Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El artículo que publicó hace dos días en las columnas de
opinión de The New York Times Ben Judah,
autor del libro “Fragile Empire: How Russia Fell In and Out of Love With
Vladimir Putin”, que no tengo el gusto de haber leído, es bastante preocupante,
tanto si se lee en clave norteamericana como europea. Incluso, se me apura, en
casi cualquier clave.
Aquí se empezó invadiendo Crimea y tomando el pelo
descaradamente al resto del planeta —menos a Cuba y los bolivarianos y afines—
con teoría sobre soldados que no lo eran, uso de la población para desarmar a
los soldados, toma de arsenales y lo que faltaba llegaba desde Moscú por
paquete exprés. Aquí, para desviar la
atención, se alentó el movimiento de desmembramiento de un país al que se tenía
colonizado políticamente e infiltrado. Se ha montado una guerra civil con 2.000
muertos y lo que se avecina. Aquí se caen solos los aviones civiles con cientos
de muertos cuando sobrevuelan las zonas que ocupan rusos y requeterrusos. Se sigue haciendo alarde de prepotencia, cinismo e
hipocresía diciendo cada día cosas distintas, según convenga y amenazando
descaradamente con invadir un país porque no ha querido formar parte del
chiringuito que los nostálgicos de la URSS siguen manteniendo.
La tesis de Ben Judah es muy sencilla y se reduce a una
frase que tiene algunas delante y otras muchas detrás: "Mr. Putin is not
rational"*. En un ejercicio de análisis escolar del texto, diríamos
que todo gira sobre esa premisa. El problema es que después de casi cualquier
otro análisis se llega a la misma conclusión. Después del análisis que realiza,
el señor Judah cierra su texto así:
Russia would have triumphed over the world
order imposed by the West after the Soviet Union lost the Cold War. This would
mean the destruction of American geopolitical deterrence. America’s enemies,
from China to Iran, would see this as an invitation to establish their own
spheres of influence amid the wreckage.
Russia would not stop there. Mr. Putin wants to
undermine NATO, and the smell of weakness would tempt him further. It would be
merely a matter of time before Moscow exploited the Russians in the Baltic
States to manufacture new “frozen conflicts.” Poland would feel compelled to
act as though NATO did not exist, creating a defensive military alliance of its
own with the Baltics; it might even establish a buffer zone in western Ukraine.
There is no easy way out now. But we must not
let thousands of Ukrainians die because we dithered. We must be honest with
them if we are not willing to fight a new Cold War with Russia over Ukrainians’
independence. But if we force Ukraine to surrender, rather than sacrifice lives
in a fight for which we have no stomach, then we must accept that it is a
surrender, too, for NATO, for Europe and liberal democracy, and for American
global leadership. That is the choice before us.*
La retórica apocalíptica del artículo solo es superada por
la increíble retórica que los medios rusos llevan usando meses en contra de
Occidente, Estados Unidos principalmente, pero también contra todo el que les
lleva la contraria. La maquinaria propagandística es increíble. Aquí la hemos
analizado, incrédulos, en varias ocasiones pero daría para comentario diario. No quiero ni pensar cómo será la retórica a través de los
medios rusos para el interior.
Putin ya está amenazando directamente y hablando de su
arsenal nuclear, mientras que lo que parece preocupar al señor Judah, en última
instancia, es que se cuestione el liderazgo global norteamericano. Todo esto
forma parte de la retórica republicana contra Obama, al que se acusa de
debilidad. De ahí la alusión al "olor del miedo" como una señal
peligrosa que se envía. Rusia hará lo que quiere si huele miedo en los Estados
Unidos y la OTAN.
Lo que estamos e3scuchando y viendo estos días es la
creación de una fuerza de asalto de la OTAN, la entrega de armamento a los
países que se sienten amenazados por el regreso —insisto: regreso— de Rusia a
sus territorios a recuperar a los rusos que se dejó olvidados en la última
retirada del territorio.
Putin no puede ceder, lo dijimos, porque lo que está
vendiendo desde el principio es la emergencia de Rusia como superpotencia por
encima de los demás. Eso le obliga, como "macho alfa" a no retroceder, pues en el momento en que lo haga la ilusión que ha creado alrededor de su
persona y la misma Rusia se deshará.
La tesis del "imperio frágil" viene a decir Rusia necesita demostrar una fuerza que no tiene, pero ¿a quién y por qué? El resumen del editor de la obra señala:
Vladimir Putin sees his regime as a triumph -
one that has turned a bankrupt state into an energy superpower, built a new
middle class out of post-Soviet wreckage, and defeated NATO expansion, while
Russian incomes boomed more than 140 per cent. However, in this riveting new
analysis, Ben Judah argues that Russia's leader is not the strongman he
appears. Putin may be victorious as a politician, but he has utterly failed to
build a modern state. Once loved for its forcefulness and the spreading of new
consumer lifestyles, Putin's regime is now increasingly loathed for
incompetence and corruption. Rather than modernizing Russia's institutions,
Putin has enthroned a predatory bureaucracy, leaving the regions a patchwork of
fragmented and feudalized entities - some ruthlessly technocratic, others
almost lawless.
