Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Con el
sugerente título "No digas guau, di hola", el diario El País nos
informa de la existencia, financiada mediante el sistema denominado
"crowfunding", de un aparatejo en fase inicial de desarrollo para
traducir al lenguaje comprensible por los humanos los estados de ánimo de los
perros. Con esta manía de la "doble titulación" digital, el artículo
se llama en la portada 'Los perros también "hablan'" mientras que en
el interior, el titular es el señalado anteriormente, mucho más imaginativo
puestos a ser ingeniosos.
Evidentemente,
los perros no "hablan" aunque tuvieran mucho que decir. Aquí no hay
acelerón evolutivo, salto de millones de años, manipulación genética, trasplante
de cerebro u otras fantasía caras a la Ciencia-Ficción, sino un mecanismo
simple que detecta patrones de actividad cerebral y les asigna unas frases
específica. Es decir, que si el aparato detecta ondas en las que se muestra el
estado de ansiedad, las interpreta asignándoles la frase "¡quiero
salir!". Si la ansiedad crece, el aparato puede decir "¡que me
saques!" y si sigue aumentando nos amenazará con un"¡tú lo has
querido!".
El
diario nos cuenta:
Aunque de momento los perros solo pueden
expresarse con un único tipo de voz, los investigadores están trabajando para
que haya un abanico de timbres y sonidos que se adapten a la raza y
personalidad de cada can. Además, pretenden ofrecer el producto no solo en
inglés, sino también en francés, español y chino.*
Me
imagino que los amantes de los perros serán escépticos ante un invento que les
quita uno de los grandes alicientes de tener un perro: interpretar sus deseos a
través de un amplio repertorio de gestos. El aparatejo, además de incómodo para
el animal, resultará al poco tiempo insoportable para sus amos, que se hartarán
de escuchar con una voz artificial los mismos mensajes de su perro.
Ante
los gestos de los animales, los amos desarrollan toda su aptitud interpretativa
llegando a captar todo tipo de matices, muchos imaginarios, sobre lo que el
animal quiere decirnos. La interacción con las mascotas no consisten en que el
perro u otro animal "hable", sino en que nosotros les hagamos hablar con nuestras
percepciones. Usted —como yo— se habrá quedado asombrado al contemplar a algún
amigo dialogando con su perro. El amigo se transforma ante nuestros ojos y se
convierte en un intérprete de señales caninas, dándonos todo tipo de
precisiones sobre lo que el animal quiere decir.
Todo
eso lo elimina la máquina al convertir sus ondas cerebrales en voz tangible que
llevará al hartazgo y a darle al botón de apagado a la tercera vez que
escuchemos que "quiere salir".
Uno no
se imagina las famosas "Charlas con Troylo" de Antonio Gala, con su exquisita
sensibilidad, con esta interfaz parlanchina, mediadora robótica, que ,lejos de
personalizar a cada perro como pretenden, les quita su gracia convirtiéndolos
en monótonos acompañantes, como las muñeca que tirándoles de una cuerda soltaban
aquello de "¡te quiero mucho!", anticipo de muchos desengaños
posteriores en la vida.
Recupero
de la web el emotivo artículo en el que Gala se despedía de su Troylo:
Pero durante once años y medio anduviste
enredado a mis piernas; arrebujaste tu lealtad a mi vera; me seguiste a dos
pasos por este mundo que, sin ti, no es el mismo. Continuarán los pájaros y los
amaneceres, el chorro de la fuente ascenderá en el aire, como la vida, sólo
para caer.
Pero no estarás tú, Troylo, compañero
irrepetible mío.
Nunca más, nunca más.
Ya no habrá que sacarte a la calle tres veces
cada día, ni tampoco habrá que sacarte las muelas de noviembre, ni acercarás
resoplando el hocico a los respiraderos de los coches, ni te asomaras encantado
por las ventanillas, ni me recibirás —enloquecido el rabo, ladrando y
manoteando— a la puerta de la casa.
Ya no habrá que secarte cuando llueva, ni
cepillarte por la mañana al salir de la ducha, ni reñirte porque pides comida:
ya no sabré qué hacer con el trocito último del filete...
Nunca más.
Y no me hago a la idea.
Este
artículo no se hubiera escrito nunca de no haber sido Troylo un compañero ese
compañero mudo pero comunicativo, que dejara el español,
inglés o chino en manos de su dueño y se hubiera limitado a sus universales
ladridos y meneos de rabo, a sus comprensibles saltitos... Ese "trocito último de filete" hace mucho que habría pasado por la sartén, sin dejar a este Gala descompuesto por el dolor en la duda de qué hacer con él.
Si
Troylo hubiera hablado, dicho dos palabras siquiera, las famosas
"charlas" se habrían acabado a las primeras de cambio, en cuanto
hubieran resonado en la casa los primeros ecos de un "¡hola,
Antonio!" al llegar o un "¡cepíllame!" en mal momento.
Pero no
todos son Antonio Gala y no disfrutan charlando imaginativamente con sus
animales, escuchándoles con el creativo oído interior espoleado por una mirada,
un meneo de cola o un ladrido. En estos tiempos prosaicos hay hueco en el
mercado para todo, aunque no lo haya en los corazones.
Los
inventores de esta ampliación lingüística de la naturaleza son gente
desengañada de sus trabajos anteriores y que ahora se dedican a estas cosas.
Señala El País:
La Sociedad Nórdica para la Invención y el
Descubrimiento es un pequeño laboratorio fundado por un grupo de comunicadores
de profesión que descubrieron que “crear productos interesantes es mucho más
divertido que hacer publicidad o relaciones públicas”. Además del No
More Woof, se empeñan en desarrollar otros aparatos igualmente inusitados,
como la alfombra que vuela por medio de imanes, la escopeta que dispara
semillas de flores en vez de balas o el sillón hamaca que recarga tu tableta.
Estos
comunicadores frustrados se adentran ahora en el camino de hacer realidad los
sueños —hacer hablar a tu mascota, volar en una alfombra mágica, disparar
flores— sin comprender que los sueños tienen su encanto y, sobre todo, que
cuando se hacen realidad provocan desengaño porque dejan de ser sueños.
Interpretando los deseos de nuestra mascota damos libertad a una imaginación
que nos la hace cada vez más compleja y fascinante. Escuchando las cuatro
frases del repertorio grabado, en cambio, nos aburriremos soberanamente a la
cuarta vez que lo escuchemos y lo veremos como un ser limitado y monótono.
Dice
uno de los responsables del invento que “escuchar lo que está pensando un
animal es un concepto fascinante, y poder comunicarse con ellos es un sueño
para muchas personas”. Pasamos del sueño a la somnolencia. No es lo mismo "escuchar"
lo que el perro piensa que "comunicarse" con él, algo que ya hacemos
habitualmente.. Quitarle al perro sus ladridos, como promete el nombre del
invento (No more Woof), no es un
futuro prometedor. No creo que den para once años de charlas, como a Antonio
Gala.
*
"No digas guau, di hola" El País 22/01/2014
http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2014/01/22/actualidad/1390383053_367250.html
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