Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No imaginé al escribir sobre lo que suponía el inicio de la
crisis siria para Barack Obama que el deterioro de su figura llegaría a tales
niveles, con el Obamacare como acelerador. Lo describí entonces como un cadáver político recorriendo lo que quedaba de
legislatura y me quedé un tiempo después pensando si no me habría excedido en
el diagnóstico, si quizá aquellas palabras eran demasiado fuertes y cabría la posibilidad de un resurgimiento. Desgraciadamente, el diagnóstico pasados varios meses se
ha generalizado y hoy su figura es sometida a una autopsia política con el
cadáver aún caliente.
Escribía hace un par de días Antonio Caño, desde Washington, en El Mundo con el título "Una
presidencia a la deriva":
La autoridad de Obama se
resquebraja. Si no es capaz de sacar adelante convincentemente el programa
estrella de su presidencia, ¿de qué es capaz? Sus compañeros demócratas, más
preocupados de su propia suerte en las próximas elecciones legislativas, empiezan
a abandonarle. Su popularidad está en los niveles más bajos que se recuerdan,
similares a los de George W. Bush por estas fechas. Su abatimiento y
desmoralización son visibles. Su falta de liderazgo, ya sea en los asuntos
domésticos, en la crisis de Siria o en la negociación con Irán, es motivo de
preocupación en todas las cancillerías.
Su prestigio personal, convertido
en cenizas en el mundo por Edward Snowden, se desploma también en casa por su
impotencia para gobernar. Cada comparecencia en televisión, que antes servía
para demostrar sus cualidades oratorias, es ahora una oportunidad de confirmar
sus carencias como administrador de la nación más importante sobre la Tierra.
Dubitativo, errático y ausente, Obama es una sombra de lo que fue.*
Debe ser triste —no solo para él— que las comparaciones sean con
el desastre que supuso el mandato de George W. Bush, su división del país en
dos y la pérdida de confianza generalizada. Más allá de lo personal, cabe
preguntarse sobre la respuesta pendular que los Estados Unidos puede buscar
para las próximas elecciones, no solo entre los republicanos sino entre los
mismos demócratas.
Una campaña se hace con un pie en el pasado —es una
respuesta a lo hecho ya, a los fracasos y déficits— y una propuesta de futuro. El futuro que se propone está condicionado por los errores y carencias
del presente. ¿Se percibirá de forma tan negativa el legado de Obama que los
demócratas también tendrán que desmarcarse de sus acciones para sobrevivir electoralmente?
Acostumbrados al predominio de los partidos políticos en Europa —en la que los gobernantes
tienden a dejar herederos que crecen
a su sombra—, nos puede parecer excesivo, pero no lo es tanto en el contexto
norteamericano, en donde puede abrirse paso alguien que ataque a los dos
frentes para lograr su propio espacio de definición política. Allí las
primarias están para eso.
Lo que los norteamericanos han valorado negativamente ha
sido la falta de conexión entre las ideas que se les ofrecieron y la capacidad
ejecutiva para llevarlas a cabo. Le reprochan, en suma, aquello que consideran
más importante, la capacidad de liderazgo más allá de las palabras. Así lo
expresaba en octubre, en Los Angeles
Times, el presidente del Instituto Americano de Empresa, Arthur C. Brooks,
en un artículo con el inequívoco título "Obama is ducking a leader's duty",
centrándose en la cuestión del liderazgo y su incumplimiento:
A vast scholarly literature spanning more than
six decades exists on the subject of leadership. The characteristics of
effective leaders have been pored over, cataloged and debated. Among them, one
trait stands out as axiomatic: Effective leaders take responsibility for problems
around them; they do not shift blame to others. As Winston Churchill put it,
"The price of greatness is responsibility."
[...] Obama's image as a strong leader has
dropped like a stone since 2009. A month after his first inauguration, a CBS
News/New York Times poll found 85% of Americans said the president had
"strong qualities of leadership."
By January 2010, just 66% in a Quinnipiac poll
said the president had "strong leadership qualities." In the very
same poll Tuesday, only 53% gave this response. A few weeks earlier, a Fox News
poll about foreign policy found that only 42% of Americans say Obama is "a
strong and decisive leader."
Some of this no doubt reflects the bitter
partisanship of our times. But some of it is also logically due to a growing
sense that the president is unwilling or unable to take responsibility in
difficult circumstances and blames others instead. Indeed, half of Americans
currently say he "spend[s] too much time blaming others," according
to the Fox News poll cited above.
La falta de liderazgo, para Brooks, se resume en trasladar
la responsabilidad a otros, en suma, en su incapacidad para creer y hacer creer
realmente el sentido del "yes we can".
Cada uno de esos tres sencillos términos concentran la idea de liderazgo, tan
poderosa en su boca. Los hechos, en cambio, se han vuelto en su contra: el
"yes" pasa a ser un "no" frustrante; del "we" se han desgajado
muchos y para el "can" han faltado fuerzas. Más allá de los brutales ataques de la cadena Fox, el liderazgo de Obama plantea a muchos grandes interrogantes sobre su personalidad ejecutiva. La política es un iceberg del que sobresalen los discursos e intenciones, pero por debajo está la acción. Además de las esperanzas, hay que transmitir resultados.
