Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso que contábamos ayer, la desaparición y muerte
"lenta", debida a torturas, del joven doctorando italiano Giulio
Regeni, quien publicaba artículos con pseudónimo en Il Manifesto es un caso de lo peligroso que se está volviendo
informar en Egipto, no solo para la prensa local —que desarrolla sus propias
estrategias de apoyos, defensas y supervivencias—, sino para cualquiera que lo
haga para otros países.
Con información de Reuters, Egypt Independent ofrece la visión "exterior" del caso de
la muerte de Regeni:
An Italian student found dead by a roadside in
Cairo with cigarette burns and other signs of torture on his body had written
articles critical of the Egyptian government, according to the Italian
newspaper that published them.
Il Manifesto, a left-wing newspaper based in
Rome, published Giulio Regeni's final article on Friday, written by the
28-year-old graduate student before his Jan. 25 disappearance. His body was
found on Wednesday.
The article describes the difficulties faced by
independent unions in Egypt under President Abdel Fattah al-Sisi. The paper ran
it on the front page under the headline "The Witness".
"President Abdel Fattah al-Sisi presides
over the Egyptian parliament with the highest number of police and military
personnel in the history of the country, and Egypt ranks among the worst
offenders with respect to press freedom," Regeni wrote in the first
paragraph of the story.
"He feared for his safety," the
newspaper said, explaining that Regeni asked to use a pseudonym on this article
and on his previous articles, which were also critical of Sisi's government. Regeni
did not mention any specific threats.*
Cuando se produjo la denostada Revolución del 25 de enero,
los egipcios protegían a los periodistas extranjeros para que pudieran informar
de lo que estaba ocurriendo allí y romper el silencio impuesto en el país. Al
decir "protegían" es literal. Sabían que podían desaparecer en
cualquier momento. Hubo mujeres periodistas violadas como forma de intimidación
para hacer que se fueran y dejaran de informar. Recuerdo con emoción el
artículo que dediqué a cómo una mujer curó en plena plaza de Tahrir las heridas
en la cabeza de el corresponsal de La Vanguardia.
La muerte de Giulio Regeni es una nueva vergüenza para el
régimen egipcio. Mientras se libera a los corruptos que se embolsaron millones
durante su etapa al frente del ministerio que dirigía la represión y las
torturas en el régimen anterior, se están repitiendo los mismos métodos
represivos e intimidatorios que durante el régimen de Hosni Mubarak. La enorme
diferencia es que entonces la mayoría del pueblo egipcio no se sentía
comprometido como lo está ahora por el apoyo dado a una presidencia que sigue
sosteniendo que es un régimen democrático en el que viven. El pueblo egipcio es
especialista en el autoengaño, en vivir dentro de burbujas en las que tiene que
convivir con sus propias fantasías heroicas, que acaban convirtiéndose en
delirios que dividen a la sociedad entre despiertos y sonámbulos.
Supone además una nueva prueba sobre las relaciones
internacionales en varios sentidos. Hasta el momento el gobierno egipcio sigue
diciendo que no sabe nada, lo que puede ser hasta creíble. No es lo mismo que
no ser responsable, algo que lo es en
grado sumo. Aquí no se puede excusar en los asuntos internos. Probablemente se
le esté fabricando alguna historia sórdida al joven italiano que tuvo la mala
suerte de elegir la economía egipcia como tema de su tesis doctoral. Los que le
animaron en Cambridge y le tutelaban aquí ya han mostrado su consternación,
como recogíamos ayer. La tutora egipcia manifestó su voluntad de no volver a aceptar alumnos extranjeros.
Quizá Giulio Regeni pensó que por ser italiano quizá estaba a salvo; se
equivocó.
Hay otro aspecto en el que su muerte es importante. The
Guardian publica un artículo (aparecido en The Conversation y reproducido en múltiples medios) de un compañero de Giulio Regeni. Se resalta lo
que supone el crimen desde el punto de vista de las universidades y su
responsabilidad al mandar a los jóvenes investigadores a zonas en las que se
presuponen que se puede hacer porque así lo establece la comunidad
internacional al mirar para otro lado en el caso egipcio (o de cualquier otro
país). Señala en el artículo
Neil Pyper:
British universities have long fostered an
outward-looking and international perspective. This has been evident in the
consistent strength of area studies since the middle of the 20th century. The
fact that academics from British universities have produced cutting-edge
research on so many areas of the world is an important factor in the impact and
esteem that the higher education system there enjoys.
