Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
campaña electoral norteamericana está teniendo muchos aspectos interesantes en
la medida en que es una época de especial sensibilidad, de extrema reacción a
cualquiera de las cuestiones que se plantean o producen durante su desarrollo.
Esto es así en cualquier campaña electoral, ya que las preguntas que se
producen ante situaciones nuevas e imprevistas pueden desbaratar los planes y
estrategias. En este sentido, los asesinatos terroristas de San Bernardino han producido
una especie de "efecto mariposa". La campaña ha quedado rota en este
punto y la necesidad de reacciones inmediatas
han puesto a prueba su capacidad de improvisar. La política no es solo definir
estrategias, sino la capacidad de reaccionar ante cuestiones sobrevenidas.
Las
reacciones ante la matanza terrorista en San Bernardino han sido estruendosas
por parte de candidatos como Trump, cuya respuesta ha obligado a algunos al
silencio para no verse arrastrados, mientras que otros han tenido, por el
contrario la capacidad de buscar su sitio por encima de la campaña demostrando
sensatez.
Aunque
muchos se preguntan si la "sensatez" tiene su lugar en una campaña
marcada por los excesos de Trump, lo cierto es que el hecho de que en los
Estados Unidos vaya por delante en las encuestas a las primarias un personaje
como el magnate y presentador de programas concurso es bastante intranquilizador.
Esto ha hecho que aumente la exposición a la campaña en países que no van a participar en la campaña pero que —como
todos— padeceremos sus resultados. Lo que ocurre en USA no se queda en USA.
La
periodista ganadora de un Pulitzer Kathleen Parker publicó ayer en The Washington Post un artículo titulado
"Americans must take a stand against our own extremists". Trataba de
traer sentido común ante las consecuencias que la campaña está teniendo y podría
tener a largo plazo entre todos aquellos que están empezando a sentirse
realmente ofendidos por las manifestaciones que los candidatos realizan y que
son secundadas por sus seguidores. Escribía Parker:
When President Obama addressed the nation after
the terrorist attacks in San Bernardino, Calif., he reiterated the call to
resist animus toward Muslims.
This was a familiar message — the same we had
heard from President George W. Bush after the 9/11 attacks. We aren’t at war
with Islam, both presidents have said, but with an ideology built on
distortions (or medieval-minded interpretations) of the Islamic religion.
Even so, many Americans still need to be
reminded that Muslims, rather than our enemies, are our friends, neighbors,
colleagues, scholars, leaders, doctors, mechanics. They’re our fellow
Americans. Even so, we continue to struggle even with the terminology we use to
distinguish between everyday Muslims and radicalized terrorists.
This is particularly distressing given that
language and communication are so crucial to winning what is in the long term
an ideological war. None too soon, we’re beginning to hear reasonable voices
rise above the din of nationalistic jargon from some of our lesser, if glaring,
lights.
One such voice belongs to Sen. Lindsey Graham
(R-S.C.). In his finest debate hour, Graham issued a passionate apology to
Muslims for Donald Trump, who has said among other things that we need a ban on
Muslims entering the United States.
“Donald Trump has done the one single thing you
cannot do — declare war on Islam itself,” said Graham. “To all of our Muslim
friends throughout the world, like the king of Jordan and the president of
Egypt, I am sorry. He
does not represent us.”
Graham then thanked Muslim Americans for their
military service to our country. Bravo.*
No
medir las consecuencias de lo que se dice en las campañas tiene sus peligros.
Los Estados Unidos tienen demasiada confianza en las relaciones entre gobiernos
y menos conocimiento y práctica en las relaciones entre "pueblos". La
falta de sensibilidad para esto es bastante frecuente. Creen que establecer
lazos cordiales es estrechar las manos de políticos y gobernantes. Los insultos
y desprecios primero contra los hispanos y posteriormente contra los musulmanes
son utilizados por aquellos que desean abrir la brecha cultural y religiosa.
Lo que Kathleen Parker llama "to winning what is in the
long term an ideological war" debe ser el objetivo y eso es difícilmente
conseguible si se siguen abriendo brechas. Lo que han hecho Donald Trump y sus
seguidores, coreándole los exabruptos, es hacer retroceder la política
norteamericana en la zona en una medida que no es fácil de establecer.
