Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
diario El País recoge que los expertos
holandeses creen haber encontrado un patrón psicopatológico en los yihadistas
que salieron de allí camino de la lucha en Irak y Siria al lado del Estado
Islámico. Nos cuenta el periódico:
Un estudio hecho público por la policía
holandesa ofrece una imagen de los yihadistas locales integrados en el Estado
Islámico algo distinta a la presentada hasta la fecha. No se trata solo de
jóvenes musulmanes de origen diverso, nacidos y educados en Holanda, y que se
han radicalizado a espaldas de sus familias y amigos. De los 140 casos
analizados, un 60% tenía problemas psíquicos. Una quinta parte padecía
trastornos graves como la esquizofrenia. El análisis rompe la imagen hasta
ahora extendida del joven musulmán seducido por la versión más extrema del
islam. El estudio arroja una radiografía en la que la mayoría de los yihadistas
holandeses suelen proceder de familias conflictivas o rotas, han pasado temporadas
sin techo y padecen desórdenes de la personalidad. Por este motivo, los agentes
apuntan que es preciso “tener en cuenta su conducta anterior a la lucha”.*
Independientemente
de la calidad del análisis, está la cuestión de la claridad para explicar un fenómeno que es ridículo explicar en
términos de enfermedades de cualquier tipo. Es evidente que el fanatismo y la crueldad
exhibidos hasta el momento requieren, cuando menos de una psicología apropiada
para llevar a cabo esos fines y que las personas que consideramos "normales"
pensamos que no hacen estas cosas.
Sin
embargo, independientemente de todo estos factores, creo que extender la imagen
"patológica" de todo lo que se nos enfrenta dividiendo las sociedades
en "sanas" y "enfermas" no es el camino más adecuado para
explicar fenómenos y menos para solucionarlo.
Es
cierto que se ha ido modificando la visión general del yihadismo, desde la
vinculación del extremismo con la incultura y pobreza hasta la situación
actual. Pero eso no significa que sea la correcta. Por lo pronto seguimos
considerándolos como "organizaciones terroristas", algo que hace
tiempo que dejaron de ser para convertirse en crueles ejércitos que ocupan cada
vez porciones más amplias de territorio ante la impotencia, la desgana o la
alegría de sus habitantes.
Seguimos
obsesionados con los yihadistas occidentales, por el temor a que regresen y el
problema deje de ser el de "ellos" y pase a ser el
"nuestro". El fenómeno del yihadismo occidental no hay que buscarlo
solo en las mentes sino en las condiciones sociales y culturales en las que se
han producido, más allá de las simplezas económicas. Bin Laden no era
precisamente un "pobre"; no fueron las carencias los que le convirtieron
en el líder de Al-Qaeda.
El
efecto "llamada" sobre los residentes o sus descendientes en el
extranjero debería verse como parte de una lucha más amplia cuya intensidad aumenta
conforme va pasando el tiempo. No es una novedad, aunque sí los recursos de los
que dispone actualmente y los planteamientos que asume para conseguir sus
objetivos.
Al-Qaeda
no tuvo el atractivo que tiene el Estado Islámico porque no promete lo mismo.
El objetivo de hacer daño a Occidente propuesto por Bin Laden no es el mismo
que ofrece hoy el Estado Islámico que se está haciendo con un territorio y ha
conseguido aunar lo disperso intensificando los lazos.
La
capacidad de comunicación exhibida por el Estado Islámico despierta y estimula
los deseos de participación en una "reconquista" espacial y
espiritual en la que se embarcan. Lo que no se ha desarrollado hasta el momento
es la forma de interferir el arma más antigua de todas, la propaganda. La
extensión de cualquier idea requiere el uso adecuado de su propagación a través
de las comunicaciones. El cerco que existía frente a Al-Qaeda no funciona con
el Estado Islámico que cuenta con otros alicientes añadidos a los de una vida
escondidos en las montañas de cualquier zona alejada de la civilización.