Esto es peligroso, de ser cierto, porque lleva a la tentación de probar si el otro va de farol. Y verlo puede ser una gran tragedia, como está ocurriendo ya. Putin está fundiendo los estereotipos de la Rusia zarista
con los de la URSS, frente al internacionalismo comunista, ahora es un
nacionalismo histérico del que está haciendo gala. Rusia no invade; Rusia
"recupera" territorios. La teoría de la recuperación es esencial y
es, efectivamente, parte de la retórica hitleriana y su pangermanismo. La idea de "Novarrusia" no es más que un
movimiento del mismo tipo que busca que allí donde haya un ruso se extienda el
poder de Rusia.
No me gusta ni tranquiliza el fondo del artículo de Ben Judah,
escrito desde Moscú. No porque no pueda tener razón, sino por lo que implica para el futuro. Está escrito antes de la crisis con Ucrania y supone que la escalada no tendrá fin y empezar a armarse.
No se puede convertir esto en un duelo de egos por el
liderazgo mundial y menos en el escenario europeo. Lo que importa realmente es
que Putin sienta la firmeza de Europa al lado de Ucrania y menos dudas. De no
hacerse así, si la Unión Europea se muestra dubitativa, debería deshacerse pues
habrá demostrado que no es un intento de unión solidaria y real, sino
simplemente una especie de unión aduanera, acomplejada y achacosa.
Las consecuencias de esto son que Europa tendrá que pensar
más allá de sus políticas turísticas y comerciales respecto a Rusia y que la cuestión
de las frutas de temporada, carne y demás productos no deja de ser una anécdota
ante los problemas que se pueden avecinar.
Quejarse está bien, pero si se hace algo más mejor. Es
indudable que las relaciones entre Rusia y la Unión Europea —no me molesto en
hablar de los Estados Unidos, que tiene un océano a cada lado— tendrán que ser
muy distinta por los intereses de todos los europeos y por compartir un espacio
contiguo con Rusia.
Si esto se intensifica dando un salto más, como ya
advertíamos hace unos días, y las cosas ya no pueden ser disfrazadas por los
eufemismos, debemos irnos preparando a que el estado actual concebido desde la
buena vecindad, se ha terminado. Eso afectará a ambas economías y a cada uno en
lo suyo. Si Rusia comete el error histórico de dar un paso más en el interior
de Ucrania, es decir, de Europa, imposibilitará cualquier tipo de contacto y no
tendrá bastante con ir ofreciendo armamento por África, gas por Asia y
comprando limones por América del Sur. Todas esas economías que juegan a dos
barajas y que sacan pecho, se pueden venir abajo, y Rusia no tiene bastante
para seguir sosteniendo o perdonando
economías fantasmas como la cubana por todo el continente. Necesitará menos
energía y materias primas si no tiene quien le compre.
Rusia ha elegido un camino "irracional" —y en esto
estoy de acuerdo con el autor del artículo— porque piensa que puede engañar a
todos todo el tiempo, es decir, hacer lo que quiera pensando que los demás se
van acabar conformando, dar diez pasos para luego negociar la paz retrocediendo
tres con generosidad. El momento es
muy serio y Vladimir Putin sigue aumentando presión como si se tratara de un
juego en el que él ha marcado todas las cartas. ¿Qué quiere, llegar hasta París? ¿Arde Ucrania?
La tesis final del señor Ben Judah es que sí. Entiendo que a
todos les pueda parecer excesivo. Pero la historia está llena de gente excesiva
y los libros repletos de lamentaciones de gente que no creía lo que tenía
delante de los ojos. La irracionalidad de Putin se va acrecentando en la medida
en que su respuesta a las sanciones no es moderar sus acciones sino aumentarlas
en intensidad y peligrosidad, creando una espiral imprevisible. Es irracional
si piensa que sus acciones no le traen consecuencias —es lo que caracteriza la
mentalidad infantil e inmadura— y es irracional si piensa que no deberían
tenerla. Es irracional por la falta de sentido de realidad y el predomino del
principio del placer, es decir, ha hecho una definición del planeta no
negociada con los demás que habitan en él al decidir que Ucrania está bajo su
albedrío. Y es finalmente irracional porque cree que lo que pueda ocurrir
después de despertar de esta pesadilla —dure lo que dure, ocurra lo que ocurra—
seguirá siendo lo mismo.
Lo decíamos hace un par de días y lo volvemos a repetir. El
irracional "Mr Putin" ha cambiado el orden complejo del mundo más
allá de lo que puede realmente controlar. No se trata ya del "efecto
mariposa", sino de que esta vez la mariposa
tiene forma de vuelo MH17; tiene forma de convoyes y tropas cruzando fronteras
a su antojo; tiene forma de Crimea y de varios miles de muertos, cuyo aleteo
están produciendo mucho caos por todas partes. El irracional "Mr Putin"
cree que en cualquier momento puede aposentar su trasero de superpotencia
marcial sobre la tapa de la caja de Pandora y parar el desastre. En eso
consiste su irracionalidad. Y eso hace que sea poco fiable. La idea de Ben
Judah es que el imperio ruso es frágil
bajo su apariencia y que Putin ha fallado en su idea de lo que una
superpotencia debe ser hoy. Siempre hay que temer más al que necesita demostrar
su fortaleza encubriendo su debilidad, que al realmente fuerte.
* Ben Judah
"Arm Ukraine or Surrender" The
New York Times 31/08/2014 http://www.nytimes.com/2014/09/01/opinion/arm-ukraine-or-surrender.html?hp&action=click&pgtype=Homepage&module=c-column-top-span-region®ion=c-column-top-span-region&WT.nav=c-column-top-span-region&_r=0
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