Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Es cada
vez más claro que la división norteamericana no se va a quedar en los análisis
y comentarios de los politólogos, periodistas, sociólogos o demás intérpretes
de la vida norteamericana. El que nadie se haya permitido dudar de la validez
de la victoria de Donald Trump no
implica que la gente se haya quedado de brazos cruzados y desde el primer
momento salieron a decirlo a las calles. Hasta el momento eran manifestaciones pero
ya se puede empezar a hablar de resistencia. El sentido de lo que es un
presidente no significa que renuncien a lo que es una comunidad allí donde
estas son la base, es decir, en las ciudades.
Desde
el principio, los analistas han destacado la diferencia de los tamaños de las
comunidades como un elemento clave: las ciudades pequeñas y las ciudades
grandes. Trump no ha ganado en ninguna
ciudad con más de un millón de habitantes, nos dicen los analistas electorales.
En las grandes ciudades es donde se ha concentrado el voto de Hillary Clinton. Las diferencias entre el mundo de
las grandes ciudades y el de las pequeñas también impactan en la forma de
percibir el mundo.
Uno de
los efectos de la polarización política buscada por fundamentalistas y
populistas es precisamente la radicalización expresada en términos de
principios inamovibles frente al pragmatismo. Esto implica una mente cerrada y
encerrada en determinados principios, es decir, establece un abismo entre el
mundo propio y el del otro, del que se aleja cada vez más considerándolo su
negativo destructor. Es lo que se ha hecho en Gran Bretaña con el "Brexit"
y ahora en los Estados Unidos. El resultado son sociedades divididas por la
mitad, irreconciliables.
Las
diferencias de voto hace mucho que reflejan las diferencias mentales entre
republicanos y demócratas, entre conservadores y progresistas, tal como ha
estado señalando George Lakoff desde que decidió estudiar las diferencias
cognitivas entre unos y otros en los años 90. Conservadores y progresistas tienen visiones del mundo
diferentes, usan metáforas diferentes
para ver e interpretar el mundo. Acaban siendo mundos distintos que mal
conviven en un mismo espacio.
En el prefacio a la tercera edición de su "Política
moral. Cómo piensan progresistas y conservadores"*, Lakoff explicaba qué
ocurre si los hechos no se ajustan a la visión del mundo que cada uno tiene:
- · El dato es modificado para ajustarlo a la visión del mundo
- · El dato es ignorado
- · El dato es rechazado y posiblemente ridiculizado
- · El dato, si contradice la visión del mundo (13)
Esas posibilidades, añadía, se dan en el discurso político. Trump
ha reforzado las ideas existentes. La América conservadora y fundamentalista ha
estado bajo presión en la época de Obama. Lo que ocurre es parecido a la
reacción de los islamistas tras la Primavera Árabe. La posibilidad de un mundo
más abierto, da energía a los que quieren cerrarlo. Trump se ha beneficiado de
la creencia en que no podría haber tantas
personas como él; se ha beneficiado de que no podía haber tantas personas que
aceptaran sus explicaciones del cambio climático, la globalización, la
medicina, etc. Sin embargo, la hay, como se demostrado. Sus mentes han acogido
como positivas esas afirmaciones
reforzándose con ello en la idea y desestimando los hechos.
Entre
estas diferencias, parece que toma fuerza la del "racismo", que es un
elemento "explicativo" que permite canalizar muchos sentimientos y frustraciones.
Permite dar salida al resentimiento que parece haber guiado mucho del voto
contra la presidencia de Barack Obama que se ha materializado contra Hillary
Clinton. Los ataques racistas que siguieron inmediatamente a la elección
muestran esa represión y esa creencia que con Trump se va a poder decir esa
"verdad" reprimida que ha tenido al creyente en la supremacía blanca
callado hasta el momento.
Ahora
su "momento" ha llegado. A los insultos contra Michelle Obama (que
mostraban el resentimiento callado durante ocho años por tener a una primera
dama negra en la Casa Blanca) le sigue otros ya que se siente en un entorno de
aceptación diferente: "¡ya lo pueden decir!". The Washington Post trae hoy mismo otro titular: "Tenn. official resigns after calling
the KKK ‘more American’ than Obama". El odio resentido es patente
en este tipo de manifestaciones. Por eso la prensa sigue instando a Trump a que
se manifieste en contra del odio racista o xenófobo. Pero Trump ha jugado desde
el principio con la insinuación y los silencios y ahora ha nombrado a un
partidario de la "supremacía blanca", antisemita y antimusulmán para
que le lleve la Casa Blanca y sea su asesor.
