Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
condición de los que huyen —el refugiado
es diferente del que busca refugio—
está llena de elecciones difíciles sobre los males menores, una opción que le
queda al que ha dejado atrás bienes, familia y vida, el que ha dejado de ser "ciudadano"
de algún sitio y tiene que ir mendigando un espacio en el que vivir su dolor y
una condición jurídica que le permita ser alguien a los ojos de alguien.
Entre
los diferentes dramas que se viven los hay que pueden ser olvidados, destrozos
que pueden ser reconstruidos, pero hay muchos que no tienen recuperación
posible y marcan la vida fraccionándola en un antes y un después.
Ahram
Online, con información de Reuters, publicaba hace dos días el artículo "Syrian
girls flee war only to become mothers in Jordan camp: Reuters feature". En
ocasiones hemos tratado aquí la cuestión de la "compra" de niñas para
matrimonios en los países que acogen grandes flujos de refugiados.
"Piadosos" varones acuden, aprovechando la situación de necesidad
absoluta, buscando familias que quieran desprenderse de sus hijas ofreciéndoles
dotes y, especialmente, asegurándoles que tendrán un futuro mejor que en los
campamentos en donde pueden verse sometidas a acoso y abusos.
El
estado de refugiado no purga los
problemas sociales de donde se proviene, simplemente
los desplaza de sitio añadiendo nuevos problemas. Muchas veces los intensifica,
como ocurre el caso de todo lo relacionado con la violencia de género, como en
el caso de los matrimonios infantiles, complicando más la situación terrible. No
son solo las bombas las que destruyen. Los más débiles se vuelven más
vulnerables por la situación y, especialmente, por la falta de protección en
que se encuentran.
El texto de Ahram
Online comienza describiendo el parto de una muchacha siria en Jordania,
una chica de 17 años, otro parto más de los muchos que tienen que atender los
médicos que intentan ayudar en estas situaciones. Tras el caso concreto, los
datos:
Despite efforts to reduce early marriage in
Zaatari camp since its opening in 2012, maternal health workers from the United
Nations Population Fund (UNFPA) say the number of babies born to adolescent
girls remains stubbornly high.
More than 15 million girls worldwide are
married before they turn 18, according to campaign group Girls Not Brides.
Child marriage deprives girls of education and
opportunities, and puts them at risk of serious injury or death if they have
children before their bodies are ready.
In Jordan, Zaatari sprouted in an area that had
been an empty desert, transforming in just a few short years into a sprawling
slum city currently housing nearly 80,000 Syrians.
Since UNFPA began its operations in Zaatari in
mid-2013, doctors have delivered more than 6,500 babies in the camp - 5 percent
of them born to mothers younger than 18.
Girls Not Brides estimates about 13 percent of
girls in Syria are married before their 18th birthday, and 3 percent become
brides before they turn 15.
But the child marriage rate among Syrian
refugees in neighbouring Jordan is far higher - more than doubling to 25
percent in 2013, from 12 percent in 2011 when the war began, said the U.N.
children's agency UNICEF.
The charity Save the Children says many Syrian
refugee families marry off their daughters to provide them financial security
or protect them from sexual violence perpetrated by other men in refugee camps.*
La violencia es doble contra las mujeres, triple en el caso
de las niñas y adolescentes. Padecen la violencia de la guerra, la de ser
mujeres y la de ser niñas a las que se les destruye el futuro posible.
La guerra de Siria (o las varias guerras que hay en Siria)
es un vergonzoso ejemplo de la poca importancia de las personas frente a las
estrategias y al equilibrio de poder en la zona. No se entiende muy bien qué
tipo de final tendrá una guerra que
se supone que es "civil" e "internacional",
"religiosa" para unos y "sectaria" para otros. Es difícil
poder parar una guerra que ya no entiende nadie. Pero sí es más fácil ver las
imágenes de la destrucción y proyectar hacia el futuro lo que supone lo que
está ocurriendo allí y en los espacios que se han generado alrededor de los
desplazados.
En octubre de este año, Gabriella Nassif, del Centro de Estudios
de la Mujer en el Mundo Árabe, escribía en The
Conversation sobre la cuestión del matrimonio infantil en los campos de
refugiados:
Rates of child marriage have increased
dramatically as a result of mass migration worldwide.
Humanitarian crises greatly exacerbate gender
inequality and gender-based discrimination. Women and adolescent girl refugees
face increased risks of gender-based violence, including unwanted pregnancy,
HIV infection, maternal death, early and forced marriage, rape, trafficking,
and sexual exploitation.
The vulnerable position of migrant women and
adolescent girls is nowhere more evident than in the Syrian crisis. Estimates
suggest that 13.5 million people in Syria need humanitarian assistance; 6.6
million are displaced within Syria; 4.8 million Syrian refugees have fled to
Turkey, Lebanon, Jordan, Egypt and Iraq.**
Nassif se centra especialmente en los datos de Líbano, donde
el fenómeno es similar al que ocurre en los campos de Jordania. En otros
lugares ocurre lo mismo.