La
fuerza del Estado Islámico crece sobre el terreno y también su atracción. Por
un lado logra apoyo entre islamistas "piadosos", que ven ellos la
promesa de un islam triunfante. Por
otro, ¿qué tiene de extraño que el espectáculo de crueldad santificada tenga atractivo para aquellos que han sido
trabajados psicológicamente para percibirlo como una forma de santidad? El hecho medieval que supone
el islamismo —un sistema teocrático y autoritario empeñado en la salvación de
las almas— nos hace olvidar que estos procesos no son nuevos y que la gente se
iba a las Cruzadas con fines similares a los que hoy repudiamos con razón: a
reconquistar territorios perdidos.
Ya no se ríe tanto la gente cuando se ve el
mapa que incluye a España como parte del territorio que hay que reconquistar.
Recuerdo la estupefacción que me produjo ver el comentario de respuesta a la
lectura de una estudiante egipcia de un libro sobre Granada. La estudiante
estaba maravillada por lo leído de aquella Granada musulmana y lo que le
dijeron en su página de Facebook fue "recuerda que viven una situación
como la de Palestina", es decir, un país ocupado. El comentario venía de una de sus profesoras de la
Facultad.
Cualquier
fundamentalismo vive de la presión sobre los que atrae. Se trata de absorberlos
y aislarlos, como cualquier otra secta. Lo dicho por los expertos holandeses es
casi una obviedad y se repite en los casos de las sectas: las personas que
quedan dentro están predispuestas a comportamientos así.
La
diferencia respecto a las sectas es que estas suelen establecer una barrera con
el resto del mundo, del que se quieren diferenciar. Por el contrario, el
islamismo trata de extenderse socialmente y usa todos los recursos disponibles
para hacerlo. Cuenta con una base social y cultural importante, la que le dan las interpretaciones religiosas que usa en su apoyo. No hay una separación
radical de los grupos sino una distinción nebulosa entre grupos con amplio respaldo social de
los que van saltando conforme aumenta su propia radicalización, hasta llegar al extremo
más violento, el yihadismo actual. Empiezan con interpretaciones restrictivas y acaban con interpretaciones violentas del islam, denunciadas por la mayoría, pero que están presentes en sus sociedades con muchas caras posibles.
Lo he señalado
varias veces: no solo es preocupante que el Estado Islámico avance; lo es más
los que salen a saludarles, los que
los perciben como "liberadores" o los simples acomodaticios que no
tienen ganas de salir de sus casas les da igual quién les gobierne. Las
críticas norteamericanas a la poca eficacia
del ejército iraquí, a sus pocas ganas de defender el territorio puede que
tenga que ver con la diferente percepción del que sabe que los norteamericanos
se irán algún día mientras que los otros se quedarán allí. En Afganistán han
ocurrido en ocasiones casos similares.
El
yihadismo es solo una de las facetas del integrismo islámico. Preocuparnos está
bien, pero ignorar el resto no. Saber que alguien que viola niñas, las
secuestra, las vende y disfruta cortando cabezas en un "enfermo"
puede estar muy bien. Me recuerda los análisis psiquiátricos de los dirigentes
nazis, en los que también se encuentran patologías cuando se escarba un poco.
No explican, sin embargo, por qué las gentes les siguieron contagiadas de su
fanatismo. Quizá estaban tiempo esperando escuchar lo que les dijeron con la
fanfarria adecuada.
No hay
un diálogo real con el mundo árabe. Durante décadas se han amparado a los
autócratas que mantenían a raya a los países para comodidad y seguridad
occidental. Hoy mantenemos acuerdos con gobiernos autoritarios que nos
garantizan que se respetará a los inversores occidentales. Mientras tanto se
mira hacia otro lado cuando se encargan de encerrar a los que podrían traer un
cambio real en las mentalidades. No se trata solo de la economía, sino del
"progreso" en un sentido profundo de la palabra. No tiene que
extrañar que prenda un discurso que les explica que existe una confabulación
universal para evitar que la religión "verdadera", la suya, está destinada
a reinar sobre la tierra eliminado a los infieles que se les oponen y les
empobrecen.
