of Al-Ahram newspaper.
Head of the committee Osama Heikal said
invitations were directed to all board members of the Higher Press Council and
the press syndicate.***
El boicot ha sido prácticamente total, con las importantes
salvedades de la Agencia MENA y de Al-Ahram, ambas estatales y con una marcada
línea gubernamental, lo que refleja el conflictivo estado de las relaciones
entre el gobierno y la prensa. Motivos hay, desde luego.
La peculiar estrategia de al-Sisi no suele funcionar. Su
pretensión de controlar la realidad de las calles y la representación de la
misma en los medios no ha funcionado. Solo ha servido para tener conflictos en
ambos extremos Egipto es el segundo país, después de China, con más periodistas
detenidos e incidentes involucrados con la libertad de información.
Los medios preocupan al gobierno desde dos perspectivas, la
primera es lógicamente la opinión pública egipcia. Pero creo que es la segunda
la que le afecta más: la imagen exterior de Egipto y la de la propia
presidencia. Es esta la que puede hacer que se debiliten los apoyos y sobre todo
las anheladas inversiones y el turismo. Las relaciones bilaterales de Egipto con otros países
dependen en gran medida del reflejo que la prensa de distintos países ofrece
del país. Hasta el momento, el régimen
se ha ido deshaciendo de los corresponsales molestos —como ocurrió con el del
diario español El País, que fue advertido indirectamente y posteriormente lo
explicó en un artículo publicado por Mada Masr—, pero no logra controlar el
flujo de informaciones negativas, del que son en gran medida responsables las
propias ONG que suministran los datos de base con los que luego son elaborados
los artículos.
De esta forma, las tres leyes tienen una profunda unidad en su objetivo. Están
destinadas a controlar las tres formas que los egipcios tienen de ser
discordantes: la calle (protestas), las ONG (denuncias de la ineficacia, el
abandono, etc.) y la prensa (la difusión de la información sobre la realidad o las críticas).
A través de ellas, el gobierno trata de evitar perder el control, especialmente de la percepción.
Pero es la realidad la que manda. Los conflictos no se
terminan por silenciarlos, sino por una forma eficaz de enfrentarse a ellos. Sin
embargo, "eficacia" es una palabra que lleva décadas sin tener
sentido en Egipto. Cuando alguien ha pretendido ser realmente
"eficaz" se ha convertido en un problema para los que viven de y por
la ineficacia. Y generalmente se ha tenido que ir o han dado con sus huesos en
alguna ineficaz prisión, como le ocurrió al auditor Hisham Geneina cuando
denunció el coste de la corrupción para las arcas del país.
*
"Down 1 article, the protest law survives" Mada Masr 4/1272016
http://www.madamasr.com/en/2016/12/04/feature/politics/down-1-article-the-protest-law-survives/
**
"Civil society workers ask Al-Sisi to reject parliament’s NGO Law"
Daily News Egypt 5/12/
http://www.dailynewsegypt.com/2016/12/05/civil-society-workers-ask-al-sisi-reject-parliaments-ngo-law/
***
"Egypt's Higher Press Council boycotts discussion of new media laws in
parliament" Ahram Online 4/12/2016
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/251339/Egypt/Politics-/Egypts-Higher-Press-Council-boycotts-discussion-of.aspx
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