Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay un
tiempo medido y un tiempo experimentado, psíquico, que es el que sentimos como
duración. Este es el tiempo que percibimos con mayor o menor intensidad en
función de nuestro interés; es el tiempo increíblemente lento del aburrimiento,
es el tiempo fugaz de lo que nos seduce.
La
campaña electoral norteamericana es una experiencia increíblemente densa,
penosa, interminable, como subir una cuesta eterna con el piñón incorrecto de la
bicicleta. Su final es esa cima de la cuesta, cuyo remonte parece imposible
cuando las piernas nos pesan como plomo.
Probablemente
nada resulte tan aburrido como esta etapa final de campaña, un recorrido en el
que se han establecido decenas de puntos finales, de líneas que era impensable
traspasar, de imágenes que se esperaba no ver ante nosotros, pero que allí
estaban. Trump no sorprende, solo confirma, en un eterno deja vu.
Si ayer
decíamos que la prensa, las cadenas de televisión parecía números monográficos
dedicados a Trump, hoy no deben sorprendernos las conclusiones a las que llegan
medios como The New York Times:
Maybe Americans are starting to get fed up with
the ugly tone of this strange presidential election. Maybe viewers are tired of
R-rated video clips and scorched-earth attacks.
Or maybe people just prefer football.
Whatever the reason, the audience for Sunday
night’s bout between Hillary Clinton and Donald J. Trump fell sharply from
their first debate. About 66.5 million people watched on television, according
to Nielsen, down 20 percent from the record 84 million who tuned in last month.
Sunday’s figure was nothing to sneeze at. It
was roughly the same number of people who watched the first two debates between
President Obama and Mitt Romney in 2012. And it is unusual for a second debate
to draw a bigger audience than the first.*
Pese a esa bajada del 20%, las cifras siguen siendo
espectaculares, superando debates anteriores, como nos señala el periódico. La
carrera se hace interminable, sí, pero no se puede dejar de mirar la cima.
La conversión de las elecciones en una especie de concurso o
de reality por parte de Donald Trump es responsable en gran medida de esas
cifras. La rueda de prensa con las cuatro mujeres que dicen haber sido violadas
o acosadas por Bill Clinton es un hecho único que resta cualquier posibilidad
de "fair play" en lo que queda por delante. La incorporación de esas
mujeres como invitadas al debate es una de las maniobras más burdas que se han
podido hace en la política. Hillary Clinton debió mantener la concentración
teniendo delante a aquellas mujeres. Pocas veces se recuerda algo tan sucio en
política.
Es de esperar que Trump represente el techo de una forma de
hacer política o de entrar en ella. Los sistemas democráticos no pueden
permitirse este especie de payasos demagogos, de hombres espectáculo. El coste es muy alto, el riego muy peligroso.
En esta historia interminable, las barbaridades se entierran
unas a otras. La canallada, la declaración absurda, el desprecio que iba a arrastrar
a Trump hasta el fondo de la tumba se pierde en un pasado que no se puede olvidar.
¡Cuántas veces ha dado por muerto a Trump, cuántas veces se ha considerado que
había sobrepasado las líneas rojas de la osadía!
Trump está ampliando el marco de lo político, llevándolo
hacia espacios inexplorados que serán revisados meticulosamente por los
estudiosos de la comunicación política. Tendrá imitadores aunque sea un
fenómeno único que lleva décadas con su propio espacio en la vida pública
norteamericana, preparando su sueño, una pesadilla para muchas personas
repartidas por todo el mundo.
Sus apelaciones a Rusia para intervenir en la campaña
mediante desestabilizaciones a su favor deben ser meditadas con meticuloso
cuidado. El editorial de The Washington Post proclama "Donald
Trump, Putin’s puppet" y explica:
ON FRIDAY, while much of the country was
preoccupied with the latest revelations about Donald Trump, the U.S.
intelligence community made an alarming and unprecedented announcement: Russia
was seeking “to interfere with the U.S. election process” through the hacking
of political organizations and individuals, including the Democratic National
Committee. The statement rightly alarmed Democratic nominee Hillary Clinton,
who said in Sunday night’s debate that “we have never in the history of our
country been in a situation where an adversary, a foreign power, is working so
hard to influence the outcome of the election.”
And Mr. Trump? Once again, the GOP nominee
played the part of Vladimir Putin’s lawyer. “She doesn’t know if it’s the
Russians doing the hacking,” he said of Ms. Clinton. “Maybe there is no
hacking.” Mr. Trump is receiving classified intelligence briefings, so he is
certainly aware of the evidence that hackers backed by Moscow have stolen email
and other records from the DNC and tried to penetrate state electoral systems.
So why does he deny it? Mr. Trump’s advocacy on behalf of an aggressive U.S.
rival, and the opaqueness of his motivation, is one of the most troubling
aspects of his thoroughly toxic campaign.
