Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Si
querían que mirara, miré. El derrotista y apocalíptico titular atribuido por El País a Angela Merkel se desmentía él
solo unas líneas más abajo. Una muestra más de que las cosas que su director
fue a contar a la Feria de Guadalajara hace unos días, acusando a los demás de
hacer sensacionalismo, no dejan de ser un brindis al sol. Cada uno causa sensación
con lo que puede o con lo que le apetece.
Hasta
el más incompetente lector puede ver la diferencia existente entre lo que dice
el titular —"Merkel reconoce que “Europa no es una tierra de futuro para
los jóvenes”"— y lo que rectifica en sus primeras frases: “Europa no es
ahora mismo una tierra de futuro para los jóvenes”. Pero así se construyen hoy
en día los textos. No se ha acabado el párrafo y ya están allí las soluciones
propuestas para terminar con esas perspectivas negativas: «Para revertir esa situación, la dirigente germana apuesta por la
“economía digital como motor de crecimiento de la UE” y única capaz de generar
nuevos empleos», dice el texto Pero eso no le interesa al redactor del titular,
que está a otras cosas. Conociendo a Merkel y al electorado alemán, nadie habría aceptado una
confesión de impotencia así.
Es
difícil vivir en un mundo en el que tienes que estar leyendo continuamente
entre líneas o leyendo unas líneas y cambiándolas poco después. Ya es bastante
complicado intentar comprender las intenciones de los que hablan para además
estarse preocupando de las intenciones de los mensajeros. En el siglo XIX se lo
temían; en el XX lo experimentaron y se preocuparon de analizarlo; en el XXI es
ya una realidad gozosa: lo importante no es que si viene el lobo, sino cuántos
creen al pastor.
Hemos
llegado a un grado de refinamiento lector y de perversión comunicativa que es
difícil llamar verdad a algo y todo se
nos ha quedado en probabilidad de que ocurra algo. Eso va del ébola a la
lotería de navidad, de acabar con el EI o de que baje la prima de riesgo si
habla Draghi.
Antes
solo se consideraba dificultoso interpretar lo que pensaba Franco y lo que
pensaban en el Kremlin. Ahora aquello parece juego de niños en comparación con
las sutilezas que algunos se gastan en el juego de los medios. El otro día
varios profesores discutíamos no sobre lo que quería decir un artículo, sino por qué lo habían publicado. ¿Pero por
qué —les preguntaba yo— llevan tres días publicando diversos medios los mismos
mensajes? Pero no hubo forma de penetrar en la complejidad mediática, que es diferente de la complejidad textual.
La gran
caricaturista política egipcia Doaa Eladl nos ha dejado estos días una imagen
antológica. El pueblo, tal como a ella le gusta representarlo —un pobre, una
niña y un gato—, asustado y perplejo por la elevación del nivel del mar de las
mentiras y las guerras mediáticas. La elevación del agua es causada por los imparables
torrentes mentirosos que salen de dos televisores etiquetados como "Al
Jazeera" y "medios egipcios". Los tres navegantes temen que la
chalupa no aguante mucho en aguas tan bravas y acaben con la mentira al cuello.
Aunque
el caso de Egipto es espectacular, me parece una adecuada metáfora de la
situación mediática en muchos lugares y de un futuro informativo más negro que
el pintado por el titulador de El País en el ánimo de Merkel. No parece que
avancemos hacia una verdad que nos haga
libres, sino hacia una oscuridad que nos hará votantes, consumidores,
ludópatas, teleadictos o cualquier otra cosa para las que les seamos útiles a
los que de verdad deciden el futuro de todos. ¿Donde están, quiénes son? ¡Vaya usted a saber! Se dice la
conspiración, pero no los conspiradores.
Marshall
McLuhan, ese canadiense que se disfrazó de entertainer
para que muchos no se lo tomaran en
serio y pensaran que no tenía razón, lo dijo claramente: "El medio es el
mensaje". Su camuflaje magistral fue salir en la cola de un cine en la
película de Woody Allen, "Annie Hall". Con eso consiguió diluirse en
los flujos de información y circular por este planeta de los simios aventajados.