La cuestión tiene dos dimensiones: la exterior, que abarca a
la recepción de las personas en el país de llegada, en donde se pueden producir
esas "adquisiciones" de las niñas con la promesa de las mejoras de la
situación de ella o del conjunto de la familia a través del matrimonio; y la
"interna", la que tiene como escenario la comunidad siria y que busca
el liberarse de las niñas transfiriendo la responsabilidad a los maridos y sus
familias.
En el primer tipo de caso, las niñas sufren la violencia de
la entrega a los que vienen buscando. Recordemos que hay países, de los que
aquí hemos hablado, en los que estas circunstancias se dan incluso sin las
circunstancias de la huida. Aquí tratamos varias veces la cuestión de los
llamados "matrimonios de verano", mediante los cuales los hombres
ricos del Golfo se dirigían a las familias humildes y necesitadas egipcias para
ofrecer hacerse con sus hijas, muchas de las cuales eran devueltas a las
familias pasadas algún tiempo. El entonces ministro egipcio de Justicia,
al-Zind, de infausta memoria, estableció una fianza de 50.000 libras egipcias
cuando las diferencias de edad excedieran entre el hombre y la niña cierta
cantidad. El dinero se debía abonar en un banco egipcio y el comprador lo
perdía si la niña era devuelta a la familia. Las organizaciones humanitarias y
de defensa de la mujer protestaron contra esa vergonzosa norma que no solo no
arreglaba el problema sino que le ponía precio. Afortunadamente, al menos el
ministro ya no está, pero el problema sigue. También en Egipto se han
denunciado las visitas a los campos a adquirir esposas disfrazándolo de
"honesta" proposición para aliviar las cargas de la familia, como un
acto de caridad de piadosa intención. Eso es la fachada del tartufismo para
conseguir su objetivo, obtener niñas.
Desde el otro lado, del de las víctimas de la guerra y de
los abusos, Gabriella Nassif nos advierte de no entender el fenómeno como una
cuestión intensificación de la "tradición", sino entenderlo como un
incremento de la "necesidad":
This growth should not be interpreted as an
extrapolation of an earlier “cultural” practice. Instead, activists are urging
aid agencies to analyse the practice of early marriage as a last resort; a
desperate response to the extreme circumstances of refugee livelihoods.
Among Syrian refugees, marriage is often
thought of as a way for families to protect their daughters against the cycle of
poverty and sexual exploitation that affects women and girls disproportionately
in conflict settings.
As a Save the Children report notes, refugee
families have very limited access to resources, financial or otherwise, leaving
them with limited options for protecting their children.
Many families see marriage as a way to get
young girls out of their current refugee status: marriage to Lebanese men
affords them the right to claim Lebanese citizenship, effectively allowing
these girls to leave refugee camps and settlements.
Marriage is also used to obtain entry visas to
other neighbouring Middle Eastern countries. It is common knowledge among
refugee communities that border guards and agencies are much more lenient
towards allowing refugee families to enter, versus the sole male or female
refugee.
Financially, unmarried girls are often
considered both a burden and a source of worry. Married, these responsibilities
are transferred directly to the husband. In interviews conducted with Syrian
refugees in the Bekaa Valley, a CARE International report found that unmarried
girls noted feeling “rejection from their families” as they are seen “as an
added burden to protect and a source of worry regarding their so-called
‘honour’.”
Girls sometimes find themselves desiring
marriage as a way to avoid the overwhelming sense of being a burden for their
families, especially when this burden concerns whether or not families will be
able to feed all members equally.**
Sin embargo, no es sencillo separar ambos factores. Evidentemente
son la "necesidad" y la
"preocupación" las que hacen desprenderse de las hijas, pero es indudable
que se hace en el marco de la "tradición". Los que ven a las hijas
como una carga en la situación, ya las consideraban así. Si antes eran una
"carga" soportable y ahora lo son "insoportables" es una
cuestión de grado.
La forma en que las niñas ven el matrimonio como una salida
a la propia situación solo obedece a la extrema vulnerabilidad en que se
encuentran. La frase de Nissef,
"married, these responsibilities are transferred directly to the husband",
lo dice todo. No se trata tanto de la seguridad, sino de la
responsabilidad. Esta pasa a manos del marido, que será quien deba vigilarla
para evitar los males mayores.
Pero esos males de los que pueda protegerla (o no) no anulan
el propio mal del matrimonio infantil en sí. El reportaje de Ahram
Online-Reuters en los campos jordanos recogía ejemplos de esta cuestión doble,
el peligro de los campos y el peligro del matrimonio infantil. De los campos se
puede salir, como la guerra terminará, pero el matrimonio infantil es otra
cuestión:
When Elhem fled her hometown of Daraa in Syria,
she did not imagine that two years later in 2014, she would get married at age
13 to her older cousin in Zaatari camp.