Cuando el rechazo contra la política norteamericana alcanzó
su máximo punto en Egipto por lo que consideraban un apoyo expreso del
presidente Obama a la Hermandad Musulmana, recuerdo una pancarta que venía a
decir "Amamos al pueblo americano, pero estamos en contra del presidente Obama".
Me llamó la atención porque era un ejercicio de sutileza en lo que viene a ser
las manifestaciones poco frecuente.
Las descalificaciones contra millones de personas por causa
de lo que hacen unos pocos se acaba pagando. Lo hemos señalado muchas veces
aquí: los mayores beneficiarios de la islamofobia son los islamistas radicales.
Muchos demócratas y laicos de los países árabes, los que representan los
auténticos deseos de libertad frente a los autoritarismos religioso y militar,
no se acercan a Occidente por temor a ser considerados traidores, al volverse
más vulnerables frente a los enemigos que los consideran vendidos o apóstatas.
Este sentimiento de rechazo viene refrendado por las
actitudes como las de Trump y los que le imitan en distintos países, incluidos
los europeos. Con actitudes así, se despierta el rechazo acumulado durante años
por políticas de desprecio a los pueblos y favores a los políticos, los más de
ellos corruptos y opresores de sus pueblos. Es fácil construir una imagen
negativa de los Estados Unidos cuando sus presidentes han estado estrechando
las manos y compartiendo mesa con los que te encerraban y torturaban, con los
que te oprimían. En esto la política norteamericana sigue siendo mala y lo que
ahora se alienta en la campaña electoral, algo realmente nefasto para el futuro
de las relaciones, como bien señala Parker.
La irresponsabilidad de Trump, atacando a hispanos y
musulmanes, despreciándolos sin motivo porque no son responsables de lo que
unos puedan hacer, no llega a compensarse por intervenciones sensatas como la
del senador Lindsay Graham, si bien dicen mucho a su favor. Pero el que insulta
siempre tiene más atención que el que se disculpa.
El resto del artículo de Parker es un recuento de diversas
manifestaciones en el mismo sentido de lo dicho por el senador Graham: pidiendo
disculpas por lo que dice Trump, que no
es lo que piensan los demás. La periodista cita hasta los titulares de un
periódico gay que ha cubierto su portada con un “To All Muslims: Trump Does Not
Speak For Us.”*
Este sentimiento de vergüenza ajena que muchos
norteamericanos están empezando a sentir con Trump, sus seguidores y el tono de
la campaña republicana, marcado por el primero con sus shows, mueve a muchos a
la disculpa. Parker termina su artículo señalando:
These approaches may seem like tiny pebbles
tossed into a sea of distrust and fear, but they’ve proved effective often
enough that they’re worth a try. Even pebbles cause ripples, and words have a
way of spreading.*
En este sentido, también desde aquí —como hemos hecho muchas
veces— queremos separar lo que muchos no tienen reparo en juntar para meter
dentro del saco el miedo, el odio y el desprecio. Nos interesa hacerlo, además,
en los dos sentidos: hacer ver —como se señala en el artículo— que no todos los
norteamericanos se identifican con las ideas (o falta de ellas) de Trump y, a
la vez, que no todos los musulmanes son los extremistas del estado islámico y
otros grupos.
Cuantas más voces sensatas se escuchen frente a los
extremistas, mejor para todos. La estrategia de Trump de llamar la atención con
declaraciones contra todos aquellos que le puedan producir rentabilidad
electoral tiene sus consecuencias en la opinión pública, crea enfrentamientos y
promueve la violencia, como ya ha habido casos.
Se pueden decir tantas barbaridades en nombre de Dios como
en nombre de los pueblos. Hay que evitar que la violencia verbal se acabe
traduciendo en violencia física, en división y enemistad, algo que suele
inevitablemente ocurrir.
*
"Americans must take a stand against our own extremists" The
washington Post 18/12/2015
https://www.washingtonpost.com/opinions/americans-must-take-a-stand-against-our-own-extremists/2015/12/18/6e264cde-a5c2-11e5-9c4e-be37f66848bb_story.html?hpid=hp_no-name_opinion-card-f%3Ahomepage%2Fstory
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