Experts differ on whether the Putin regime is
trying to tip the election to Mr. Trump, as Ms. Clinton suggested, or merely to
sow confusion and distrust about the integrity of U.S. democracy. But the leaks
traced to Russia through the WikiLeaks website have been aimed at Ms. Clinton —
most recently emails from her campaign chairman revealing excerpts from her
private speeches on Wall Street. The timing of the WikiLeaks releases, clearly
calculated to do maximum damage to the Democrats, confirms (again) that the
website is not a crusader for transparency, but a willing political agent of
the Kremlin.**
Se entiende que sea una pesadilla para unos y un espectáculo para otros. Como
pesadilla es reveladora; como espectáculo, ocultador. Es como una novela de LeCarré
parodiada en Saturday Night Live. Pero queda poco espacio para la risa.
Cuando el espectáculo termine, lo que quedará es un
desolador escenario que, tras la batalla, revelará las carencias del sistema y
su incapacidad para ofrecer candidatos que realmente puedan ilusionar al pueblo
norteamericano. Clinton no lo ha tenido muy fácil; no es una persona de grandes
simpatía, incluso en el bando demócrata. Trump, en cambio, desata pasiones
fervientes en los fieles que le votarán precisamente por sus excesos.
Los republicanos se van retirando dejando solo a una figura
que como en las películas de mutantes se va arrancando la piel para mostrarnos lo
que hay debajo. Cada nueva vergüenza de Trump les hunde más en la miseria
política. ¿Cómo han dejado que esto ocurriera?, se preguntan muchos. ¿Qué
consecuencias tendrá?, se preguntan otros.
Como contraste con lo que ocurría en el centro, el debate ha
servido para crear un pequeño héroe, Kenneth Bone, un sencillo espectador que
armado de un espectacular e intemporal jersey rojo, representó el retorno de la
normalidad. Asfixiados, apenas sin poder respirar el aire del envenenado
debate, la sencillez de su planteamiento, su alejamiento de cualquier
pretensión sirvió para encarnar durante unos instantes lo que todos pensaban
desesperadamente "America needed a hero. Kenneth Bone answered the call" es el titular
de The Washington Post.
Ken Bone arrived at Sunday night’s presidential
debate as an undecided voter with a question for both presidential candidates.
But by the time the debate was over, he’d already become something else to the
Americans watching at home: a little flame of goodness and hope, still burning
despite the dark tone of the majority of the debate.
He wore a comfy, bright-red sweater, and he
asked a good question about energy and jobs: “What steps will your energy
policy take to meet our energy needs, while at the same time remaining
environmentally friendly and minimizing job loss for fossil power plant
workers?”
Bone’s presence in that debate was “like the
human version of a hug,” as one early Twitter fan wrote.
“I think it’s because I’m just kinda your
typical Midwestern guy,” Bone told The Washington Post on Monday in an
interview at the Washington University campus. “I try to be a friendly guy and
shake hands and smile and all that. And to see me try to be that huggable,
likeable guy in the middle of a really nasty and divisive debate, I think,
stood out to a lot of people.”
“Between that and the very bright colors, I
think that drew a lot of people’s eyes.”
And, if we’re being honest, catching the
Internet’s attention is easier when your last name is “Bone.”***
Si tener conocimiento alguno de que la atención se había
desviado hacia él, el héroe inesperado se movía por el plató con la inocencia
del que sabe que no es su lugar, haciendo sus fotos de recuerdo, estrechando
manos. Su jersey chillón actuó como señal y su normalidad como atractivo
espectáculo después de lo que había ocurrido ante los ojos de millones de
personas. Era un respiro de normalidad.
Todo forma parte del signo de los tiempos. Kenneth Bone fue el antitrump, el "héroe que no quiere ser héroe y por eso lo es", la
"estrella a su pesar". Cuenta el periódico que cuando el señor Bone abrió sus
conexiones se quedó asombrado por las decenas de miles de mensajes de voz y
tuits de la gente declarando su amor por la persona sin pretensiones que encarnaba. Ya le han escrito canciones, es el hombre común con el que identificarse en mitad de la batalla. Es un héroe para ellos, con su jersey rojo, con la camisa escapándose, su presencia bonachona y su pregunta sobre cómo minimizar la pérdida de empleos en el sector energético. No necesitó más mucho más. Era el antídoto.
Bone ha
calificado la situación como "surreal". Tal vez lo sea, pero es
lo que hay.
*
"Ratings for Second Debate Dive 20 Percent" The New York Tines
10/10/2016 http://www.nytimes.com/2016/10/11/us/politics/ratings-debate.html
**
"Donald Trump, Putin’s puppet" The Washington Post 10/10/2016 https://www.washingtonpost.com/opinions/global-opinions/donald-trump-putins-puppet/2016/10/10/451f099e-8f0e-11e6-a6a3-d50061aa9fae_story.html
***
"America needed a hero. Kenneth Bone answered the call." The
Washington Post 10/10/2016 https://www.washingtonpost.com/news/the-intersect/wp/2016/10/10/how-kenneth-bone-became-the-surprise-hero-of-the-presidential-debates/
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