La llegada de Trump a la presidencia tiene una única
ventaja: está uniendo a una parte de la sociedad norteamericana alrededor de la
idea de defensa de los derechos y libertades. No hay que dar por hecho que las
libertades civiles son algo consolidado lo que está moviendo a la gente a
manifestarse en las calles. The Washington Post comienza así su artículo
titulado "Young, Confident and Protesting Trump":
“My grandparents marched in the Civil Rights
Movement so that hopefully their grandkids wouldn’t have to march,” said Matteo
Bertoni, 16. He was walking down 5th Ave. in the rain on Tuesday afternoon with
hundreds of other high school students who had left their classes to send a
message to President-Elect Donald Trump.
“Now I’m marching, hoping my grandkids won’t
have to march for their civil rights,” Mr. Bertoni said.
The students, from at least 10 schools,
chanted, “This is what democracy looks like,” and “Whose streets? Our streets.”
While some wanted Mr. Trump to step down or the electoral college to give the
presidency to Hillary Clinton, most just wanted Mr. Trump and his supporters to
listen and to understand them.
“He’s going to become president,” said
Dominique Campbell, 17, “we can’t do anything about that. But we can do things
about how people see us and how they respect us.” Her goal was to show the
respect and acceptance she wanted to see from others: “No matter how much they
say they hate us and they want us to die, we love you.”
Some of the marchers were immigrants. Some were
Muslim. Some were there to speak for themselves, and others had come to support
their friends. When girls chanted, “my body, my choice,” boys responded, “her
body, her choice.”**
En este
contexto de aumento del odio y de la "amenaza" (un presidente no amenaza,
dice lo que va a hacer) de la
expulsión o encarcelamiento de entre dos y tres millones de personas, los
medios nos informan de un hecho sin precedentes: la rebelión de los alcaldes de
grandes ciudades.
Ante
las manifestaciones de odio, ante los insultos, ellos reivindican que ningún
ser humano es un "mono" y que Estados Unidos no es el Ku Klux Klan.
Al menos no su América. Y un país es
lo que queremos que sea.
El
populismo de Trump, que ha sacado a la luz lo que ellos creían ingenuamente enterrado
—el fundamentalismo religioso, la anticiencia, la discriminación racial, la
xenofobia...— o al menos impensable en los discursos oficiales de los responsables,
toma cuerpo ante ellos. Es lo que el desenterrador Trump ha conseguido. Lo que
ha hecho es elevar a discurso de campaña presidencial lo que no se atrevía a ir
más allá del comentario anónimo o la conversación privada con las personas de
confianza. Ha hecho perder el miedo al insulto o a manifestar las
"bondades americanas" del Ku Klux Klan, como lo que ahora aflora. La
falta de profesionalidad política ha hecho que no tuviera pudor en decir lo que
los demás querían escuchar sin eufemismos. Se ha limitado a alimentarlos y
agruparlos. La radicalización de la campaña actuaba como estabilizador de su
electorado y no espantándolo. Luego ellos se han encargado de la recluta de sus
pares para conseguir el voto.
Oponer
el amor al odio es una estrategia metafórica que permite canalizar los
sentimientos y las ideas para marcar las diferencias y distancias. Donde unos
discriminan, los otros acogen. Es la parte positiva de esta locura en la que
Estados Unidos se ha embarcado y nos ha embarcado a todos.
No se
debe menospreciar el efecto Trump sobre nuestras propias sociedades. Hay que
darse cuenta que la discriminación y el odio racista están presentes en las sociedades,
parece que no se llegan a superar. Se ha visto en el Brexit británico, esencialmente una campaña canalizada hacia la
idea de que los inmigrantes son la causa
de los problemas y que quien los lleva es la unión con Europa.