Si decimos que Obama se ha enfrentado a fuerzas colosales actuando
en su contra —sin que deje de ser cierto— no resolvemos nada, pues forma parte
de la idea de líder enfrentarse a ellas. No hay camino de rosas en la política
y menos en la norteamericana, que internamente es un examen continuo —la prensa
te apoya mientras demuestres que merece la pena hacerlo— y en lo exterior
decide lo que ocurre en el mundo o, al menos, debería, según opinan los propios
norteamericanos. A Obama le han frenado dentro —cierre de la Administración
Federal y patinazos y concesiones en el "Obamacare"— y fuera —Siria,
liderazgo ruso, fracaso en oriente Medio, espionaje a los aliados, etc.—. ¿Qué
es un líder que no consigue lo que quiere; que ve frustrados todos sus
movimientos, aquellos con los que ha convencido a quienes le eligieron y estos
han hecho suyos?
Sobre los fallos de Obama, indudablemente, se construirá el próximo
debate político, unos presentándolo como falta de liderazgo —y haciéndolo
extensivo a los demócratas—, otros como necesidad de vencer todo aquello que no
ha podido serlo en dos legislaturas.
La mayor frustración residirá en que muchas de las
propuestas de Obama quedarán penalizadas por ser de Obama; serán estigmatizadas y fácilmente criticables desde
los opositores. Los republicanos no ganaron la guerra, pero se hicieron con el
escenario de después de la batalla al tener un insólito aliado, el propio
Obama.
Hoy mismo, The New
York Times publica un artículo ("After Health Care Stumble, Obama Now
Faces Wall St.") y un editorial ("The Shame of American Health Care")
en los que se da como un hecho los errores del presidente Obama en el
desarrollo del sistema de salud, el "Obamacare". El editorial trata
de evitar que el sistema de salud corra la misma suerte que su inspirador. Tras
mostrar su necesidad, el texto finaliza:
Americans are understandably frustrated with
the Obama administration’s failure to produce a functioning website. President
Obama’s erroneous statements that all people who like their current insurance
policies can keep them — not true for many people buying insurance in the
individual market — has added to anger and misunderstanding. The reform law,
however imperfect, is needed to bring the dysfunctional American health care
system up to levels already achieved in other advanced nations.
Lo que The New York
Times califica como "errores", los republicanos lo tildan de
"mentiras". Puede que aquí tengamos la palabra desgastada por exceso
de uso, pero en los Estados Unidos ha hecho sacado del terreno de juego a dos
presidentes.
Ahora se inicia otro frente, la reforma de Wall Street, como
señalaba el diario, que será otra prueba de la fuerza de su liderazgo. Ese
"tropiezo" en el sistema de salud no es el mejor aval para afrontar
otra reforma decisiva que esta vez va más allá de la salud de los
norteamericanos por el peso que Wall Street tiene en la economía mundial. El
peso de los fracasos anteriores condicionará su capacidad de liderazgo en los
nuevos frentes y las resistencias serán mayores porque la debilidad evidenciada.
La osadía de sus opositores aumentará; sus apoyos se desmarcarán para no ser
arrastrados. Terrible combinación que condena a la soledad desmoralizada y al
atrincheramiento defensivo.
Barack Obama ha descubierto quizá que los Estados Unidos no
es el país donde todas las cosas son
posibles, como señaló en el discurso de la noche de su elección:
Si hay alguien ahí fuera que
todavía dude de que Estados Unidos es un lugar donde todas las cosas son
posibles, que todavía se pregunte si el sueño de nuestros fundadores pervive en
nuestra época, que todavía cuestione el poder de nuestra democracia, hoy es la
respuesta. (261)****
Que todas las cosas "sean posibles" no significa
que todas las puedan hacer los mismos ni que te dejen hacerlas. El liderazgo
tiene dos fases: la capacidad de enganchar a otros mediante su adhesión a
nuestras propuestas y la ejecución de las tareas comprometidas. Nadie duda que
la distancia entre las promesas y su cumplimiento puede ser grande y muy duro
el camino, pero no se elige a la gente para que nos informe sobre lo duro que
es sino para que nos allane el recorrido.
* "Una presidencia a
la deriva" El Mundo 15/11/2013
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/11/15/actualidad/1384540946_643931.html
** "Obama is ducking a leader's duty"
Los Angeles Times 4/10/2013
http://articles.latimes.com/2013/oct/04/opinion/la-oe-brooks-obama-leadership-20131004-16
*** "The Shame of American Health
Care" The New York Times 17/11/2013
http://www.nytimes.com/2013/11/18/opinion/the-shame-of-american-health-care.html?hp&rref=opinion
**** Cit. en Sam Leith (2012): ¿Me hablas a mí? La retórica de Aristóteles
a Obama. Taurus, Madrid.
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