A
MacLuhan le hubiera gustado ver esta caricatura de Doaa Eladl; ver cómo los
medios vomitan mentiras, medias verdades, subidas de tono, bajadas de
pantalones, hasta que el mensaje se convierte en potaje, el alimento de las masas, la bebida de los olvidados de los
dioses, aburridos de esperar a que Narciso deje de observarse en el río, que pasa a ser un medio
en el que el mensaje es uno mismo. Narciso
/ narcosis. Nada más narcótico
que el espejo; ningún mensaje más tonto que uno mismo poniendo cara de selfie. Hasta Michelle se enfadó con
Barack. ¡Y con razón!
El gran
novelista chino Qian Zhongshu tiene un interesante pasaje sobre el mal de los espejos en
su obra "La fortaleza asediada" (1947). Fang Hongjian escribe una
carta a su padre intentando que rompa su compromiso de boda. Se arma de valor y
le escribe a su padre:
Últimamente no me siento bien, estoy falto de
alegría y sumido en la tristeza, como embargado por una melancolía otoñal. Cada
vez que me miro al espejo, veo un cuerpo consumido en el que no se vislumbran
los signos de la longevidad. Temo que algo pueda sucederme y, a su vez, causar
a la señorita Zhou un mal irremediable para toda la vida.**
El
padre contesta rápidamente a su lejano hijo en estos términos:
No he escatimado en gastos para enviarte a
estudiar a miles de kilómetros de distancia. Deberías estar sumido en los
libros a todas horas. Así pues, ¿cómo es que todavía tienes tiempo de
contemplarte en el espejo? No eres una mujer, ¿a qué viene que tengas un
espejo? Los cantantes y los actores se miran al espejo, por eso son el
hazmerreír del mundo. Nunca imaginé que al alejarte de nosotros te darías a costumbres
tan perniciosas. ¡Horror y desolación!**
La
bronca del padre de Fang termina con la amenaza de dejar de enviarle dinero,
hacerle regresar y desheredarle por tales actos contra la piedad filial. ¿A qué
viene eso de mirarse en un espejo? Se
empieza uno mirando en el espejo y se acaba haciéndose selfies todo el día, la narcosis total. Los
vendedores de espejos son como encantadores de serpientes.
Narcosis total. Ya saben lo que nos enfada y nos alegra. Es más
eficaz la irritación que el llanto o la risa. Los tres sentimientos componen el
espectro de emociones susceptibles de ser manejadas para que nos quedemos prendados
de pantallas y titulares. Hay una cuarta, muy eficaz, que es el miedo. El selfie del pánico: te asustas de ver tu
propia cara asustada en el espejo. Círculo de Narciso. El niño no puede dejar de hacer monerías delante del espejo, saca la lengua, gesticula. Cada nueva gracia exige otras. Nos llamamos la atención a nosotros mismos y para hacerlo nos distorsionamos.
El
consejo del padre de Fang Hongjian es que se deje de espejos y se dedique a los
libros, a trabajar. Quizá estamos demasiado pendientes de los medios y ellos de
nosotros y eso lo aprovechan los que quieren que estemos siempre pendientes de
ellos.
Hipocondría
de Narciso. Moriremos con un espejo en la mano, gesticulantes, distorsionados, aburridos de mirarnos. Navegamos en el río de los espejos, un universo mediático de pantallas y titulares. Un mundo extraño, próximo y distante. Consumidores de medios, consumidos por ellos.
*
"Merkel reconoce que “Europa no es una tierra de futuro para los
jóvenes" El País 4/12/2014
http://economia.elpais.com/economia/2014/12/04/actualidad/1417694163_503863.html
** Qian
Zhongshu (2009), "La fortaleza asediada" (1947) Anagrama. Trad.
Taciana Fisacs. pp. 17-18.
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