In order to carry out this research,
generations of scholars have carried out fieldwork in other countries, often
with authoritarian political systems or social unrest that made them dangerous
places in which to study. I carried out such research in Peru in the 1990s,
working there while the country was ruled by the authoritarian government of
Alberto Fujimori.
Alongside this research tradition, universities
are becoming increasingly international in their outlook and make up. Large
numbers of international students attend the classes, and their presence is
crucial for making campuses more vibrant and diverse.
Giulio’s murder is a clear and direct challenge
to this culture, and it demands a response. If our scholars – especially our
social scientists – are to continue producing research with an international
perspective, they will need to carry out international fieldwork. By its
nature, this will sometimes involve work on challenging issues in volatile and
unstable countries.
Universities clearly have a duty of care to
their students and staff. This is generally exercised through ethics
committees, whose work means that much greater care is taken than in the past
to ensure that risks are managed appropriately. However, there is the danger
that overly zealous risk management could affect researchers’ ability to carry
out their work, making some important and high-impact research simply
impossible.**
El problema no es exclusivo de las universidades británicas sino
un requisito para todos aquellos que estén investigando sobre casos más allá de
sus fronteras y realizan trabajo de campo, entrevistas o encuestas. Regeni
estaba haciendo lo que como investigador debía hacer. Además ejerció otro
derecho: expresar lo que veía por la vía periodística y contarlo en su país,
Italia. Pero eso no le gustó a alguien del sistema. El control y la vigilancia sobre los periodistas es conocido; el corresponsal de El País tuvo que regresar a España hace tiempo. No ha sido el único.
Las universidades, en efecto, tienen una responsabilidad de
cuidar de sus estudiantes, pero ¿cómo hacerlo? ¿Habrá que establecer —como en
el caso del turismo— una "advertencia" de que no se investigue en
Egipto, que es peligroso?
El artículo se cierra con el deseo de que el caso no se
pierda en los laberintos egipcios, haciendo que se pudra, como ocurre con
cualquier investigación que cuestiones los métodos o fallos de los servicios de
seguridad.
The Italian and Egyptian authorities have
announced a joint investigation into what happened to Giulio, but the British
government also has a responsibility to make representations to this effect.
That would send the message that any abuse by authorities of students and
researchers from British universities will not be tolerated. A petition will be
circulated to this effect, and Giulio’s friends and colleagues will be
campaigning on the issue in the days and weeks ahead.
Giulio Regeni’s murder is a direct challenge to
the academic freedom that is a pillar of our higher education system. He is
only one of many scholars who have been arbitrarily detained, and often abused,
in Egypt. As a scholarly community and as a society, we have a duty to strike
to protect them and their colleagues who study in dangerous places the world
over.**
El joven Regeni quiso informar sobre aquello de lo que los
egipcios lo tienen más difícil cada día, de la represión del régimen. Trató de
describir la situación de un literalmente régimen policial en sus artículos de Il Manifesto. Los egipcios de buena
voluntad le deben eso al menos, el reconocimiento de que trató de dar voz a los
que están silenciados. Los habrá, en cambio, que empiecen a decir que nadie
debe decirle a los egipcios nada, que ellos se bastan solos, que los
extranjeros están mejor en sus países. Es lo que habitualmente se hace. Al
egipcio que denuncia se le considera traidor; al extranjero que lo hace, un
entrometido.
Il manifesto publica el artículo pendiente de Giulio Regeni. Lo hace en un lugar destacado. Los que han querido callarlo han conseguido que su palabra se escuche más fuerte y más lejos. Pero han sido las últimas.
El mundo ha asistido asombrado al empecinamiento egipcio sobre las causas de la caída del avión ruso de pasajeros, que sigue sin admitir que fue un atentado con bomba. ¿Deberá ahora esperar el mismo empecinamiento con que Giulio Regeni murió en un accidente de tráfico, pese a las quemaduras de cigarrillos y demás signos de tortura? Es posible.
La desaparición, tortura y asesinato de Giulio Regeni pone
en muy mal lugar internacionalmente al régimen de El-Sisi, deja ver la cara de
la represión descendiendo hasta la paranoia.
*
"Italian student killed in Egypt criticised Cairo govt in articles"
Egypt Independent
6/22/2016
http://www.egyptindependent.com//news/italian-student-killed-egypt-criticised-cairo-govt-articles
* Neil
Pyper "The murder of my friend
Giulio Regeni in Egypt was an attack on academic freedom Neil Pyper" The
Guardian 6/02/2016
http://www.theguardian.com/commentisfree/2016/feb/06/murder-giulio-regeni-egypt-academic-freedom-students
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