Las
decenas de miles de yihadistas que han compuesto un ejército que lucha en Siria
e Irak no han sido sometidos a los test psicológicos de los investigadores
holandeses. Ni falta que hace. No es ese el nivel de explicación, ni mucho
menos de resolución del problema. Pensar en ellos como en un ejército de
tarados no hace ningún bien a nadie y distorsiona la percepción del problema
real.
Si
Holanda va a vigilar a todos aquellos que provengan de familias
desestructuradas y hayan acabado en la calle, me parece muy bien, pero dudo que
sirva para algo. Especialmente porque eso no evitará que salgan de otros
lugares. No creo que nadie tenga especial empeño en caer en manos de "holandeses"
vistos los resultados.
La
publicación profesional Psychiatric Time
publicó a mediados de abril un artículo con el título "The Making
of a Homegrown Terrorist". El doctor Peter A. Olsson manifestaba la misma preocupación
por el terrorista "casero" que los holandeses, pero presentaba así el
problema:
The best salespersons get their customers to
seek them out to buy the product. Terror group recruiters from ISIL and Al
Qaeda mushrooming franchises have many new and effective group membership sales
techniques. They are sophisticated brainwashers and seducers. Internet
advertisement is popular, even hip, for terrorist recruiters. Charismatic Imams
use fiery anti-American sermons at mosques to attract young men. These
potential recruits are “in-betweeners”: in between jobs; in between
relationships; in between their family homes and their own marriage; in between
schools; or in general, in between young adulthood and adulthood.**
Los americanos sitúan el problema en el seductor y no en el seducido. En estos tiempos que corren, ¿quiénes no son vulnerables, quiénes no
acumulan frustraciones por encontrase en esa mitad, esa mediocridad que cada
día se nos hace sentir desde las filosofías del éxito? El énfasis debe ponerse en la detección de los focos de seducción, en desmantelar su inmenso aparato de propaganda, apoyado inconscientemente por el deseo de espectacularidad que los medios occidentales tienen por las morbosas imágenes que generan. No hay política de comunicación para evitar los efectos de la exposición a los medios, el acceso a toda la información disponible. Ellos crean las imágenes y nosotros las difundimos. Están hechas para eso, para que las difundamos. Señala el doctor Olsson:
The spiritual/religious sermonizing and
discusscussions draw many young people toward the idealistic pursuit of social
justice or the utopian causes embedded in Jihadist propaganda. The exciting
study of weapons, military tactics, physical fitness, and bomb-making
technology appeal to youths. They prefer Jihadism to the mundane, boring
vocations of their fathers. And, jobs are scarce in many Muslim countries
because of the global economic recession.
The appeal of ISIL and Al Qaeda is their unique
ability to magnify and expand normal rebelliousness of adolescents and their
search for independent identity. What is normal adolescent rebellion and
protest for many becomes terrorist identity and actions for some through the
tutelage of malignant leaders such as Abu Bakr al-Baghdadi. In other words,
ISIL recruiters, by intuition, design, or mere favorable location, take
advantage of a normal adolescent stage—young Americans who can’t find jobs or vocations
are vulnerable to recruitment.**
Frente a la enfermedad individual —que no se excluye—, el psiquiatra norteamericano prefiere mostrar las debilidades sociales. No sé si es fácil trabajar sobre ellas, pero el primer paso para resolver un problema es siempre la mejor comprensión posible. Y este no es fácil de resolver.
Nuestras sociedades, con el aumento de la desigualdad y la injusticia social, aseguran un semillero de frustrados para el futuro. Son la materia prima aquí y en muchos lugares. Pero no se debe olvidar que la raíz del problema está allí y que difícilmente se podrá solucionar sin actuar en el origen, apoyando a los que resisten de verdad al fundamentalismo, muchas veces desasistidos y perseguidos.
*
"En la mente de los yihadistas" El País 6/06/2015
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/06/actualidad/1433608793_754843.html
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