She said it was not a decision borne out of
love or romance, but did not elaborate further.
Elhem said she has never been to school, which
UNFPA says is a key risk factor for child marriage.
With no schooling or sexual education,
generations of girls and women are not aware of the physical, mental and sexual
health risks associated with early marriage.
"It's very challenging, it's very hard to
convince them not to marry young," said Samah Al-Quaran, a UNFPA health
worker in Zaatari camp.
Girls who marry young are more vulnerable to
domestic and sexual violence, said Al-Quaran.*
No es fácil evaluar los daños reales de una guerra más allá de lo visible. Ni los muertos, ni la
destrucción pueden dar una idea aproximada de los daños que quedan en las
personas, marcadas para toda la vida y marcando a los que les rodean. Si
reuniéramos todos los parámetros que se miden de forma separada y pudiéramos
hacer una evaluación conjunta, nos asombraríamos.
Lo que se destruye en una guerra de este tipo es lo que
menos valoramos: lo cotidiano, la normalidad, la seguridad de las rutinas. Si
el punto de partida ya era malo, lo que se hace es incrementar todos los
problemas que se reparten de forma desigual. Esas niñas y sus hijos son la
próxima generación. Entre ellos habrá solo una quincena de años de diferencia.
Los problemas a los que se enfrentan son inmensos. Solo la reconstrucción
física de Siria necesitará décadas. Las ayudas que estas jóvenes necesitarían
se destinarán a otras muchas cosas. Sin estudios, sin preparación para la vida,
con familias perdidas o desaparecidas, entregadas a matrimonios en
circunstancias terribles..., su futuro es muy oscuro. Una chica de 15 años que
se case ahora, lleva viviendo desde los diez años en un mundo lleno de
peligros, de destrucción, de muerte. Puede decirse que solo ha conocido ese
mundo, que ha vivido inmersa en el miedo.
Cuando salgan de esta guerra, de esta situación terrible, se
enfrentarán durante el resto de su vida a lo que señala el artículo, a la
violencia doméstica y sexual, a la que son más vulnerables porque carecen de
preparación alguna. Cargadas de hijos, sin estudios, totalmente dependientes, con
el sentimiento de que les han salvado la vida al casarse con ellas, carecerán
de recursos para enfrentarse a lo que les espera.
La maternidad en mitad del caos, a edad temprana, es la gota
que hace desbordarse la situación, pues a la preocupación por ella misma se añade
la de la preocupación por los hijos que nazcan en el campo o por el camino.
Ahram Online
terminaba el artículo con una observación sobre otra dificultad añadida: la
falta de control de las mujeres sobre la natalidad. A la situación precaria, al
matrimonio temprano, se une la maternidad:
Al-Quaran said she has seen many cases of
husbands determining the use of birth control. She said many men opt for
short-term solutions, such as condoms or contraceptive pills, so he can control
exactly when his young wife becomes pregnant.
"The decision for family planning within
this culture is with the man. The man decides if he wants children or not. It's
not up to the mother," she said. "This control is a sort of
violence."
In June, the U.N. Human Rights Council adopted
a resolution calling for an end to child, early and forced marriage, and
recognising child marriage as a violation of human rights.
Ending child marriage by 2030 is one of the
targets within the new Sustainable Development Goals adopted by world leaders
at a U.N. summit last year.
At Zaatari, Elhem says her only hopes and
dreams are for the sleeping baby she is holding.
" The most important thing for me now is
to raise my child and to give him a decent life with a good education. All I
care about is the future of my son."*
La desigualdad, de nuevo, hace que su destino no esté en sus
manos. El artículo se cierra como empezó, en la sala de partos, con la joven
Eham con un niño en sus brazos. Su hijo le da un centro psíquico al que agarrarse frente al caos y el horror que le
rodea. Es alguien a quien cuidar, con quien dar salida a la extraña soledad de
estar rodeados de miles personas en lugares precarios, en los que se sustituyen
muchas veces unas formas de violencia por otras.
La violencia de la guerra y el desplazamiento, la violencia de género que sustrae el destino de sus manos arrojándola en manos de aquellos que dicen protegerla, y finalmente la violencia que supone destruir la infancia o la adolescencia con una maternidad que marcará su futuro de dependencia.
La guerra es absurda, pero la lógica de su violencia no lo es. Sigue la lógica de la violencia de género. Los matrimonios infantiles solo se pueden considerar como una forma de "protección" si se entiende que existe primero la "agresión". Tanto una como otra van contra la mujer.
* "Syrian girls flee war only to become
mothers in Jordan camp: Reuters feature" Ahram Online 15/12/2016
http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/8/253141/World/Region/-Syrian-girls-flee-war-only-to-become-mothers-in-J.aspx
** "Syrian girls are being pushed into
child marriage in Lebanese refugee camps" The Conversation 17/10/2016
http://theconversation.com/syrian-girls-are-being-pushed-into-child-marriage-in-lebanese-refugee-camps-66967
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