Las
declaraciones de Marine Le Pen mostraban su confianza en que el fenómeno de los
Estados Unidos era la vuelta a las "naciones" frente a los
movimientos globales o los universalismos. "Au nom du Peuple!" es el
lema escogido por Le Pen para la campaña. No puede ser más "populista":
es ella quien tiene el poder, el don, el milagro de definir, interpretar y
representar a esa entidad que es el "pueblo". Ella señala que es más
que un eslogan, que "una línea de conducta, una profesión de fe". La
retórica es clara y las metáforas las mismas: ella es la patria. No hay otra opción para quien ama a Francia; no votarla pasa a ser alta traición. Los otros son los
traidores, los destructores, los conspiradores, los infiltrados... Si Trump ha
llegado a acusar a Obama y Clinton de estar detrás del Estado Islámico o que el
presidente es un musulmán infiltrado en la Casa Blanca, ¿qué más se puede decir?
Los fenómenos racistas están empezando a aparecer en lugares que antes no los
tenían y hay que precaverse ante ellos.
Los
norteamericanos que aceptan la
presidencia de Trump no tienen porqué aceptar sus ideas. Eso no está escrito en
ningún lado ni los mismos republicanos lo han practicado desde las cámaras
donde han tenido mayoría. El sistema americano da poder al presidente pero
también lo da en otros ámbitos. Uno de ellos es el de las ciudades.
Son las
ciudades las que van a encabezar la resistencia a Trump usando sus poderes en
defensa de sus vecinos. Las noticias de ayer nos mostraban el inicio de una
forma de resistencia que va a atraer la atención y servirá para organizar a los
demócratas norteamericanos en lo que se asemeja a una futura gran batalla.
La
discordancia electoral entre las ciudades pequeñas y las grandes va a ser el
escenario de las diferencias. Ocurrió algo similar en el Brexit con la ciudad
de Londres, claramente a favor de la permanencia en Europa frente a las zonas
que votaron por la salida.
Las
noticias que llegan de Nueva York son la organización de la resistencia a los
planes de Trump allí donde puedan impedirlos dentro de sus competencias. Trump
no ha ganado allí y tiene una fuerte oposición que no es nueva. La BBC señala lo que ocurre en la
ciudad:
New York's mayor says he has told US
President-elect Donald Trump people in the city are "fearful" of what
his White House administration could bring.
During a meeting at Trump Tower, Bill de Blasio
said he warned the Republican he would aim to shield undocumented immigrants
from deportation.
He said Mr Trump's plans would not work in
"the ultimate city of immigrants".
Mr Trump has pledged to deport or jail up to
three million undocumented immigrants with criminal records.
Mr de Blasio is not the only city leader to
oppose the incoming US president's immigration policies.
The mayors of Los Angeles, San Francisco,
Chicago, Boston, Philadelphia and Washington DC have also vowed to protect
their immigrant residents from deportation.***
¿Una conjura de las grandes ciudades? Puede ser. Las
ciudades que se citan son grandes centros en los que el apoyo de Trump es
considerablemente menor y que, en cambio, tienen grandes bolsas de inmigrantes.
La resistencia sería mucho mayor.
En cualquier caso, desde el punto de vista político, la
respuesta ante la elección de Trump parece que no se va a quedar en
lamentaciones y manifestaciones callejeras, sino que se está organizando para
tratar de frenar lo más sórdido de sus propuestas, tanto en el interior como en
el exterior.
Comienza ahora la batalla de las metáforas, los intentos por
redefinir la América cuyo espíritu es reflejado en el fundamentalismo
religioso, la supremacía blanca y el sexismo o, por el contrario, en la
igualdad de derechos, la recepción del que busca un nuevo espacio y cree en la
extensión de las libertades. Es la lucha por la metáfora guía. Ya ha comenzado
en las ciudades. El alcalde de Chicago le ha dado forma en este texto, que reconoce la ciudad como "santuario" para refugiados:
* George Lakoff (2016). Política
moral. Cómo piensan progresistas y conservadores. Capitán Swing, Madrid.
**
"Young, Confident and Protesting Trump" The Washington Post
16/11/2016
http://www.nytimes.com/2016/11/16/opinion/young-confident-and-protesting-in-new-york.html
***
"Trump told by New York mayor that city is 'fearful' of him" BBC
17/11/2016 http://www.bbc.com/news/world-us-canada-38007697
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