Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Creo
que hace tiempo que no leía una entrevista tan sincera y atinada como la que
incluía ayer el diario El País con
Guillermo Solana. En estos tiempos en los que todo el mundo tiene el deseo de
salir y contar para luego no decir nada, Solana se despacha a gusto. Se nota que la gente está muy quemada con esto de la Cultura, más allá del
IVA, que parece que es lo único que importa.
Guillermo
Solana es el director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza. Y le preguntan y
contesta. De lo primero que se queja es de que la gente no sepa qué es el
museo, que es público y no privado, y
que no entiende cómo la gente sigue pensando que es un negocio de la Baronesa Thyssen cuando no lo es. En Madrid hemos
juntado los negocios en la calles, como antes los gremios. Se queja Solana que
las diferentes instituciones que se están concentrado en el tramo que comprende
el Museo del Prado, el Thyssen, la fundación Mapfre, etc., están empezando una
lucha cuerpo a cuerpo, que antes se ponían de acuerdo y ahora se
contraprograman, una práctica de los medios televisivos para hacerse daño que
están copiando algunos.
P. ¿Está siendo difícil sobrevivir como
museo?
R. El drama de la cultura en este momento no
es solo la escasez presupuestaria. Es también el gran desorden. El llamado
Paseo del Arte de Madrid se ha convertido en el salvaje Oeste. Antes era un
triángulo formado por El Prado, el Reina Sofía y nosotros. Luego fueron
llegando las fundaciones privadas [Mapfre, CaixaForum] que, a la sombra de los
museos, han hecho una competencia desleal no cobrando por las exposiciones y
han practicado una política cultural neocolonialista. Para rematar el panorama,
ha entrado en liza el Ayuntamiento de Madrid ofreciendo el Centro Cibeles a
coleccionistas públicos o privados solo a cambio de lo que se recaude con las
entradas. Acabo de cancelar una de las exposiciones más importantes de los
últimos años, sobre Kandinsky y El jinete
azul, porque me he enterado de que el Ayuntamiento tiene programado a
Kandinsky. ¿Qué disparate es este*
Creo
que en este país —al menos en esta ciudad— se está perdiendo no la capacidad de
diálogo, que ya está perdida hace tiempo, sino la capacidad de imaginar al otro
más allá de la perversión programadora antes citada. Creo que hacemos unas
selecciones negativas en los puestos de decisión, que buscamos deliberadamente
gente que se ignora, es más, que ignora el mundo que le rodea. Eso vale para el
arte y para muchas otras cosas más.
Dice
una gran verdad Guillermo Solana: «Creo que el gran público solo
quiere ver lo que conoce y solo conoce cuatro cosas. Como los niños, quiere ver
siempre la misma película. Todos los días lo mismo: Monet, Van Gogh, Picasso,
Dalí o Sorolla.»* Pero ¿y qué quiere, si eso es lo que se les enseña desde todas
las instancias, si ese es el secreto de la
programación del gusto? Aquí no se cambia el tomate, se cambia el bote y
todos tan felices.
Desde que el arte y la cultura se extendieron más
allá de los nobles palacios en que los mecenas escuchaban a sus músicos tocar,
a sus poetas declamar y colgaban los cuadros de sus pintores, la cuestión ha
sido qué hacer con este público que le tira lo facilón, que disfruta con
memeces y que se extasía para contarlo después a los colegas. ¿Qué hacer con
gente que se hace selfies delante de Monet o Van Gogh igual que ante un suicida
en el Golden Gate? El siglo XIX trajo
discusiones ingentes sobre este tema, que no es una tontería.
Si han visto ustedes la interesante película de Tim
Burton, Big Eyes (2014), una
delirante e hilarante disquisición sobre el arte, el gusto (y el mal gusto) y los artistas,
habrán visto que hay poco que hacer con el público al que no se le educa, sino
que se le quiere en estado consumidor haciendo colas enormes para llevarse un
autógrafo (y un selfie) con el artista más tonto posible, autor de la obra más
facilona o chabacana. Lo mismo nos decían sorprendidos los periodistas que
visitaron la Feria del Libro de Madrid donde los llamados autores mediáticos (tiene mucho de eufemismo) administran sonrisas
mientras que las viejas glorias languidecen viendo cómo la tarde madrileña
llega a su final como un bostezo.
No, no hace falta calidad. ¡No asustemos al público,
por favor! Dejémosle creer que su gusto es el refinado instinto con el que
nació, mantenido intacto en hogares sin libros mientras se consulta con interés el catálogo de
temporada de los "tattoos" en colorines.
En efecto, tiene razón Solana: solo lo que conoce y
conoce cuatro cosas. Lo justo, ni una más, que me paso de erudito. Es mejor ir a lo fácil, a lo seguro. Se trata de lograr colas con efecto llamada.
Termina su lúcida entrevista con lo que se suele
llamar un "apunte", un detalle que vale más que mil imágenes:
P.
¿Cree que los medios públicos hacen lo suficiente por la difusión del arte?
R. No
hacen nada. O casi. Lo que sale en televisión de los museos es mínimo. Antes
teníamos Informe Semanal, donde solía salir alguna exposición muy bien contada.
Ahora queda Carlos del Amor en la Primera y Antonio Gárate en 24 Horas. El otro
día, vi un reportaje en Telemadrid de una pintora llamada María Jesús de Frutos
en Casa de Vacas, espacio municipal. En la entrevista, ella explicaba que es la
esposa de Enrique Cerezo [presidente del Atlético de Madrid]. Su exposición se
titulaba Colores de milonga. Desolador.*
¡Pues sí! Para qué vamos a decir otra cosa.
*
Guillermo Solana (entrevista) “El gran público solo quiere ver lo que conoce y
conoce cuatro cosas”. El País 1/06/2015
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/06/01/actualidad/1433183666_172483.html
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